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12

Uno de los que estaban sentados con él a la mesa, le dijo: Bienaventurado el que coma
pan en el reino de Dios. Entonces Jesús le dijo: Un hombre hizo una gran cena, y
convidó a muchos.
Lucas 14:15-16

Abril
2011

D L MM J V S
1 2
Jesús dijo: El que cree Creemos que por la gracia del
en mí, tiene vida eterna.
3 4 5 6 7 8 9 Señor Jesús seremos salvos.
Juan 6:47 10 11 12 13 14 15 16 Hechos 15:11
17 18 19 20 21 22 23
24 25 26 27 28 29 30

Dios es Dios es
luz amor
1 Juan 1:5 1 Juan 4:16

Parábola de la gran cena


(Lucas 14:15-24)
La preparación (1)
Cierto día Jesús fue invitado a comer a casa de un fariseo, una de las
personalidades religiosas de su época. Acababa de hablar de “la
resurrección de los justos” cuando uno de los invitados, pensando en
un futuro así, exclamó: “Bienaventurado el que coma pan en el reino
de Dios”. Y tenía razón: formar parte del reino de Dios, es decir, de
un mundo en donde el amor y la justicia reinan, en donde el pecado,
el sufrimiento y la muerte no existen… ¿Puede ofrecérsenos algo
mejor?
Jesús no contradice esta sabia frase pero, como siempre, denuncia la
inconsecuencia y falsedad del corazón humano que, cuando Dios lo
invita a gustar esa felicidad, se deja desviar por preocupaciones
incluso legítimas. Es lo que ilustra por medio de esta parábola llena
de significado. “Un hombre hizo una gran cena, y convidó a muchos”.
Ese hombre, como todos comprenderán, representa a Dios. El festín
que está preparando, al que invita a mucha gente, también habla
claramente de la felicidad que Dios ofrece a los hombres junto a él en
el cielo. No pone ninguna condición; todo procede de la amabilidad
del que invita.
Sí, el amor de Dios no ha dejado de buscar el bien de su criatura.
Siempre ha invitado a «mucha gente», y hoy todavía invita porque
desea compartir su propia alegría. ¡Usted también está invitado!
(Mañana continuará).

13

A la hora de la cena envió a su siervo a decir a los convidados: Venid, que ya todo está
preparado.
Lucas 14:17

Abril
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Parábola de la gran cena


(Lucas 14:15-24)
La invitación (2)
El banquete está listo; ha llegado el momento de empezar la fiesta.
Escuche como los criados del señor de la casa, los mensajeros del
Dios de gracia, le dicen: “Hoy es el día de salvación”. Todo está
preparado. Usted no tuvo que ocuparse de los preparativos, pues
Dios se encargó de todo. Sólo queda una cosa por hacer, y ésta
depende de cada invitado: venir. “Venid, que ya todo está
preparado”, dijo el señor de la casa. Por lo tanto había que
levantarse, dejar lo que se estaba haciendo y abandonar el lugar en
donde se estaba. Era algo que cada uno tenía que hacer
personalmente. Esta invitación podía cambiar algunos planes,
cambiar lo que los invitados habían decidido hacer esa noche…
Cuando nos llega el mensaje de Dios y nos ilumina con su gracia, nos
vemos como obligados a acercarnos a él. Todos nuestros puntos de
referencia cambian, así como el valor de las cosas. Quizás haya que
cambiar toda nuestra forma de vivir, tomar una nueva orientación o
romper con un pasado que hasta aquí había monopolizado nuestros
pensamientos. Se trata de ir a Jesús por la fe, con un corazón
arrepentido. ¿De qué depende esta decisión? De la importancia que
demos al llamado del Dios de amor que nos invita. ¿Cómo no rebosar
de alegría? Ese gozo será conforme al valor que tiene para nosotros
el banquete, la casa en donde se realiza y, sobre todo, el Anfitrión
que lo ofrece.
(Mañana continuará).

