You are on page 1of 122

Tierra Baldía 

index
sAlvador gallardo topete
Rafael Urzúa Macías
Lección de permanencia / Señor de la iracundia 3
rector
eDuardo milán 5
Ernestina León Rodríguez aLejandro molina valerio
secretaria general A veces te pienso descalzo 7
Jorge H. García Navarro aEhécatl muñoz gonzález
director general de difusión Cuatro cuentos “bonitos˝ 8
Eduardo López aRlette luévano / Un poema de Casa en ruinas 10
editor lAura cristina villalobos
Cada cabeza es un mundo 11
sAlvador gallardo cabrera
Consejo Editorial
Cinco cajas para una instalación 12
aRturo villalobos / Cinegrafismos 15
mIguel fernando yacamán
Víctor Sandoval Cuando nada tenía sentido 21
Juan Pablo de Ávila dIego andrés reyes / Hay moscas 23
Rosa Luz de Luna sErgio martínez / Doña Luz 25
Salvador Gallardo Topete mArtín molina / Nadir 27
Claudia Santa-Ana éDgar alberto garcía / Dos poemas 31
Óscar Santos eDilberto aldán / Imagen única 33
Benjamín Valdivia eDuardo garay vega / Basta de lugares comunes 34
Arturo Villalobos eLsa pérez paredes / El resbalón 35
Edilberto Aldán aNa romo / El flamboyán 40
aNdrés téllez parra / Fábula 45
iRia puyosa / Señor cazador 48
Martha Esparza Ramírez
jOrge gómez jiménez / El capitán frío 50
cuidado de la edición
jUan manuel rodríguez 55
eDaín r.v. / La escritura del sí mismo en Nietzsche 56
Sergio Rosales yAvick loera / Leer libros de ciencia para
foto de portada imaginarte en otro lugar 65
eManuel durán / Lo nuevo de García Márquez 67
Tierra Baldía es una revista de Literatura de la Uni- sErgio rosales / El silencio y la piedra
versidad Autónoma de Aguascalientes. Su quehacer (fotografía de toda la revista) 71
consiste en la difusión de la creación literaria local lAura zapata 74
y nacional, sin fines de lucro ni de la promoción de mIguel ángel méndez / Cartas de amor
un perfil único estético o de pensamiento. El criterio
/ Metamorfosis 76
iLse díaz / Tercer mes 78
de selección de los textos se basa únicamente en la
rEgina kalach atri / Rojos 80
calidad literaria. rOdolfo jm. / El flautista 82
Puede dirigir sus textos en poesía, narrativa y ensa- rOdrigo carmona / Mar / Quedarse así 86
yo a la página electrónica sAntiago rojas valdivia / Distintos y distantes 88
tierra_baldia@yahoo.com.mx rOsa patricia vázquez 93
Visite nuestra página en Internet: jUan pablo de ávila / Suicidio 95
http://revistatierrabaldia.blogspot.com rIcardo moreno zapata / Tacos afrodisíacos 101
nÉstor duch gary / Una conversación a destiempo 104
El Consejo Editorial no se hace responsable por las dIana martín del campo / Y cada día 106
colaboraciones no solicitadas. rAmón lópez rodríguez / Carta de un amor
condicionado o m.m.p. 107
jAmes wright / Beginning
Impresa en el Departamento de Procesos Gráficos
(Traducción de Oscar Santos) 108
de la Universidad Autónoma de Aguascalientes. vÍctor sandoval / De agua de temporal 110
lOurdes de santos 112
Tiraje: 750 ejemplares. rUbén torres / La epopeya latinoamericana 113
aLdo garcía ávila / El jimador 115
Agosto de 2007 eLena de casas 117
mArc jiménez rolland /Frege, Perry y la semán-
tica de la primera persona 119

 Tierra Baldía
sAlvador gallardo (el hijo)
Lección de permanencia

Pero el amor revive de los huesos


desde el humilde vómer
tremolando banderas victoriosas
para dictar su lección de permanencia
en los estratos húmedos de arcilla;
ahí la pequeña señal,
la enhiesta espiga
con su germen de vida desafiante.
Otros serán quienes reciban
este gesto de amor,
y en sus arterias
un ligero temblor...

Tierra Baldía 
Señor de la iracundia

Señor de la iracundia
lanzo palabras como flechas,
putamadres, carajos,
pájaros de negra mierda,
gavilanes, azores, cuchillas cachicuernas.
De la cólera el amo,
cabrones lanzo
como aceradas uñas:
azuzo perros, jabalíes y leones,
gatosnavajas, ocelotesclavos.
Toda la furia
como piedra hondeo.
Rompo, rasgo, reviento,
muerdo y te mando
y me mando a la chingada.

 Tierra Baldía
eDuardo milán

No consigo estar de acuerdo conmigo:


dudo, titubeo. ¿Qué debo decir que esté conmigo
de corazón, no tanto de lenguaje?
Es que el lenguaje es tanto. Y mientras
al costado mi hijo espera,
al costado mi hijo espera,
al costado mi hija espera,
pacientemente al costado mi mujer espera:
Son tres hijos y mi mujer al costado del poema,
desacuerdo conmigo.
al costado de mi
¿Qué es esta justificación tentativa de una tiniebla
como si no tuviera derecho? La izquierda
no me lo quita sea lo que sea ese derecho no civil,
estar a una doble sombra, la de la.
Árboles referí que estaban a un costado, esa paisajística
ingenua: yo y al costado árboles en prolongación, voy con
ellos,
rasgos de una querencia con un yo central, pampa
en el dibujo, charreteras de mi camisa, hombros de mi
cabeza.

De su más reciente libro: De este modo se llena un vacío, Universidad


Autónoma de la Ciudad de México, 2007.

Tierra Baldía 
Es que no consigo estar de acuerdo yo profundo
con yo profundo, va uno por su lado y otro por su lado
ladeados reconociendo lados de los que dudo, soldados.

*
No israelíes ya tipificados en su tipo ni soldados por
soplete
A mi yo –mijo incaico de rodillas ante lo que cae- sino
soldados por el sol dados a la infancia del cubilete.

Ganado el derecho a escribir como quiero,


toro,
vaca,
oveja obligatoria,
después de haber escrito como había,
después de haber escrito como no había
–la intensidad no se excede:
desaparece antes, pedazo
de naturaleza caído al blanco
espacio del poema, ¿escuché bien?–
ancla, astillero corroído, un solo
grito sofocado pero bien sofocado,
eterno retorno de lo mucho Munch,
de los que deberán esperar siglos para el salto,
cangrejo a la garganta victoriosa ya no épica,
hímnica, hípica que habrá quedado atrás,
inclinados quedan los vencidos sin tocar con la palabra el
suelo.

 Tierra Baldía
aLejandra molina valerio
A veces te pienso descalzo

A veces te pienso descalzo


eso es a menudo, más satisfactorio a pensarte desnudo
es como cuando decido entre cebollas y chocolates
un todo en la nada, y nada en el todo.
Así prefiero entonces respirar tus callos, tus desgastadas plantas, tu
pisada cansada,
lo prefiero así antes de suspirar tras tu experimentada retórica, o tras
una sonrisa dadivosa que no promete ni los dientes…
Y desespero al pensar que Dios juega con nosotros
pensando, “a ver qué sale entre el buitre y la lagartija”.
pero… ¿qué sale?
Penosamente, miradas sin un iris que tocar, bocas sin saliva con la
cual jugar, dedos sin huella, y una rodilla… que nadie dobla.
Así pasa el amor, ¿amor?... sé que nunca he sabido distinguirlo
pero hasta lo que hoy mis nulas experiencias me han dejado saber,
es lo que sucede entres dos personas que se sienten sin
tocarse, se miran sin usar los ojos, y se besan el alma… dije,
‘nulas experiencias’.

A veces te pienso descalzo, y tropiezo con mis pies.

Alejandra Molina Valerio. 7 de Diciembre de 1990. Cursa el cuarto


semestre de preparatoria en el Bachillerato de la Universidad
Autónoma de Aguascalientes.

Tierra Baldía 
aEhécatl muñoz gonzález
Cuatro cuentos “bonitos”

Sueños…
Personaje tuvo un padre rígido y malhumorado, quien en todo tiempo fruncía el
ceño.
Cuando personaje terminó la educación primaria, su padre le hizo saber que ya
no era más un niño, que estudiaría para ser un exitoso abogado, que toda su vida
estaría llena de trabajo, que aprendiera a ahorrar dinero y que dejara de soñar.
Un año después de que el padre muriera, Personaje terminó la carrera de
Derecho, aunque nunca consiguió empleo como abogado o en la jurisprudencia,
se mantenía vivo trabajando, doce horas por día, como mesero y lavaplatos
en un restaurante muy concurrido, empleo que ni siquiera lo dejaba pensar.
Con sus ahorros que había guardado durante mucho tiempo, compró el “NTSJ
3000”, aparato que Personaje, antes de dormir, sólo tenía que conectar a su cabeza
por medio de seis neurotransmisores que captaban el momento justo cuando
comenzaban los sueños o las pesadillas, y cuando se detectaban, la máquina emitía
sonidos chirriantes y fuertes que lograban despertar a Personaje. Así, noche tras
noche Personaje dormía contento pues sabía que sus sueños
morían irremediablemente.

La enfermedad
–¡Jija de la chin!– fue la frase inconclusa que dijo mi tío antes de haber caído por
las escaleras del primer piso. Se golpeó consecutivas veces el cráneo con los siete
barrotes; finalmente, quedó tendido sobre el suelo.
Doña Enma la portera y Baltasar el cartero, después de ver consternados,
acudieron al auxilio de don Acacio.
–¿On toi? – fueron las primeras palabras de mi tío instantes después de haberse
incorporado.

Aehécatl Muñoz González (ciudad de México, 1988). Estudiante de


Letras Hispánicas en la Universidad Autónoma de Aguascalientes y
músico.

 Tierra Baldía
Era la historia que siempre contaba Andrés cuando le preguntaban el origen de
la enfermedad de su tío.
En aquel día, mientras el señor Acacio Cristovo descendía por las escaleras
pensaba en los mil pesos para pagar la renta, otros cincuenta para librarse de la
deuda de las chuletas y no podían faltar las cuarenta y cinco aves marías con sus
quince padres nuestros por haber llegado al derrame pensando en los senos firmes
y redondos de Lupita.
Algunos conocidos del señor Cristovo, con relación a la caída y al producto de
ella, argumentaban que tuvo suerte; otros como el padre Callas pregonaban que
era “porque así lo quiso Dios”, mientras que la esposa de Acacio, doña Genoveva,
decía que era “un acto del demonio”, pues ahora ella era la encargada del sustento
del hogar trabajando todas las tardes.
Hoy, tres años después, la amnesia de don Cristovo no sabe distinguir entre un
billete de 50 y uno de 20, ha olvidado el infierno y el cielo, inclusive no recuerda
que hay que ir al baño.
Para el señor Acacio la deuda de las chuletas está perdonada, doña Enma sólo
exige 650 pesos de renta y, Lupita, quien se encarga del pobre hombre, le da de
comer, lava, viste y si se porta bien le recuerda cómo tratar a las mujeres. Bendito
sea.

Epitafio de la imaginación
Mis patas, que parecen sartenes golpeados, que son más bien verdes; las dos piernas
que tengo, son sólo dos palos gruesos de caoba fina; mi larga cola de
reptil es morada con un garfio oxidado en la punta; mi barriga es muy grande –será
porque como mucho– con lunares y verrugas de todos colores; mi dos brazos, largos
como las palmeras, son rojos o azules o negros, depende de mi estado de ánimo; mi
cuello, bueno, no tengo cuello, pero si lo tuviera sería musculoso como los de los
fisicoculturistas; mi cabeza es grande, tan grande como una uva blanca…
¿Qué haces?
¿Me tienes en tu mente, no?
¿Pues no que yo, la imaginación, estaba muerta?

Epitafio de la felicidad
A ver, una sonrisita, una sonrisita no más.

Tierra Baldía 
aRlette luévano
Un poema de Casa en ruinas

En la última carta que escribí a mi madre


no sé cómo
con qué signos
pero le hablé del árbol que plantamos

No espero una respuesta


si acaso yo pudiera desear algo sería
una foto suya
Pero le hablé del árbol
y de su gris contorno contra el cielo
de la bondad con que calla
de la amargura con que se va dejando morir

y mi instinto me dice
él, que siempre responde aunque no lo espere,
que por la tarde
dentro de algunos meses
mi madre tomará la carta
y sabrá
de toda la desesperación
con que la extraño

Arlette Luévano, Aguascalientes, 1976. Es licenciada en Derecho


por la Universidad Bonaterra, institución en la que también cursó
un posgrado en Amparo. Es maestra en Derecho Constitucional y
Amparo por la Universidad Iberoamericana. Entre sus publicaciones
se encuentran Mujer es isla; Apostillas negras; y Navegar la piel.
Ha publicado en revistas y suplementos culturales. Desde 1997 es
editora del suplemento cultural Ananke del diario Página 24 en
Aguascalientes y Zacatecas. Con el poemario Casa en ruinas ganó
en 2006 el Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta.

10 Tierra Baldía
lAura cristina villalobos
Cada cabeza es un mundo

A l principio todo era tan negro, tan pacífico y acogedor, y yo,


sólo un negro más, con mis ojos y todo. Me gusta pensar
que alguna vez fui blanco, estoy convencido de que así fue, todos
debemos ser así antes de nacer…
Después vino el caos, las aguas se volvieron violentas
y espumosas, bombas tóxicas… mamá fue atrapada por ellos
y no quiero imaginar qué habrá sido de ella. Por eso temí por mi
descendencia, los llevé a los lugares más recónditos, donde los
campos negros eran más densos, pero resultaba inútil, poco
a poco fui perdiendo a cada uno de ellos, estaba
destrozado, parecía que no teníamos escapatoria, no podía
protegerlos y eso me llenaba completamente de rabia, no había
lugar donde la furia y la destrucción no nos alcanzaran. Dios
se olvidó de nosotros y nos dejó en las manos de ésos, esos que
aunque eran sólo diez –­y por lo general atacaban de dos en dos–,
tenían más furia que un demonio, nos perseguían, nos aplastaban,
no dejaron rastro de nuestra existencia. Jamás imaginé que
nuestro fin sería tan tortuoso, aunque hay algo de lo que
me alegro: jamás encontraron la forma de quitarnos el alimento,
los que quedábamos en el mundo estábamos saciados hasta el
tope.
Después temí por lo que pudiera seguir a ese suplicio que
hasta entonces habíamos vivido, temí que eso fuera sólo
el comienzo y que lo más terrible estuviera por venir, y
desgraciadamente, así fue.
Un mal día, una cuchilla fulminó nuestros campos, se llevaron
a mi esposa, a lo que quedaba de nuestra descendencia y a todo
ser viviente que quedaba sobre la redonda superficie del mundo.
No sé si afortunada o desafortunadamente yo pude saltar
antes de ser atrapado, me he salvado, pero me he
quedado solo. Vivir sobre un perro con aspecto de trapeador,
a lado de unas garrapatas y pulgas no es una vida digna de un
piojo.

Tierra Baldía 11
sAlvador gallardo cabrera
Cinco cajas para una instalación

Caja # 1
Contiene 3 gubias sujetas con una liga de goma/ navaja de afeitar con mango de
carey, incrustaciones de plata o níquel, y una placa con este monograma: DGS/
frasco gotero de 10 ml./ un casete; en la etiqueta del lado A está escrito: Varios; en la
del lado B: Music for amplified toy pianos/ vainas de colorines en una lata de sardinas/
volante de pizzas Hut/ cuaderno de bocetos marca Cachet con el lomo quebrado/
un pedazo de lápiz/ fotografía de una
estela de reactor en el cielo/veleta-
gallo oxidada con 4 orificios de bala
calibre 22/ botecito de yogurt lleno
de cáscaras de avellana/ tarjetas de
palabras clasificadas por rimas/
libélula en un frasco de formol/
microchip en una cajita metálica de
vick-vaporub/ placa con huellas
fósiles de helechos/ cinta métrica/
fotografía de una casa roja de madera
en el barrio de los ferrocarrileros de
Aguascalientes/

Caja # 2
En la tapa de la caja está escrito a grandes trazos y con tinta color verde: De la
verificación general de objetos antiguos y actuales. Verificación general, subrayado.
Contiene miles y cientos de miles de listas, clasificaciones, morfologías y tablas de
localización. También hay 54 disketes en una bolsa de plástico con una etiqueta en
blanco. Listas escritas a mano, otras en máquina mecánica y otras más en computadora.
Las hojas tienen 3 columnas: un nombre en la primera, un dibujo-descripción en la
segunda y una cifra de localización geográfica en la tercera. Los dibujos no aspiran
a la representación; parecen funcionar como elementos de invocación: corazón en
un hueco en la casilla que corresponde a la magnolia, por ejemplo. A partir de la
página 13, es posible notar la ruptura del sistema de comparaciones y analogías: las

12 Tierra Baldía
coincidencias entre los nombres, los dibujos-descripciones y las localizaciones se
dislocan e iluminan ángulos difíciles de percibir. En la entrada Estanque de metano,
hay un dibujo de un satélite muy alto sobre el océano y como cifra de localización
las coordenadas de La Haya. Desde ahí, aparece una taxonomía dislocada por
clases impuras, géneros escurridizos, fisuras entre los parentescos y las especies,
evoluciones que no proceden por diferenciación, sino que saltan de una línea a
otra entre seres totalmente heterogéneos; genealogías cruzadas y comunidades
simbióticas. Cada página tiene muescas en las comisuras, líneas marginales en color
naranja y cortes como entradas o perfiles. ¿Son marcas de un orden mayor; de un
orden que daría sentido total a esas miles de páginas?

Caja # 3
Contiene 129 no objetos, objetos que se anulan a sí mismos, objetos provenientes de
almacenes secundarios, objetos sin propósito alguno, objetos en ebullición, objetos
desequilibrados, objetos de adaptación instantánea (al tocarlos se funden con nosotros
replegándose sobre sí mismos), objetos en estado de hibernación, neo-objetos,
objetos-trampa, objetos armándose con una paciencia presta para lo infinito, objetos
que tienen por estómago a un hombre, objetos desfondados, objetos sin contorno,
metaobjetos, objetos congelados en su perfección, objetos obturados en las terrazas
electrónicas, objetos en mudanza incesante (no permiten hacerse una representación
de ellos), objetos de doble coyuntura, objetos imposibles, objetos-cardumen, objetos
desventrados, objetos de última generación rebasados por la obsolescencia, objetos
desestructurados, objetos textuales de persecución, chupaobjetos, dispositivos u
objetos de umbral. Son 129. No describiré ninguno.

Caja # 4
Contiene un cuaderno con observaciones tomadas desde una ventana que da al
Parque Hundido. Tres muestras:

12:25 – 12:29 [ventana cerrada. lunes. nublado. lloviznó]

pájaro con el pecho naranja en la jacaranda/ un policía atraviesa el audiorama


lentamente. se detiene en el primer círculo de bancas. busca algo; luego sale/ avión/
mujer con tenis color rosa haciendo jogging. lleva dos perros; uno tiene tres patas,
el otro es un dálmata/ gato jaspeado en gris echado bajo un plátano/ hombre con
tenis color rojo haciendo jogging. usa audífonos/ la banderota nacional reluce por
estar mojada

Tierra Baldía 13
13:42 – 13:46 [ventana abierta. lunes. nublado con viento]

ardilla color café con gris salta de un eucalipto al muro de separación del parque
(hay unos pájaros que tienen la misma combinación de colores)/ sonidos: viento
entre las ramas, viento entrando por la ventana, trinos aislados, las cuatro estaciones
de Vivaldi desde el audiorama, un cláxon distante/ nueva vuelta de la mujer con
tenis rosa; el perro de tres patas mantiene el paso/ pareja de ancianos acompañados
por una sirvienta que empuja una carreola. la vieja tira de un tanquecito de oxígeno
con llantas/ avión/ gorrión picoteando en el limonero/ olor a madera quemada/
hombre con tenis color azul cielo y perro chihuahua al lado/ ondea la banderota
nacional

5: 22 – 5:26 [ventana abierta. miércoles. frío.]

sonidos: trinos aislados, silbido del aspersor encendido, campanas/ luz delgada
aún no toca el suelo/ olor a eucalipto/ helicóptero cruzando de norte a sur/un farol
prende y apaga/ indistinguible la banderota nacional

Caja # 5
Contiene paquetes de tarjetas. Cada paquete, de grosor variable, abre con un símbolo
topográfico dibujado a trazos gruesos como con un pincel chino. En las tarjetas que
le siguen se consignan diferentes trayectos-historias por medio de frases cortas,
palabras sueltas y dibujos de otros símbolos topográficos.

Bajo el signo topográfico Canal de navegación:

Interrumpo prosa del registro. Desvío no señalado en mapas. Cruzado límite término
provincial. Bruma. No encontramos la estación meteorológica. No encontramos las
lagunas con agua constante. Viramos varias veces. No encontramos la vía doble
de ferrocarril. Una señal desconocida, como un bucle, pintada en muro color
amarillo ocre. Ruinas. Transformador oxidado. Zona no consignada en mapas. Pozo
seco al norte. Puente de hierro quebrado. Neblina. Torre vigía en ruinas. Árboles
desconocidos. Naturaleza extraña y hostil. Marismas. Saltos de agua. Regresar.
Imposible reconocer los trayectos. Ninguna vía permanece. Mudanza de los canales
de navegación.

14 Tierra Baldía
aRturo villalobos
Cinegrafismos

Genealogías

“Si vas a viajar, de preferencia no viajes con un hombre muerto”


–nos advierte Henri Michaux.

A diferencia de nosotros, los personajes de la literatura resucitan


trasmutados y practican una suerte de transmigración entre obras. Crear
un personaje, como el Plume de Michaux, es hasta cierto punto crear
“algo” –un personaje no es, obviamente, una persona, pero tampoco
sólo una fantasía o una abstracción– destinado a sobrevivir a su autor.
Michaux sobrevive en Plume como Swift ha conocido el país de la Magia que
no conoció con Gulliver, y es Gulliver quien se despierta convertido en un
gigantesco insecto para morir y resucitar en Plume, el inocente lunático que se
enfrenta a las encrucijadas que corren por las avenidas del sueño, de la muerte
y de la lógica distorsionada en el espejo que Alicia encadenada cruzó para
nunca regresar sino en nuestras pesadillas.
Posible genealogía de personajes aventureros más allá del sueño y de la muerte:
Gilgamesh quien engendró a Ulises quien engendró a Eneas quien engendró
a Simbad el Marino quien engendró a Amadís de Gaula quien engendró a

Tierra Baldía 15
Don Quijote y a Gargantúa quienes engendraron a Gulliver quien engendró a
Arthur Gordon Pym quien engendró a Alicia quien engendró a Maldoror quien
engendró a Gregorio Samsa quien engendró a Plume quien engendró a... (?)
Dice un personaje de cierta novela de Stephen King: “Un personaje está
más muerto que un saco de huesos”. Más o menos como un fantasma, pues
el fantasma ni siquiera existe en “el mundo real”, a diferencia de un saco de
huesos, que se puede tocar y cuyo contenido alguna vez estuvo vivo.
Una historia de la literatura en que los personajes se extinguen al finalizar
la obra y resucitan en otra, renovados y metamorfoseados en otro espacio,
otro tiempo y otro paisaje estético. No son dioses, ni humanos, ni potencias
sobrenaturales, aunque se acerquen a lo mitológico, sino entes fuera del
espaciotiempo que viven en el plano del arte y se posesionan de ciertos
escribientes que han tenido contacto con ellos al leerles.
No viajes con un hombre muerto: revive a ese personaje cuando lo lees. Sólo
tú puedes volver a hacerlo existir. Él duerme en las dimensiones de la nada
impresa, aguardando a que lo hagas volver de entre aquellos que están más
muertos que los muertos.
Lo peor que te puede pasar es que seas poseído durante un tiempo por una
ninfa, un espectro, un hombre inexistente, un dios antiguo, un mito, una mujer
amada, un aura, una sombra.
Recordar a Calasso: cuando los dioses murieron, hace cerca de dos siglos,
no desaparecieron, sino que se transformaron en enfermedades mentales. La
literatura es acaso la única forma de resucitarlos para conjurar su influencia.

A las puertas de la ley

– No toques a las puertas, no llames más, no lograrás entrar. Las puertas de


la Ley están vedadas para ti, aunque hayan sido construidas para que las
cruces. ¿Pero, dime, para qué deseas entrar en la Ley? ¿Acaso no sabes que la
Ley transcurre en un mundo de bibliotecas laberínticas, pasillos burocráticos
con apenas oxígeno, antiquísimas máquinas de escribir, legajos de papeles
amontonados sobre escritorios, jurados escurridizos, abogados y fiscales
pactando en parques fantasmales: todo dentro de una maquinaria perfecta e
inmutable que a pesar de su magnificencia representa un modelo deteriorado
del otro mundo platónico hecho con Leyes exactas y abstractas, teoremas
geométricos de sentencias donde el hombre ideal habita a salvo de toda
contingencia, de toda violación a la Ley, de toda blasfemia y hasta el pecado
más abominable cuenta con un código numérico que lo clasifica y redime?...
– No puedes entrar a la Ley, aunque esté hecha para ti. No es para tus ojos,
aunque pueda cegarte. Mereces la Ley, pero no ingresarás jamás a Ella.

16 Tierra Baldía
Un rasgo tenaz en la memoria que ha guardado la adaptación cinematográfica
de El proceso de Franz Kafka, realizada por Orson Welles, es la insidia
desmesurada de las puertas. Puertas que empequeñecen a quien llama a ellas.
Puertas que asfixian y separan como bloques gigantescos toda entrada y salida a
un proceso que se alarga y se confunde con cada acto de la existencia cotidiana.
Mientras tanto, Joseph K. apenas tiene tiempo para un erotismo sin culpa, para
esas espectrales mujeres, fugaces e incomprensibles, que lo saben condenado.

Un clavel para el espectro del sex-appeal


El romance como ocultamiento y ropaje de un salvaje objeto de la pasión.
Susana (Carne y demonio) (1950) y Ese oscuro objeto del deseo (1977) de Luis Buñuel
son películas que permanecen como profundas cavernas por donde sopla el
viento del deseo y descubre las formaciones líquidas y rocosas que la sensibilidad
erótica, con sus contradicciones simbólicas de ángel carnal y demonio de la
tentación, ha depositado en capas geológicas que rara vez nos atrevemos a excavar.
En la primera, hay que ver cómo la desamparada huerfanita, interpretada por
una hechizante Rosita Quintana, seduce a todos los hombres de una hacienda
donde le han dado refugio. Uno a uno caerán mediante una ars erótica que raya en
lo demoníaco por su habilidad para diluir la transgresión carnal exhibicionista
en una apariencia infantil de inocencia juguetona y malévola. La hacienda
se volverá un infierno donde los deseos masculinos se entrelazarán con las
rivalidades del macho mientras el cuerpo femenino formará con la violencia
un solo objeto bifronte de evidencia dramática, aterradora y subyugante. La
huérfana se enseñorea al fin del hacendado y lo embrida delante de sus potros.
Una historia melodramática, propia del género folletinesco, que hoy
se ha vulgarizado hasta perder el encanto y la maldición originales
que Buñuel rescató en su estrato mitopoético, también se puede leer
como una sátira despiadada a la fragilidad de las buenas costumbres.
En Ese oscuro objeto del deseo, Buñuel crea un abismo a partir de la distancia
entre dos mujeres que habitan al mismo personaje femenino. Una de ellas
casta y virginal, la otra apasionada y lasciva. El espectador será lanzado de
un lado del precipicio al otro hasta perderse en ese laberinto borgiano, que
consta de una sola recta y que separa al hombre de la mujer metamorfoseada
en obsesión erótica. Pues no hay laberinto más inextricable que esa distancia
inasible donde toda racionalidad se evapora y todo precepto estorba.
En manos de Buñuel la distancia del deseo se hace imagen
tangible, se desborda en matices, nos seduce hasta la exasperación.
Susana La perverse –como fue titulado su film en Francia– espera en algún paraje
de nuestras mentes, en algún instante crepuscular de la ciudad, y no habrá
salida porque en el fondo nunca hemos deseado que haya salida alguna.

