Luis Salas Profesor de Geodinámica Universidad de Cantabria La «huella ecológica» (en lo sucesivo HE) es un concepto que crean en 1996 los pensadores W. Rees y M. Wackernagel para saber cuánta Tierra “consumimos” por persona. Es un indicador que simplifica e integra la demanda en una sola cantidad fácil de manejar. Podríamos definirla como la superficie de suelo productivo necesario durante un año, para obtener recursos naturales y asimilar los residuos que dejamos, sin importar dónde se encuentre este suelo. Cuando la HE es mayor que la producción sostenible surge la «deuda ecológica» (en lo sucesivo DE), que representa el déficit en cuanto a fuente de recursos y sumidero de residuos y, además, refleja su eficiencia por la relación directa que existe entre el consumo y el número de personas. Las ciudades, en general, importan el agua, la energía, los minerales, los alimentos, etc. A la vez, con sus vertidos contaminan los ríos; utilizan grandes superficies para depositar los residuos urbanos; con sus industrias y vehículos contaminan la atmósfera; urbanizan cada vez mayores superficies periurbanas; paradójicamente, esta expansión comienza por las mieses por su fácil acceso, excavación, etc. El resultado, que cualquier ciudadano puede observar, es una casi total dependencia externa que hace imposible su sostenibilidad. Entonces, ¿por qué no se establecen unos límites a la ciudad como se hace con el resto de los ecosistemas? Posiblemente, con los valores que arroja la HE de las ciudades, se comprenda mejor la necesidad de establecer límites. De acuerdo con los datos suministrados por la FAO, en un reparto proporcional, por lo tanto solidario, de las disponibilidades actuales de suelos y mares productivos, a cada persona del planeta le corresponde unas 2 hectáreas. A esta cantidad debe restarse el 12% reservada para el mantenimiento de la fauna y flora no domesticada; el valor final es, aproximadamente 1,76 Ha./hab (hectáreas por habitante). Superar esta cantidad es superar el grado de sostenibilidad del planeta: su quiebra ecológica. Por ejemplo, si toda la humanidad tuviera las mismas condiciones de vida que EEUU cuya HE alcanza el valor de 9,6 Ha./hab, se necesitarían cinco planetas, mientras que adoptando la HE de Etiopía, que sólo alcanza 0,7 Ha./hab, se podría mantener una población mundial tres veces mayor que la actual. En el primer caso, es evidente la insostenibilidad del planeta, mientras que con el consumo del segundo, la humanidad estaría aún en una buena situación de sostenibilidad. Cantabria en 1998 tenía una «huella ecológica» de 3,327 Ha./hab; por tanto, se necesitarían 2,18 planetas si los todos los habitantes de la Tierra quisieran mantener las formas de vida que gozan la media de los cántabros, cuya DE media por persona es de 2,237 Ha./hab. El futuro, si no cambiamos Los países de la OCDE y, por tanto, España con su elevado nivel de consumo, cuando no de derroche, producen una considerable HE, creando una situación de creciente insostenibilidad que resuelven con las importaciones. Pero una observación atenta muestra que esa situación no puede ser indefinida. El incremento poblacional dentro de los países exportadores y el aumento de consumo de los países importadores definen esa insostenibilidad. Efectivamente las posibilidades serán aún menores hacia mediados de siglo, porque la población habrá aumentado en un 50% llegando a los 9.000 millones de habitantes y, por lo tanto, el reparto medio del suelo disminuirá, bajando hasta 0,84 Ha./hab. También se rebajará la parte proporcional correspondiente a las zonas marítimas productivas, que serán aproximadamente de 0,3 Ha./hab y, posiblemente, con menor productividad que en el presente debido a la sobrepesca y la contaminación de las plataformas continentales; en el caso más favorable, muy difícil de alcanzar, se dispondrá de 1,14 Ha.hab. Solidaridad y co-responsabilidad en el desarrollo