14

Todos a una comenzaron a excusarse… He comprado una hacienda… He comprado


cinco yuntas de bueyes… Acabo de casarme…
Lucas 14:18-20

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Parábola de la gran cena


(Lucas 14:15-24)
Las excusas (3)
Nótese que lo que impedía a los invitados aceptar la invitación no
eran cosas malas, sino ocupaciones totalmente legítimas: el trabajo,
la vida familiar… Además, presentaron sus excusas con cortesía. Los
fariseos a quienes Jesús hablaba eran personas muy religiosas y a
veces lo trataban con cierto respeto. Eran los mejores representantes
del pueblo de Israel, el primer y gran invitado al reino de Dios.
Actualmente, podríamos decir que los habitantes de los países que
fueron evangelizados desde el comienzo de nuestra era, figuran entre
esos invitados privilegiados. Desgraciadamente son muchos quienes
responden con una amable indiferencia: «No puedo, discúlpame, por
favor». «Me parece muy bien, muchas gracias, pero no tengo tiempo,
lo siento…». ¡Cuántas veces escuchamos frases de este tipo, y
siempre se encuentra un pretexto para no ir! Sin embargo, el llamado
de Dios no es una invitación a adherirse a un grupo religioso o a una
secta. Es un llamado a ir a él, a su cena, a donde él vive.
A menudo, desgraciadamente, la verdadera razón es que los
intereses personales y las múltiples actividades ocupan el corazón y
el pensamiento, ocultando así las necesidades del alma. En el fondo
la naturaleza humana no ama a Dios, y Satanás la desvía por medio
de cosas que, aunque aparentemente sean serias, no son más que
futilidades pasajeras.
(Mañana continuará).

15

Entonces enojado el padre de familia, dijo a su siervo: Vé pronto por las plazas y las
calles de la ciudad, y trae acá a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos.
Lucas 14:21

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Parábola de la gran cena


(Lucas 14:15-24)
Los indignos (4)
Supongamos que somos invitados a la mesa de un gran personaje.
Seguramente nos sentiríamos muy honrados por tal invitación, y ello
merecería un cambio en nuestro horario. Ahora bien, en el asunto
que estamos tratando, ¡es el Señor del universo quien nos hace esta
invitación! ¿Nos atreveríamos a rechazarla?
El banquete está listo; el padre de familia quiere tener invitados; y si
los primeros no quisieron venir, otros los sustituirán.
Cuando los hombres religiosos más importantes rechazaron a Jesús,
esta gracia alcanzó a los miserables, a los menospreciados de todos
los rincones de Israel. Así ocurre en el mundo cristianizado. Muchos
están satisfechos con sus privilegios, con las actividades y los
placeres que el mundo les ofrece, con su posición social. Éstos, muy a
menudo, desprecian la felicidad del cielo que Dios les ofrece.
Otros confían en su inteligencia, se colocan por encima de Dios y lo
juzgan, despreciando así las verdades fundamentales de la salvación.
El Evangelio es anunciado a todos. La gracia triunfa en el llamado a
los heridos por la vida, los marginados, los ciegos y los cojos en el
sentido propio o en el espiritual. Éstos no poseen ningún campo para
ir a ver, no tienen que probar un par de bueyes, y a menudo están
privados de las satisfacciones más legítimas de la tierra. ¡Que haya
muchos “siervos” fieles para ir a buscarlos y “traerlos”!
(Mañana continuará).

16
Señor… aún hay lugar. Dijo el señor al siervo: Vé por los caminos y por los vallados, y
fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa.
Lucas 14:22-23

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Parábola de la gran cena


(Lucas 14:15-24)
Una casa llena (5)
Todavía quedaba lugar. El siervo había traído a los pobres de la
ciudad, pero la casa todavía no se había llenado. «Pues sal, dijo el
señor, y “fuérzalos a entrar”, sin distinción de edad y condición».
A los invitados les había dicho: “Venid”. Los pobres de la ciudad
fueron traídos. Los últimos fueron forzados. A medida que el tiempo
pasa y apremia, la insistencia de los criados debe ser cada vez
mayor, pues la gracia de Dios sólo puede ser satisfecha si la casa de
Dios está llena.
¡Qué conclusión más solemne se desprende de esta parábola! “Os
digo que ninguno de aquellos hombres que fueron convidados,
gustará mi cena” (Lucas 14:24). Su rechazo tuvo dos efectos: ofendió
a Aquel que los invitaba y los privó de esa gran bendición.
El pueblo judío, evangelizado con prioridad, en conjunto rechazó la
gracia que Dios le ofrecía. Entonces el Evangelio fue anunciado a
todos los pueblos, los que hasta ese momento habían sido ajenos a
las promesas divinas. Esto es lo que nos relata el libro de Hechos de
los apóstoles. Y si ahora las naciones cristianizadas no reciben el
Evangelio, Dios envía a sus siervos lejos, para que inviten a las
multitudes inmersas en la idolatría y la superstición. ¡Y entonces
personas de todas las lenguas y culturas alabarán la gracia de Aquel
que las ha salvado! ¡Usted no la rechace!

17

Mirad que no desechéis al que habla… desde los cielos.


Hebreos 12:25

Os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.