Tierra Baldía 17
La máscara de Tin Tan

– Es que toda la vida he sido un idiota y hasta ahora me doy cuenta– dice
un personaje de Tin Tan casi al final de una de sus clásicas películas
en blanco y negro, al inquirirle la razón de sus lloros y gimoteos,
luego de ser ignorado por una mujer a la que creía enamorada de él.
La escena provoca una especie de risa patética, una triste socarronería, un
carcajearse a pesar de todo y de sí mismo, del mundo y la fortuna con sus
vuelcos despiadados.
Pero en el caso de este enorme actor cómico –para algunos, el más grande en el
cine mexicano –, siempre me he preguntado si lo que atrae de Tin Tan consiste o
subsiste en su ausencia de personalidad, cuyo delicado lirismo sólo presentimos
cuando canta o en quijotescos momentos de melancolía. Fuera de esos
momentos, el rostro de Tin Tan gesticula parodiando todas las gesticulaciones,
los rictus, los semblantes, las personalidades, los egos, los roles, los oficios...
todos los hábitos humanos que requieren de una actitud gesticulatoria para
definirse y diferenciarse ante los demás. El rostro de Tin Tan se convierte en un
signo de otros signos, la satírica farsa gestual de la comedia humana urbana.
Asimismo, es como si Tin Tan actuara visiblemente cualquier personaje y
exagerara los tonos de la actuación hasta dejarla en suspenso sobre el vacío,
como ocurre en cierto teatro chino en que el actor nunca pretende simular una
personalidad sin indicar en todo momento que está actuando. En Tin Tan, su
paródica actuación se intensifica porque
poseía el genio que subrayaba aquellos
rasgos de la actuación más caricatures-
cos de su personaje, acentuaba hasta
el delirio la máscara de la emoción
para dejarnos en una irrealidad por la
que en momentos extremos se llega
a sospechar la artificialidad de todo
dramatismo, del énfasis que lo alimenta,
de la expresión como impresión.
Tin Tan no sólo actuaba, sino actuaba
al papel del actor mismo, dejándonos
también la incógnita de quién era
Tin Tan, quién estaba al fondo de esa
personalidad ausente que estiraba hasta
la grotesco todas las personalidades en
una plasticidad que las recuerda como
son, es decir, como máscaras.

18 Tierra Baldía
El robot genético

De acuerdo con J.G. Ballard, hay


dos rasgos que la “narrativa
tradicional” no asume con el
vigoroso relieve de la ficción
científica: nuestra situación
en el universo –ya que la
narrativa tradicional se enfoca
por entero al campo recorrido
palmo a palmo de las relaciones
humanas y de la “corriente de
consciencia”– y la evolución
de las sociedades en el futuro –la narrativa tradicional suele
enmarcar sus ficciones en sociedades representadas como estáticas–.
Se puede estar de acuerdo con ello, discutirlo o ignorarlo, pero es difícil negar que
la ficción científica abrió nuevos horizontes para la narrativa, tanto en el espacio
de lo imaginario como en la incorporación de estéticas extrañas. Ha planteado
interrogaciones filosóficas inéditas, lanzando guantes que pocos filósofos han
recogido. De Frankestein a Solaris se hace evidente que sólo cierta forma de
imaginación, que es a un tiempo especulación científica, poética narrativa
y pregunta existencial, podría aventurarse ahí donde ya no hay modelos
novelísticos, tratados filosóficos o historicismos estéticos que auxilien al autor.
Gattaca y el horror a un posible fundamentalismo genético radical: desde el
título, se nos transporta al novísimo alfabeto que determinará la configuración
no sólo biológica, sino social, del hombre en una utopía biosférica: Guanina,
Adenina, Timina y Citosina. Si en la antigüedad, como han especulado algunos
antropólogos, son la religión, el ritual y el tabú los controles que legitiman la
jerarquía social, oscuros y complejos en contraste con unas relaciones económicas
transparentes y simples, en las sociedades modernas la complejidad de la
economía subordina a los estratos religiosos y culturales en la conservación
de las jerarquías. No se conoce sociedad humana que no se sostenga por una
forma de fundamentalismo –y sería fascinante algún estudio que nos mostrara
cómo sucede esto, si se trata de una conformación antropológica (pues no se
cimenta en una mera “relación de producción”) o una configuración biológica
que se traduce en rasgo psicosocial–, así que Gattaca proyecta –aunque menos
incisivamente que su ancestro A brave new world de Huxley– una pavorosa luz
sobre esta variable por nacer que podría parametrizar todo el espectro de lo social:
un fundamentalismo que se basa en la configuración genética del individuo.
Ya no hay lugar en este nuevo mundo, para ninguna forma de disensión o

Tierra Baldía 19
protesta pues la genética ha terminado por discriminar con toda exactitud las
capacidades humanas y distribuir sin margen de error el rol, la ocupación y
las relaciones personales. Como es habitual en el género, se expone el conflicto
social latente o abierto a través de lo individual, en este caso un impostor que en
tal sociedad se convertiría automáticamente en criminal, determinado a lograr
su acariciado sueño de viajar al espacio exterior (una imagen de ir al encuentro
con lo virgen y no condicionado, inefable e incontrolable, al silencio infinito de
las estrellas, como se revela en las últimas imágenes del film) y demostrarse a sí
mismo que la fuerza de voluntad se impone sobre los genes, arrostrando enormes
sufrimientos por su osadía y no sin hacer uso de todo su ingenio y disciplina
para aspirar a lo que en su civilización responde a lo imposible de traspasar.
Podría parecer una conclusión optimista, pero pensemos que si fueron necesarios
todos los recursos que el protagonista emplea para “alcanzar su ideal”, no
hay lugar alguno para la esperanza: cualquier fundamentalismo –véase
como se le vea: necesidad antropológica o estructura psicosocial– deviene en
condición opresiva que la jerarquía se encarga de “normalizar” para que pase
por “natural” (en esta utopía se ostenta como “lógica” o “racional” dentro
de una posthistoria como paraíso artificializado) y lejos de haber liberado al
hombre se constituye en obstáculo para su conocimiento, en desarticulación
de sus atributos –que no pueden darse por separado, como es obvio– para
reinventarlo como robot programado por cuatro bases orgánicas.

20 Tierra Baldía
mIguel fernando yacamán
Cuando nada tenía sentido

Gregorio Samsa,
al despertarse esa mañana después de un sobresaltado sueño,
se halló sobre su cama convertido en un repugnante bicho...
(La metamorfosis, Franz Kafka)

S entado en una banqueta, esperando a


que algo pase, un algo que haga cambiar
mi vida de manera instantánea. Esperando un
puede hacer por mí?, ¿que no ve? Realmente
esta noche toda mi desventura me cala más
allá de los huesos de frío. ¿No ve la desgracia
alguien. Alguien, ¡chingada madre! Alguien humana que tiene ante sus ojos? No le dirijo
que me vea y que patéticamente sienta ni siquiera la palabra, lo aborrezco por ser tan
tanta lástima y por ello me abrace. Estoy poca cosa.
mendigando amor. ¡Quien sea! No importa. Sin saber por dónde, aparece un ángel
Cualquier ser que tenga brazos. de alas rotas. Me empieza a decir sin que le
Durante estas reflexiones, inesperadamente pregunte nada, que la vida es bella, que debo
se acerca una callejera, m2e ofrece su compañía, vivirla y disfrutarla. Portarme bien, para que
que promete alivianar mi tristeza, esa que…– pueda ir al cielo, con Dios y toda Su Gloria.
Ándale, papacito, que la noche está caliente, Me dice que la Virgen me ama, que en el Cielo
no te arrepentirás– ¡Qué chingados me puede siempre estaré bien… en el Cielo, ¿pero aquí?
llenar en este momento el sexo! ¡Nada! ¡Chingaos! ¿Aquí qué? ¡¿Mientras, me sigo
Pero no venía sola, la acompañaba un comiendo las uñas y la piel?! ¡Ángel pendejo!
ratero, obvio, sin intención de proporcionarme Si pudiera le arrancaría lo que le queda de
nada. Se llevó todo mi dinero, asegurándose alas. Finalmente desaparece, no sé cómo, pues
antes de dejarme la cara manchada de sangre. ni siquiera puede volar.
Se llevó todo, menos lo que yo quería. ¡Este Balbuceante me encuentro al psicólogo que
pinche sentimiento que no se me despega! inmediatamente empieza a analizarme. Me
Peor que un cáncer. observa como a un animal. ¡Basta de frases de
¿Qué cara tendría? que un señor me autoayuda! ¡Deprimen! ¡Castran! ¡Me cagan
pregunta qué tengo, que si estoy perdido, ¿qué la madre! ¡Que Freud se muera con todos los

Miguel Fernando Yacamán Neri. México, d.f., 1985. Estudiante de


Letras Hispánicas en la Universidad Autónoma de Aguascalientes.
Escribe cuento, poesía y crónicas. Ha pertenecido a varios talleres
de creación literaria. Actualmente asiste al taller de Cuento que
coordina en el ciela el licenciado Gallardo Topete.

Tierra Baldía 21
una orden. No me detiene ni la ficción que
vende un ángel, mucho menos el psicólogo
y el sexo, nada, ni nadie. Este momento es
un fragmento de libertad que me regalo para
siempre.
Corro, lejos de todos esos seres, corro para
no volver a todo eso, corro porque nadie me
da lo que quiero. Nadie ni nada me motiva. Y
si estoy encabronado y si chillo y berreo es por
que no me quiero morir. ¡No me quiero morir!
Intento quedarme en este mundo, pero nada
me convence y me siento como un fracasado,
un mediocre. Este mundo es demasiado para
psicólogos mí y sin embargo nada me llena.
que han existido en esta Me canso de tanto correr, caigo al suelo.
tierra! Todos están locos. Malditos seres Mi respiración es agitada, me siento por unos
perdidos, no se encuentran ni ellos mismos y momentos. Sinceramente, sigo esperando
en esa calidad humana se van a la tumba. a que algo pase. ¡Alguien! Alguien que me
No sé qué sucede pero un policía bajando abrace y me haga entender, no importa si es
de una patrulla quiere mis datos. ¡Los quiere! el Diablo. Quiero algo que cambie mi pinche
Si ni siquiera sé quién soy. ¡Que me lo diga él! vida, un algo que me haga llorar no sólo de
Instantáneamente veo a mi madre angustiada esta euforia. ¡Algo! ¡Un maldito Algo! Una
y preocupada. Me da más dolor. ¿Por qué me palabra, un acto, un golpe, lo que sea.
parió? Detrás de mi madre venían mi padre Pasado el tiempo, todo continúa estático.
y hermanos. La Gran Tragedia ¡La Gran Algo se mueve y no sé por dónde salió, por
Tragedia! Y no saben ni por qué, ¡carajo! lo que deduzco que la noche lo escupió… es
Me levanto y salgo corriendo, nadie me un gato negro… No hace nada más que seguir
puede hacer nada, ni la policía me puede su camino, ni siquiera me observa. Esos gatos
detener, el único crimen por el que me podrían son todos unos maestros del egocentrismo.
culpar es por mis pensamientos suicidas, pero Mi concentración se interrumpe por un
ésos son sólo míos; ni siquiera se los comparto animal que sale de una coladera, se trepa en
a Dios, y si lo tuviera enfrente le preguntaría un contenedor de basura y el gato como una
por qué me dio la capacidad de interrogarme bala sale disparado a matar, va detrás de él.
tanto las cosas y por más que me esmero no El animal logra meterse a un contenedor de
encuentro respuestas. ¿Se divierte viéndome basura y justo cuando el gato dio el salto hacia
cómo me las arreglo con mi poca capacidad el interior, el contenedor se cierra y lo aplasta.
intelectual? Como dicen trilladamente: La curiosidad
Ni mis padres me pueden detener, su mató al gato… ¿Será éste el sentido? Y es justo
autoridad no se les acabó a los dieciocho años ahí cuando me levanto; he encontrado mi
sino desde que nací, jamás volverán a darme respuesta.

22 Tierra Baldía
dIego andrés reyes
Hay moscas

1
La mosca vuela en círculos
pequeña de alas telaraña
pretenciosa mosca cóndor

2
Hay moscas ilustradas
sabias de vida caramelo
pero mosca en almíbar
es mosca muerta

3
Hay moscas poetas
sin mierda en qué caerse
moscas soberbias
moscas de palabra

4
Mosca burguesa
hundes a las moscas en la mierda
mosca del pueblo
mosca ciega

Diego A. Reyes Rojas. 18 años. Estudiante, joven lector.

Tierra Baldía 23
5
Mosca vaginal
que mama y mama
Mosca lameculos
mosca partidista

6
Mosca joven
mosca de noche
mosca inerte mosca dormida.

7
Mosca progresista
mosca de mierda
moscasapiens

24 Tierra Baldía
sErgio martínez
Doña Luz

C aminó, atravesó el patio, las plantas y


flores en las macetas se balancearon por
el viento que soplaba fuerte. Apagó la luz,
tenía horror de ser encontrada en la cama
con la boca abierta y en camisón, como fue
encontrada su hermana mayor. Al temor a la
entonces la luna iluminó el lugar que pareció muerte se le sumó el horror del entierro. No
más viejo y derruido. quería ser enterrada y desconfiaba en que
Paso a paso, llegó a su cuarto, entró y cerró sus hijos cumplieran con su último mandato:
la puerta tras de sí, quedó parada sin moverse no ser enterrada ni velada, ¿qué tal si aún
hasta que sus ojos cansados se acostumbraron estaba viva y su corazón de pronto volvía a
a la penumbra. El lugar olía a naftalina. Su latir regresándola a la vida? Había escuchado
máquina de coser, anaqueles del almacén de muchas historias de personas enterradas
su difunto esposo, cuadros, una cama, envases vivas, se podía imaginar despertando en un
de vidrio, ropa, fotografías viejas en blanco lugar oscuro y frío, se le iría acabando el aire y
y negro que ahora eran amarillas, y libros moriría por asfixia sin que nadie se diera cuenta.
llenaban el lugar. Se horrorizó de sólo pensarlo, no tendría ni
Prendió el quinqué y el reflejo tiempo de rezar para redimir sus pecados; y si
de su rostro en la bombilla le es que los tuviera, se iría directamente a arder
despertó el miedo de todas las en las llamas del infierno.
noches, el pánico a la muerte. En un momento de lucidez se dio cuenta
¿Por qué todo había cambiado? ¿Por qué que empezaba a perder la razón
las cosas no podrían ser siempre como cuando ante el miedo a la muerte. Se
ella era joven? Las costumbres de principio de sentía tan lejos y olvidada de la familia, no le
siglo con las que creció la habían convertido consolaba que los domingos la familia entera
en una mujer educada y sobria, ahora ya no se reuniera en la casa sólo para su satisfacción
era igual, con rencor recordó que ya no podía de verlos a todos juntos.
hacer lo que su antojo le dictara y conservar no Nunca quiso regalar nada, ni heredar en
sólo su casa, sino las costumbres de la misma, vida a los hijos o nietos. No era egoísmo o
firmes, adecuadas a las buenas maneras y envidia, aunque así lo entendieran todos en la
valores con los que creció. familia. Había clases sociales y quien no nacía
Doña Luz se sentó en un sillón y trató de rico tenía que trabajar a lomo partido como lo
dormir. Llevaba años con la misma rutina, había hecho don José, su esposo, que a base de

Sergio Martínez (Puebla, 1973); estudió Derecho en la unam, reside


desde hace 13 años en Aguascalientes y asiste al taller de cuento
con el maestro Salvador Gallardo Topete en el ciela.

Tierra Baldía 25
lamentó y sufrió la descomposición
de su familia, que evitó mientras las
fuerzas le alcanzaron y pudo ejercer
alguna influencia, todo se volvió
un desorden. Ahora las mujeres
trabajaban, se habían olvidado las
tareas del hogar y la educación de los
hijos; no sabían cocinar ni remendar;
no se dedicaban al esposo y a sus
hijos. Todo había cambiado para mal.
¿Qué era eso de andar a altas horas
de la noche en la casa de las amigas,
tomando y divirtiéndose con juegos
de azar que en sus tiempos sólo
jugaban los hombres en la cantina?
¿Cuánto le quedaría
de vida?, ¿qué tal si su
deseo de nunca morir se
había cumplido? Recordaba
aquel día que por interrumpir a sus
padres en una plática fue castigada
y enviada a su recámara sin cenar.
Ofreció disculpas pero no fue
escuchada, entonces pidió con todas
sus fuerzas castigos para la familia
entera, y la inmortalidad para ver
el castigo de cada uno. Después de
estudio y trabajo se hizo de un nombre, una
llorar en silencio se quedó dormida
posición y de un capital que le permitió vivir
y cuando despertó se arrepintió por haber
con comodidades hasta sus últimos días.
pedido lo maligno y lo imposible.
La familia quería su dinero y
Nada era ya como antes, todo había
nada más. Eso de que los nietos cambiado y ahora ella no encajaba en el nuevo
pretendían que los ayudara mundo. Respiró profundo, buscó entre sus
económicamente le resultaba ropas un frasquito que contenía un líquido que
un insulto. Antes los hombres bebió lentamente, pero con firmeza. Cerró los
trabajaban, ahora eran unos ojos, empezó a quedarse dormida y no se dio
mantenidos; y de las mujeres cuenta cuando dejó de escuchar los sonidos
mejor ni hablar. Las nietas con esas de la noche que avanzaba lentamente.
faldas tan cortas, las piernas abiertas al sentarse,
Cuando despertó, el cuarto estaba vacío y
todas pintadas y los cabellos de colores, no,
había pasado una semana desde su funeral.
ya no había respeto por nada. En silencio

26 Tierra Baldía
mArtín molina
Nadir

Diásporas
flotan como nebulosas de humo
como el opio

Y la luna nueva
respira
crepita
en su Nadir
A la sombra de las higueras
unas estrellas caen
y vuelan como pedradas

mientras yo
vago
y divago
el cielo está estrellado

La noche
constelada de un velo
me niega el harem de mi memoria

No está Casiopea
se la llevó el grito negro del viento

Martín Molina Gola nació en la ciudad de México en 1988. Actualmente


estudia en la Universidad de Toulouse.

Tierra Baldía 27
Ni las siete hermanas
que miran ocultas tras la bóveda vedada
de las nubes

Mientras yo
vago y divago
la noche se estrella

Y la adivino como una tela constelada


un Tapiz
una telaraña
Hilada de polvo lunar
Enhebrada Menguante

Esporas de la luna
polvo barrido por el viento
ella
sentada al borde de su Nadir incierto

Ella
musgosa
me mira con tus ojos idos
con tus ojos nebulosos
y perdidos

Recuerdo sólo ahora


que fue la diáspora con el eclipse
que Damasco yace desierto
a la luz pálida del astro

Recuerdo al fin
que en esta noche de diásporas estrelladas

28 Tierra Baldía
Es que tu cara vana se fue
al acabar con los últimos ritos
Recuerdo sólo ahora
que tu iris
–­ donde hay ríos de colores
que se funden como deltas ascendentes–
es un nómada
que vaga a la luz de la luna

en el desierto de lo real

Nautilus
Nautilus de profundis
espirante y total

Cautiva y fugitiva
coraza de architechtis

Calamar gigante
dios hindú de los muchos brazos
de los ojos enormes de luna llena
de la respiración sombría
tinta para versos acuosos

Si me vieras, entenderías tal vez


lo que es vivir en las profundidades
cautivo y espirante de corazas
fugitivo y verdadero
nautilus de profundis
Tierra Baldía 29
Crudo karma de la crin circundante
caballo atroz y poseído
murciélago enorme, terrible y acechante
oscuridad de telaraña de noche de nube de tinta
profundidad ineluctable

Voz mía como canto ahogado


como eco grabado en el fonógrafo
alguien escribió estos versos antes
yo no es yo
yo es otro
otro es terrible
yo es terrible.

30 Tierra Baldía
éDgar alberto garcía
Dos poemas

Siempre en la cocina.
El olor a hambre tiraba su anzuelo.
Ella trabajaba en los conjuros debidos
con su silueta despiadadamente débil
como una vela recién apagada.
Y yo escuchaba su voz pequeña,
semejante al mar íntimo de las conchas,
reclamándome que siempre había querido hacer tantas cosas
y que nunca había hecho tantas cosas.
Volvía de un sueño
cuando de pronto volteó hacia mí
con su cabello teñido de bandera encendida
y me apuntó con su cuchillo húmedo
igual que su frente.
Mi madre tenía en los ojos
el tamaño de la desesperanza
porque la preocupación en ella
era siempre una horca tensa.

Édgar Alberto García (Mexico, D.F. 1983), tallerista del ciela, gusta
de complicarse la vida, por eso intenta, en cada momento desde
hace cuatro años, hacer poesía. En sus ratos libres trabaja como
lava coches en un lote de autos usados.

Tierra Baldía 31
“El enamorado busca su amor aún allí donde sabe que no está”

Jaime Jaramillo Escobar

 
 
De cierto es
que no se puede esconder un beso detrás de tus pechos:
apenas dos tatuajes gemelos de otros pechos que no están.
Digamos que si se siente un escalofrío antes de la muerte
es más muerte la que merodea debajo de tus bragas;
y es piromanía, tortura limpia, y no tiene nada que ver con morir de
amor.
Sé que no está en tu rostro cubierto por ángeles menos feos que tú,
ni en esos ojos que parecen dos brujos desnudos
–porque ni los ángeles se muerden los labios de ganas
ni los demonios les palmean el culo.–
Podría jurar que los perros que se enseñan los dientes antes de copular
se aman aterradoramente. Tú siempre ríes.
Yo, como el eunuco de un rey muerto, tengo el deber de decirte
que el amor no lo encuentro en ti,
solamente que tú dejas una trampa hecha de esa mirada,
que me ve igual que si hubiese hecho una buena obra:
en cada palabra que repito estoy solo
y llevo mi mano hacia abajo apresuradamente.

32 Tierra Baldía
eDilberto aldán
Imagen única

T e han dicho que en el instante previo a la muerte la


vida sucederá ante tus ojos como un río de imágenes
significativas. Ahora sabes que no es una corriente sino el reflejo
de tu mirada en el agua calma de un pozo, que en una sola
imagen se concentra el todo, que esa visión traduce lo que hasta
entonces has sido.
En la pantalla de los párpados cerrados brilla, refulge, el color
con que ella pintaba sus labios una tarde de septiembre; no llovía
pero así lo recuerdas, así lo merece el movimiento emperador
con que dibujó una boca más intensa sobre el rostro tantas veces
deseado: el gesto redondo con que besó el aire y el color, otra
vez el color, sobre los labios.
Sobre la mesa hubo una copa de vino, mientras ella
imprimía un labio sobre el otro, un relámpago en las
comisuras, una mosca recorrió el borde de esa copa; también
el insecto estampó su huella en esa orilla, dejando señas
microscópicas de la mierda en que antes se refugió.
Los labios recién pintados te sonrieron, una sonrisa iluminada,
centella que se acercó a la copa para beber justo del lado en que
caminó la mosca. No la volviste a besar.
No es un río, en una sola imagen se concentra el todo que
hasta entonces has sido, ahora lo sabes, demasiado tarde.

Edilberto Aldán (Ciudad de México, 1970). Lector. Es becario del


feca. Le gusta contar mentiras.

Tierra Baldía 33
eDuardo garay vega
Basta de lugares comunes...

A la verga. Que no nos vengan con su jugamos exteriores de México, de ediciones gachupinas
como nunca y perdimos como siempre; que con joder en lugar de chingar, de consejos de
ahora ninguna persona se atreva a decirme participación para que nos digan que todos
que, bueno, tuvieron su oportunidad y decidimos; basta de liguillas y repechajes, de
desaprovecharon el último juego mientras derrotas sorpresivas para que los apostadores
el Santos ganó 2-0. Ya estoy harto de estos hagan su agosto, de juegos de futbol de
axiomas que comienzan hablando sobre que en primera división en el Corregidora, de Hugo
la democracia se gana con un voto, que la ley contra La Volpe, de diplomas que acreditan
es implacable aunque sea injusta, que debemos como escritores a aquellos que pagan su
seguir las reglas del juego porque todos las mensualidad completa.
aceptamos desde el principio. Estoy hasta la madre de homenajes
Que se vayan a chingar su madre aquellos nacionales a Chespirito, de que los presupues-
que ahora dicen que las becas y los apoyos tos se vayan en sueldos ejecutivos, de que a los
son para todos, que las oportunidades ahí gordos se les considere como enfermos, que
están y que debemos aferrarnos a un sueño me hable de Zapata un tipo que aún considera
porque algún día, en algún momento, se van a a los campesinos como gente sencilla y
realizar. Y que nadie salga con que Dios aprieta humilde.
pero no suelta, que podríamos estar peor, que Mando derechito a la mierda a los poemas
para qué mover esos papeles que más daño sobre el pobre poeta incomprendido y posee-
que beneficio le hacen al país, que para qué dor de una verdad que es incapaz de plasmar
contar lo que ya contamos, que sí hubo una en una frase; me declaro incapaz de poder
mala interpretación con los 3 puntos al aplicar leer otra columna de periodistas que me dicen
el reglamento, pero, pues ya qué. que el video es la mejor evidencia que pueden
“Querétaro lloró”, “no hubo milagro”, encontrar, de incompetentes que no pueden
“2.54 arriba el pelele”, mamadas. La esperanza decir sí o no y que necesitan que llegue el jefe
nunca muere porque no existe, y aunque digan para tomar una decisión.
que todos somos arquitectos de nuestro propio Así que nadie se extrañe si me cago de la
destino casi nadie cuenta con maquinaria para risa la próxima vez que me alguien me dé un
empezar a trabajar. Nuestro mal de muchos es discurso de cómo están las cosas. O si mando
la risa de los pocos cuantos. al carajo revistas y columnas llenas de nombres
Ya basta de lugares comunes, de poetas de prestigio. Y que me perdonen cuando en la
y escritores hijos del servicios de relaciones calle me sorprenda la muerte y dé las gracias.

Eduardo Garay Vega. Nace en Querétaro en 1970 (queretano 100%),


mentiroso profesional, hablador, gordo y calvo. Ha publicado dos
libros Crónicas crónicas y Aventis. Casi no tiene amigos.

34 Tierra Baldía
eLsa pérez paredes
El resbalón

P atricia tenía sentimientos encontrados. Salió


de la coordinación de la maestría incrédula,
preocupada y hasta un poco molesta por la actitud
déspota y acelerada con que la trató la doctora
Sánchez. Unas horas antes, justo en el momento en
que se hacía una prueba de embarazo en el baño
de su casa, recibió la llamada de la secretaria de
la coordinación solicitándole se presentara con
urgencia en el Centro de Estudios de la Mujer.
Cuando presentó el examen de admisión para
la maestría en Estudios de Género le aseguraron
que en diez días hábiles recibiría una llamada para
informarle sobre sus resultados. Los días pasaron
y el plazo venció; de la preocupación pasó a la
tristeza y de ésta al enfado, luego empezó con un ligero malestar que no
sabía si era a causa de la incertidumbre o por algo que había comido. Cayó en
la cuenta de que otra vez se había retrasado en su menstruación, así que sin
más salió prácticamente corriendo hasta la farmacia de la esquina.
De regreso en su casa se encerró en el baño pensando que la vida le
estaba jugando otra broma pesada, cuando escuchó los gritos de Juan su
marido anunciando que tenía una llamada. Al teléfono, la secretaria de la
coordinación se limitó con decir que sus resultados estaban listos y que era
necesario se presentara ese mismo día en el centro de estudios para que le
indicaran los siguientes trámites para su inscripción.
Coincidentemente, ese día Patricia había solicitado otro permiso para salir
antes del trabajo porque las náuseas no la dejaban concentrar, así que no tuvo
problema para atravesar la ciudad para llegar hasta la ciudad universitaria
poco antes de las tres de la tarde.
La doctora Sánchez la hizo esperar por más de una hora para señalarle, en
menos de quince minutos, que su evaluación había sido apenas suficiente para

Elsa Pérez Paredes. Nació el 17 de mayo de 1972 en el Distrito


Federal, lugar donde radicó hasta 2006 cuando cambió su residencia
a la ciudad de Aguascalientes. Es demógrafa y participa en el Taller
de Cuento que coordina el licenciado Salvador Gallardo Topete en
el ciela.

