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LA EDUCACION DE LOS JOVENES EN LA EPOCA PREVIA A LOS

INDUSTRIALIZACION.
APRENDICES Y MAESTROS EN LOS TALLERES DE ARTES Y
OFICIOS
De la familia medieval a la familia moderna

Después de haberlos conservados en el hogar hasta los siete o nueve años (siete años
es la edad en la que los niños se separan de las mujeres para ir a la escuela o para
integrarse al mundo de los adultos), se coloca, tanto a los muchachos como a las
muchachas, en casa de otras personas, para el servicio ordinario, donde se quedaran
unos siete o nueve años es decir, hasta los catorce o dieciocho años
aproximadamente). Se les llama aprendices. Durante este tiempo, realizan todos los
trabajos domésticos.

El italiano estima que esta costumbre es cruel, lo cual significa que la misma se
desconocía o se había olvidado en su país.

Este tipo de vida fue probablemente común a todo al occidente medieval.

De manera general, la principal obligación del ni;o confiado a un se;or es la de “servirle


buen y en debida forma”.

El servicio domestico se confundía con el aprendizaje, forma muy general de la


educación. El muchacho aprendía con la práctica, y esa práctica no se limitaba a una
profesión, tanto más cuanto que no había entonces, ni hubo durante mucho tiempo,
limites entre la profesión y la vida privada.

La educación se hacía, pues, mediante el aprendizaje, y se daba a esta noción un


sentido muchacho amplio que el que tomo posteriormente. No se conservaba los hijos
en el hogar propio: se les enviaba a otras familias, con o sin contrato, para que
permanecieran y comenzaran allí su vida. Hay que ver en este aprendizaje una
costumbre difundida en todas las clases sociales.

Para parecer buen educado, no era suficiente saber comportarse en la mesa, como hoy
día; era preciso además saber servirla. El servicio de mesa ocupa hasta el siglo xvIII un

LUIS MARIO ALEMAN ACEVEDO


espacio considerable en los manuales de urbanidad o lo tratados de cortesanía o
buenos modales.

El servidos era un ni;o, un muchacho, que o bien estaba colocado en la casa por un
periodo limitado con el fin de compartir la vida de familia e iniciarse así a su vida de
hombre.

En esta transmisión del aprendizaje directo de generación en generación no había


espacio para la escuela. En realidad, la escuela, la escuela latina que se dirigía
únicamente a los clérigos, a los que hablaban latín, se presentaba como un caso
aislado, reservado a una clase muy particular.

El aprendizaje era norma común. Incluso los clérigos enviados a la escuela estaban
frecuentemente confiados, de pupilos como los demás aprendices, a un clérigo, a un
sacerdote, a veces a un prelado, a quien servían. Dicho servicio fue sustituido, en el
caso de los estudiantes demasiado pobres, por las becas de un colegio, y ya vimos
como esas funciones fueron el origen de los colegios del Antiguo Régimen.

Es probable que algunas disciplinas técnicas, como la de la escritura, procedan a un


aprendizaje ya organizado y escolarizado.

En general la transmisión de generación en generación estaba asegurada por la


participación familiar de los niños en la vida de los adultos. Así se explica esa
combinación de niños y adultos que hemos observado tan frecuentemente a lo largo de
este análisis.

En esas condiciones, el niño se desgajaba pronto de su propia familia, aunque luego


regresaba a ella, convertido en adulto, cosa que no ocurría siempre. La familia no
podía, pues, sustentar un sentimiento existencial profundo entre padres e hijos, lo cual
no significaba que lo padres no quisieran a los hijos, si no que se ocupaban de ellos,
mas en virtud de la cooperación de esos niños a la obra común, al establecimiento de
la familia, que por ellos mismos, por el afecto que les tenían.

LUIS MARIO ALEMAN ACEVEDO


Las corporaciones

Era la posición de las corporaciones de oficio en la jerarquía social del Antiguo


Régimen.

Las corporaciones del oficio fueron un eje esencial de los medios históricos en Francia
entre fines del siglo XIX y la Segunda Guerra Mundial.

Desde los experimentos corporativos en Vichy, el asunto ha adquirido mala fama entre
los historiadores franceses y no ha habido un estudio general de importancia sobre las
corporaciones desde la publicación del trabajo de Coornaert en 1914. Sin embargo, hay
varios estudios recientes excelentes sobre las ciudades de los siglos XVII y XVIII, de
historiadores de la escuela de Annales, que contienen valiosa información nueva que
corrige o amplia algunas conclusiones de estudios anteriores. En ausencia de un
estudio de sintesis

Según la doctrina jurídica de los siglos XVII y XVIII, el acto que creaba una corporación
de oficio era la ratificación de sus estatutos por lettres patentes del rey. En ausencia de
un estudio de síntesis y puesta al día sobre las corporaciones, el esbozo que sigue
debe ser inevitable un tanto especulativo e inseguro en ocasiones.

Los privilegios de una comunidad de oficio se expresaban en sus estatutos, ratificados


por el rey. Esos estatutos variaron considerablemente de un oficio a otro, de un siglo a
otro y de una ciudad a otra. Era lógico, dado que cada comunidad era una persona
legal diferente. Prácticamente todos lo estatutos otorgaban a los miembros de la
comunidad el derecho exclusivo a dedicarse al ejercicio de su oficio dentro de cierto
distrito, generalmente una ciudad.

LUIS MARIO ALEMAN ACEVEDO

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