2 Corintios 5:20

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1 Juan 1:5 1 Juan 4:16

No tuvo en cuenta la
advertencia
Parece ser que el Titanic fue construido como un desafío a Dios. Se
decía que era insumergible, que podía resistir a los mares más
bravos. Medía 268 metros de longitud; sus 29 calderas aseguraban la
velocidad de al menos 40 km. por hora. Atravesar el Atlántico sólo
sería una fiesta para esos 1.300 pasajeros, servidos por más de 800
miembros de la tripulación. No se haría más que cantar y bailar… Se
había pensado en todo menos en honrar a Dios, el creador del
universo.
Al capitán le habían advertido que se encontraría con icebergs a lo
largo de la travesía, pero seguro de sí mismo y de su barco, hizo caso
omiso de las advertencias. Cuando se aproximaron a un iceberg, la
desesperada maniobra para esquivarlo hizo que el costado del barco
rozase contra el témpano, lo cual abrió una brecha en el lado derecho
de la embarcación. Persuadido de que el trasatlántico no podía
hundirse, el capitán tardó en dar la orden de evacuación. Muchos
pasajeros no querían dejar el confort de los salones, así que ya no
hubo suficiente tiempo ni lugar para que los pasajeros fuesen
evacuados. Casi 1.500 personas perecieron esa noche del 14 de abril
de 1912.
De la misma forma, hoy Dios advierte a los hombres que el juicio ha
sido pronunciado sobre todos los que rehúsan la salvación ofrecida
por él. No tarde en reconocer su culpabilidad ante Dios. “El
evangelio… es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree”
(Romanos 1:16).

18

Así ha dicho el Señor:... Llamé, y no respondisteis; hablé, y no oísteis…


Isaías 65:12

Todos… estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca.


Lucas 4:22

Los alguaciles respondieron: ¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!
Juan 7:46

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Dios ha hablado y sigue


hablando
Incluso antes de que el hombre fuese creado, la Palabra de Dios ya
existía. Cada etapa de la creación fue anunciada por esta frase: “Y
dijo Dios” (Génesis 1:3, 6, 9, 11, 14, 20, 24, 26). “Él dijo, y fue
hecho” (Salmo 33:9).
Dios se dirigió a su pueblo en el monte Sinaí. Sus palabras fueron
tales que quienes oyeron la voz “rogaron que no se les hablase más”,
e incluso Moisés temblaba (Hebreos 12:18-21). Pero no obedecieron
la ley divina (Hechos 7:53).
Dios habló por los profetas (Hebreos 1:1), pero no los escucharon.
“Mataron a los que anunciaron de antemano la venida del Justo
(Jesús)” (Hechos 7:52).
¿Se cansará Dios de hablar a los hombres? No, pues su amor lo
constriñe. “Teniendo aún un hijo suyo, amado, lo envió…” (Marcos
12:6). Dios ha hablado por su Hijo (Hebreos 1:1), el “Verbo”, la
“Palabra” (Juan 1:1, 14). Y sigue hablando, pero muchos no quieren
escuchar (Job 33:14). A veces habla fuerte, por medio de catástrofes
naturales o epidemias, a un mundo que permanece sordo. Pero
¡Escuche bien! Jesús dice: “El que oye mi palabra, y cree al que me
envió, tiene vida eterna… ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24).
“Oíd, y vivirá vuestra alma” (Isaías 55:3).

19

No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se


alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y
conocerme (dice Dios).
Jeremías 9:23-24

Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de


benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia.
Colosenses 3:12

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en mí, tiene vida eterna.
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Dios es Dios es
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1 Juan 1:5 1 Juan 4:16

Sabiduría y humildad
El malhechor crucificado pidió a Jesús que se acordase de él más
tarde, cuando viniese para establecer su reino. Pero Jesús le dijo:
“Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43). La gracia de Dios
fue más allá de su esperanza. Siempre sobrepasa nuestros
pensamientos. Nuestra apreciación sólo nos da una idea muy vaga de
la inmensidad de su gracia.

***
Cuando se trata del Evangelio, no se nos pide que comprendamos,
sino que creamos; no se nos pide que hagamos algo, sino tan sólo
que recibamos el mensaje de Dios.
***
Es difícil aprender a ser humilde, pero vivir en la abundancia puede
ser más difícil todavía. ¿Existe alguna prueba mayor que la
prosperidad? Pablo podía decir: “Sé vivir humildemente, y sé tener
abundancia” (Filipenses 4:12).
***
Dios permite que algunas cosas permanezcan un misterio para
nosotros, a fin de probar así nuestra obediencia.
***
La verdadera humildad no consiste tanto en pensar mal de uno
mismo, sino más bien en no pensar en sí. Lo que uno necesita es
olvidarse de sí mismo y mirar a Dios.

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