Tierra Baldía 35
calificar, que su currículum no era atractivo y que la carta de recomendación
del director general de su centro de trabajo era lo único que realmente
justificaba su aceptación en el programa. Después de indicarle que el Conacyt
no la becaría porque rebasaba el límite de edad, le dijo que no se preocupara
porque el centro de estudios le había conseguido otra fuente de financiamiento
que a cambio exigía que mantuviera un promedio general de nueve a lo largo
de la maestría.
Necesitaba llevar antes del lunes original y copias de su título profesional,
acta de nacimiento certificada, fotos infantiles y tamaño credencial, certificado
de buena salud acompañado de placas de tórax y cráneo, química sanguínea,
examen general de orina y constancia de ingravidez. Al mencionar este último
requisito, la doctora Sánchez explicó que estaban a punto de convencer a la
presidenta del patronato de que éste era totalmente discriminatorio, pero que
por lo pronto tenían que aceptar así las cosas so pena de recortar algunos
programas de investigación financiados por la fundación.
Le quedaba poco menos de una semana para resolver las cosas. Los
papeles ya estaban listos, afortunadamente en el trabajo guardaba original y
copias de toda su documentación porque en casa nada estaba seguro con el
desorganizado de Juan. Las fotos se las tomaría en el estudio de la esquina,
donde se las tendrían para el jueves en la tardecita. Por la noche visitaría al
doctor de la familia, quien seguramente no tendría problema en ordenar los
exámenes y certificar su buen estado de salud.
Caminó hasta la estación del metro con un enjambre de ideas en su cabeza
–qué cosas, pensó–, Juan y ella tenían meses de no dirigirse la palabra y justo
ese encuentro amoroso les hizo estar relativamente bien por unos días para
después reiniciar los reproches y recriminaciones. ¿Cómo empezó todo? ¿Por
qué ahora? ¿Y si tuviera otro hijo? ¿Y si fuera una señal? No, el médico le
dijo que cada vez era más peligroso que quedara embarazada, sus problemas
de anemia e innumerables abortos espontáneos no auguraban que un bebé
naciera en las mejores condiciones.
Imaginó la cara de la doctora Sánchez si se enterase que
existía la posibilidad de que alguien osara botar su afamada
maestría para consagrarse al deber supremo de la maternidad. ¿Y
qué con la reacción de Alonso?
El movimiento más acelerado de la gente y el timbre del tren anunciaron
que las puertas se cerraban en ese momento, corrió mecánicamente, y a
fuerza de empujones y uno que otro jalón logró colarse al interior del vagón;
dentro pensó en su imprudencia, tenía que cuidarse, lo que menos
necesitaba en ese momento era tener que convalecer por
un accidente.

36 Tierra Baldía
Alonso Ramírez, director del Instituto de Estadísticas Socioeconómicas la
recibió en su oficina casi a las nueve de la noche. ¿De qué necesitaban hablar
a semejantes horas? ¿Qué te dijeron en el centro? ¿Estás embarazada? ¿Estás
segura? ¿Cómo que no traes tu coche? ¿Qué más necesitas? La voz de Alonso
iba subiendo cada vez más de tono y en ese momento, Patricia –como siempre–
comprendió, advirtió que en esas condiciones lo mejor era retirarse, ¿por qué
lo había ido a buscar? Ambos estaban seguros que el hijo no era de él.
Después de interminables viajes de trabajo que no les permitían
verse con regularidad en sus citas a hurtadillas y de las cada vez más
frecuentes escenas de celos, Alonso y Patricia acordaron no verse más.
Ella se iría del instituto, mientras que él se comprometía a no buscarla
más; a cambio, él seguiría pagando el financiamiento del auto y la
apoyaría para que la aceptaran en el centro académico más prestigiado
de la entidad.
Alonso se puso en contacto con su entrañable amiga Carmelita para solicitar
informes sobre requisitos, fechas y lugares del próximo ciclo escolar de la
maestría que ella coordinaba, y a pesar de sus múltiples ocupaciones se dio
tiempo para redactar personalmente la carta de exposición de motivos, esbozar
el anteproyecto de investigación, conseguir otras cartas de recomendación y
ayudarla a preparar el examen de admisión.
Cuando cerró la puerta del taxi le rogó por cuarta ocasión que lo perdonara
por no llevarla hasta su casa –iba muy atrasado en el proyecto que tenía que
entregar a primera hora– le pidió que por favor se fuera con mucho cuidado,
que lo tuviera al tanto de todo y que le mandara un mensaje cuando llegara
a su casa. En cuanto el auto dobló en la esquina ella se soltó a llorar y no
paró sólo hasta que se percató que ya tenían un rato detenidos frente a su
domicilio. Recordó que ya había hecho cita con el médico, así que le pidió
al conductor que la esperara en lo que entraba por unos papeles y por más
dinero. Ya en camino, le marcó a Juan desde su celular para informarle que
había pasado a la casa por unos papeles y que llegaría un poco más tarde.
El doctor la revisó y le dijo que su embarazo estaba más avanzado de lo que
ella suponía, tal vez tres o cuatro meses. Le aconsejó que se alimentara
porque estaba excedidamente delgada y le recetó un arsenal de
vitaminas y complementos alimenticios. Le solicitó que no se tomara
las placas y en cambio le encargó un par de estudios más para ver el estado
de ella y el producto. Le dijo que con gusto le extendía el certificado médico,
pero que decididamente no podía ayudarla a interrumpir el embarazo.
De regreso a casa, ya casi a la media noche, con los ojos hinchados de tanto
llorar se percató que únicamente el yogur que se compró afuera del metro era
su alimento desde que salió de la casa rumbo a la ciudad universitaria. Al

Tierra Baldía 37
encerrarse en el cuarto del niño no tuvo tiempo para pensar en más porque
un pesado sopor la invadió dejándola caer sobre la cama vestida y con zapatos
puestos.
A la mañana siguiente tomó una larga ducha y se arregló con
esmero intentando ocultar los ojos abultados y cualquier rastro de un
posible embarazo, esfuerzo infructuoso porque su extrema delgadez lo
único que delataba era que hacía tiempo que cuidaba su dieta sólo para
no ganar peso. Se dirigió a la cocina y se bebió de un trago el jugo que
Juan le había dejado media hora antes de salir para el negocio familiar.
Las náuseas fueron tan fuertes que terminó vomitando todo.
Juan había tomado su auto otra vez, de modo que con una expresión de
hartazgo caminó hasta la esquina esperando con impaciencia al camión que
la dejaría a una cuadra del metro Guerrero, de ahí a la estación Zapata y
luego un taxi al metro Mixcoac…
–¡Abran paso!– gritaba un paramédico bajando de dos en dos las escaleras
de la salida del metro con una camilla plegable –¡abran paso!– gritaba otro
empujando a la gente arremolinada alrededor de Patricia que yacía en el suelo
en posición fetal al pie de la escalera.
En el hospital, doña Dolores, mamá de Patricia, rezaba sin cesar pidiéndole a
Dios que Patricia despertara. Ya se habían cumplido dos semanas del accidente,
y los doctores sólo respondían que estaban haciendo todo lo humanamente
posible para que ella y el bebé estuvieran en las mejores condiciones. Fractura
de clavícula y de nariz, contusiones por todo el cuerpo y considerable pérdida
de sangre fue el resultado del resbalón. Técnicamente no había explicación
para que el estado de inconciencia se hubiera prolongado tanto, dado que los
estudios de cráneo reflejaban que estaba ileso.
En todo ese lapso, Juan se despegó del hospital únicamente un par de horas
cada mañana, para ir a casa a ducharse, enviar al niño al colegio y regresar
al lado de su esposa. En ese espacio, Alonso aprovechaba para reportarse
todos los días con doña Dolores y preguntar si había alguna novedad. La
secretaria de la coordinación dejaba insistentemente recados en la grabadora
del teléfono de la casa de Patricia, para preguntar, sin resultado, por qué el
retraso para la entrega de la documentación solicitada.
Un par de días después, justo en el momento en que Juan no estaba,
Patricia despertó y fue víctima de las más ácidas recriminaciones de su
madre. Desconsiderada, mala madre, irresponsable, pecadora fueron algunos
de los adjetivos que utilizó doña Dolores al momento en que le pedía cuentas
por su acto suicida. “Mira que tirarse por las escaleras sólo porque no fuiste
aceptada en la maestría. Afortunadamente, Dios sabe por qué hace las cosas y
no permitió que en ese desastre se perdiera esa criaturita inocente, que sería

38 Tierra Baldía
otra bendición para su matrimonio.”
Ya en casa, Patricia se reportó a la oficina para informar que estaría
convaleciente todavía tres semanas más. Habló con la doctora Sánchez para
disculparse porque, por razones obvias, tendría que “abortar” su plan de
estudiar la maestría. En ese tiempo, el niño fue el más feliz porque su mamá
estuvo en casa para comer, jugar y hacer la tarea juntos. Juan le pidió perdón
por su terrible comportamiento y le prometió que ahora sí cumpliría su
promesa de acabar la preparatoria, apoyarla más para que desempeñara
su trabajo sin las presiones del niño y de la casa, y dejar atrás sus estúpidos
celos.
Patricia aplazó su renuncia
en el trabajo pues recibió un
ascenso lo que significó un
cambio de oficinas y una
significativa reducción en
el tiempo de traslado. Unos
meses después Alonso y
la doctora Sánchez fueron
los padrinos de la hermosa
Carmen Dolores. Juan cerró
definitivamente el negocio
familiar para dedicarse de
lleno al cuidado de los niños
y las labores de la casa.
Patricia vendió el auto para
finiquitar el adeudo con
Alonso, y la doctora Sánchez
al fin logró convencer a la
presidenta del patronato
para eliminar la cláusula de
ingravidez.

Tierra Baldía 39
aNa romo
El flamboyán

C uando recibí aquel telefonema y escuché


la noticia, no tuve ni tiempo de pensar,
urgida del encuentro inevitable. Llamé
invadirme. A través de la ventana se me metía
la reflexión y los recuerdos mientras veía cómo
el trópico invadía con su follaje los caminos de
para solicitar un taxi pues la conmoción no aquel lugar, para mí, maldito.
me permitía ni siquiera manejar. Llegué al De niñas habíamos pasado muchas horas
Hospital tarde, él se había ido con todo y su envueltas en el agua tibia del mar o de las
enfisema fatal, ella, huyó a su tierra verde en pozas que se formaban en el trayecto sinuoso
busca de un consuelo vegetal. Después de del río. La pubertad nos tomó por sorpresa
ese día, pasaron muchas semanas antes de a lomo de caballos arreadores de ganado,
que Fabiola aceptara oírme y por fin ese día corriendo a campo traviesa, saltando los
contestó a mi llamada telefónica. troncos y, por detrás, la jauría de lebreles de
–Amiga, ¿cómo estás? su abuelo que siempre nos acompañaban para
–¿Qué quieres?– fue lo único que acertó a cuidarnos de los jabalíes, venados y alguno
decirme con un tono furibundo, como aquel que otro borracho de los que abundaban por la
que emite alguien cuando se siente ultrajado zona. El tiempo seguía pasando hasta
y robado de aquello que más quiere. que la madurez le adornó a Fabiola
– Quiero saber cómo estás. con un rostro angelical y un cuerpo
– ¿Y cómo habría de estar? Mal, fatal, tentador y sus padres la vistieron con
¿satisfecha?–. prendas femeninas y finas que ya no
Era obvio que estaba demasiado dolida, eran útiles para montar o subirse a
el consuelo no iba a resultar con una simple los árboles, pero que decían mucho
llamada telefónica así que ofrecí –¿puedo ir a de su nueva edad y su linaje en
verte?-, y aunque no esperaba la respuesta, oí aquella sociedad cerrada de pueblo
extrañamente al otro lado de la bocina –ven, chico e infierno grande. Aún muy
por favor–. joven, mi entrañable hermana fue iniciada
Aun cuando el autobús ya llevaba algunas en la sociedad transformándose en la futura
horas de carretera y yo lo había pedido, ese mujer del soltero más apetecible y el hombre
viaje me parecía aún absurdo. Me había más acaudalado de la región.
prometido hacía mucho tiempo no volver a esa A la boda nadie fue, excepto yo, su relación
tierra de aroma sensual entre café y naranja; sin no era bien vista por la familia, no eran los 25
embargo, el movimiento del camión arrullaba años que le llevaba en ventaja, sino las mil y
la rebeldía urgida por salir y la suplía por una historias de amantes y promiscuidad que
los inevitables recuerdos que empezaban a rodeaban a ese hombre lo que ahuyentaba a

40 Tierra Baldía
sus padres a bendecir del todo aquel enlace; sin sólo la quimera, porque la realidad pronto se
embargo, mi amiga fue tentada por los viajes, transformó en exigencias maniáticas de ultra
el velero, el yate, la avioneta, los ranchos, las limpieza pasando además por miles de pa-
huertas y las mansiones y edificios que le ñales, papillas, mamilas y complicadísimos
acompañarían por toda su existencia. platillos típicos, como el sacahuil, armadillo
Cuando su primer embarazo llegó, a la naranja, venado en salsa de ciruela y
ella por fin entendió que su lugar simplezas de esa índole que debía estar listas
no iba a ser viajando y brillando en todos los días para el almuerzo de las once,
sociedad al lado de su acaudalado cuando él llegaba de cabalgar y supervisar
marido, sino atrapada en su casa, los potreros de la hacienda. A los niños nada
como correspondía a la señora del de nanas, que para eso estaba su joven y sana
casi dueño de aquel pueblo perdido madre; y en la casa, nada de auxilio doméstico.
en la selva tropical. Mi amiga, acostumbrada a ser la niña de la
De aquel sueño infantil que la llevó a decir casa grande, descubrió con callos en las manos
que sí en la ceremonia matrimonial, quedó y lágrimas en los ojos que ser “la señora” de

Tierra Baldía 41
ese hombre era muy diferente a lo que ella se en aquel paraje perdido en el paraíso de
había imaginado. árboles frutales y verdor. Por eso sé que ir allá
Algunas veces Fabiola viajó. Él la llevaba y verla morir poco a poco, me era cada vez
de compras a donde ella quisiera, se iban más y más insoportable, así como el calor y los
volando en la avioneta a San Antonio o Mac mosquitos, y el sudor eterno y la falta de aire
Allen al menos una vez por mes y ella siempre que se respiraba en esa vivienda.
a la sombra de su marido como le correspondía Fueron muchas visitas las que hice antes de
su papel histórico (y, para acabarla, social). decidir no volver jamás. La última la recuerdo:
Elegía con el dedo lo que anhelaba. fue diferente, ella simplemente no
Eso sí, nunca le limitó ningún gusto me quiso recibir, él se veía muy
y regresaban a su casa en la selva angustiado, tanto que por primera vez se
a colgar la ropa que nunca usaría sinceró conmigo y me platicó entre whiskey y
porque no habría evento alguno para whiskey que la veía rebelde, rencorosa, furiosa,
presumirla, ni tiempo o compadres resentida, y no alcanzaba a comprender qué
al menos para invitar. Bastó un año de era lo que le faltaba a su mujer, si él se desvivía
este tratamiento para que ella ya nunca más por brindarle todo lo que estaba en su mano.
anhelara esos viajes. –Mire, Teresa, yo no entiendo qué le pasa a
Los negocios florecían, pues en casa siempre mi mujer, usted que es su amiga aconséjele, a
había carros nuevos para llevar a los niños a mí no me escucha, no sé qué le sucede, hace
la escuela. También hubo mejoras en el hogar. mucho ya ni me habla, me corrió de la alcoba,
Se instaló una piscina a fin de no tener que ya no oye mis historias con la misma atención
moverse a la casa de la playa. Fue así que el y embelesamiento de antes; los hijos cada vez
mar se fue olvidando del cabello y cuerpo de la alteran más y más y lo único que quiere
olas de aquella que había jurado de niña ser es que le compre libros que yo no entiendo,
sirena y quizá por eso la piel perdió su tono y encerrarse con ellos desde que amanece
dorado, y su suavidad huyó agrietándole el hasta que anochece, pero más bien creo que
cuerpo y el alma. Los ojos se le secaron y se no quiere saber nada de nadie, su grado
le hundieron como pez muerto. El color de de insatisfacción es absoluto. Ya tampoco
sus labios se fue perdiendo poco a poco, así le gusta la piscina; quiere cambiar todo el
como su risa. Y cada vez que su enamorado decorado apenas termina con la remodelación
dueño se percataba de esos cambios, mi del anterior; ya no me quiere acompañar en la
hermana era preñada, para ver si así el avioneta a las compras mensuales. Le cumplo
semblante le cambiaba; pero, en vez de como hombre todos los días aun cuando no
mejorar, parecía que la cosa empeoraba. le voy a negar que a veces me resulta difícil y
Nadie le visitaba, posiblemente por temor necesito más estímulo que antes.
a las deudas no pagadas que ostentaba la Y yo callada, escuchaba la réplica de ese
mayoría del pueblo, excepto yo, que por no hombre simple en su pensamiento y sus
pertenecer a ese lugar ni deberle un peso al costumbres que nunca podría comprender
dueño y señor de la mansión azul, era bien que la felicidad de su mujer no era tener todos
recibida y mi presencia no era tan mal vista los hijos enviados por el Señor, ni todo lo

42 Tierra Baldía
material posible, ni su cuerpo caduco todas dibujado en el rostro, aparentemente para
las noches. Quizá la quería, pero nunca podría siempre. Horrorizada de verla en ese estado,
entenderla porque nunca la escuchó, él sólo miré hacia el contraste de la belleza del paisaje
sabía que después de viajar y viajar que nos rodeaba y así escudriñando cada
por cincuenta años, lo que restaba centímetro de placer visual, mi mirada se fijó
en la vida era sentar cabeza, por eso en un árbol frondoso y lleno de flores naranjas
eligió a la mujer más joven, ingenua y que me atrajo de una manera especial.
hermosa que encontró en su terruño Después de un largo silencio, Fabiola
y le pidió matrimonio para tener por aparentó reaccionar levemente diciéndome
fin la prole que heredaría el apellido –te ofrezco un whiskey–. Verdaderamente
y la fortuna que forjaba con sus necesitaba algo fuerte para soportar esa
manos día a día. Para qué más querría a presencia tan negativa, así que gustosa
una mujer sino para que le atendiera a él y a agradecí el ofrecimiento.
sus hijos. Qué más podría anhelar una mujer Siempre tuve buena vista. Mientras
si ellas nacieron para procrear y atender a la amanece hago gimnasia con los ojos, miro a lo
familia. Las citas de negocios, las decisiones, lejos, después cerca; arriba y abajo; doy vuelta
las sucursales, el contador, el abogado, los la mirada como hacen las manecillas del reloj.
juicios, los acuerdos entre los socios, las Cada diez o quince movimientos doy masaje
cuentas bancarias, las juergas, los burdeles con mis dedos a los párpados, por eso nadie
para probar de vez en cuando o llevar a los puede alegar que aquéllo que vi esa tarde
clientes como promoción para convencerlos fuera fruto de mi imaginación.
de futuros negocios, las pólizas de seguros, Allí empezó todo. Mi mirada se perdía hacia
las facturas de los carros, la tenencia de los el depósito de herramienta, los juegos de los
ranchos, terrenos y edificios y todos esos niños, la piscina lejana en el jardín, la variedad
detalles, le correspondían a él y sólo a él. Su y abundancia de árboles, fresnos, naranjos,
“vieja” (aun cuando tuviera veinticinco años limones, araucarias, sauces, cuando el
menos) para qué querría saber de todo eso. flamboyán, empezó a tomar vida
Y me rehusé a seguir escuchando las aparte, al principio creí que era el
versiones de cada uno, me fracturaba ver aire quien movía sus hojas, pero
y escuchar a dos que unidos por intereses pronto me percaté que no había ni
materiales y utilitarios vivían en guerra siquiera una brisa, y por absurdo
constante entre ellos y consigo mismos, y de que parezca, sus ramas me hacían
paso observar a la prole crecer sin brillo ni señas. De pronto una neblina se posó sobre
ilusión en los ojos. el árbol y poco a poco fue extendiéndose por el
Pero la noticia de su muerte me obligó a jardín humedeciendo de una forma diferente
regresar al menos para consolar por unos días a la piel y obscureciendo de un tajo el ambiente.
mi amiga. Me recibió en la terraza. El color gris Aquéllo parecía adherirse entre las ramas, no
de su piel me asustó, los ojos hundidos no le parecía la imagen acostumbrada de humo
ayudaban a verse hermosa y lozana y el rictus flotando, ese que produce la impresión de
de dolor y desesperación se le había quedado deshilacharse en los extremos, más bien tenía

Tierra Baldía 43
la forma de un óvalo casi perfecto. Y aunado a de poder, no le quedó más remedio
esto, en el ambiente emanaba la sugestión de que probar sus intenciones aun
un peligro oculto, de una energía adversa, que contra la fuerza de la naturaleza.
se escondía entre los árboles. Pronto también Yo sorprendida la paré en seco, –¿de qué
descubrí un olor desconocido, acre, ácido, me hablas?–
dulzón. Y Fabiola, con rubor en las mejillas, una
Cuando giré para comentar el fenómeno sonrisa de perversidad y placer mezcladas y
con Fabiola, ella tenía una expresión de terror la vista iluminada, empezó a decir:
que nunca he vuelto a ver en humano alguno. –Sabes que no soy supersticiosa, pero
Me veía como si viera un espanto, como si embotada en la rabia y en el duelo, fui con la
yo viniera de la ultratumba. Por distraerla, curandera, pero nunca me esperé que…–
empecé a hablar del clima silencioso y calmo Y en eso le pedí silencio, miré el reloj y
que se percibía, del olor, de la neblina, de ese efectivamente eran tres horas más tarde de lo
ambiente que daba la impresión de venir de que yo recordara, miré hacia el flamboyán y
un mundo distinto donde rigieran otras leyes la luz brillante de un atardecer incipiente le
físicas y otras fuerzas extrañas. Recuerdo que iluminaba el precioso verde del follaje y el
le sonreí y fue cuando ella, sin poder frenarse, fuego de sus flores; no había rastro de neblina
empezó a llorar profusamente y a decir: y el aroma que predominaba en el ambiente
–Teresa, llevas bastante tiempo era de naranjo en flor.
dándome instrucciones y ordenán- Después de lo que sucedió, confieso que
dome que escriba qué hacer con la muchos de mis criterios han vacilado, pues
finca, con los carros, con las cuentas no se aún cómo explicar en dónde quedaron
bancarias, qué convenios continuar tres horas de mi vida. Casi no hace falta decir
y cuáles no, y en especial me has que Fabiola y yo entramos por un tiempo en
insistido que mi marido no quiso un estado de ánimo angustioso que se ha ido
nunca lastimarme ni abandonarme diluyendo y prometimos no difundir nuestra
y que en vista de que nunca acepté historia, pero es que hoy en el parque un
su desamor, sus aventuras en el flamboyán empezó a sonreírme.
burdel, su territorialidad en su coto

44 Tierra Baldía
aNdrés téllez parra
Fábula

L as ratas estaban hartas de vivir apretujadas en ese asqueroso y sucio


drenaje. Hacía muchos años que no habían podido salir de allí porque
los gatos patrulleros estaban más brutales que nunca. En el lapso de cinco
años habían masacrado al setenta por ciento de la población. El único lugar
donde estaban seguras era en aquel drenaje debido a la fobia de los gatos al
agua.
Una noche decidieron que Rata Osada abandonara la guarida y los
confrontara directamente; tal vez platicando podría llegar a algún acuerdo.
Si fracasaba sería el sacrificio de una por las demás. Pero si el plan resultaba,
implicaría el inicio de una nueva Era en la cual gatos y ratas volverían a
convivir como antes. Todas la despidieron con lágrimas en los ojos, pero ella
estaba con el rostro inconmovible y seguro: tenía una misión importante que
cumplir.
Largas noches transcurrieron desde la partida de Rata Osada, y las otras
ratas ya se habían hecho a la idea de la pérdida irreparable de esa formidable
compañera; incluso, había algunas que le habían organizado un funeral y la
habían declarado “La Primera Mártir de la Revolución”. Todas juraron vengar
su memoria.
Un comando de ratas guerrilleras se estuvo preparando para realizar
la primera incursión en el mundo que los gatos se habían apoderado. No
obstante, un día antes de comenzar las actividades bélicas, Rata Osada retornó
con una sonrisa en el rostro: atrás de ella venía el Comandante de los Gatos
Patrulleros. Todas las ratas comenzaron a correr desesperadas por los canales
del drenaje, mientras Rata Osada gritaba que se detuvieran, que todo estaba
bajo control. El Comandante venía a firmar un pacto de paz. Ese anuncio fue
tomado con gran escepticismo e incredulidad. La decisión de Rata Osada de
llevar al Comandante a la guarida era demasiado riesgosa y todas estaba más
bien alertas y a la expectativa.

Andrés Téllez Parra. Sociólogo; escribe narrativa y ensayo.


Actualmente, estudia la maestría en Filosofía en la unam.

Tierra Baldía 45
–¡Compañeras! Escuchen lo que el Comandante tiene que
decirnos. Esta es la gran oportunidad que tenemos para
terminar con esta guerra y masacre de la que hemos sido
objeto en estos años –gritaba Rata Osada para convencer
a sus compañeras. Pronto el silencio reinó y las ratas
hicieron un increíble esfuerzo por creer y escuchar la
propuesta.
–Desde que comenzó la guerra –explicó el Comandante- el número de Gatos
Patrulleros ha aumentado en más de un mil por ciento hasta la fecha. Cada
día somos más los que vivimos de este oficio. Sin embargo, la brutalidad de
muchos elementos ha dado por resultado prácticamente el exterminio de su
especie. No soy estúpido y Rata Osada me ha hecho ver que si bien el fin de
nuestra organización es precisamente exterminarlas, si acabamos con ustedes
ya no tendríamos razón de ser, lo cual implicaría tanto como exterminarnos a
nosotros mismos. Por eso, esta noche he venido a hacer un trato con ustedes:
podrán regresar a la ciudad y poblarla de nuevo. Habitarán en lugares secretos,
reservados especialmente para ustedes, pero no podrán sobrepasar en más de
un diez por ciento la reproducción de su especie. La única condición es que
cada determinado tiempo nos entreguen un porcentaje de su especie a un
gato comisionado para este fin, de manera que podamos seguir justificando
nuestro trabajo. Éste es el trato que vengo a ofrecerles.

46 Tierra Baldía
De inmediato se escuchó un fuerte murmullo de todas las ratas que se habían
congregado para escuchar ese histórico discurso. La mayoría desaprobaba
esta oferta e incluso los ánimos comenzaron a exaltarse. Se oían gritos como
¡Mejor matémoslo! ¡Hay que aprovechar que está aquí! ¡Descuarticémoslo!
¡Somos más! ¡Venguemos la muerte de nuestras compañeras! ¡Raptémoslo y
exijamos un mejor trato con el gato en nuestras manos!, y cuestiones por el
estilo. El Comandante se mantenía sereno e indiferente.
De pronto, Rata Osada se levantó y pidió orden y silencio.
–Compañeras, ésta es una oportunidad histórica. No dejen que les gane la
rabia y el coraje. Sí, yo sé que a todos nos gustaría hacer pagar a los gatos por
todo el sufrimiento que hemos padecido. Pero analicemos la situación con
calma. Se trata de salvarnos como especie. Es sólo un gato el que tenemos
aquí. Él fácilmente puede ser reemplazado por alguien más. Sin embargo, este
gato inteligente ha comprendido la precaria situación en la que él mismo está
inmiscuido. No saben lo difícil que fue llegar hasta él sin perder la vida. Pero
no se trata de mí. Entiendan que si sacrificamos al Comandante, la furia del
resto sería peor y presiento que difícilmente lograríamos sobrevivir. Somos
pocos, pero somos suficientes para mantener la especie y procurar que los
que hemos sobrevivido lo hagamos en mejores condiciones.
-Sí, pero, ¿qué hay de aquellas que tendrán que ser sacrificadas por las
demás? ¿Cómo se decidirá a quién mandamos al matadero? –grito alguien.
–Lo he meditado mucho antes de presentar esta propuesta ante ustedes.
La única solución factible es sacrificar a las ratas viejas. Ellas ya tuvieron la
oportunidad de vivir; dejemos que las más jóvenes lo hagan también.
–¡Pero eso es una aberración! ¡Cómo se te pudo ocurrir semejante idea!
–gritó otra rata.
Después de largas horas de discusión, Rata Osada finalmente convenció al
pleno de que la mejor salida era aceptar el trato del Comandante.
Años después, la tierra estaba infestada de ratas que corrían libremente por
campos y ciudades, y cuyo número ya era imposible de contabilizar. Millones
de ellas estaban reunidas en la Gran Plaza, donde se conmemoraba el vigésimo
aniversario de la Revolución Ratil, y en esa ocasión, el líder espiritual, Rata
Osada, había prometido un gran espectáculo para la celebración de ese
honorable acontecimiento: el sacrifico público del último gato con vida ante las
millones de ratas revolucionarias que estaban invitadas para presenciarlo.