sostenible La DE de Cantabria (2,237 Ha./hab) pone de manifiesto una elevada dependencia externa, necesitando, para seguir manteniendo las formas de vida, apropiarse de 1.200.000 hectáreas situadas tanto en España como fuera de la nación. Los ciudadanos debieran preguntarse a qué país o región de España se le está cargando el exceso de su huella ecológica y qué se está haciendo para evitarlo. Santander y los 12 municipios que están creciendo en su zona periurbana (todos tienen más de 5.000 hab.) ocupan el 7,87% del territorio. Les caracteriza que son el centro de los «tres poderes» según Wackernagel: el poder de la gente, pues aquí reside el 66,45% de la población total regional y el grueso de la clase media; el poder político, con la Asamblea y el Gobierno Regional con sus centros administrativos; y el poder económico y de los servicios, por ser sede de los principales bancos, la industria, el aeropuerto, los hospitales, la Universidad y los principales centros educativos, etc. Pero también son el mayor foco de consumo de energía, vehículos, alimentos, fibras y viviendas, así como de contaminación hídrica, atmosférica y pérdida de suelo. Un modelo que hipoteca a las generaciones futuras. Entre los 102 municipios de Cantabria se observa la existencia de grandes disparidades, que mejor sería denominar «insolidaridad interregional». Un grupo de 59 municipios tienen una elevada DE y, por lo tanto dependencia, de los cuales 9 necesitan más de 10 veces su propio territorio. Por ejemplo, Santander necesita de un «territorio equivalente» 180 veces al que posee dentro de los límites administrativos de su municipio; Reinosa 94,39 veces; Astillero 65,99 veces, etc. A otro grupo, formado por 42 municipios, les sobra territorio para la HE que dejan; 11 de estos tienen suficiente con menos del 25% de su territorio. Por ejemplo, Valdeprado del Río y Polaciones, con sólo el 11% del territorio, tienen suficiente para igualar la huella ecológica de 3,327 Ha./hab de promedio regional; Tresviso, con el 12%; Valderredible tiene suficiente para el mismo fin con el 13% etc. En el municipio de Saro, la HE es igual a la «capacidad ecológica». Las Comarcas, una buena estructura de gestión Por comarcas, las del Nansa (0,19), el Deva (0,30) y la Merindad de Campoo (0,73) son las que necesitan menos parte de su territorio para compensar la HE, mientras que los valores más elevados corresponden a Santander (180), es decir, se necesita 180 veces su territorio para atender a las necesidades actuales, le sigue la Comarca de la Bahía (24), la del Besaya (6,48) y en menor medida la Comarca Oriental (2,75), Comarca del Miera-Campiazo (2,36), Comarca del Pas-Pisueña (1,71) y Comarca del Saja (1,55). Excepto las tres primeras comarcas, el resto de Cantabria técnicamente se encuentra ante un «crecimiento insostenible» e insolidario a escala regional y planetaria. Esta situación hace necesaria una profunda reflexión para alcanzar de manera viable un aceptable modelo de sostenibilidad comarcal y por ende municipal. Para ello es prioritario una planificación de acuerdo con las posibilidades reales que ofrecen las comarcas, que ya se encuentra previsto en la «Ley de Comarcas de la Comunidad de Cantabria» (8/1999 de 28 abril, BOC 6 de mayo). Se necesita una estructura intermedia entre el Gobierno regional y los Municipios, las Comarcas, sin las cuales los 102 entes municipales actúan unos como puntos de atracción sobre los habitantes de los otros. Esto conlleva que luego tengan, los municipios receptores, la necesidad de importar suelo, agua y recursos en general, en forma de alimentos y otros productos, porque han agotando suelo, agua y recursos propios, lo que aumenta su DE y, lo que es peor, reforzando un bucle de realimentación positiva, conducente a una enorme insostenibilidad. Se está actuando como si las ciudades no tuvieran límites en la demografía, la construcción, la pérdida de suelo, etc.