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Por H. Galván
Email: triunfaremos@gmail.com
21 de mayo de 2006
Es mucho lo que se podrá escribir, reflexionar, analizar, decir, pero lo cierto es que el
modelo de “desarrollo” del capitalismo implementado en la República Dominicana en
las últimas cinco décadas ha sido centralizador, concentrador y excluyente.
Parecería que la teoría del desarrollo bipolar se desdibujó en un esquema que generó
progreso y atraso, desarrollo y subdesarrollo.
Desde los últimos años de la dictadura de Trujillo caracterizado por las grandes
construcciones urbanas, hasta la implementación del modelo de industrialización por
sustitución de exportaciones, terminando con el neoliberalismo, la competencia
desleal sobre la agricultura y los megaproyectos urbanos, el esquema del capitalismo
ha tenido un sesgo anti-rural.
Las políticas públicas se han articulado, en los últimos años, para extraer el
excedente rural y transferirlo a las zonas urbanas. Políticas sectoriales agrícolas y
macroeconómicas se han coordinado en ese objetivo.
Los incentivos hacia la urbanidad (mal concebida) y el descuido del campo han ido
por varias vertientes, desde el gasto publico hasta la representatividad política
concentrada.
Las dos ciudades principales del país concentran asimismo todas las posibilidades y
oportunidades, concentran la población, la riqueza, las oportunidades de ocio, de
desarrollo profesional, en fin, las oportunidades de tener una vida aceptable.
El resto del país, marginado no sólo de las políticas públicas, ha sido despojado de
sus riquezas y de su futuro.
Los cinturones de miseria alrededor de las ciudades, crecen y crecen a la luz de este
esquema. Y con ellos crece la marginación, la inseguridad, la pobreza.
La deuda social acumulada tiende a crecer, mientras se agudizan y potencian así las
condiciones internas que sostienen el desarrollo. Gobiernos van, gobiernos vienen y
no se interesan en comprender el fenómeno ni solucionarlo.
Es por eso que urge un nuevo modelo de desarrollo económico, que además de
resolver (o tratar de resolver) las contradicciones fundamentales del modo de
producción capitalista, resuelva el fenómeno de la centralización política, que se
traduce en centralización cultural y económica.
¡Adelante!