Tierra Baldía 47
iRia puyosa
Señor cazador

N elson y yo estudiamos juntos


desde el segundo grado. Le
tocaba sentarse detrás de mí y nos
hicimos amigos desde el primer día.
Yo no conocía a nadie porque venía
de otra escuela. Me gustaba más esta
escuela que la anterior. A la otra me
llevaba mi mamá porque quedaba
cerca de su trabajo; pero aquí empecé
a venir solo en el autobús, aunque
todavía tenía sólo siete años. Había
una escuela cerca de mi casa, a la que
podía ir caminando, pero a mí no
me gustaba y a mi mamá tampoco.
El uniforme de ellos tiene esos
botones azules, grandes, como de
payasos. Me gusta más el uniforme
de nosotros, aunque digan que
parecemos heladeros con la camisa
blanca larga.
Resultó que Nelson y yo casi éramos
vecinos. Él vivía en la otra calle; la calle

Iria Puyosa (Puerto Cabello, Venezuela, 1967). Realizó estudios


en Comunicación Social (ucv, 1993) y Letras (ucv, 1997). Ha
escrito reseñas literarias para el suplemento Lectores de El Diario
de Caracas y reportajes para la revista Viernes. Dedicada a la
investigación en comunicación política, capital social y educación
superior. Ha publicado en Zona Moebius y Ficción Breve Venezolana,
entre otros. Mantiene el blog: Rulemanes para Telémaco (http://
rulemanes.blogsome.com/).

48 Tierra Baldía
de la bodega del señor Gerónimo. Yo a el día anterior había estado haciendo las
veces voy al mediodía a comprar con el tareas en mi casa y yo le había regalado
señor Gerónimo, porque él no cierra entre mis barajitas repetidas. Pero, Nelson me
doce y tres como los demás abastos. Así dio la cachetada. No suavecito; me la dio
que cuando hace falta algo a última hora, duro. Yo no podía responderle porque era
voy allá. El señor Gerónimo siempre está un juego. Así que me reí, pero me dolía.
escuchando Martín Valiente o Los tres Igual, Nelson y yo segui-
Villalobos y apenas se fija en lo que uno mos siendo amigos. Nunca ha-
lleva cuando tiene que marcar el precio en blamos de la botellita. No tenía
la caja. importancia.
A Nelson lo traía su mamá a Este año, en la semana de la escuela,
la escuela. Tienen una camioneta nuestro curso decidió representar El pájaro
que parece de transporte. Vienen Guarandol. Como nosotros somos buenos
los dos hermanitos de Nelson que alumnos, nos seleccionaron a Nelson y a
están en preescolar, un varón y una mí. Nelson era el pájaro Guarandol y su
hembra, que no sé cómo se llaman, mamá le hizo un disfraz muy bonito. Yo
y su hermano que ya está en sexto; era el cazador. Nos divertimos mucho
antes venía la hermana, pero ahora durante los ensayos. Yo estaba muy
está en el liceo. contento con la escopeta prestada con la
Cuando estábamos en tercero que iba a matar al pájaro Guarandol. Yo
jugábamos mucho a la botellita. Si tengo buena puntería. En todo.
tocaba un varón y una hembra, siempre El disparo se oyó durísimo. El golpe
los mandábamos a darse un beso. Pero, de la escopeta me echó para atrás. Me
si tocaban dos varones o dos hembras quedó doliendo el hombro. La maestra
inventábamos otra cosa. Un día me tocó gritó. Olía a pólvora. También las señoras
ponerle la penitencia a Nelson. Le mandé en el público estaban gritando, los niños
a darle un beso a July, pues yo sabía que de preescolar lloraban. Yo me senté en el
ellos habían sido novios en primer grado. piso, quietecito, sin llorar, sin hablar, pero
July se molestó. Estaba rojita. Y después le me dolía. Nadie me hacía caso, porque
tocó a ella ponerle una penitencia a Nelson. estaban socorriendo a Nelson, que se
Lo mandó a que me diera una cachetada. moría con un tiro en el pecho. Nadie sabe
Yo pensé que Nelson no lo haría porque cómo es que la escopeta estaba cargada.

Tierra Baldía 49
jOrge gómez jiménez
El capitán frío

Desde que quedé mudo he tenido que Cuando llegué al bar, ya el Capitán Frío
esforzarme para mejorar mi caligrafía. estaba sentado en un rincón de la barra, cerca
Al principio fue duro, pues tenía la idea de la puerta del baño de hombres. Me saludó
errónea de que debía escribirlo todo para ser con la mano y un inexpresivo movimiento de
entendido. Con el tiempo noté que cualquiera la cabeza. Quizás tendría más de una hora
podía conocer mis intenciones con sólo sentado allí; desde mi puesto pude ver algunas
algunos trazos. Por ejemplo, una q solitaria cervezas que tenía ya anotadas en su cuenta.
es la palabra que. Si quiero decir que algo me Pedí la mía con una señal.
gusta, simplemente dibujo una carita feliz. Haber enmudecido me convirtió en un
Pequeños juegos como éstos me han abierto franco admirador del bullicio. Cada fin de
un mar de posibilidades y, por añadidura, semana gasto algunos billetes en cualquier
han hecho que mucha gente me considere un concurrido bar de la ciudad donde pueda ver
mudo algo peculiar. a la gente. Cato la felicidad y la desdicha ajena
Pero no era esto lo que quería escribir. como si fuera un buen licor, y lo disfruto casi
Realmente quería contar la historia del Capitán más que el licor verdadero y barato que trago
Frío, un tipo interesante a quien conozco a cada una de esas noches.
medias desde que era niño. El asunto es que lo Aprecio las oportunidades que tengo de
conseguí hace unas horas en un bar y me hizo acercarme a la gente. Mediante señas lanzadas
acordarme de todo esto. Lo he visto un par de a la distancia en los bares, suelo contactar a
veces este año, ambas en el mismo bar y con la las chicas para bailar. Pero invariablemente
misma chaqueta gris cuyos codos se oscurecen siento que la gente establece distancias cuando
cuando los posa sobre la barra, mojada por el mi mudez se hace evidente. Es como una
sudor frío de las cervezas. También lo he visto repugnancia, una forma absurda de miedo. Se
de lejos en la calle, pero eso no cuenta. ha afianzado, en el común de las personas, la

Jorge Gómez Jiménez (Cagua, Venezuela, 1971). Edita la revista


literaria digital Letralia, Tierra de Letras (http://www.letralia.
com/). Obtuvo el Primer premio de los Concursos Literarios Semana
de la Juventud y Pedro R. Busnego, ambos en 1996, y Segundo
premio en el Concurso de Minicuentos Los desiertos del ángel
(1998), además del primer premio en el Concurso de Cuentos UCV
Maracay (2001). Ha publicado los libros: La educación secundaria
venezolana: un muerto sin dolientes (ensayo, 1985), Dios y otros
mitos (cuentos, 1993), Los títeres (narrativa, 1999). Mantiene el
blog http://jorgeletralia.blogsome.com/

50 Tierra Baldía
convicción de que quienes sufrimos de algún con el que golpeó varias veces a la amante,
tipo de invalidez detestamos el mundo. Al persiguiéndola hasta la calle en un tumulto
menos en mi caso no es así. del que, aupando alegremente la golpiza
Pero no era esto lo que quería escribir. Desde participaron vigilantes, clientes, dos choferes
mi tercera cerveza sentí ganas de ir al baño y de taxi y hasta un músico ambulante con su
pasé por un lado del Capitán Frío. Mientras guitarra colgada a la espalda. De detalles
orinaba, un tipo se puso a contarme que estaba como éstos suelen nutrirse las historias de la
con su novia y de repente llegaron tres amigas noche.
que se sentaron con ellos. Había bailado con Pero no era esto lo que quería escribir. La
todas y ahora se lamentaba pues de seguro mujer estaba sentada en una de las mesas, algo
tendría que pagar una cuenta enorme. Noté tensa por la insistente mirada del Capitán Frío.
que en cierto momento empezó a mirarme El hombre que la acompañaba hablaba menos
en forma inquisidora, como esperando que le de lo que bostezaba y, para cualquiera que no
respondiera algo para apoyarlo en su pequeña conociera los antecedentes, parecía una pareja
desgracia. Me toqué la garganta e hice con bastante aburrida. Cada cierto tiempo, la
los labios el ademán de la palabra mudo. El mujer hallaba algún ingenioso pretexto para
tipo entendió, arqueó las cejas y me dio una girar el rostro y mirar fugazmente al Capitán
palmada en el hombro antes de salir. Ya me he Frío. En cuanto ella volvía a ver hacia su galán
acostumbrado a esos intentos de consuelo. de turno, el Capitán Frío miraba la puerta
Salí del baño y, mientras caminaba hacia mi del baño y hacía con su cabeza un gesto de
puesto, vi de frente al Capitán Frío. Le sonreí, desaprobación, con los labios flojamente
y me sentí un poco torpe cuando advertí que ni apretados hacia abajo.
siquiera me estaba mirando. Sorbía su cerveza Casi pude prever lo que iba a ocurrir
un tanto atropellado, con los ojos fijos en un cuando llegó la vendedora de flores. Era una
punto del bar más allá de mi estúpida sonrisa. muchacha muy agraciada que recorría los
Cuando llegué a mi puesto me di cuenta. sitios nocturnos con una cesta llena de flores
Hace tiempo alguien me contó un episodio envueltas en papel celofán. Nos hemos visto
en el que estuvo involucrada la mujer que muchas veces y hasta me saluda, aunque
captaba esta noche la atención del Capitán confieso que me molesta cada vez que me
Frío. Ella trabajaba en una oficina del gobierno dice mudito. Espiando en las afueras de un
en la que él tenía que hacer ciertas gestiones. bar descubrí, una noche, que la vendedora
Fue así como se conocieron y, en unos días, era trasladada por toda la ciudad por un
estaban envueltos en un affaire que habría hombretón que conducía una camioneta color
podido ser tranquilo, a no ser porque él era crema bastante vieja.
casado y se lo ocultó. Pero no era esto lo que quería escribir. La
Una noche, la esposa del Capitán Frío le muchacha recorrió todo el bar sin vender nada,
montó cacería y lo encontró en un bar con y ya se iba cuando el Capitán Frío la llamó. Lo
la mujer en cuestión. Él se levantó de su escuché preguntarle por el precio de las flores
puesto y trató de sacar a su esposa del sitio, y tenía su sonrisa cínica cuando envió una a la
pero ella, ofendida, blandió un paraguas mesa de la mujer. A la chica le pareció extraño

Tierra Baldía 51
porque la dama estaba acompañada, pero otro muchacho que trabajaba con él. Cuando
después de guardar los billetes en su cartera estaban a punto de terminar, la puerta del
cumplió su encomienda. camión se cerró accidentalmente. Por una
La mujer dio un golpecito a la mesa y lanzó extraña razón, la manilla no funcionó y él se
una mirada de enojo al Capitán Frío mientras, quedó encerrado en la nevera.
sin demasiada cortesía, devolvía la flor a la Buscaron un cerrajero, pero éste no pudo
muchacha, quien dudó un poco. Con un gesto hacer nada con la oxidada manilla y tuvieron
preguntó al Capitán Frío qué hacer, y éste le que romperla a golpes con una llave inglesa.
indicó con la mano que se fuera, mientras la La operación duró quizás unos minutos, pero
mujer esgrimía argumentos con que calmar fue suficiente para que todos los muchachos
a su pareja, que la acosaba a preguntas. Los de la cuadra conociéramos del terrible peligro
labios del Capitán Frío esbozaban esa mueca en que se hallaba nuestro amigo mayor.
suya lejanamente parecida a una sonrisa. Una Nos mezclamos entre la pequeña multitud
sonrisa fría. y, cuando finalmente la
Hace muchos años, puerta se abrió, el joven salió
cuando el Capitán Frío esgrimiendo en el rostro una
no era aún el Capitán sonrisa extraña, parecida
Frío y yo no era aún a la que le vi esta noche.
mudo, él trabajaba Desde entonces le llamamos
en una carnicería. No Capitán Frío.
había cumplido los Pero no era esto lo que
dieciocho, pero como quería escribir. Tratando
era un poco mayor que de que se olvidara de lo
nosotros, fue el primero ocurrido, la mujer invitó a
de la cuadra que tuvo su pareja a bailar. Él accedió
que conseguir empleo. a regañadientes y por unos
Acababa de salir de la momentos fue bastante visi-
secundaria. Creo que ble su incomodidad, pero
su familia no disponía creo que ella tuvo éxito,
de muchos recursos y pues cuando volvieron a su
que por eso se empeñó en trabajar, para reunir mesa estaba más tranquilo y, al cabo de unos
dinero e irse a la universidad, en la capital. minutos, conversaban sin asomo alguno de
Aunque esto realmente es una especulación tensión. Miré varias veces al Capitán Frío y
mía. noté que hacía un esfuerzo silencioso por que
Una tarde, el dueño de la carnicería le ella volviera a mirarlo.
pidió que lo ayudara con la carne que llegaba Dos chicas se sentaron en la barra, cerca
del matadero. Él se puso una chaqueta de de donde yo estaba, y atrajeron de súbito
cuero, una gorra y unos guantes para soportar mi atención. Una de ellas hablaba y la otra
la temperatura de la nevera del camión. Subió paseaba su vista por el lugar, mirando a los
y se encargó de pasarle las reses al dueño y a hombres en abierta cacería. Quise sentirme

52 Tierra Baldía
halagado cuando aceptó bailar conmigo cerca de nosotros lanzó un comentario que
después de haber visto al Capitán Frío sin pretendía ser jocoso, pero se tuvo que tragar
inmutarse. Creo que todavía lo admiro. su intento de congraciarse cuando las chicas y
La chica me preguntó mi nombre y tuve yo le miramos con desprecio.
que escribírselo. Cuando se enteró de que era Desde que soy mudo he tenido que
mudo empezó a preguntarme cosas sobre mi inventarme nuevas maneras de atraer a las
estado que le parecían interesantes, cosas que mujeres. Al principio no me fue muy bien,
podía responder con movimientos de cabeza pero con el tiempo me di cuenta de que todo
o señas simples. La noté un poco divertida se reducía a olvidar que ser mudo es una
de bailar con un mudo, lo cual me hizo sentir forma de invalidez. Lo más difícil era luchar
bien. contra el rechazo que producía en muchas
Pero no era esto lo que quería escribir. chicas intentar comunicarse con un mudo.
Mientras bailábamos miré hacia la mesa donde En cuanto empecé a resolver ese problema,
estaba la mujer. Estaba con más o menos suerte
sola. El hombre se había dependiendo del caso, de-
puesto de pie y caminaba sapareció la mayoría de mis
hacia el Capitán Frío. Por inhibiciones y pude tener
un instante pensé que iba sexo con cierta regularidad.
a enfrentarlo, pero sólo Incluso una vez estuve
iba al baño. Supuse que el con una mujer que decía
Capitán Frío aprovecharía sentirse aliviada, ya que al
la oportunidad, y lo hizo. Se fin se acostaba con alguien
acercó a la mesa y discutió que no le decía porquerías
en voz baja con la mujer. mientras la penetraba.
Casi podría asegurar que Pero no era esto lo que
lo oí decirle que el tipo quería escribir. Una de las
con quien andaba era un chicas era maestra en una
imbécil. Ella respondió algo escuela primaria; la otra,
que no pude precisar y él cajera en una ferretería.
dio un pequeño golpe en Tomé dos servilletas y les
la mesa antes de retirarse. escribí sendos mensajes
Llegó a su puesto justo antes de que el otro que les entregué sin ocultar que se trataba
saliera del baño. de un arresto de picardía. A la maestra le
Cuando volvimos a la barra, la chica le dijo pedí que me enseñara a besar y, a la cajera
a su compañera que yo era mudo. Tuve que de la ferretería, un tornillo que me faltaba.
utilizar el bolígrafo para responder algunas Celebraron mi ingenio con alegres risotadas.
preguntas un poco más complejas, pero todo Estuvimos bailando y bebiendo por más de
estuvo bien. Bailé con la segunda chica y una hora, hasta que me dijeron que debían irse.
luego me propusieron bailar los tres juntos. Al Me anotaron en una servilleta sus nombres y
regresar a la barra, un tipo que estaba sentado teléfonos y las hice reír cuando les pregunté,

Tierra Baldía 53
escribiendo en el reverso, qué sentido tenía ganas hasta que terminaran de dirimir sus
llamarlas si no podría hablarles. Acordamos asuntos. No podía verlos, pues el baño tenía
un práctico sistema de comunicación por una pequeña antesala con lavamanos y los
soplidos en la bocina, y hasta lo ensayamos urinarios estaban tras una esquina en la que
usando sus celulares. Cuando se fueron, entre ambos se insultaban con voz airada. Viré y,
risas y promesas de nuevos encuentros, sentí antes de abrir la puerta para salir, escuché dos
que la noche había sido redonda y decidí ir al golpes secos. Casi corrí hasta mi puesto en la
baño, pagar la cuenta e irme. barra para ver cómo terminaría todo.
Antes de levantarme di el último sorbo a mi El Capitán Frío salió ocultando con frialdad
cerveza y recordé al Capitán Frío. Se acariciaba su tensión. La mujer alternaba su mirada
la barbilla y miraba a la mujer con el ceño entre él y la puerta del baño. Él se tomó lo
fruncido. Ésta estaba nuevamente incómoda, o que quedaba de su cerveza, llamó al barman y
al menos así me lo parecía. El hombre acababa pagó. Se disponía a salir del bar cuando pasó
de pagar y caminó hacia el baño. Se miraron cerca de mí y le hice una seña. No esperaba
desafiantes. Cuando el hombre se perdió tras que viniera hasta mí, pero lo hizo. Le escribí
la puerta del baño, el Capitán Frío se levantó y preguntándole por qué se iba.
la mujer hizo un gesto de enfado. Pero no fue —Las cervezas están calientes —mintió.
hacia ella, sino que se metió en el baño. Entró Me dio una palmada en el hombro y salió del
justo antes que yo. lugar, luciendo la misma extraña sonrisa de la
Lo oí discutir con el hombre y preferí tarde en el camión del matadero.
devolverme a la barra y aguantar mis

54 Tierra Baldía
jUan manuel rodríguez

Tómale la palabra a la muerte


muérdete los dedos y renuncia a tu nombre
Tómale el brazo
no es tan malo sollozar inviernos
Llévale en tu pecho como escudo de uniforme
no olvides la espada de los adoloridos
de los que llevan zanjas de sangre
de los que mueren de frío.
Tómale elaliento
viene gris como ceniza suplicante
como perro feroz y hielo entre los dientes
Vaga con la muerte
llévala hasta el rincón de tus secretos
escucha sus consejos
y traga, por fin, tu humilde humanidad
tu pusilánime esqueleto.
Vuelve a escribir la historia dentro de un cuarto negro
de un díaelefante como hoy.

Tierra Baldía 55
eDaín r.v.
La escritura del sí mismo en Nietzsche
Una reconstrucción ontológica de la mirada...

I
La conciencia se devela a través de la escritura ontológica del sí mismo
Nietzsche sólo pensaba para sí mismo,
escribía sólo para él, ya que transmutaba
en pensamientos su propia sustancia.1

Este trabajo parte de la idea de que ningún filósofo permite acceder a su obra a través
de su vida tanto como Nietzsche, para ello basta observar que el propio tratamien-
to de los múltiples autores que comentan a Nietzsche, justifica y plantea la necesi-
dad de acudir a la biografía y personalidad de este pensador para poder descifrar
y discutir algunos aspectos de su filosofía.
Nietzsche, quien en su primera etapa, cuando su objetivo era analizar a los griegos, de-
mostró su interés en la “actitud” de este primer tipo de filosofo que nace en la figura
de los pensadores preplátonicos, lo cual pareciera dar en un punto clave para poder
señalar que si el mismo autor a tratar lo consideraba un método de acercamiento,
no sería equivocado permitirse esta misma herramienta para el análisis que se desea
realizar con respecto a ciertos puntos de su pensamiento. Para aprender a conocer a los
griegos es muy valioso tener en cuenta que algunos de ellos llegaron a tomar conciencia más
allá de sí mismos; sin embargo, casi más importante que esta conciencia es su personalidad,
su actuar.2
Esta cita abre el camino en cuanto a que es la conciencia de Nietzsche la que nos interesa
ante todo, pues de ahí surgirá el camino por recorrer, así como los bruscos cambios
de enfoque que tendrá su filosofía, pues es su conciencia, su sentir, su
pensar, lo que decide en último momento la ruta final,
la que nos lleva hacia su concepción del superhombre, el
eterno retorno y su creación del “filosofo del porvenir”.

Nota del editor: En realidad no se llama así, pero le gustó el


“seudónimo” (creo).

1 Salome, Lou Andreas, Nietzsche, Editorial JP, 2000, p. 5.


2 Nietzsche, Friedrich, Los filósofos preplatónicos, Clásicos de la Cultura, Editorial Trotta, p. 18.

56 Tierra Baldía
Lo que no puede ser puesto en duda, es que el actuar de Nietzsche en la vida esta ín-
timamente ligado a su obra, a pesar de que en ésta sea la máscara quien habla para
ocultar y develar al mismo tiempo, la capacidad demoledora del pensamiento. Lou
Andreas Salomé3 demuestra esto en su obra sobre Nietzsche, pues hacer notar como
él mismo advirtió que la gran filosofía anterior a su época era también una confe-
sión de su autor, de sus memorias, insertadas en el gran contexto de la civilización,
del “pensamiento” que influye en lo que vendrá a ser el carácter de toda una cultu-
ra. Negar la relación entre su personalidad y su filosofía
sería opacar, como dice Salomé, lo mejor de su fuerza
creadora, de su sino, ese que le llevó a los extremos de una misma idea, ya
fuera ésta religiosa, científica, moral o un confuso aforismo que martilla oscurecien-
do lo que ya estaba claro.
Ahora, es necesario partir del siguiente argumento: Nietzsche es ante todo un demole-
dor de conceptos y en su propio devenir puede observarse la necesidad de supera-
ción, pero para él superar un principio será derrumbarlo. Buen ejemplo de ello sería
el fin de su amistad con Wagner, así como su crítica a Bayreuth, su decepción ante
un genio que de pronto pareció Humano, demasiado Humano. Y es que pareciera que
este principio de oposición, de no-identificarse, nace en una edad temprana, cuando
Nietzsche pierde a su padre y ve su mundo demolido por esta ausencia.
Ausencia que será remplazada por un hogar donde tres mujeres dominan el panora-
ma: abuela, madre, hermana. Quizá esto sirve de umbral para comprender que en
su conciencia primera Nietzsche elaboró esa voluntad de poder que se basaría en
oponerse a lo que sería la más grande influencia de su vida, pues Nietzsche desa-
rrolló una vigilancia extrema de sí mismo en ese ambiente rarificado por la muerte
paterna, primer gran cambio en su vida. El que la oposición lleve a una nueva crea-
ción será un punto complejo en toda su filosofía. Oponerse necesita una vigilancia
especial, la cual después formará su sagaz sentido crítico, su necesidad apremiante
de dislocar y proponer derrumbamientos al orden establecido, pues Nietzsche busca
cavar en lo profundo de todo cuanto existe, empezando por supuesto, por su propio
pensamiento y el de su entorno.
Todos hablan de mí, pero nadie piensa en mí, será una frase cimiente de su Zaratustra, frase
que desde pequeño parecía irse formando en su recelo, en su eterna diferencia res-
pecto a quienes le rodeaban. Ya en la juventud iría sobresaliendo una característica
esencial en su personalidad y pensamiento: “la resistencia irónica”... esa resistencia
que surge cuando: Pensar bajo la forma de las categorías es conocer lo verdadero para dis-
tinguirlo de lo falso; pensar un pensamiento “acategórico” es hacer frente a la negra estupi-
dez, y, como un relámpago, distinguirse de ella. La estupidez se contempla: hundimos en ella

3 Escritora rusa que tuvo amistad con Nietzsche, autora de una de las biografías más contemporáneas a la propia vida del
filósofo.

Tierra Baldía 57
la mirada, ella nos conduce con dulzura, la mimamos al abandonarnos a ella; sobre su fluidez
sin forma tomamos apoyo; acechamos el primer sobresalto de la imperceptible diferencia, y, la
mirada vacía, espiamos sin febrilidad el retorno de la luz.4
Nietzsche buscará distinguirse de la “masa”, de los borregos y esclavos que necesitan
un gran pastor, ya sea un religioso o un creador de sistemas filosóficos. Tomar
partido por algo, por alguien, es perder voluntad de re-
sistencia, voluntad de poder ser autónomo entre la ma-
nada que representa una cultura “decadente”. Ser un crítico
de la existencia permitirá a Nietzsche el soportar la propia, ser crítico de la estupidez
y engaño en que vive el mundo, la finalidad y principio de su pensamiento. En esa
primera mirada crítica de Nietzsche que se cierne sobre sí mismo, es donde hay que
mirar con detenimiento para entender los fundamentos que dan continuidad a sus
obras, por más distintas que pudieran ser entre sí.
Esa mirada vigilante provocará la desconfianza primera, la cual será producida en el
seno de su hogar, pues las motivaciones de todos aquellos que irán formando parte
de su vida serán cuestionadas. Pero incluso antes de ese resquemor, ya existía la
desconfianza hacia su propia conciencia hacia su “genio”, el cual siempre tenía que
ser desafiado para así crecer hasta llegar a sugerir el pleno carácter de Zaratustra,
del superhombre que sólo sería entendido por el pensamiento futuro. Ni él ni su
personaje igualmente ermitaño, necesitan del “entendimiento” de otros para poder
propugnar sus ideas, Nietzsche se opone a cualquier relación de cualquier especie
porque sabe que compartirse es dejar de estar consigo mismo, con el silencio abru-
mador en donde nacen sus aforismos más terribles. Luego esa soledad que busca el
sabio será llevada al límite por la enfermedad. Tampoco se trata de afirmar que la
enfermedad sea elemento de la obra por sí misma, pero es indudable que el rumbo
tomado por Nietzsche fue dominado de un modo u otro por la necesidad de alejarse
de una ciudad, de un grupo de personas, de su trabajo, por las “condiciones especia-
les” que debía tener para poder combatir esa enfermedad que parecía venir de sus
propios pensamientos.

II
La música como único espacio de fusión y rompimiento de limitaciones
Es así que Nietzsche señala en varias ocasiones que sólo en la música encontró algo
distinto a la resistencia, es decir, posibilidad de fusionarse, de ser llevado por una
corriente que le muestra la inmensidad que sobrepasa las limitaciones de la realidad
cultural humana. La música adormece la enfermedad, no sólo la del cuerpo, sino

4 Foucault y Deleuze, Theatrum Philosophicum seguido de Repetición y diferencia, Anagrama, Barcelona, 1970, p. 38.

58 Tierra Baldía
la de las palabras y los conceptos que forman la realidad engañosa en que vive el
hombre, por ello Nietzsche quiere hacer música con el lenguaje, los pensamientos y los
conceptos.5
Pero Nietzsche sabe que en una cultura como la suya (más aún, como la nuestra), na-
die escuchará un canto excepcional, al contrario, nadie escucha sino se dice a gritos,
a empujones. La música salva el alma, lo más espiritual del
hombre, la música supera las limitaciones del lenguaje
lingüístico, su equívoca multiplicidad de significaciones.
El misterio está en la ondulación de un sonido que refleja la imagen del mundo, eso
que se ha ido perdiendo ante la formulación de conceptos necios, como el de la razón
totalizadora. La música es la más perfecta resistencia frente al supuesto orden que
enmascara al caos. El estado dionisíaco que Nietzsche formularía en El nacimiento
de la Tragedia demostraría que sólo en el abandonamiento de sí mismo puede tras-
pasarse la barrera y el límite usual de la existencia individual. Pero lo que propone
el sabio griego, es decir, el primer tipo de filósofo, es que para hacer filosofía, para
asombrarse del mundo y separarse de él, buscando sus causas y efectos, el hombre
debe ser apolíneo, debe buscar el límite, el orden, lo claro, lo único en contraste con
lo múltiple.
Distinguirse del arrobamiento orgiástico que crea Dionisos con su música, apartarse de
la belleza que causa el sentimiento de que todo tiene sentido para encontrarse con
la negación que propone el autoafirmarse fuera del estado donde se desdibujan los
bordes del “yo”, son las condiciones para alcanzar el conocimiento y la sabiduría,
aunque ello conlleve que el hombre deba sustraerse al placer que produce la música,
la danza, el arte, los cuales unifican el ser del mundo, a costa de perder la conciencia
individual.
La complejidad resulta en que el hombre busca una vida individual sencilla, esto sig-
nifica el protegerse a sí mismo de cualquier terremoto interno, aceptar las normas
del exterior sin fundirse con ellas. El hombre sencillo es aquél que
en algún momento admiró Nietzsche, el hombre posi-
tivista y científico que se enfría bajo los dominios de la
ciencia y se resguarda así de la fuerza demoledora que
es la pasión. Por ello, el hombre inventará otra clase de placer, para soportar su
existencia sin tener que arriesgarse a escuchar una música que hechice y haga perder
el rumbo (tal como las sirenas hacían con los marineros de la antigüedad).

5 Safranski, Rüdiger, Nietzsche, biografía de su pensamiento, Tusquets Editores, 2004, p. 18.

Tierra Baldía 59
III
El juego de la existencia: escape de la Angustia y del Absurdo
“El juego”, principio desencadenante de toda voluntad, estimula los afectos, los condu-
ce hacia un fin, el cual siempre busca huir del aburrimiento producido por la incapa-
cidad del hombre para mirarse a sí mismo. El hombre busca perderse en cualquier
cosa que lo aleje de su propia conciencia, de la voz y música interior que le hace sen-
tir, ante todo, angustia. ¿Qué angustia? La del Sin Sentido. Escapar de esta
sensación de “tiempo vacío”, de esfuerzo que nunca será
totalmente gratificado nos conduce a la desesperación y
luego a la apatía; finalmente, al nihilismo; el hombre tie-
ne que encontrar el sentido de algo para poder creer en
ello. Lo irrelevante del mundo se refleja en lo insignificantes y frágiles que somos.
Nietzsche buscó la oposición a todo ello, primero al no doblegarse ante la enferme-
dad del cuerpo, pero tampoco a la de su época: el conformismo conceptual en que
había caído el mundo. El aburrimiento y la apatía de una existencia llevan al absur-
do, Nietzsche tuvo que escapar de un primer absurdo: el quedar solo en un mundo
femenino cargado de formas y sensibilidades incomprensibles.
El primer gran absurdo al que todos nos enfrentamos es la vida, esa vida que es única e
intransferible; ante todo, no elegida, impuesta, aquejada por la voluntad de un mun-
do que se nos opone como un monstruo.
¿Cómo llega uno a ser?... No sólo es una
pregunta sobre la identidad, sino sobre
qué es lo que cada uno debe lograr, como
si la vida fuera lo que hay que soportar,
hasta sublimarla. Querer ser algo más
allá de lo que las propias posibilidades
sugieren parece ser una de las metas que
se oponen a lo monstruoso, combatir el
absurdo es sobreponerse a la vida, con-
quistarla, desafiando lo que se debía ser,
lo que se creía, para así buscar un nuevo
modo de actitud, una nueva responsabi-
lidad consigo mismo.
Ahí comienza la escritura sobre sí mis-
mo, ahí comienza toda la filosofía que
ha venido a comprobarse en este mundo
futuro. La filosofía de Nietzsche que se-
ñala la necesidad de que cada quien sea
su propio dios y fundamento, pues lo

60 Tierra Baldía
único que poseemos realmente es nuestro “yo”, si es que lo hemos sabido modelar,
raspar, endurecer. La angustia sólo puede ser dominada por la voluntad de evolu-
cionar, de traspasar nuestros propios condicionamientos hasta llegar a ser la prome-
sa que en un inicio nos planteamos, aunque el mundo pareciera estar en contra.
Nietzsche quiso desenmascarar el misterio de los griegos como la cultura portadora
de los primeros conceptos filosóficos (vigentes hasta la actualidad), pero ante todo
quiso señalar que en la actitud de los griegos, en la actitud fi-
losófica para con el mundo es donde está el germen de
la auto afirmación. Foucault parece llegar a esta conclusión al final de su
obra, cuando convierte la vida misma en un cuidado “estético”, él mismo plantea
ideas reveladoras sobre lo que llamó “el cuidado de sí”, que rastrea desde Sócrates.
El principio del auto-conocimiento. Al equiparar conócete a ti mismo, con cuida de ti
mismo, Foucault parece acercarse como en tantas otras obras a varios ideales nietzs-
cheanos sobre la concepción del sujeto, pero ante todo, sobre cómo “un sujeto debe
llegar a ser lo que es”.
¿Quiénes podemos ser? Es la última pregunta, la última fase en el pensamiento de
Foucault, pregunta que se vio precedida por otras dos igual de importantes: ¿Qué
podemos saber? ¿Qué podemos hacer?6 ¿Qué es ese cuidado de sí mismo? Foucault,
siguiendo a Nietzsche, pareciera hablar de que el propio vivir debe des-
encadenar en una “filosofía”.

IV
La reconstrucción ontológica del sí mismo y el llegar a ser
El cuidado de sí mismo implica la auto-conciencia, la proposición de Nietzsche “llega
a ser quien eres” sólo se logra por una reconstrucción ontológica. Si hay algo que
Nietzsche no destruyó en la metafísica, fue ese último lugar del sujeto como algo que
debe sustraerse del engaño gramatical que trae consigo el creer que sólo por decir
“pienso, luego existo” ya existe por sí mismo un sujeto.
Nietzsche pensaba explícitamente y con énfasis en la primera persona del singular aun cuando
él mismo descubriera que el enunciado “yo pienso” es una seducción de la gramática. El pre-
dicado pensar, exige un sujeto. En consecuencia se declara que el “yo” es sujeto, pero lo que
produce la conciencia del yo es el acto del pensamiento... Nietzsche sabe que él es Nietzsche,
a sus ojos valía la pena ser él mismo.7
Ese sujeto supuesto en la frase de Descartes para Nietzsche es una broma lingüística
que nos juega la lógica de nuestro pensamiento traducido en palabras, ese “pienso,

6 ¿Qué sé? ¿Qué puedo? ¿Qué soy?, M. Morey, en el prólogo de la obra: Foucault, escrita por Gilles Deleuze, Editorial Paidós,
p. 17.
7 Safranski, Rüdiger, Nietzsche, biografía de su pensamiento, Tusquets Editores, 2004, p. 28.

Tierra Baldía 61
luego existo” no trasciende puesto que el sujeto no existe desde antes, no es una sus-
tancia metafísica comprobable por medio de la duda, sino una simple demostración
vana de que la existencia es pensante, pero no basta pensar, porque ese
pensar debe ser puesto en acción por medio de la volun-
tad y de la resistencia para que entonces pueda darse la
formación de un sujeto, un sujeto que deberá cuidar de sí mismo para
poder llegar a ser un documento digno de citarse.8 El sujeto debe verse como una na-
rración futura, debe contemplarse a futuro, eso que Nietzsche hizo consigo mismo
cuando se dio cuenta de que él hablaba para las épocas futuras.
La vida es un ensayo del sí mismo al que debemos acceder, ser el propio autor
de nuestra vida, saber que las elecciones han sido nues-
tras a pesar de cualquier circunstancia. ¿Qué significo para mí
mismo? Es una pregunta igual de importante, pues la trascendencia siempre ha es-
tado en la esfera de la significación.
La cuestión es una “tecnología” porque debe existir un método para abordarse y des-
cribirse a sí mismo, para que en un futuro seamos nuestros propios lectores. En estas
ideas parece haber un prototipo de lo que Foucault llama la “racionalidad retrospec-
tiva”, sólo que en este caso la propia racionalidad debe ser cons-
truida por el sujeto ya visto como algo que va a llegar
a ser y que después tendrá que mirar en retrospectiva su propio quehacer como
sujeto y filósofo.
Quizá la diferencia mayor entre Nietzsche y la concepción última de Foucault a este
respecto es que para él las prácticas del sí mismo son los medios por los que podemos cam-
biarnos a nosotros mismos para convertirnos en sujetos éticos, pues el objetivo de la vida ética
o “telos” determina la clase de ser a la que aspiramos cuando nos comportamos de una forma
moral.9
Para Nietzsche lo moral pareciera reducirse a ser “congruente contigo mismo”, aun-
que eso deberemos profundizarlo más adelante. En su juventud Nietzsche parece
creer aún en conexiones llenas de sentido, lo cual después pareciera cristalizarse en
la despersonificada voluntad de poder o fuerza creadora. Nietzsche encuentra esta
especie de conexión o fuerza ya desde muy pronto en las palabras, escribir lo
que uno piensa y espera de sí mismo parece conceder-
nos un poder superior, una seriedad y un sentido que se
ve empeñado en la “mayoría”.
La poesía, así como la música, son dos artes donde Nietzsche puede ver este poder que
va del pensamiento hacia algo más sublime, en ese orden pensamiento y creación

8 Ibidem, p. 29.
9 Popkewitz, Thomas (compilador), El desafío de Foucault, Ediciones Pomares-corredor, España. 2000, pp. 83-84.

62 Tierra Baldía
se unen para generar conceptos, esos que vendrán a derrumbar viejas concepciones,
proponiendo un nuevo horizonte de significados, tanto en lo teórico como en lo
práctico.
La fuerza creativa de la vida y del hombre mismo vendrá a reemplazar a Dios. Esta
fuerza a la cual a veces hay que oponerse y otras entregarse, nos lleva hacia un Des-
tino. El destino, tal como lo entiende Nietzsche, es la contingencia, la casualidad y necesidad
alejada de todo sentido.10
Para que exista un sentido debe existir una unión entre lo
que es el destino y la libertad. Dios es la libertad absoluta, ¿cómo en-
tender esto?... En 1862 Nietzsche cavilaba sobre Dios y el mundo. Aún joven ya tenía
en claro que a pesar de cualquier confusión siempre habría un principio del cual
partir: Habría que llegar a ser un individuo que se configura a sí mismo y que, ampliando
sus círculos, tiene la fuerza de elevarse en la medida de lo posible... para ello se requiere la
convicción de que nosotros somos responsable solamente ante nosotros mismos.11
No es necesario acceder a otra vida ni seguir los preceptos de un dios en ésta. No-
sotros debemos convertirnos en lo que el hombre real-
mente es, ese es el sentido y la finalidad. ¿Qué debe ser y hacer el
hombre?... Pareciera en primera instancia que comprendernos a nosotros mismos es
la tarea más urgente, ¿qué debo llegar a ser y para qué?, son las preguntas esenciales
en la vida de un hombre; en ese sentido el hombre debería ser capaz de liberarse de
los condicionamientos de su propia cultura o modificarlos, engrandecerlos, tal como
hicieron los griegos en su momento.

10 Safranski, Rüdiger, Nietzsche, biografía de su pensamiento, Tusquets Editores, 2004, p. 40.


11 Ibidem, p. 41.

Tierra Baldía 63
64 Tierra Baldía
yAvick loera
Leer libros de ciencia para imaginarte
en otro lugar

L os habitantes de Mogol, pequeñísimo planeta ubicado en las inmediaciones


de la Vía Láctea, habían logrado pasar las más duras pruebas de la cadena
evolutiva de la ecología en su entorno, perfeccionando su sociedad a lo largo de
millones de años. Estaban en su etapa cumbre, en la que habían comprendido casi
todo lo que rodeaba y afectaba su pequeña sociedad.
Entre los habitantes vivía Inamezhteg, una pequeña estudiante penúltima
clase (en nuestro sistema equivaldría a la universidad), la que había razonado a
lo largo del tiempo que había tenido contacto con toda aquella vida alejada de
problemas, preocupaciones, moldeada casi a la perfección; sintió que esto no era
tener una vida decente, pues todos gozaban de tal alegría que menospreciaban o
no le daban el valor que merecía el sufrimiento y la carencia, aunque ella misma no
conociese exactamente estos mismos términos.
Su desesperación fue tanta de ver tal mundo de frías beldades y arrumacos
de certidumbre, que salió un buen día de aquel lugar tan excelso, decidiendo ir a
un planeta del que hablaban ciertos libros de ciencia ficción de un tal autor llamado
Vomisa Cassi, los cuales, aunque viejísimos, a ella le encantaba leer. Éste se encontraba,
según el autor, entre las dos estrellas más brillantes del firmamento. Para facilidad
de la pequeña, los transportes de esta civilización podían moverse prácticamente a
cualquier lado del planeta e, incluso, salir de él, pero a nadie le interesaba tal hecho,
pues estaban conscientes de que no había necesidad de salir de su plácido paraíso,
por lo que Inamezhteg se escapó y se dio a la búsqueda de tal planeta.
No pasó mucho para que conociera realmente que sí existía el planeta, y no
sólo eso, sino que sus habitantes eran tal y como los contaban los libros, llenos de
problemas por resolver, inmersos en un mar de preocupaciones, con una libertad tal
de escoger el acomplejamiento que tú quisieras y pasar si querías, el resto de tus días
viendo todo en un andar de incertidumbre y supuestos.
Se puso a observar todo lo que hacían aquellos seres (cabe mencionar que
antes de llegar a aquella civilización, se hizo una cirugía completa después de
escanear por completo el cuerpo de un ser que secuestró, mandándolo en su nave
hacia el espacio, para asegurarse de que así ya no podría regresar nunca más a su
pulcro planeta), y se topó de repente con una exposición de arte en una ciudad.

Tierra Baldía 65
Se sintió tan atraída de tal hecho y de pensar cómo es que habrían llegado
a resultados tan asombrosos e incomprensibles al mismo tiempo, que ni siquiera
ella, una mente tan perfecta y deductiva, llena de cantidades insospechables de
conocimiento, podía razonar, podían estar en aquel lugar tan desequilibrado.
Inmediatamente supo que aquello se llamaba arte y se propuso estudiar
aquello en una escuela para conocer la fuente de todo aquel placer. Preguntó
cuáles eran las artes y decidió estudiar una que le gustó de sobremanera, llamada
arquitectura.
Han pasado ya tres años desde que llegó de su planeta y ahora más que nunca
pasa desapercibida como estudiante de arquitectura, llegando a su casa (adoptiva,
por cierto) y tirándose en la cama, en donde se la pasa leyendo libros de ciencia
ficción, después de llegar de la escuela, contándome a veces lo que dicen los libros.
Por esa misma razón es que sé que mi hermana es extraterrestre, pues aparte
de que ni duerme ni come intentando buscar comprender el arte, se la pasa leyendo
libros de ciencia ficción, esperando encontrar uno que hable de su planeta para poder
saber cómo regresar a él.

66 Tierra Baldía
eManuel durán
Lo nuevo de García Márquez

T odas las mañanas comienzan de la


misma manera, el cigarrillo, la taza
de café y esta terrible angustia de pasar
en este rincón alejado de la vida real, detrás
de un mostrador. Escritor hubiera sido lo
ideal. O quizás Patriarca; sí, Patriarca hubiera
desapercibido mientras la cola se enrosca con estado bien, para pasearme por las calles de
vileza criminal por debajo de los pantalones. Macondo con un aire señorial, vestido con
Mi nombre no importa, hace mucho que la las mejores telas y la mirada siempre fija en
estirpe se extinguió casi por completo; sólo lo alto, ir a la cantina y sentarme al lado del
soy uno más de los empleados de esta librería, coronel, tomar un buen trago o disfrutar uno
viviendo la rutina del día a día y mandando al de los deliciosos pudines de la señora Forbes
mismo estante a las personas que me preguntan mientras el hombre del hielo nos muestra las
una y otra vez lo mismo: ¿En dónde encuentro magnificencias de su máquina prodigiosa.
lo nuevo de García Márquez? Pasillo tres, De pronto, el cielo se abre y una luz celestial
estante nueve, escritores iberoamericanos, ilumina las polvosas calles del pueblo mientras
García Márquez, Gabriel, código 785678-89 las nubes, cayendo desde las alturas como
a. Esa es la ubicación exacta de mi truncado retazos de sábanas blancas, se abren para dar
destino, el que perdí para convertirme en este paso a la figura hermosa y delicada de un
idiota que, rodeado de los mejores, sólo puede ángel que desciende envuelto en un halo de
admirarles y alabarles mientras ellos se llevan luz azulada. Remedios, la hermosa Remedios,
el reconocimiento, la fama y los millones. tan harta ya de la vida entre nubes y santos
Porque yo pude ser escritor si hubiera ha decidido volver con nosotros. Me levanto
escuchado las advertencias de mi madre. La de mi poltrona con la vista fija en ella y la
estirpe murió, me decía, termina una carrera, garganta cerrada a causa de la emoción y, con
gradúate, todo sería mejor que vivir metido un temor reverencial, me acerco a ella, tomo

Emanuel Durán, Aguascalientes, México (1981). Portero frustrado,


lector incansable y novelista de terror contemporáneo. Ha publicado
la novela Jardín de Niños (2006). Asistente al taller de narrativa
del Centro de Investigación y Estudios Literarios (ciela-fraguas) que
imparte el profesor Eduardo López.

Tierra Baldía 67
una de sus delicadas manos entre las mías, de la librería de toldo ceniciento que se
curtidas y resecas por el sol inclemente, y la encuentra frente a la plaza, sólo porque nació
beso en los labios con dulzura. con una maldita cola de puerco enroscada en la
–¿En dónde estuviste todo este tiempo? pierna? ¿Cómo se lo digo? En lugar de hacerlo
Ella no responde de inmediato, sino cierro los ojos y lloro en silencio. Mi vida no
que desvía la mirada hacia el local que se es lo que debió ser. Ahora nada más me queda
encuentra frente a la plaza y que tiene un la esperanza de visitarme de tanto en tanto
toldo ceniciento. (quizá por más de cien años), en el pasillo tres,
–He buscado lo nuevo de García Márquez estante nueve, escritores iberoamericanos,
en todos lados y no lo encuentro. ¿Sabías García Márquez- Gabriel, código 785678-89
que, al recordar a todas sus putas, olvidó a. Cómo puedo explicarle a nadie que, de mi
mencionarme? ¿Sabes en dónde puedo vida que nunca sería, lo único que conservo
encontrarlo? es la triste verdad de saberme abandonado,
–¿Y cómo se lo digo? ¿Cómo le digo que lo porque al igual que al coronel, yo tampoco
nuevo de García Márquez se encuentra frente tengo quién me escriba.
a ella, relegado a estar detrás de un mostrador

68 Tierra Baldía
aNgélica martínez coronel
Lo que he visto por estos días en los que
me alejo un poco de casa

Me dirigía camino a la parada del autobús, viceversa sólo para mirar si


he tirado el portaminas que guardaba en algún transeúnte los vigila.
un bolsillo lateral de mi mochila al salir de Haciendo ese minúsculo examen de zona,
la preparatoria; caminé mirando todo a mi los individuos proceden con el protocolo del
alrededor –y es que no sé qué tengo, pero “entra dedo, saca moco” y lo deliciosamente
para mí, hasta un mísero papelillo flotando maravilloso que hay en ello es que piensan que
en el aire es digno de intriga–. Los autos nadie los ve arrojar –después de sacado el dedo
pasaban demasiado rápido a sabiendas de de la nariz- la pegajosa plasta hasta el asfalto;
que no circulaban por una avenida de alta pero amigos, yo los he visto a todos hacerlo
velocidad. Y yo me envolví en el pensamiento, de mil y una maneras distintas. Entonces una
cuestionándome acerca del “¿cuánto tiempo fatídica aparición de la luz roja interrumpe el
tardaré en pasar al otro lado?”. En ese instante fino arte nariz-dedo y nos permite –después
en el que todo eran enervantes colores de de algunos minutos– cruzar para llegar al otro
vehículos que levantan mis cabellos, con la lado; empero hay unos monstruo-conductores
ráfaga que dejaba su velocidad, llegaba a mi que son poseedores del excelso don de las
mente aquel nunca olvidado y pueril chistecillo maniobras inteligentes, esos son los que de mi
–si es que en verdad logra calificarse como parte pasan a ser acreedores a una refrescada
tal, actualmente- que habla de la gallinita que o lo que es lo mismo una mentada de madre,
quería llegar al otro lado. Sí,... veo muchas es inminente no callar cuando uno de ellos ha
cosas todos los días... estado a unos segundos de dañar al peatón
Los tipos indiscretos, mientras esperan por no respetar la vialidad.
la luz verde del semáforo, han de recargar Me acaba de suceder que, cierta tarde, en
su brazo derecho en la ventana abierta del que caminaba de una acera a otra, un automóvil
vehículo para hurgar (con su dedo índice o se dirigía hacia mí, revisé el sentido de la calle
meñique, según les plazca) su nariz, lo que y me percaté de que el vehículo y su pasajero
tienen de virtud es que son previsores (algunos, al volante, iban en contra; casi me arroja. Se
puesto que otros en su desfachatez hacen lo frenó, y aquel ser humano (el que sostenía el
que mi tío tiene a bien en llamar “rascarse “timón”) inmisericorde asomó su cabezota
y giran su cabeza
el cerebro”) por la ventanilla y dijo: –¡Fíjate,... carajo!–.
de derecha a izquierda y Para su suerte, no pude escuchar el resto de la

Angélica Martínez Coronel. Aguascalientes, Ags. 1991. Estudiante


de segundo semestre en el Bachillerato de la Universidad Autóno-
ma de Aguascalientes. “Gusto de contar historias, con las que hago
reír a mis amigos. Las cosas sencillas son para mí las más complejas.
Algún día viviré en la Luna”.

Tierra Baldía 69
retórica sobre la supuesta responsabilidad que mientras sostenía su bolso y lloraba tras unas
debía tener. No me enteré de más porque mis gafas oscuras. No sé qué se movió de nuevo en
audífonos emanaban la música que me agrada, mí, pasó exactamente lo mismo que cuando me
pero creo que, aquel escasamente escuchable tropecé con aquel joven, y quise prestar auxilio,
conjunto de vocablos, era enfadoso. pero lo mismo que antes me forjó un obstáculo,
Como decía, todos los días que camino surgió nuevamente como el renacer del fénix.
para tomar el autobús que me lleva a casa, Mis impulsos me hicieron girar la vista hacia
veo muchas cosas. Hoy, por ejemplo, mientras donde ella, y luego me volví para mirarla, pasé
partía a la universidad, me encontré con por su izquierda y para ella, aquel (tal vez
diversas clases de personas, unos eran hombres novio) se distanciaba del amor.
mayores quienes me veían mal y murmuraban Cuando subo al camión otras historias
una serie del infame palabrerío que pronto comienzan, pero la mayoría de las veces odio
advertí eran para, según ellos, elogiarme; mirar al gentío o simplemente, mis desvelos
también buscaban llamar mi atención silbando hacen de las suyas y comienzo a cabecear
o haciendo otra clase de lo que se podría bruscamente hasta dar un beso con mi frente en
nombrar estupidez. Otros más eran los el asiento. De ahí que lo que vi en el urbano no
ciudadanos, los bona gens, y los últimos fueron fue más que albañiles quejándose –como todo
los que me inspiraron para presionar teclas. De el buen mexicano- de los humildes salarios;
repente divisé a un muchacho que venía con la niña que estudiaba con detenimiento y
cierta expresión en su rostro, como de dolor entre tambaleos unas hojas cuya procedencia
y coraje embelesados, noté lo más lógico y de se volvía obvia- me refiero al cortar-pegar-
fácil distinción, él cojeaba del pie derecho como imprimir y a unos estudiantes hablando de
si alguien o algo lo hubiera noqueado, y en su sus tortuosos tests universitarios. El resto del
ojo izquierdo, me pareció haber visto unas camino lo pasé debatiendo entre el sueño y la
cuantas cortadas, así que, como sé bastante de poca fuerza que tenía para no dormir. Pese a lo
las peleas y de sus consecuencias, conjeturé aburrido que fue el camino, disfruté el resto del
que ese era el final andante que nos brindó día, con excepción de mi inquisidora clase de
una riña, momentos atrás. Una idea vino a mí, deportes.
como un campesino de hace años iría con un Loor a mi gente buena por darme mucho
sacerdote, desesperada y súbita. Quería que de de qué hablar, por hacerme sentir, y por
mi boca brotaran las amistosas palabras: ¿estás darme la oportunidad de, aunque no muy
bien, puedo ayudarte?, pero me trabé gracias frecuentemente, ver a través de miles de ojos. Lo
a la posible reacción del chico, pues tal vez que siento en cada persona con la que me topo
diría cosas demasiado viles y crueles, además es, algunas veces indescifrable, otras insensible
de que para muchos de nosotros, hoy día es e indiferente, pero lo que sé, es que por ellas
imprudente hacer algún tipo de intromisión estoy esta noche escribiendo y he olvidado que
en los asuntos de alguien que hemos visto sólo tengo un examen y que debí leer mi libro de
una vez en la vida. Callé y continué. Al llegar texto para la clase de biología de mañana.
a la banqueta que seguía, una joven miraba en Un ansia de saber qué será lo que veré
dirección al chico lastimado; lo veía alejársele mañana recorre mi espina dorsal...

70 Tierra Baldía
sErgio rosales
El silencio y la piedra

Ahí donde están los que acá estuvieron, ahí donde descansan los que nunca lo
hicieron o lo hicieron siempre. Ahí donde, pobres-ricos, grandes-chicos, gor-
dos-flacos, altos-bajos, negros-blancos, amarillos-rojos, largos-anchos, bue-
nos-malos, jóvenes-viejos, guapos-feos, ahí donde las pasiones, esperanzas,
desafíos, humildad, sueños, devociones y amores, todo y todos encuentran
la paz.
Ahí donde la belleza se eterniza, muchas y muchos mueren a diario, pero su
belleza sólo es eterna permaneciendo en pidera, enfrentando con orgullo los
maltratos, los climas, pero sobre todo los tiempos. A estos lugares los ocupa
un sinfín de historia, de leyendas y de misterios. Lo ocupa un sinnúmero de
seres que un día nacieron, rieron, sufrieron, amaron, lloraron y que ahora
son tan sólo “silencio, piedra y paz˝.
En este lugar existen los ángeles mensajeros. Ángel significa “mensajero˝, espí-
ritu celeste criado por Dios para su ministerio, y aquí velando por el eterno
descanso de los muertos.
Ángel Custodio; siempre erigido detrás de la sepultura de un niño o niña.
Ángel Oidor; tiene sus manos sobre el oído como si estuviese escuchando que-
jas, lamentaciones y confesiones del difunto.
Ángel del Silencio; con el dedo índice sobre sus labios, exigiendo silencio para
que descanse en paz en su tumba.
Ángel Escritor; quien apunta los hechos más importantes de la vida de quien
duerme camino a la eternidad.
Ángel de la Fe; se le puede ver levantando el brazo hacia el cielo, como indi-
cando: éste es el camino.
Son miles de ángeles, de epitafios. Es lugar de vida y de muerte, de muerte y
de vida. Es un lugar de silencio y paz.
Este Panteón de los Ángeles, fue construido en el siglo XVII, alberga un sinfín
de personajes y sus silencios, simples mortales de la historia de mi ciudad.
Ahí viven entre sus silencios.

Tierra Baldía 71
72 Tierra Baldía
Tierra Baldía 73
lAura zapata

Luces en el cielo

A rreciaba la lluvia y sus viejos huesos no podían llevarle más rápido, lo


empinado del cerro o haber ordeñado esa tarde casi veinte vacas a mano
le tenían entumido. Cuando entró a su casa estaba empapado, se cambió de
ropa y fue a la cocina para tomar algo caliente. Con su tazón en la mano se
asomó por la ventana para ver la lluvia y una luz brillantísima le deslumbró.
Su mujer llegó minutos después, vio la ventana abierta y en la penumbra
pudo distinguir sobre el piso una masa chamuscada y una cuchara doblada.
Elena
 

Los fantásticos hermanos K


 
Hoy celebramos nuestra función número ochocientos, los compañeros del
circo nos acompañan, ellos al igual que mi hermano, piensan que nuestro
acto es el mejor  en su tipo, pero yo sé que nuestra simple aparición ya no
impresiona a nadie.
 
No hablo de esto, es inútil; para todos somos un individuo
 
El  alcohol  que él  ha tomado me da valor para callar por fin al corazón que
tantos años hemos compartido y terminar con mi vida que unida a la suya no
tiene motivos para  festejar.
Elena
 

Laura Elena Zapata Hermosillo. Fecha de nacimiento: 10 de julio


de 1967. Estudios: Ingeniero en Sistemas Computacionales por la
uaa. Pertenece al taller de cuento y varia invención que coordina el
licenciado Salvador Gallardo, el hijo, en el ciela.

74 Tierra Baldía
Maldición

La misma noche que murió el doctor Leiví toda esta casa se llenó de una lluvia
de ceniza. El huerto fue el lugar más dañado, no sobrevivió ni una  de las
plantas y el viejo pozo aun cuando estaba tapado, acabó contaminándose.
Tenía miedo de  que el peso  terminará de tumbar los antiguos techos y
di órdenes a la servidumbre para que recogiera hasta el último cúmulo de
escoria.
La escoria debe limpiarse, igual hice con el doctor al denunciarlo; mi país
me lo exigía.
Después de todo este tiempo parece que la tarea será imposible y es que
durante la noche ese olor nauseabundo a carne quemada vuelve sin aviso  al
igual que la ceniza.
 

Remedios caseros

Se la pasaba sentada en el balcón la mayor parte del año; sólo la lluvia o el frío
muy intenso lograban que entrara al departamento. Se levantaba tarde, casi al
mediodía; encendía su primer cigarro y salía a la terracita. Yo debía servirle
las comidas, llevarle las revistas y, lo peor, cada lunes hacerle el pedicure.
Ella no movía un dedo en todo el día, es cierto que su peso tampoco se lo
permitía; ni podía, ni quería.
Sentada en su equipal, que era la única silla que soportaba sus carnes, se
enteraba de vida y milagros del vecindario. Desde lo alto de ese balcón no
había suceso que se perdiera.
Mientras tanto, yo no tenía un minuto de descanso, si no era la limpieza
de casa, era la cocina o traer de la calle sus encargos. El lavado de la ropa era
otra de las tareas que debía realizar con sumo cuidado, y aunque teníamos
lavadora, toda su ropa y la ropa de cama debía pasar por un escrupuloso
ritual de limpieza inventado por ella para ser cumplido justamente por mí.
Ese verano tuvimos una plaga de moscas. Yo estaba lavando los trastos
cuando por la ventana vi cómo estaba de pie agitando sus gruesos brazos;
traía en una de sus manos un matamoscas. Me distraje un momento y cuando
volví la mirada hacia ella vi cómo perdió el equilibrio y cayó al vacío.
La policía me preguntó qué tenían los platitos que estaban por toda la casa
e incluso en el balcón; yo dije la verdad: agua azucarada.

Tierra Baldía 75
mIguel ángel méndez
Cartas de amor

Por las tardes


huelo en la humedad de las mareas
aromas de otras distancias
y escucho a los oleajes susurrarme
cartas de amor
que algún remitente inaccesible
pero que sabe de mí
hasta el último de mis secretos
me ha estado escribiendo
desde la otra orilla del océano.

76 Tierra Baldía
Metamorfosis

Recojo una piedra


en forma de pez
junto a un río,
la siento arder en mis manos
mientras la palpo
un ave pasa graznando
en fugaz vuelo.
La piedra empieza a moverse
lentamente; cambia de color,
siento su humedad
transpirar en mis manos
y trato de cerrar el puño.
Pero la piedra o el pez
salta hacia la corriente
y parte río abajo.
De lo alto
un pájaro cae y al recogerlo
sólo encuentro
una piedra en forma de ave.

Tierra Baldía 77
iLse díaz
Tercer mes

... en marzo, el mes del leopardo...


Julio Cortázar

El
agazapado.
Pero con un sol,

El que empezó en un continente


y todavía no termina.
El que tenía una mujer
y un hombre
y una tristeza que no se puede poner en letras.

Ya tenía los puños cerrados


ya iba a lanzarse a ios mi i vacíos siniestros,
ya no dudaba.
Pero el leopardo le vomitó encima una i
que terminó por cegarle
y nadie le lamió los ojos.
Ya no quiso saber nada de la felicidad de los cuerpos,
prefirió Amberes en su frialdad tibia,
en sus cafés altos
y en sus cervezas-cerezas.

Ilse Díaz, Aguascalientes, 1985. Estudiante de Letras Hispánicas en


la uaa. Escribe cuento y poesía. Pertenece al Taller de Cuento y
Varia Invención que coordina el licenciado Salvador Gallardo Topete
en el ciela-fraguas.

78 Tierra Baldía
Amberes lleno de bicicletas,
té de Sudáfrica,
chocolate caliente,
nubes que no hay nunca
junto a los tranvías
y la mano del gigante cargando a la gente
que se duerme en las plazas
la gente
a la que el río les muerde las nucas,

Podría haber muchos cadáveres flotando


y música de jazz resonando en las tiendas.
eso lo deseaba,
pero sobre todo una felicidad nueva,
primigenia,
que ya en nunca
tuviera que ver con los cuerpos.

Tierra Baldía 79
rEgina kalach atri
Rojos

1.
Se me ahoga el rojo
Mi rojo, el propio,
me asfixia.
¿ahoga a los otros?

2.
Rojo en arena
Salpicada la sangre.
Ciegas divinidades dejaron gotas
granates

Semillas de granada.
El color rojo:
���������
Aterrado.

Regina Kalach Atri es madre, esposa y poeta. Tiene en prensa su


segundo poemario.

80 Tierra Baldía
3.
Descarnados
Intensos
Suaves desperdigados
Desamorados
amoratados
En mortaja final.
Relucen sangre y fuego.

4.
Rojo:
esplendor.
Por la tarde
Pétalos sobre el mantel.

Tierra Baldía 81
rOdolfo jm.
El flautista

L e llamaban el flautista, aunque no tocaba la flauta ni ningún otro


instrumento. Era un predicador que desde hacía varios meses había
aparecido en las calles de la ciudad. Vestía una túnica color rojo brillante.
Llevaba la canosa cabellera larga y suelta, y una barba cerrada que le engrosaba
el rostro y cuyas puntas rozaban su pecho. Ahora nadie recuerda
cuál era su nombre antes de que comenzaran a
llamarle flautista, pero la mayoría coincide en que se llamaba Pablo.
Sobre quién lo bautizó hay más controversia, se dice que fueron los medios
de comunicación, otros dicen que fue la gente; también se dice que él mismo
acuñó el sobrenombre, pero esto último es poco probable. En lo que todos
estamos de acuerdo es en la razón del apodo, quizá porque resulta demasiado
obvio y nadie se atreve a interpretarlo de diferente manera.
Se sabe que le gustaban los parques y las banquetas amplias del centro de
la ciudad –donde además dormía–, porque en esos lugares podía reunirse
mucha gente a escucharlo, también porque había el espacio suficiente para
desplegar los cinco carteles que le ayudaban a ilustrar sus sermones. Es un
hecho que el flautista pintó aquellos carteles, usando plumones de
colores y basándose en los dibujos de las revistas
para adultos que solía encontrar en los baños
públicos y los parques. Dibujó en cada cartel cuatro rectángulos,
dentro de los cuales se mostraba a los personajes de su historia, cada uno de
ellos con globos de diálogo sobre sus cabezas. Una vez montado su escenario,

Rodolfo JM (México, 1973). Estudió Ingeniería Industrial en el


Politécnico Nacional así como el diplomado en Literatura de la
sogem. Ha publicado un plaquette (1994) y un libro de poesía (1998).
Ha sido colaborador de El Sol de México, así como de distintas
revistas de provincia y publicaciones virtuales. Ganó el VI premio
de narrativa breve Tirant lo blanc, convocado por el Orfeo Catala
en 2006, y obtuvo una mención honorífica en el Premio Nacional
de Cuento Policiaco 2007. Se encuentra incluido en la antología de
cuento fantástico Antes de que las letras se conviertan en arañas,
compilada por Édgar Omar Avilés, en 2006.

82 Tierra Baldía
el flautista, haciendo bocina con las manos, y a gritos, invitaba a escuchar
su sermón a todos los transeúntes. A los vecinos no les importaba mucho la
presencia ni los gritos del flautista, lo veían como un personaje inofensivo que
incrementaba el encanto turístico de la ciudad. A veces algún despistado se
detenía para ver de qué trataba el sermón, incluso hubo quien le tomó alguna
foto, pero nadie se quedaba a escucharlo.
Salvo los niños. Pero no los que iban de la mano de sus padres, no
los que paseaban en grupos, uniformados y con mochilas en la espalda,
sino los otros. Niños sucios, de ropas sucias y rotas, la mayoría descalzos;
niños casi salvajes, llenos de piojos; niños solos; niños perfumados con orines
y humedad. Al principio, fueron sólo unos cuantos, que seguramente sintieron
curiosidad por la túnica roja, los dibujos en los carteles, la melena y la barba.
Y algo encontraron en las historias del flautista, en lo que irradiaba, en su voz,
porque decidieron quedarse a vivir junto a él. Le acompañaban a todas partes,
eran su público, y por las noches, a la hora de dormir, los niños se acostaban a
su alrededor, como protegiéndole. Cuando fueron más de diez, los vecinos se
encargaron de echarlos de calles y parques del centro. Era molesto encontrarse
con aquella visión al salir del trabajo y después de hacer las compras.
El flautista y su séquito abandonaron el centro de la ciudad y comenzaron
así su peregrinaje por las colonias de la periferia. No era ningún idiota el
flautista, estaba consciente de que su corte llamaba demasiado la atención,
pero no hizo por evitarlo, al contrario: cada vez eran más. Las gentes hablaron
sobre una pandilla de ladrones, sobre un vendedor de droga especializado en
niños, sobre un pervertido que promovía la prostitución infantil entre turistas
inescrupulosos. Los policías detuvieron algunas veces al flautista, pero no
encontraron motivos para encerrar a un viejo vestido de rojo que contaba
historias en la calle. El flautista no usaba drogas ni alcohol, no pedía dinero,
y aunque su voz era grave y muy alta, era un hombre pacífico, de carácter
amable. Los policías le hacían las preguntas de costumbre, lo registraban,
pero debió resultar intimidante hacerlo mientras más de cincuenta niños
les observaban en silencio. En cada ocasión los policías,
temerosos y avergonzados, terminaron retirándose,
amenazando con volver de nuevo, preguntándose
qué era lo que habían sentido ante aquel hombre
y sus fieles, por qué les tenía que haber sucedido a ellos, por qué no
simplemente lo habían subido a la patrulla y llevado a la delegación, donde
hubieran podido encerrarlo un par de noches por vagancia.
Se dice que eran cien los niños que seguían al flautista cuando se instalaron
en el parque chino. Nadie lo sabe con exactitud; al igual que todo lo que hoy
sabemos del flautista, nos basamos en los relatos de la gente, en las historias

Tierra Baldía 83
que cuentan los vecinos, ninguna demasiado precisa; así que cien o cincuenta
niños; de lo que sí estamos seguros es de que a partir de entonces no hubo más
sermones. Suponemos que todo estaba previsto: el parque, el silencio, los niños,
lo que sucedería después; pero quién podía imaginarlo.
El parque chino fue el lugar ideal para ellos, oscuro, abandonado; era
además un parque hundido, como si se encontrara al fondo de un embudo,
es decir que para llegar a sus veredas y zonas verdes había que bajar las
escaleras que le bordeaban. Visto desde el cielo, el parque chino debió parecer
un hoyo rectangular, lleno de hierba, basura y ratas. Y en el centro de aquel
hoyo, alrededor de la fuente seca, se hubiera podido observar al flautista y sus
niños, como una mariposa rodeada de polillas.
Para entonces, la fama del flautista ya había rebasado las calles. El primero
en mostrar interés fue un reportero de periódico, joven, armado con grabadora
y cámara digital, que se atrevió a internarse en el parque chino, platicar con
el flautista y tomar algunas fotografías; a los dos días llegaron tres equipos
de distintas televisoras. Fue la noticia de moda durante una semana. Y era
curioso que ni el reportero ni las televisoras estuviesen interesados en la
historia de ese hombre que les causara tanta gracia, el de largos cabellos y
túnica roja, al que seguían los niños como a un “moderno santaclós” –dícese
un conductor de telediario. Uno de los entrevistadores tuvo
la osadía de preguntar al flautista qué era lo que
prometía a los niños que lo seguían tanto. El flautista
dijo que ya no tenía caso hablar de ello, que las señales se habían cumplido
y ahora sólo era cosa de esperar unos días. El entrevistador se puso un dedo
en la sien e hizo el gesto universal de la locura, compartiendo la complicidad
con su público, y enseguida preguntó quién había diseñado esa túnica roja. A
los niños no les preguntaron nada. Gastaron decenas de rollos fotográficos en
ellos, y sorpresivamente dejaron constancia de que allí, en el parque chino, no
había ninguna pandilla de asaltantes drogadictos, lo que había era una gran
familia, muy extraña, pero cordial y unida.
Algunas personas que acostumbraban correr por las mañanas alrededor
del parque dicen haber visto cierto día a los niños tomados de las manos,
formando un amplio círculo alrededor de la fuente. El flautista se encontraba
en el centro del círculo, su voz formando extrañas melodías. Ese día, en el
cielo, como si la mano de un dios tenebroso estuviese por caer, las nubes
formaron un remolino negro y se abrieron. Fue la tormenta más fuerte que
viera la ciudad en toda su historia.
Llovió hasta que se hizo de noche. Las calles quedaron
desiertas, oscuros ríos recorrieron el asfalto y se
estancaron para reflejar un cielo estrellado, sin nubes ya.
84 Tierra Baldía
Una noche perfecta para hablar de fantasmas y decir, como por casualidad,
que el tiempo pareciera haberse detenido.
Al día siguiente, o al siguiente, nadie está seguro, alguien notó que el
flautista y los niños ya no estaban en el parque. Esa gente es así, diría ese
alguien, van y vienen. Con las semanas fue evidente que habían desaparecido.
Muertos por la lluvia, dijeron muchos. ¿Y los cuerpos?, preguntaron otros.
Como es natural, pronto a nadie le importó y no volvió a tocarse el tema.
Hasta hace unos meses.
A media tarde, en todos los televisores de la ciudad,
se interrumpió la programación acostumbrada y
tras unos instantes de estática pudo verse en pantalla al flautista: Les tengo
un mensaje, dijo, y durante dos minutos su boca escupió cosas sin sentido,
palabras que parecían no tener relación entre sí. Se le veía contento, los ojos
llenos de luz. Tras él, y a su alrededor, un rincón de playa. La ciudad no fue
el único lugar donde sucedió esto, todas las televisoras del mundo recibieron
la señal con el mensaje del flautista, y no pudieron hacer nada para evitar su
transmisión. Tampoco para detenerla. Desde ese día las telecomunicaciones
de todo el mundo quedaron arruinadas. Si alguien enciende
una radio, o si levanta el auricular de un teléfono,
escuchará el sonido del viento y el mar, en ocasiones una risa lejana. En los
televisores se observa lo que parece ser el fragmento de un paisaje, el mismo
en el que apareció el flautista por unos minutos. Es como si alguien hubiese
dejado olvidada una cámara encendida y la lente registrara un poco de
arena y rocas de mar, otro poco de cielo por el que a veces cruza una nube.
Sabemos por los periódicos que nadie ha podido explicar de dónde viene la
transmisión ni el por qué es imposible bloquearla. Ningún experto
ha podido ofrecernos una mentira y regresarnos la
tranquilidad.
Los pocos que conocemos la verdad seguimos esforzándonos por reconstruir
la historia del flautista: comparamos versiones, realizamos cronogramas,
retratos, estudiamos recortes de periódico y fotografías, nos reunimos en
el parque chino y meditamos en silencio. Hay quienes dejan ofrendas en la
fuente, hay quienes lloran un rato. Incluso, y aunque es seguro que hayan sido
destruidos por la lluvia y la intemperie, todavía tenemos la esperanza
de encontrar alguno de los carteles que el flautista
dibujó, cualquier cosa que nos permita entender su mensaje.
También contamos con gente que pasa todo el tiempo frente al televisor,
observando, atentos a cualquier detalle. Estamos
�������������������������������
seguros de que volverá.

Tierra Baldía 85
rOdrigo carmona
Mar

Recorrerte la playa a ojo de gaviota, desprendido de mí. Merced a tus


mareas
suben hasta el oído los brillos que suspiras
pasos a ras de aroma, horizonte espiral.

Se me vuelven dos peces las manos por tu cuerpo


trepando por la cresta de tus olas. Como la sombra de la mantarraya
crece el rumor de tu bosque marino, provocando el vaivén de las
corrientes.

Con un pincel de mar trazo mis obsesiones


esta noche por lienzo voy a tomar tu vientre
pinto el mar con el mar, que la sal de mi espuma seque sobre tu arena.

Rodrigo Romo Cardona. Poeta y comunicólogo. Nació en San Luis


Potosí en 1972. Tallerista del Instituto Cultural de Aguascalientes
desde 1991. Su obra se encuentra dispersa en publicaciones locales
y nacionales.

86 Tierra Baldía
Quedarse así

En un remanso quede la fuga de tus ojos cuando dices te quiero


quede la verdad pura que revela el instante en que nos trascendemos
polen a contraluz.
Quédese una mirada que acude religiosa a posarse en tus labios
empeñada en hacerles entreabrirse.

Queden también los lances de tus manos remansando esta piel


llanura y cuenca de suspiros cortados a deseo.

Quede de tu recuerdo lo que me da tu aroma


bálsamo inmemorial que construye mis ganas
y mi futuro ciego
y mi dosis de frío.

Tierra Baldía 87
sAntiago rojas valdivia
Distintos y distantes

Víctor abrió la puerta presuroso al


escuchar el timbre de una llamada
en el interior de su departamento.
Entró arrojando el saco al sillón y
extendió la mano hacia el teléfono,
pero pese al esfuerzo, no logró
alcanzar el aparato antes de que
enmudeciera. Aun así, levantó la
bocina para matar dudas, pero
sólo escuchó el alargado tono de
la línea desocupada.
La fatiga lo derribó en el sillón. Víctor se frotó el rostro con la palma de una
Con oído expectante aguardó que la chicharra mano, trató de alejar su preocupación para
quebrara de nuevo el silencio. No sucedió. ocupar la cabeza en elaborar el inventario
Entonces el reloj: la una de la tarde. ¿Quién mental del refrigerador y decidir qué
llamaría? A esa hora debía estar trabajando comería.
de no haber perdido la cartera y varias horas Después del tercer intento, Sofía dejó de
buscándola. Había vuelto incontables veces oprimir los botones y al fin colgó el teléfono.
sobre sus invisibles huellas, había repasado Tomó entre sus manos la credencial sin
uno a uno sus movimientos y acciones, pero fotografía y la contempló a la luz, confirmó
la cartera no apareció. La llamada no podía los datos, entre ellos el número residencial
provenir de nadie que conociera sus horarios. que había marcado. Podría haberla dejado

Santiago Rojas Valdivia. Nunca pensé en ser escritor o músico, pero


esa no fue mi decisión. Podemos elegir una profesión, un oficio,
pero no ser un instrumento de creación. Eso lo decide Dios o el
destino. El escribir puede ser algo que se considere habitual, hasta
normal o cotidiano. Pero lo que hace a la literatura es la manera
de elegir palabras, ordenarlas y encontrarles nuevos significados. El
crear nuevos mundos o modificar los ya conocidos, con la intención
de que no se queden en el cuaderno dentro del buró o el escritorio,
sino compartir esos universos y llevarlos al ojo del lector. “Si puedes
vivir sin escribir, hazlo”. Frase de mi maestro Gerardo de la Torre,
que me persigue a diario sin pensar en más opción que hacer lo que
me corresponde. (santiago.rojas@literaturamexico.com).

88 Tierra Baldía
en la banqueta junto a la cartera saqueada y Se hallaba a dos pasos de tomar el auricular
rota, un trozo de piel inservible, pero no supo cuando la distrajo el timbre de la puerta. No
resistirse a la curiosidad, deseaba saber quién esperaba visita y se acercó sigilosa a la mirilla:
la había extraviado. La guardó en su bolso. habían dejado de agradarle las sorpresas. El
Una aterciopelada caricia recorrió sus piernas. ojo de pescado dejó ver a un desconocido.
Levantó al gato y lo llevó a comer a la cocina. Volvió sobre sus pasos en silencio. Después
Entre bocados de atún frío con galletas, de dos timbrazos retornó el silencio. Sofía fue
Víctor evaluaba la compra de una nueva a la cocina a despedirse del gato y tomó un
contestadora. Escasas veces, llegando de sus chal para salir.
andanzas, había encontrado el número uno, Víctor buscó la caja de madera y sacó unos
que indicaba una solitaria llamada, en su vieja billetes, hundido en el recuerdo de la cartera
máquina de respuesta automática. Incluso el perdida y el dinero que portaba. Podría serle
día que el artefacto dejó de funcionar marcaba útil una contestadora: de vez en cuando
un irrebatible cero. La ausencia de mensajes alguien se animaría a hablar con la máquina.
se debía tal vez a lo molesto que resultaba no Y si dejaba un mensaje que estimulara a los
hallar a la persona que se buscaba. posibles interlocutores, quizás obtuviese
Masticando mecánicamente, como un éxito con los recados. Desde que compró
robot bien programado, Víctor recorría el ese pantalón supo que las bolsas eran muy
entorno con la mirada, tratando de hallarle pequeñas. Regresó en recuerdo a la búsqueda,
explicación al asunto de las contestadoras sin pero a esa hora cualquier mano podría haberse
recados. Siguió raspando el molde con una agachado a recoger la cartera. Demasiada
galleta, intentando arrancar los restos que se gente en la calle. Además, se había dado
adhieren al fondo de los moldes con relieves. cuenta demasiado tarde.
Mientras rumiaba los restos del alimento, Tomó un solitario billete del fondo de la
lo acosaba la duda de quién podría haber caja y se lo metió al bolsillo. El dinero, pensó,
llamado. Pasó por su cabeza la identificación no se da en maceta. De nuevo rondaba en
perdida con la cartera; la contestadora se hacía su cabeza la idea de que la última llamada
necesaria. Cerró el paquete de galletas y sumó podría haber sido
el molde a la torre de trastes de la semana: el de quien tenía la
domingo llegaría ayuda para la limpieza. cartera y todo lo
Sofía abrió la lata con cuidado, evitando demás. Excesivo
los bordes. Tomás la miraba impaciente, con tiempo de ocio
la cola serpenteando sin cesar. Ella se inclinó y en soledad le
a vaciar la lata en el plato. Girando entre las impedía sacarse el
piernas de su dueña, el gato oliscó el alimento timbre del teléfono
y no esperó mucho para hundir el hocico en la de la cabeza. Qui-
mixtura y olvidarse de la mujer. Ella, mientras zá, antes de la
miraba comer al gato, de manera inconsciente compra, se bebiera
se llevó una mano al bolsillo y allí la credencial un prudente café
buscó la mano. Se animó a marcar de nuevo. para repasar lo

Tierra Baldía 89
ocurrido. Se acercó a la ventana y abrió la Víctor alzó la mirada hacia el cielo y vio
cortina por un lado: el cielo, de un gris sin el caudal de gotas que se lanzaban contra él.
matices, se reflejó en su rostro. Sus ojos se Contó las primeras una a una, luego perdió
posaron en el abrigo sobre el sillón. Antes la cuenta. Descartó la idea de tomar café en
de salir se dirigió a la mesa y a manera de el restaurante de los grandes ventanales y
despedida arrojó comida en polvo a Barrabás. dobló la esquina antes de cruzar el primer
Y aunque demorara, el agua del frasco no se cristal. Apretó el paso. La gente buscaba
evaporaría. resguardarse acercándose a los muros
—No te preocupes, no tardaré. Además, mientras él caminaba por el centro de la acera
veo complicado que pueda entrar un gato a con pasos largos y premiosos, aprovechando
tragarte dijo, y el pececillo no se molestó en el vacío de las calles. Después de todo, ¿para
responder. qué es el dinero? Hoy lo gano y mañana
La mesera la miró con familiaridad y la pierdo la cartera. Mejor lo gasto. Apresuró
condujo a la mesa de todas las tardes, la del sus pasos para evitar la lluvia, continuó
primer cristal. Sofía se alegró al ver un cielo enrollando y desenrollando ideas.
en tonos pardos. Sabía que mientras más Las venas de agua sobre el vidrio hicieron
durase la lluvia, más demoraría en volver a su a Sofía perder el punto de vista y hundirse en
casa. Siempre el mismo ventanal, siempre la pensamientos. La cuchara comenzó a escurrir
mirada a la acera entre bocado y bocado para sopa sobre el plato. La gente tropezaba intentando
observar a la gente, siempre la misma mesera protegerse de la lluvia con cualquier objeto. Así
con diferente platillo, de acuerdo con el día de había corrido ella en muchas ocasiones. Pero
la semana. Tomó el menú y ordenó pensando había cosas más complicadas que atajar, cosas
en el gato. De no haberlo acostumbrado a más complicadas que unas cuantas gotas de
las latas, le llevaría un filete para la cena. Es agua. Recordó las palabras por aquel hombre
un gato bueno e inofensivo, no le gustan los meses atrás, no pudo alejarlas de sus oídos y
peces. Cerró el menú mientras la empleada se habían mojado su alma. Aquello terminó hacía
alejaba y miró la banqueta, que comenzaba a unos meses. Sofía terminó la sopa y apartó el
humedecerse. plato, hundió luego el cuchillo en la carne.

90 Tierra Baldía
Con el rostro distorsionado por el agua, más oscura calidad ambarina que había en el
Víctor miraba desde fuera el muestrario de estante. El tendero la metió en una bolsa de
aparatos de la tienda. Los cartoncillos con los papel de estraza, tomó el billete y devolvió
precios le ensancharon los sorprendidos ojos. algunas monedas. La sensación de la botella
Los precios iban más allá de lo imaginable, en la mano atrajo fantasmas a la mente de
rebasaban sus posibilidades. ¡Al diablo Víctor. Impulsivo, abrió el frasco y de un
con la tecnología! Si me quieren encontrar, trago ahogó unos cuantos. Vio al tendero con
que insistan. Un empleado que escuchó a ojos de cristal. ¿Por qué todos mis fantasmas
Víctor encogió los hombros y volvió la cara. siempre tienen nombre de mujer? Bebió otro
Demasiadas exigencias comerciales que al poco y salió.
final no sirven para nada. En ese momento Sofía caminó hacia la esquina y dejó
el agua penetró en su saco y Víctor cruzó los correr la vista por el sendero que tendría que
brazos. Le comenzó a gotear el cabello, le caló recorrer de regreso. El frío de la calle entumió
el frío. Apretó los brazos contra el cuerpo, sus manos. Las llevó a su vientre y se encorvó,
recordando situaciones que penetraban más marchó mirando el piso. En un charco vio el
hondo que el agua de lluvia y no sólo dejaban reflejo de un cielo que no se abría. Antes de
la ropa escurriendo sino también el ánimo. los nubarrones del reflejo, observó su rostro
De regreso, caminando inclinado acortó los cargando el peso de los años, lleno de líneas de
pasos. amargos recuerdos que empezaban a asomar.
El vapor del café se pegaba al ventanal, en Una lágrima rompió la imagen, era hora de
el cual Sofía había dibujado efímeras figuras. volverse a encerrar.
Una de sus manos escapó a la bolsa del saco No soy más que un gato, un gato educado
para buscar calor, la otra se calentaba con la pero a fin de cuentas un gato, un pobre gato
taza. La credencial se interpuso en el camino alcoholizado. Mientras aguardaba el cambio
de sus dedos, la sacó, de nuevo la tuvo ante de luces en la esquina, cabizbajo, esperaba
sus ojos. La usó después para trazar figuras también respuestas de la vida. La llamada
en el cristal y se detuvo cuando entre tantos retornó a su mente. La luz roja del semáforo
garabatos le pareció descubrir la figura de un acomodó el vidrio de un carro frente a sus
pez. Definió sus contornos con el dedo. Guardó ojos, lo miro directamente el instante que
la credencial y sin parpadear contempló duró la parada. Víctor volvió en el recuerdo a
largamente la imagen. El dibujo cambiaba de esa cara reflejada, la puerta del departamento
color al paso de la gente en el fondo. La lluvia que visitó durante más de dos años y que se
había amainado y, apesadumbrada, Sofía había cerrado abruptamente con él afuera y la
retornó a la realidad y pidió la cuenta. mitad de su vida adentro. Se inclinó un poco
Las gotas dejaron de golpearle el rostro, para sorber de la botella y estiró un brazo para
pero el frío ya formaba parte de él. Paso a transitoriamente detener el viaje del camión.
paso Víctor vio acercarse la licorería y cuando Estaba cansado de andar.
la tuvo cerca entró. Botellas y más botellas Había llovido mucho. Sofía buscó un
invocaban la sed. Encontró el billete que había charco grande, uno que pudiera contener el
estrujado en el camino y pidió la botella de la pez de la vitrina. El agua anegó sus zapatillas

Tierra Baldía 91
cuando entró al charco y se inclinó para dejar sus ahogados choclos. Había luz en esos ojos.
salir de su mano el pez imaginario. Efímero El camión siguió su curso, la vida también.
pez que desaparecería cuando el sol calentara El hombre buscó de nuevo la mirada y la
los cristales, así como los charcos. Pero los encontró de frente, pero el contacto se rompió
recuerdos perdurarían. Guardó las manos abruptamente al paso de un tropel de gente
en las bolsas y se enconchó. De nuevo tenía que buscaba lugar en el transporte. Sofía y
la tarjeta plástica entre sus dedos. La aferró Víctor esperaban que no estorbara la gente
como un signo de esperanza. El chirrido de las para seguirse mirando,  pero los pasajeros
llantas rodando sobre el húmedo pavimento eran tantos que no había quedado hueco.
la impulsó a extender un brazo. Con una La mujer sonrió con el alma ennoblecida,
moneda en la mano subió al camión para pensó en las coincidencias que habría tenido
ahorrarse unas cuadras de camino. en su vida. Buscó sin resultado un agujero para
Sofía encontró un lugar vacío, justo frente mirar. Sacó la credencial que había encontrado
a un hombre con una botella sobresaliendo unas horas antes en una de tantas banquetas
de una bolsa de papel mojado. Vio aquella de la ciudad y de nuevo comenzó a recorrer
cabeza inclinada, un gesto alargado tal vez las letras del frente. Víctor se volvió hacia
por el alcohol, y buscó en el piso el punto fuga una ventana y constató que había oscurecido
de la mirada de ese pasajero de semblante y sonrió por salvar un día más en un mundo
atribulado. hostil.
Víctor, hundido en su asiento, intentó Sofía llevó de nuevo la mano con la
cubrir la desnudez de su botella con lo que identificación a la segura bolsa, pero un salto
quedaba de la bolsa, la metió luego en el saco del camión se la arrancó y el documento cayó
remojado. Su mirada mostró curiosidad al frente a ella, en medio del mar de piernas. Como
hallar unas zapatillas empapadas. Víctor, con pudo, la mujer extendió la mano tratando de
una sonrisa, elevó lentamente la mirada, que recuperar la identificación en medio de un mar
pasó por las pantorrillas, las piernas, el torso y de pisotones. Agotado, Víctor permanecía con
al final se encajó en unos ojos inciertos. la mirada clavada al piso. Notó que una mano
La mirada de Sofía dibujó una línea recta se movía ansiosa buscando un objeto. A Sofía
hasta los ojos del hombre de la botella, le bastó le bastó sentir la credencial para aferrarla y
un somero examen para notar que escurría tirar de ella, pero al tenerla cerca notó unos
de todos lados. Con cualquier movimiento, dedos del otro lado del objeto. Víctor había
los anegados zapatos del hombre eructaban reconocido su identificación y, extrañado,
burbujas entre las costuras. La mujer se llevó trató de levantarla, pero alguien la aferraba
la mano a la boca para ocultar una tímida en el otro extremo. En medio de las piernas
sonrisa. de la gente, del espacio que habían abierto los
Víctor alzó el rostro y notó las inquietas jalones, halló una mirada, aquella de la que no
niñas de los ojos, las encontró justo antes de hubiese querido apartar los ojos hacía unos
que huyeran entre risas y se escondieran en segundos. Un pez había encontrado el mar.

92 Tierra Baldía
rOsa patricia vázquez

Señoras del mercado

“Tonta, tonta, tonta”. Se pensó de esta manera y así sería toda la vida. Y siguió
caminando por el único pasillo del mercado. Maribel se acercó al puesto de la
señora que gritaba:
-¡Pásele, señito, dos por diez… dos por diez!– Compró esos dos de naranjas
mientras con una mano despanzurraba los aguacates del puesto de al lado.
¿Cómo es que nunca me di cuenta de lo que estaba pasando? Maribel se afligía
al tiempo que pedía otra bolsa para el cuarto de tomates. Segundos después se
paró en el puesto de comida y pidió un choco y tres tacos. Los masticó
de una manera tan fuerte que en el primero trituró
sus sentimientos, en el segundo y entre dientes hizo pedacitos lo
que pensaba; en el posterior se echó el último pedazo de recuerdos y para
no atragantarse tuvo que tomar un gran sorbo de su bebida para pasarse las
últimas lágrimas y restos de melancolía entre chocolate y crema batida.

Par de ninfas

Misela y Verasi eran dos ninfas que a veces eran amigas y a veces no. Vivían en
un reino lleno de brillo, ríos, faunos, agua cristalina y flores. Un día las dos se
dieron cuenta que los faunos de ahí no eran lo suficiente buenos para ellas, ya
que conocían las manías de cada uno. Por ejemplo, Limotino siempre
se quedaba dormido antes del acto amoroso, Camiloto
cuando dormía en vez de ronquidos emitía pujidos infantiles y Felitolo tenía un
horrible hipo que comenzaba justo antes de que finalizara el acto supremo.

Patricia Vázquez, nació en el año 1985; estudia octavo semestre de


la licenciatura en Letras Hispánicas, en la uaa y pertenece al Taller
de Cuento y Varia Invención que coordina el licenciado Salvador
Gallardo Topete en el ciela-fraguas.

Tierra Baldía 93
Muchos días estuvieron las dos ninfas con todos los hombres lujuriosos
de la aldea. Así fue como lograron hacer un registro de cada uno de ellos y
guardaron los datos celosamente en su gruta. Las debilidades y detalles
físicos, el lugar en que con tan sólo soplar estremecían a todos los
hombres y a los sátiros les producía un gran trance que les hacía divagar
algunos minutos locos y melositos entre la tierra y el subsuelo.
Por esos días, en la región comenzó a haber rumores sobre dichos apuntes
y Limotino, Camiloto y Felitolo fueron a la gruta en busca de ellas. Para
calmar el insulto y la burla de los duendes, gnomos
y elfos quisieron la ofrenda del par de blanquecinas ninfas. Las encontraron
descalzas y desnudas.
Los tres sátiros les hablaron suavemente, reprimieron su lujuria a cambio de
besos y suspiros, las acariciaron con ternura y presteza para luego vestirlas
lentamente y mirarse de reojo uno al otro, Camiloto a Felitolo y él a su
vez a Limotino mientras ponían los collares, prendían los aretes o tocaban
discretamente sus pechos a través de sus delgadas prendas.
Ya vestidas desgarraron su ropa, las maltrataron, escupieron y organizaron
una bacanal en donde participaron los cinco. Ellas se vieron
obligadas a escuchar pujidos de niños, hipos de borrachos
y ensoñaciones de leches perdidas.

94 Tierra Baldía
jUan pablo de ávila
Suicidio

La iglesia abre sus fauces labradas


El recuerdo agrieta La fotografía amarillea
Estoy tragándome el miedo Bocana altisonante
Ya no hay vino risas mascarada
Únicamente punto diminuto en el que ardemos sin
alma
Con la historia colgando de la sombra:

Pero si ErAMOS
mágicos salvajes teníamos picos
cuernos plumas garras
Bailábamos confundidos
El león La Zarigüeya se disfrazaban de hombre
Los hombres Tigre Águila
Tlacuache quemado
Entregamos en ello Lontananza
Punta roca labrada
Ahora la luz no basta
Duele desenterrar nuestro cristal
Las campanas llaman
Esta claridad empaña

Me espera EL perfil blanco


Tierra Baldía 95
Marcho con el árbol torcido que quisieron incendiar
y no hizo flama
Pirul huizache esencia tachada
Con nudo viento y la estatua que cae
Escama escudo deshecho
Tus ojos clavados en mi daga

Ante la garganta maniatada


Frase mercancía de cambio
Abismo letra a cada palabra tiene
Se agota la puntuación
GRAMOticar
Rimbeaud escucha
Llora Rilke
SemantiCONOTAR
Violín deja su León Felipe y calla
El cáliz me aparta de Vallejo
Un aullido le aúlla al Ginsberg
ANDApalabreadar
Aquí está el cadáver:
Hagan lo que sepulcren

Afuera del laberinto luminoso hay soledad


El río corre a mitad de las aceras
llevándose a transeúntes en su afluente
La música sube No entiende
¿Interpretar la isla? juego imbécil
El poeta espera que le cruja el estómago
Un par de senos que le pateen su tarde

96 Tierra Baldía
Calle oleaje de canción
La sangre va cantando
Inasible bullicio flota
Los no poros que no lavaste no absorben
Tanto no féretro
Que no mienten y sí son falsedad
navegando en esta atmósfera
Duele el viaducto de palabras dichas
Palabras pasadas duelen
Dichas palabras viaducto duelen
Sirven para salir a matar
si ya muerto yo
Uniformes caprichosos de los textos
Yo mato me
Apocatástasis los páramos
Pedro soñando a un Juan
Yo soñando un Desiderio

Y recuerdas aquel tu reflejo que es él:


Empujones lo llevan por la calle
Alma le han salado él
Desechable llámale
Apagan la vela le
Sinfonía Ráfaga de hiel
Que duele cala calor candiente
que rebelde se revuelca
Lo detuvieron en la universidad
¿fotografía? ¿pequeña crónica inconclusa?
A la mañana apareció con un tajo en su palabra
Su lugar está en este silencio:
_____________________________________________

Tierra Baldía 97
_____________________________________________
_____________________________________________
_____________________________________________

¿Alguien quiere despertar?


Insisto, lanzo mi humo
El sol huérfano no tiene ojos que cegar
Bosquejo de dioses ebrios
Palabra cancerosa negándose a escuchar
Volver memoria es
Comenzar:
rama flotando en el tornado
Magia del perfil plumaje que nos une
Trayecto a confeccionar otra Biblia
Que nos explique la oquedad

Conmigo va el que no conozco, mi hermano


Escucho su sangre coagular
Tengo la perversión suficiente para encontrarlo
Desnudo ante el tifón de piel blanca
Hasta el fondo de la noche
Lleno de aliento
Estoy muriendo con un sol negro en todo el cuerpo
Como ojo seco Río detenido Gota derramada
‘’Dónde estoy dónde estás”
Pregunta Chico Buarque
Y la sed envejece
La lengua se petrifica luz de llorar
Los cohetones iluminan la plaza
Nadie comprende la ilusión
Todos celebran al orgulloso cazador que
98 Tierra Baldía
regresa
Con la presa colgándole del hombro

Aún no muere
Las palabras escupen su garabato
Resuellan su sombra a las paredes
Permanentemente muerte viven
Mente permanente viven mueren
Cordón umbilical guardado en el río del silencio
Canta sermones que le escribió un tal Heráclito
La voz durmiendo
Mi desnudez se lanza Cae en nuestra herida
Lléname de labios clama
En este oleaje hay tormenta
Palabradear chorreando
De escuchar el corazón no doy descanso
Dispersos núcleos
Permanezco pariendo peldaños
Conceptos sin brazos piernas sin caricia
Paciente parto con dolor me mato

Aquí está el cadáver


Desnudo sin adornos
Arde el tiempo en mi piel
No tengo manos No puedo asirme a nadie
Todo mi hiere Estoy en palabra viva
Todos esquivan mis ojos Se hunden en la selva
antes de encontrarme

Volver al fondo del océano


a la estepa al deshielo
Al grito de la bestia en agonía

Tierra Baldía 99
Aún me duelen las cabezas rodando
en mi cabeza
Inmensas moles ruedan sanguinolentas
­¡Había tantas que cortar!
No te acerques quema
Centro altisonante que intentan apagar
Son las mismas palabras que salen una y otra vez
como ratas de la alcantarilla
El Voyaguer cruza el universo
donde no estamos
Todos, al sermón de la tarde, se han marchado
Mientras mi caldero hierve y me crecen escamas
que nadie se atreve a palabrear
Mato esta alma sin rencores
Florecen los ojos
Ya puedes
besarme.

100 Tierra Baldía


rIcardo moreno zapata
Tacos afrodisíacos

E l rumor se regó como polvorín y en


cuestión de semanas ya toda la ciudad
comentaba de manera subterránea aquel
Del propietario del local y ejecutor de la
receta secreta, se decía que provenía de un
lugar por Los Altos de Jalisco, que procedía
chisme que parecía milagro o magia: era de una añeja familia de curanderos y
la especulación sobre el poder mágico de yerberos poseedores de mágicos secretos de
unos tacos, tacos de los que se decía eran la naturaleza, pero que al hombre no le había
afrodisíacos. Todo mundo había conocido a agradado continuar con la tradición familiar
un amigo del primo de un compañero que y decidió dedicarse al comercio de la panza,
podía constatar la historia y hasta jurar por o sea a los alimentos. Nadie sabia a ciencia
lo más sagrado. La fama del comerciante fue cierta cómo había llegado a la ciudad y sobre el
en aumento poco a poco y de ser un modesto éxito obtenido se decían muchísimos chismes,
puesto se convirtió en un pequeño local que algunos descabellados, otros absurdos y
estaba siempre abarrotado de gente de todo algunos hasta ingenuos, pero nadie podía
tipo, aunque evidentemente la clientela era en negar el poder de aquel comestible que lo había
su mayoría masculina. lanzado a la fama y a la fortuna, incluso no
Era una especie de leyenda urbana que fue faltaba algún envidioso que insinuará con mala
creciendo por sí sola. Para cuando me enteré fe que los tacos eran en realidad un pretexto,
yo, ya habían pasado meses desde el primer que lo que realmente sucedía en la taquería era
milagro de aquellas viandas magníficas. un trafico indiscriminado de droga. Incluso
Aparentemente había sido un hombre mayor, se generó una historia que mencionaba que a
muy mayor, más de ochenta años, que los tacos les ponían viagra molida con otros
evidentemente no tenía erecciones ni en el menjurjes para los resultados deseados; pero
más audaz de sus sueños, pero cuando probó todos esas especulaciones no eran más que
aquella delicia culinaria tuvo una erección de chismes infundados y malsanos.
ocho horas y una sonrisa con la que murió en También se había regado la información
aquel burdel de mala fama. de que la receta del preparado no sólo surtía

Ricardo Moreno Zapata. Nació el 17 de octubre de 1968 en la ciudad


de Aguascalientes. Es licenciado en Medios Masivos de Comunicación.
Actualmente es docente en la Universidad Cuauhtémoc y la
Universidad del Valle de México, y Coordinador de dos Talleres
sobre Cinematografía en el ciela. Pertenece al Taller de Cuento que
coordina el licenciado Salvador Gallardo Topete

Tierra Baldía 101


efecto en los varones flácidos, también las se tocaban en todo momento el rostro, las
mujeres con ausencia de apetito sexual podían piernas, las manos, algunos menos pudorosos
gozar del milagro y aunque se dice que no hay se besaban con besos de salsa verde y los
mujeres frígidas, sino malos amantes, también solitarios se regocijaban mirando con placer
la concurrencia femenina proliferó en el lugar. aquel espectáculo de sexualidad contenida.
Lo más sorprendente era que no se trataba Durante el tiempo que esperé, vi cómo de un
exactamente de mujeres menopáusicas y recipiente de metal, cerrado herméticamente,
cincuentonas, había incluso jovencitas de vaciaban cantidades de carne cortada en
preparatoria y no faltaban las parejas precoces trozos finos a la bandeja de sazonado, luego
que después de salir de cenar caminaban por era guardada en un refrigerador que estaba
la calle oscura haciéndose arrumacos. cerrado con un candado. Indiscutiblemente,
Como buen escéptico decidí probar por mí era verdad de que había una receta secreta
mismo la receta secreta y enfrentar la leyenda que se tenía que proteger, obviamente que el
popular y de la que nadie dudaba; incluso resto de la preparación era como en cualquier
se rumoraba que venía gente de las regiones local de esta naturaleza. No había nada raro
circunvecinas para probar el prodigio; también en las verduras, acompañamientos y salsas.
se sabía que el dueño no vendía la receta ni Cuando guisaban aquella carne
por la sumas más coquetas que le pusieran que tenía el aspecto de ser de res,
enfrente y lo mas curiosito era que no tenía emanaba un olor delicioso, pero
intención de abrir una cadena de locales como con algo diferente, indefinible.
lo hacen este tipo de comerciantes. No sólo era el olor, también el
El día que fui estuve en fila de espera por aspecto que tomaba la carne al
casi dos horas al igual que las otras personas. ser dorada por el aceite caliente,
así que deduje que en aquella carne
había un condimento especial, que
no sólo era la carne. No puedo negar
que el sabor de los tacos era realmente
soberbio, único, me atrevería a decir,
ya por sí mismos esos tacos poseían un
sabor difícil de igualar. Había pedido
ocho y apenas comenzaba a deglutir
el quinto cuando sorpresivamente
me comencé a sentir excitado, no
podría explicar de qué manera, pero
Los meseros corrían de un lado a otro y estaba a punto de tener una erección, cosa
el de la caja movía tanto las manos como el que me apenaba profundamente y por más
que hacía el guisado. No sé si era sugestión esfuerzos que hacía para no dejarme atrapar
colectiva o era un milagro real, pero en el por la sensación libidinosa, para cuando hube
ambiente había una energía erótica por demás terminado estaba realmente caliente. Pagué
palpable. La gente sonreía incansablemente, mi cuenta, que reflejó por cierto que el precio

102 Tierra Baldía


de cada vianda era casi el doble al que tenían aquellos tacos afrodisíacos,
en cualquier otro lugar. cuando un hombre delgado
Aquella noche fue maravillosa; pues al de rostro cacarizo y gruesos
abandonar el local me dirigí a buscar a una lentes cuadrados declaraba a
buena amiga que conocía de mucho tiempo, le las cámaras el noticiero local
confesé lo de los tacos y le pedí que hiciéramos que él era responsable de
el amor de inmediato. Accedió más por surtir el principal ingrediente
curiosidad que por regalarle una cogida a al comerciante de alimentos. El
un necesitado, pero después de cinco horas sujeto en cuestión resultó ser el empleado
ininterrumpidas de sexo salvaje se rindió y del hospital vecino que estaba justo frente a
me pidió una tregua, pues se sentía vencida, la taquería y que abiertamente declaraba que
Yo, por mi parte, aún me sentía excitado. Me hacía tiempo se dedicaba a vender los pedazos
despedí en medio de la noche y la dejé tendida de prepucio (o cuero de pene), sobrantes
en la cama. Acto seguido traté de localizar de las circuncisiones que se realizaban en el
a una antigua ex pareja con la que llevaba nosocomio, así como también se dedicaba a
buena relación, afortunadamente la encontré despellejar los falos muertos de los que ahí
en un bar céntrico y aunque iba acompañada dejaban la vida; que la paga era muy buena y
me las ingenié para que en menos de una hora además era un pedazo de pellejo del pito que
abandonáramos el lugar y fuéramos directo al a nadie le haría falta.
sexo maravilloso. Con ella vi el amanecer. Me Dejé el plátano que tenía en la mano y sentí
sentía satisfecho y agotado. que se me revolvió el estómago al pensar que
No había duda alguna de que lo que se era eso lo que había comido, pellejos de pito
decía de aquella comida. Decidí en aquel humano mezclados con carne de res.
momento que el resto de mis noches acudiría El escándalo sonó por semanas y luego se
a cenar a aquel lugar. Entendí por qué la perdió en el olvido de la vida cotidiana. Del
gente abarrotaba el lugar y la fama crecía hombre y su familia no se supo más. Algunos
demencialmente, pero mi oportunidad de decían que había dado una jugosa fianza para
convertirme en el semental del barrio, en el que lo dejaran libre, otros decían que estaba
gigoló de la colonia se fue al carajo esa misma en el cereso purgando condena y que era el
tarde, irónicamente a la hora de la comida, encargado de la cocina y otros decían que
justo mientras miraba el noticiero vespertino. simplemente se había largado del estado.
La comentarista resaltaba la noticia de la Como quiera que haya sido, lo realmente
clausura del local en el que la noche anterior escandaloso del asunto no era haber comido
yo había estado. Al parecer la Secretaría de tacos, cuyo ingrediente ya había dejado el
Salubridad había dado la orden de clausurar anonimato, sino que todos nos quedamos
el local y su dueño y empleados enfrentaban deseando saber cómo preparar aquel manjar
cargos duros que los podrían poner en la afrodisíaco, pero la receta se había desvanecido
cárcel. En ese instante creo que junto con su dueño.
todos lo que veíamos el televisor
supimos el famoso secreto de

Tierra Baldía 103


nÉstor duch gary
Una conversación a destiempo

A Irene, con afecto fraterno.

“O ye”, dijo la vieja señora sin verlo, sin dirigirse a él, como si hablase
para sí misma, lejana y altiva, con su tono perentorio y a la vez
contenido, “dime si tú crees que ese joven Abel, a quien quiere contratar
Adolfo, es una persona de confianza. ¿Tú crees que se le puedan confiar mis
tierras, todas mis tierras; tú crees que sabrá trabajarlas y las hará rendir como
deben rendir?”
“Señora Lucrecia” dijo él en voz muy baja, articulando con parsimonia
cada palabra, “la familia de Abel y la de usted se conocen desde hace muchos,
muchísimos años. Recuerde que el padre de Abel y el padre de usted fueron
entrañables amigos; los dos trabajaron para constituir la cooperativa y, que
yo sepa, nunca tuvieron problemas; al contrario, siempre se ayudaron el
uno al otro, aun en las circunstancias más difíciles y delicadas, que las hubo,
¿recuerda? No creo, entonces, que Abel quiera romper con esa tradición de
lealtad mutua entre las familias. Además, es el heredero de la hermana de la
madre. En su momento tendrá sus propias tierras. En el pueblo todo se sabe:
es difícil aprovecharse de los otros sin que nadie sepa. Usted lo sabe tan bien
como yo”.
“Es cierto” dijo ella, resignada y momentáneamente afable, “pero no es
garantía. Los padres son una cosa y los hijos pueden ser otra muy distinta.
Que ahora estemos en paz tampoco es suficiente. Además, Adolfo quiere
darle todo a ese Abel. Quiere darle el tractor y también la administración, los
pagos y los cobros, las entregas a la cooperativa; en fin, quiere ponerlo todo
en sus manos. Yo creo que es demasiado y lo demasiado acaba por no ser
bueno. No olvides que Adolfo no es de aquí. Para él, las tierras significan algo
distinto de lo que significan para ti o para mí. Eso lo sabes bien”.

Nestor Duch Gary. Nació en Mérida, Yucatán en 1941. Es licenciado


en Economía, radica en Aguascalientes desde 1986. Trabajó durante
mucho tiempo en el inegi, del que es jubilado. En la actualidad
trabaja como consultor independiente.

104 Tierra Baldía


“Pero, señora Lucrecia, el señor Adolfo viene de una familia que ha sido
de este pueblo por generaciones. Es cierto que su padre y sus tíos se fueron
muy jóvenes, todos lo sabemos. El señor Adolfo no nació aquí, sin embargo,
ya ha vivido muchos años en estas tierras. Sabe muy bien cómo se manejan
las cosas y sabe qué se debe hacer o no hacer. Yo he hablado largamente con
él; créame: contratar a Abel puede ser un buen negocio para ustedes.”
“Nadie conoce a Adolfo como yo; ya veremos eso de Abel; yo tengo mis
dudas; siempre tengo dudas de la gente que no es de mi clase y aun de mis
iguales” dijo la vieja señora y se inclinó hacia la ventana que daba a la plaza de
la iglesia. “Míralos pasar. Todos parecen gente apacible; pero
yo los conozco y te sorprenderías de lo que yo sé.
Te sorprenderías de saber cómo es verdaderamente
esta gente: nada de esas apariencias amables y
ordinarias es verdadero: sé lo que te digo. Pero dejémoslo
así por ahora. Ya son muchos años. No quiero recordar: es muy doloroso. No
sabes cuán dolorosa me resulta la memoria.
“Ha sido doloroso para todos. La tierra no da para mucho; nunca ha dado
en abundancia: las fincas son pequeñas o lo que había que entregar a los
propietarios era demasiado. La gente ha sufrido y ha visto sufrir a los suyos.
Hemos tenido épocas de malas cosechas, de escasez y ese ambiente hace a
la gente dura, sobre todo en las circunstancias anómalas a las que usted, sin
decirlo claramente, se refiere”.
“No sigas, ya no tiene caso. Sólo dime ¿cuándo me van a enterrar? Ya
estoy fastidiada de estar muerta y seguir aquí apegada a esta ventana. Tienes
que hacer algo. No puedo seguir así; necesito
olvidar y descansar. Toda esta vida me ha
fatigado tanto; no puedes saber cuánto es mi
cansancio. Ahora, ayúdame ya.”
“Señora Lucrecia, sólo esperamos que
Erasmo termine el ataúd que usted encargó.
Dice que lo tendrá mañana.”
“Me repites lo mismo de siempre, pero
está bien, esperaré un día más, qué remedio
me queda. Y, ahora, déjame sola” dijo ella en
el tono autoritario con que siempre le había
hablado.
Fue entonces que Abel salió a la tarde
fría, humedecida por una finísima llovizna,
cerrando tras de sí, con suavidad, la puerta
de la casona.

Tierra Baldía 105


dIana martín del campo
Y cada día

Y si una mañana de junio abrieras los ojos y yo estuviera junto a ti, ¿me
despertarías o te quedarías viéndome dormir? ¿No lo sabes?, pues yo, en tu
lugar, te despertaría para quedarme viendo cómo me miras, para saber al fin que te
das cuenta de que existo y que no soy un sueño, un imposible. Después pasaría mi
mano por tu cabello, que estaría cubriendo tu rostro, besaría la puntita de tu nariz
y dudaría si levantarme o recostar mi cabeza sobre tu pecho, pero creo que al final
me levantaría, caminaría con los pies descalzos sobre la alfombra y… me detendría
frente al espejo para poner un poco de orden en mi cabello, después buscaría tu
reflejo, pero tú ya no estarás donde creí que hubieras estado, recostado aún, con
tu cabeza en la almohada, y tus brazos fuera de las sábanas. Ése no serás tú, serás
otro, y entonces escucharé su voz pidiendo el desayuno, y la desconoceré, recordaré
la noche anterior y desearé morir al pensar que no fuiste tú, el cariñoso, el amante, y
me sentiré una cualquiera. Saldré cabizbaja, triste, arrepentida de saber que no eras
tú, y desconoceré el lugar en el que me encuentro, entonces correré escaleras abajo
en busca de una salida.
Él bajará tras de mí, y me verá asustada, a punto de ser un mar de lágrimas, me
abrazará, no entiende por qué ese cambio, y lloraré, pero no en sus brazos, no dejaré
que me vuelva a tocar. Correré hacia la ventana a mirar y preguntarme dónde estás
soñar
tú, cuándo te perdí, por qué cada mañana es como olvidar el día anterior,
que estuve contigo ayer y despertar con la voz de
un extraño que me pregunta por qué lloro, y yo
siempre respondo: porque no eres tú.
Y soy como una niña que perdió, que te perdió, y ahora no sabe cuál es el sueño y
cuál la pesadilla, y cómo es que llegó a los brazos de ese desconocido, y por qué cada
mañana despierta pensando que eres tú, para darse cuenta después de que no lo
eres.

Diana Martín del Campo. Estudiante de Letras Hispánicas, 8º


semestre, uaa, Taller de cuento impartido por el profesor Salvador
Gallardo Topete en el ciela-fraguas.

106 Tierra Baldía


rAmón lópez rodríguez
Carta de un amor condicionado o m.m.p.1

A Cornubia, mi lógicamente amada:

Con la certeza que de P se sigue Q, si “yo fuera Dios”, o sea, P, “te abrazaría con mi amor
ad infinitum”. Admíteme que no es posible que, al mismo tiempo, “te ame” y no “recuerde”;
que no es posible que los conyuntos “A y no R”, por ejemplo, simultáneamente surjan, pues
cuando te amo, hasta lo mínimo de tu ser retengo. Simbólicamente digo: “si A entonces R”.
Entiéndeme, además, dos obscuras premisas: Que recordarte –o R–, es el acto que gratifica
los deseos de un alma condenada al silogismo –o G–. Dígase, pues: “R entonces G”. Tam-
bién sabrás que “el empeño arrebatado de un amante” –es decir, E–, “suele martirizar a la
persona que ama” –es decir, M–. Una definición –que crea disyuntos– afirma que: “E enton-
ces M” es lo mismo que “no E o M”. Yo uso V para expresar que “te venero”; para enunciar
categóricamente que “te amo”, uso A. Postúlese que buscar gratificación a los deseos –de
nuevo G– “causa” el empeño exacerbado del que ama –o E–; y que es la veneración rendida
–o V–, la que inmuniza, en este caso, a la amada, del martirio –o no M–. Atribúyase a un
dilema destructivo –poderoso motor de la ruptura– que, una vez dicho que “no E o M”,
pero también que “G entonces E”, y al unísono que “V entonces no M”, pueda decretarse lo
siguiente: “no G o no V”. Acéptame que, desde hace tiempo, señalé que V: eso deriva a que
se afirme, sin sospecha, no G, a la rígida sombra de un silogismo disyuntivo. Mas, advierte
que, si asumes no G y, a la par, aceptas la premisa obscura que dice que “R entonces G”,
tendrás que llegar súbitamente al acabóse: ¡Modus tollendo tollens! Pues si “R entonces G”,
y –tú sabes que– no G, implican la imposibilidad de R. Recuérdate, amada, que habíamos
dicho A, y se había declarado que “si A entonces R”. Atente, por piedad, a un implacable
modus ponendo ponens, que sólo puede concluir que R. Pero ¿no se había dicho primero no
R, mientras que ahora se demuestra R? ¿Qué es? ¿Qué significa? ¿Contradicción? Sin duda.
Sólo eso requiere el voraz principio que lleva tu nombre. Hace su acto de presencia y nada
queda a salvo. Todo lo devasta desde el centro, quebrantando, como un dardo mortífero,
la consecuencia lógica de todos los juegos. Provoca que, de la conjunción demostrada del
recordarte y no recordarte, es decir, “R y no R” –como que dos más dos sean, y no sean,
cuatro–, un juicio fundamental, entre otros tantos, sobrevenga: Decreto que “SOY DIOS”, es
decir, P. Devuélvete, amor, al principio, y descubrirás la verdad gloriosa que simbólicamente
he derivado.
Ahora todo tiene sentido.
Atte. Q.

1 Esta es la trascripción, casi literal, de una carta que encontré en un viejo libro de lógica de segunda mano. La hoja, amari-
llenta y quebradiza, me hizo saber que su autor amó de extrañas maneras a una tal Cornubia. No hay lugar ni fecha que me
den una pista de su origen. Tampoco el libro tiene la impronta de su dueño, aunque supongo que el libro era de ella. ¿O no?
¿Pero qué mujer sin corazón deja una prueba de amor olvidada en un libro? En fin. Sólo la carta habla de pasado. Creo haber
intuido su fondo, pero su forma se escapa a la convencional manera de escribirle al amor. También hay que sospechar que,
una carta así, jamás fuera enviada.

Tierra Baldía 107


j A m e s

Beginning

The moon drops one or two feathers into the fields.


The dark wheat listens.
Be still.
Now.
There they are, the moon’s young, trying
their wings.
Between trees, a slender woman lifts up the lovely shadow
of her face, and now she steps into the air, now she is gone
wholly, into the air.
I stand alone by an elder tree, I do not dare breathe
or move.
I listen.
The wheat leans back toward its own darkness,
and I lean toward mine.

108 Tierra Baldía


w r i g h t
( Tr a d u c c i ó n d e Ó s c a r S a n t o s )

Comienzo

La luna deja caer una o dos plumas en el campo.


El trigo oscuro escucha.
Quédate quieto.
Ahora.
Allí están, las criaturas pequeñas de la luna,
probando sus alas.
Entre los árboles, una mujer ligerísima levanta
el manto adorable de su rostro
y se aventura en el aire, ahora flota
completamente en el aire.
Estoy de pie junto a un árbol antiguo, no me atrevo a respirar
o a moverme.
Escucho.
El trigo se inclina hacia su propia oscuridad
y yo me inclino hacia la mía.

Tierra Baldía 109


vÍctor sandoval
Ganador del Premio de Poesía Iberoamericano
Ramón López Velarde, 2007

De agua de temporal

En Los Claustros, al norte de Manhattan,


existe un unicornio en cautiverio.
Preso en los tapices franceses
del siglo XVI,
alanceado ,
mordido por los perros,
golpeado por los amos de los perros,
golpea entre los muros
y dormita de pie.

Suena el cuerno de caza de Manhattan,


el subway cuarteado de grafitos.
Las flores del patio de Los Claustros
tendrán este verano
su áspera reunión de adormideras
y colores.

Arriba del ombligo de Manhattan,


cerca de las cuatro de la tarde,
el unicornio luce
ya libre del acoso,
radiante y feliz sobre las sedas.

110 Tierra Baldía


Una doncella le acaricia
el cuerno de marfil
(a los unicornios se les conoce
por sus buenas intenciones).
–Andirú, andirú,
brama la bestia pura
y miles de espejos se desprenden
de las Torres Gemelas.
–Andirú, andirú,
y toda la ciudad se estremece de gozo.

La lluvia desciende
con su furor de esquirlas,
sus picotazos en los vidrios,
su aforo de luciérnagas y ramas
y se pone a cantar los pretiles.

Cae
la estela de este día;
en la penumbra
se encrespa el agua.
Un gallo-gallina ciego
recorre el mundo.

Tierra Baldía 111


lOurdes de santos

Los enrejados y las hiedras


las huellas de los pájaros, ya remontados
sus cantos…

las piedras y la hiedra


la piedra verde que es el asombro,
las primeras estrellas
entre las hojas de las hiedras.

Las flores del granado


con su fresca lujuria

y las figuras trazadas, por pequeñas aves


del atardecer
las primeras rosas de esta primavera
y la flor ya desaparecida.

Ma. de Lourdes de Santos Delgado. Estudió Filosofía en la unam. Ha


sido promotora cultural e imparte talleres literarios. Publicó Rapallo
en la uaa. Gusta de escribir. Colecciona libros antiguos. Actualmente
escribe Luna de día.

112 Tierra Baldía


rUbén torres
La epopeya latinoamericana
La palabra mestizaje significa mezclar
las lágrimas con la sangre que corre.
¿Qué puede esperarse de semejante brebaje?
A propósito de “Buen viaje, señor presidente˝,
en Cuentos peregrinos, de Gabriel García Márquez

El Realismo Mágico de América Latina es mucho más que la designación


que se da a uno de los movimientos literarios que de ella surgieron, mu-
chísimo más que el mismo autor que inspira este escrito, Gabriel García
Márquez y su obra completa. Las gestas se viven a diario en los
ultrajados y sufridos suelos latinoamericanos, miles de hé-
roes anónimos se erigen de entre las cenizas de un fuego colonizador para
consagrar nuestra cultura como el grado máximo de lo humano. Esos héroes
no tienen nombre, o tal vez lo tengan, pero son tantos y con tan múltiples
luchas, que no son recordados como lo merecen; viven en el abismo de la
incertidumbre y la injusticia social; la fatalidad los rodea y lo magnífico de
ellos es que sobreviven a ella, formando originales y fantásticas epopeyas
que nunca en la historia habían surgido, y su diferencia con las plasmadas
en los libros es que su causa es real y redunda en mantener la fuerza de toda
una cultura: la fuerza mestiza.
Todos somos Latinoamérica, desde México hasta la Tierra del
Fuego estamos hechos por una misma sangre, la mezcla in-
dia aunada a la pretensión eurocentrista de dominar el mundo: con ello, la
incomparable potencialidad de nuestros pueblos, el coraje de unos indios
que ya no son indios y el altivo comportamiento de un blanco que dejó de
serlo. Y si digo que todos somos Latinoamérica es que todos somos héroes. El
presidente que aparece en el cuento de García Márquez tiene la fuerza para
no morir, independientemente de lo sufrido (caer en un golpe de estado, ser
traicionado por el único hijo, la muerte de su mujer, el exilio a la fría Europa,
la pobreza, una enfermedad irremediable), sus manos conservan la fluidez

Rubén Torres quiso dar su opinión a propósito de la lectura de Gar-


cía Márquez. Rubén acaba de terminar el bachillerato. Es un buen
lector.

Tierra Baldía 113


original, la fuerza del espíritu prevalece y volverá al Caribe para mostrarle
a “esos˝ que lo tumbaron, que el poder latinoamericano es de garra e ideo-
logías, de puras ganas de vivir. La fraternidad es necesaria para
que la epopeya sea posible, no hay personajes principales, todos
somos uno, un solo motivo; por eso, Homero y Lázara apoyan al presidente
pese a los infortunios y la ausencia del calor antillano en Ginebra. ¿No es
esto fantástico y digno de condecoraciones (aun sin dueño)?
Nuestra América está llena de guerreros que luchan
día a día por ganarse el pan, ocho horas más las “extras˝ del obre-
ro, “las gorditas˝que hace doña Tere con cicatrices en el rostro (por los noc-
turnos conflictos maritales), el hondureño que cruza el río Bravo en México
para mandar unas caricias de dólar, el colombiano que ve sucumbir su casa
por el terremoto, el subversivo que deja a su familia para derrocar al tiráni-
co régimen; y miles de muestras más de unos dedos que luchan trémulos
de rabia en contra de lo que el “destino˝ ha puesto sobre el mapa. Con o sin
vasallos cada habitante americano construye con letras de roca su propia
gesta y su recompensa es seguir viviendo, o por lo menos, no morir (que no
es lo mismo).
Pero, ¿qué de “maravilloso˝ tiene “lo real˝? Lo que se vive en es-
tas tierras puede ser únicamente una casualidad, tal vez
hasta merecemos todo lo sufrido. Eso nos toca por ser hijos de
dos razas, es decir: de nadie. Nuestra identidad queda nula y ninguno debe
ser reconocido, somos parte de la masa que vive por la inercia un mundo
apresurado en el siglo xxi. ¿Será esto cierto?, cosificados por la conveniencia
y los fines económicos de las grandes potencias, ¿y esa será por siempre
nuestra consigna? ¿Puede no ser una epopeya y nadie es un héroe?
Precisamente, el hecho de dejar de ser “cosas˝, para levan-
tarse de entre las ruinas de dos culturas, es el valor y lo “ma-
ravilloso˝ que de este continente surge, son poemas épicos cada vida lati-
noamericana y a pesar de las diferencias y características propias de cada
región y, por supuesto, de cada individuo, el motivo de lucha forja la her-
mosa escultura de lo que es el hombre: mezcla (risas y llanto, dolor y placer,
amor y odio, real y maravilloso). En eso consiste la heroicidad, mostrar lo
polifacético de la vida, la epopeya de Latinoamérica es: ser humano.

114 Tierra Baldía


aLdo garcía ávila
El jimador

Compré una jarra de mezcal en Calvillo to no midió sus fuerzas y la pulverizó en-
hace algunos años, cuando todavía era tre su puño, sangrándose la mano.
soltero. Tenía pintado un jimador cor- Toda amenaza infantil fue reprimida
tando los agrestes agaves. Era chaparrita con una nalgada o un cintarazo y al pobre
y barrigona, como aquella en la que mi de Juanito lo amarré a la silla, al lado de su
abuela solía guardar el agua. Y qué decir madre, excusándome de que era un juego.
del sabor del mezcal: casi o mejor que un En el fondo, el jimador y yo sabíamos que
coñac. La jarra se erguía sobre la barra, al era algo así como un castigo. Desde aque-
lado de la sala de mi casa, desde donde el lla vez, las visitas pueriles fueron menos
jimador podía vigilar a todo el que entra- frecuentes: temían a la jarra del jimador,
ba, siempre con sus ojos de lodo fijos. pero más le temían esos escuincles a mis
Vengo de una familia en la que abun- manos entre su cuello o marcadas en sus
dan los niños en edades infernales; de esos nalgas sucias. “¡Ya te veré con los tuyos!˝,
que no se están quietos, que brincan en la me decían mi madre y mis hermanos. Para
cama y buscan en los libreros ejemplares el jimador y para mí era más importante
con dibujos del dragón con bolas o de la la integridad física que el cariño a los es-
despampanante barbie. El jimador podía cuincles.
olerlos, advertirlos: la jarra se humedecía Algunos años después llegó Andrea,
más de lo normal, como si transpirara el mi hija. Para ese tiempo, mi pastel se había
peligro y cuando llegaba, parecía bajar la llenado con treinta lucecitas y al jimador
mirada y apretar con más fuerza el mache- una incipiente mancha se le asomaba en-
te que sostenía con la mano derecha. En tre el sombrero, algo así como canas. “¡Ya
una ocasión se estremeció con un golpe de lava esa jarra!, ¿que no ves que le está cre-
Dieguito; en otra, tembló con el roce del ciendo moho?˝, me repetían mis parientes
biberón de Ramón y, en una de las peores, y amigos. Pero el jimador y yo sabíamos
su barriga casi se estrella con el grito de que no eran hongos sino cabello maduro:
Valeria. Pero ninguno de ellos se compa- era nuestro secreto, siendo los secretos un
ra con Juanito, la encarnación del mismo tipo de egoísmo al que todos quieren acce-
diablo, hijo de mi hermana (Juanito, no el der, pero que sólo son asibles para nuestra
diablo que es un querubín frente al niño, almohada. Mi esposa sabía lo del jima-
si así se le puede llamar). Juanito no que- dor, sabía mis secretos y yo los de ella; los
ría al jimador que estaba encerrado en la intercambiábamos por las noches, luego
barriga de barro, y cierto día, el infeliz le del rito de amarnos. Por eso soñamos. Los
rompió una oreja, jalándosela, pero Juani- secretos tienen pies y alas; vuelan de al-

Tierra Baldía 115


mohada en almohada y, los más traviesos, Cierto día, un avión voló altísimo y
de cama en cama. Las pesadillas son los cayó en picada directo a la barra, golpean-
secretos de aquellos que quieren desha- do la barriga de la jarrra de mezcal, ha-
cerse de una complicidad. En los sueños ciéndola caer en el piso. Cuando llegué a
recordamos gente porque a nuestra almo- la barra, Andrea estaba sentada, juntando
hada llegan secretos de vivos y muertos los trozos de barro, entre el pestilente aro-
así como de los que aún no nacen; a veces ma del mezcal. Ella conocía la historia de
estos últimos necesitan encarnarse; An- Juanito, Valeria y Dieguito. Me miró con
drea lo deseaba y su secreto llegó a nues- sus ojos llorosos y tensó su cuerpo, como
tra almohada antes del rito del amor y el esperando un golpe. “Levántate, porque
sueño de Andrea se hizo realidad. te puedes cortar y ve a traerme el recoge-
Mi esposa, el jimador y yo, veíamos dor.˝ Mi esposa miraba bajo el marco de
crecer a Andrea: sus primeros pasos los la puerta de la cocina, con un bote de pe-
dio recargada en la barra, bajo la mirada gamento en las manos. Cuando Andrea
del jimador, hasta alcanzar a su madre, llegó con mi pedido, mi esposa y yo ha-
sentada en el piso a unos pasos de la niña, bíamos puesto los pedazos de barro en la
y yo entre los dos escoltando a Andrea por mesa. “Ayuda a mamá y a papá a pegar la
si tropezaba. jarra.˝
Cuando por fin logró caminar sin pro- El jimador nos miró con su cuerpo ras-
blemas, comenzó a saludar y a despedir- gado hasta que Andrea aprendió alfarería:
se del jimador. Antes de dormir bebía su nuevamente rompió la jarra, y los pedazos
–para mí, asquerosa– leche soluble, baja- de barro recobraron la forma antigua gra-
ba de la silla, miraba al cielo de la barra, cias a las manos salvavidas de mi hija. Ella
agitaba la mano de un lado al otro, en el tenía bien aprendida la imagen del jima-
aire, y luego corría hasta su cuna, donde dor y no necesitó dibujarla previamente,
su madre le esperaba para contarle un sólo la volvió a dibujar donde estaba, co-
cuento. A mí me tocaba recoger la cocina y piándola de su imaginación: el jimador era
el jimador platicaba sobre Andrea: la vez el mismo, sólo en un cuerpo mitad nuevo,
que una mariposa se posó en su nariz o mitad viejo.
cuando un zancudo le picó en sus mejillas Ahora el jimador nos mira tras el cris-
de durazno. tal de una vitrina, a veces se estremece con
Andrea aprendió a hacer avioncitos un golpe de Agustín, en otras, tiembla con
con papel y barritas de madera en el jar- el roce del biberón de Julia y, en las peo-
dín de niños. Por varios días estuvieron res, su barriga casi se estrella con el grito
volando en la estratosfera de la casa avio- de Rebequita. Pero ni el jimador ni yo nos
nes rotulados con un sol, pintado con cra- inmutamos ante el vaivén de mis nietos.
yones sostenidos aún por un trémulo pul-
so, o el rostro de un caballero águila hecho
con la técnica infalible de los palitos y las
bolitas.

116 Tierra Baldía


eLena de casas

ola ignorada desmesura


la espalda mudez me doblo
cerca del miedo ¿quién allá a lo lejos?
ni los árboles fértiles lugares donde encarnas
kriya el aire toco
entre tus bosques y los míos distancia
yo vuelo cenizas

gota a gota ven la palabra


en el cuerpo se filtra su derrame
el alma entra eco de aquellas aguas
aparezco subterránea en las formas
abajo el fondo respiro luz nadie
el aliento una elipse l a r g a
ven
sucede en cualquier cielo

azul la línea atravesando un vuelo


azul la línea atravesando un vuelo
su corte el la memoria

I
Tu gesto sin mapas la intemperie.
Tras la palabra oculta tus pasos ascienden al silencio,
escriben tu nombre afuera.
Cada huella de ida epígrafe del polvo.

Tierra Baldía 117


Mi cuerpo oscura quietud a un sueño de distancia;
la espalda –una laguna–
el humo entre las piernas

Hacia todos los vientos tu fiebre cualquier rumbo.


En hombros el vértigo.

II

Desde dónde, hacia qué lugar.


Antes de la lluvia el agua fue verde,
sin árboles.
Entre las voces, antes de la mirada o de la sed,
el aire.

Allá, la palabra que pierdo es esta habitación desnuda:


la ventana, los brazos, una puerta,
todo precipitándose a lo abierto.

La vastedad donde mi voz no empieza:


En mis bosques hacia ti,
¿quién se pierde entre los árboles que la niebla cautiva?

Allanar la piedra,
horadarla,
buscar la noche alguien, a través.

118 Tierra Baldía


mArc jiménez rolland
Frege, Perry y la semántica de la primera persona

P odríamos caracterizar el problema semántico de la primera persona por


medio de la siguiente pregunta: ¿a qué refieren, y cómo efectúan dicha refe-
rencia, los términos que emplean la primera persona?
Ubicado en el marco general de una teoría de la referencia, el problema
semántico de la primera persona ocupa una minúscula parte del amplio
espectro de cuestiones que suscita la relación entre lenguaje y realidad. Sin
embargo, es este problema, y en general el problema de la semántica de los
deícticos y los demostrativos (como ha sido abordado por Perry y Kaplan),
y más ampliamente aún el problema de la referencia de los nombres pro-
pios (tal como lo plantea Kripke), el que pone en serios aprietos a una teoría
del lenguaje tan sugerente y plausible como la de Frege.
El problema semántico de la primera persona pudiera incluirse dentro
del problema más general de la referencia de los deícticos (o indéxicos) y
los demostrativos, puesto que el pronombre personal de la primera persona
(‘yo’) puede analizarse como uno de estos términos. Asimismo, el elemento
deíctico de la primera persona, además de presentarse en el pronombre, se
extiende a las diversas conjugaciones, en tiempo y modo, de los verbos en
primera persona.
Este problema tiene relevancia en la discusión filosófica en la medida en
que expresiones de esta índole:
i) desempeñan un papel crucial en argumentos y paradojas de cuestiones
de amplio interés filosófico (como el yo, la naturaleza del tiempo y la de
la percepción);
ii) aunque el significado de estas palabras parece relativamente claro, no
ha sido tan obvio cómo incorporarlo en una teoría semántica (Vid. Perry,
1994).
Aunque tengan un significado constante, los deícticos y los de-
mostrativos denotan algo distinto según el contexto en
que sean empleados. Realizan una peculiar función os-
tensiva en la medida en que señalan, apuntan, indican o
muestran de manera particular a: una persona, como los términos
‘yo’, ‘vosotros’; o un lugar, como ‘allí’, ‘arriba’; o un tiempo, como ‘ayer’,
‘ahora’, de modo que lo denotado por ellos varía de acuerdo al contexto

Tierra Baldía 119


en que se enuncian. Aunque pareciera tratarse de un conjunto reducido de
términos y expresiones (‘yo’, ‘esto’, ‘aquí’, ‘ahora’), un análisis más minu-
cioso muestra que hay un elemento deíctico en gran cantidad de términos y
expresiones
El señalamiento que se realiza por medio de estos términos puede tam-
bién referirse a otros elementos del discurso o presentes sólo en la memoria,
dando lugar a la deixis anafórica (que recoge el significado de una parte
del discurso ya emitida) o a la catafórica (que anticipa el significado de una
parte del discurso que va a ser emitida a continuación).
Habría que distinguir la función deíctica de los términos y expresiones
demostrativas de otra función lingüística: la homonimia. La deixis parecie-
ra ser un tipo de homonimia, pues el uso de la palabra ‘aquí’ denota algo
distinto al ser enunciada en dos lugares diferentes, al igual que ‘gato’ puede
denotar tanto a un animal como a una herramienta o a una persona. Sin
embargo, la distinción es llana y simplemente que lo que cambia
de un término a otro en el caso de la homonimia es el significado
constante, independiente al contexto, de la palabra; en el caso de
los demostrativos, por contraparte, este significado no varía, pero sí lo hace
lo denotado por la palabra.
Pese a que no son las únicas alternativas frente al problema, aquí se re-
visarán los enfoques de la doctrina del sentido y la referencia, de Gottlob
Frege, y de la referencia directa, de John Perry.
La tesis fregeana de que para conocer la referencia de una determinada
expresión (sea ésta un término o una oración) se requiere conocer su senti-
do, ha sido criticada en forma incisiva durante las últimas décadas, en parte
debido al estudio de los términos deícticos y demostrativos. Esta tesis su-
pone que el sentido puede ser un pensamiento, un modo de presentación,
un completador de sentido o un sentido de re. Al analizar estas alternativas
y su posible aplicación en el caso de los demostrativos, Perry concluye que
ninguna de ellas da satisfactoria cuenta de este problema (Perry, 1977); es
por ello que el mismo Frege hace uso, contra la tendencia antipsicologista
de su teoría semántica, de “pensamientos privados” como equivalentes al
sentido de expresiones demostrativas. Así, si Hume dijese:
(1) Yo soy el autor del Tratado de la naturaleza humana
La referencia de esta expresión sería un valor veritativo, a saber: que la
expresión es verdadera cuando Hume la externa. Mientras que si fuese un
desquiciado quien pronunciara esa oración, ésta sería falsa, pues el pensa-
miento ´esto es, el sentido que conduciría de la expresión a su referencia (su
valor de verdad)– no sería el mismo en el caso de Hume y en el del manía-
co. De acuerdo a la explicación de Frege, esto se debe a que el pensamiento

120 Tierra Baldía


expresado por ‘yo’ es distinto en ambos enunciados y sólo puede ser com-
prendido, en el sentido en el que (1) es verdadera, por Hume.
Es aquí donde interviene el indeseable recurso al sentido privado, pues
ciertamente el maníaco podría tener el pensamiento de que es Hume, vive
en el siglo XVIII y está en Edimburgo, descripciones todas éstas que el mis-
mo Hume tendría de sí mismo; y sin embargo, a decir de Frege, habría aún
algo en el pensamiento de Hume que resultaría completamente inaccesible
para el chiflado. Sería precisamente ese algo inexplicado, e inexplicable por
definición, lo que establecería la diferencia en el valor veritativo de (1), ya
sea que la enuncie Hume sea que lo haga un desquiciado.
El teórico de la referencia directa argüye que no se requiere la media-
ción del sentido para conocer la referencia de un término o una
expresión, de modo que el único contenido cognitivo de las proposiciones
es su referencia y a ésta se puede acceder de manera directa, sin el inconve-
niente recurso a sentidos privativos de cada individuo.
Un argumento de los teóricos de la referencia directa es que la concepción
fregeana del sentido como modo de presentación no resiste la evaluación de
los enunciados en condiciones contrafácticas, especialmente al emplear los
demostrativos. Pongamos por caso:
(2) Yo me encuentro en la Universidad Autónoma de Zacatecas.1
El problema aparece al sustituir el pronombre por una descripción defi-
nida, digamos ‘el editor de la revista Vertiente’, de modo que:
(3) El editor de la revista Vertiente se encuentra en la Universidad Autónoma de
Zacatecas.
La oración (3) difiere en valor semántico con respecto a (2), pues no tiene
las mismas condiciones de verdad que la oración que hace uso del demos-
trativo. Podrían, por ejemplo, haberme despedido mientras hablo, por lo
que (2) sería verdadera mientras (3) es falsa y la sustitución del pronombre
personal por una descripción definida, un modo de presentación, no se rea-
lizaría salva vertitate, es decir, sin cambio en el valor veritativo.
Así mismo, los términos y expresiones deícticas tienen un peso funda-
mental en la explicación de la acción al que la teoría semántica de Frege no
hace justicia. Pero mientras la mayoría de los demostrativos pue-
den ser reemplazados para estas explicaciones haciendo uso de
otros deícticos, el pronombre de la primera persona posee una
deixis esencial (Perry, 1979). En efecto, mientras ‘esto’ puede ser reempla-
zado por ‘lo que se encuentra a mi alcance (visual, táctil o lógico –como en el
caso de la anáfora y la catáfora–); ‘aquí’ por ‘el lugar en que me encuentro’;

1 Originalmente este texto fue presentando durante un coloquio en la Universidad Autónoma de Zacatecas.

Tierra Baldía 121


y ‘ahora’ por ‘el momento en que soy/estoy’, ‘yo’ no puede ser sustituido en
el contexto de la explicación de la acción por otro u otros demostrativos sin
recurrir a la primera persona.
Para concluir esta somera revisión de la semántica de términos y expre-
siones deícticas y demostrativas, habría que señalar una peculiaridad de
ciertas oraciones que los emplean y poseen un estatuto especial. E.g., sin ser
una descripción empírica (universalmente válida) ni una expresión tautoló-
gica, la oración “Yo estoy aquí ahora” es verdadera para cualquier hablante
(en sentido amplio), en cualquier lugar y momento en que la enuncie. Así
mismo, aunque ésta no sea una contradicción lógica sino una posibilidad
contrafáctica, para individuo específico (en su calidad de primera persona)
es lógicamente imposible concebirse como no siendo sí mismo.

Alguna bibliografía consultada


Evans, Gareth. (1985; 1996). La comprensión de los demostrativos. En Ensayos filosóficos.
México: unam-Instituto de Investigaciones Filosóficas.
Frege, Friedrich Ludwig Gottlob. (1892; 1996). Sobre sentido y referencia. En Escritos filosó-
ficos. España: Editorial Crítica.
___________. (1918-1919; 1996). El pensamiento: una investigación lógica. En Margarita
Valdés (comp.). Lenguaje y pensamiento. Problemas en la atribución de actitudes proposi-
cionales. México: unam/Instituto de Investigaciones Filosóficas.
Heck, Richard G. Jr. (2002). Do demonstratives have senses? In Philosophers’ imprint. 2 (2).
Kaplan, David Benjamin. (1990). Thoughts on demonstratives. In Palle Yourgrau (comp.).
Demonstratives. United States of America: Oxford University Press.
Kripke, Saul Aaron. (1972; 1985). El nombrar y la necesidad. México: unam-Instituto de Inves-
tigaciones Filosóficas.
Perry, John R. (1977). Frege on demonstratives. In The Philosophical Review. 86 (4).
___________. (1979). The problem of the essential indexical. Noûs. 13 (1).
___________. (1996). Indexicals. In The Encyclopedia of Philosophy, Supplement. United States
of America: Simon & Schuster Macmillan.
___________. (1997). Indexicals and demonstratives. In Robert Hale and Crispin Wright
(eds.). Companion to the Philosophy of Language. United Kingdom: Blackwells Publis-
hers.
___________. (1993). The problem of the essential indexical and other essays. United States of
America: Stanford University Press.
___________. (2005) Using indexicals. In Michael Devitt and Richard Hanley (eds.).
Blackwell’s Guide to the Philosophy of Language. United States of America: Blackwell
Publishers.
Russell, Bertrand Arthur William 3rd. (1948; 1992). Particulares egocéntricos. En El conoci-
miento humano. España: Planeta de Agostini.
Valdés, Margarita (comp.). (1996). Lenguaje y pensamiento. Problemas en la atribución de actitu-
des proposicionales. México: unam/Instituto de Investigaciones Filosóficas.

122 Tierra Baldía

You might also like