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DE LA PERIFERIA AL CENTRO:

TIWANAKU VISTO DESDE LOS VALLES ORIENTALES DE

COHONI, BOLIVIA.

María Soledad Fernández Murillo

NO CITAR SIN PERMISO DEL AUTOR

María Soledad Fernández Murillo

Universidad de Tarapacá, Arica, Chile, Casilla Postal 2509 La Paz-Bolivia.

(solefernandez2000@yahoo.es)

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Resumen

El presente ensayo es una contribución teórica a las discusiones acerca de la

organización social del estado de Tiwanaku basado en los datos arqueológicos

registrados para el área periférica del valle de Cohoni-Bolivia. A través de la

revisión de los modelos de interpretación más difundidos se pretende proponer

una perspectiva alternativa que combine prudentemente los marcadores

teóricos y materiales característicos. Al mismo tiempo se intenta llamar la

atención acerca del estudio de las áreas periféricas y su importancia en la

construcción de Tiwanaku como una entidad política, económica y religiosa

importante en tiempos prehispánicos.

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El estado Tiwanaku fue parte del conjunto de sociedades altamente

complejas desarrolladas en Sudamérica. Durante su apogeo (ca. 400-1100 d.C.),

este estado marcó de manera importante el desarrollo cultural de sociedades

contemporáneas y regiones más allá de los límites de su área nuclear.

Debido a su naturaleza particular de organización, Tiwanaku dio origen

a una serie de análisis centrados en dos problemas generales de investigación: la

organización político-social del estado y la interacción interregional. El estudio

de la organización social estuvo basado, principalmente, en datos regionales de

patrón de asentamiento del Valle de Tiwanaku y el Valle Katari (Albarracín-

Jordán 1996; Kolata 1986; Stanish 2003). Por su parte, las investigaciones

enfocadas en interacción interregional fueron realizadas en el área extra-nuclear

o periferia y fueron apoyados, esencialmente, en análisis de material cerámico y

patrones funerarios (Berenguer y Dauelsberg 1987; Caballero 1984; Mújica

1985; Rivera 1975 entre otros).

Esta división de intereses de investigación repercutió en la creación de

una dicotomía teórica en la cual los modelos de organización social eran

evaluados y re-evaluados, exclusivamente, en el área central. Por su lado, las

áreas de periferia – constantemente obnubiladas por estudios de estrategias de

interacción- poco o nada aportaban a la discusión. Como consecuencia, cada

vez se hizo más frecuente la idea de que la dinámica cultural particular

registrada en las regiones periféricas estaba escasamente relacionada con la

organización sociopolítica más amplia de la sociedad Tiwanaku. Dentro de este

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panorama, las dudas acerca de la relevancia de las áreas periféricas para el

entendimiento en la discusión y el análisis de la naturaleza de organización

social del estado se hicieron cada vez más frecuentes.

Los primeros trabajos en las áreas periféricas desarrollaron un marco

teórico, predominantemente económico, apoyado en los conceptos

etnohistóricos ofrecidos por el modelo de complementariedad zonal. Estas

propuestas fueron utilizadas exitosamente para interpretar la naturaleza de

interacción de Tiwanaku fuera del núcleo altiplánico hasta mediados de los

ochenta (ver Berenguer y Dauelsberg 1987; Mújica 1985; Rivera 1975; Kolata

1985 entre otros). Sin embargo, la utilización poco crítica de este modelo llevó

a los académicos a buscar tendencias separadas de la idea generalizada de que

el desarrollo de la complejidad social en la periferia estaba determinado, casi

exclusivamente, por la expansión y el acceso a una amplia base ecológica

(Hastings 1987).

El presente trabajo tiene como objetivo central aportar a la reflexión

ofreciendo un nuevo análisis de la organización sociopolítica de Tiwanaku

desde el área periférica del Valle de Cohoni, situado en la vertiente oriental de

la cordillera de los Andes. Asimismo, a través de la discusión sobre las

correspondencias entre los modelos de organización político-social y las

evidencias materiales registradas, se pretende iniciar una re-evaluación crítica

de las propuestas teóricas principales. Finalmente, se intentará sustentar que el

carácter polarizado de las propuestas teóricas no necesariamente corresponde a

dos tipos de evidencia material opuestas e irreconciliables sino a dos líneas

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distintas de reflexión que combinadas prudentemente pueden ayudar a abrir un

nuevo camino para entender la naturaleza de organización social de Tiwanaku

desde las áreas periféricas.

El Estado Tiwanaku: ¿Centralizado ó Segmentado?

La discusión acerca de la naturaleza de organización del estado

Tiwanaku se halla, principalmente, subsumida bajo dos perspectivas teóricas

bastante difundidas. Goldstein (2006) ha clasificado este conjunto de

paradigmas como los lados opuestos en un solo continuum teórico que va desde

las visiones globalistas de la centralidad a las perspectivas orientadas hacia la

segmentariedad y el agency.

Los estudios más tradicionales acerca de la incorporación de las áreas

periféricas a la organización estatal de Tiwanaku enfatizan el análisis

sistemático de la formación y crecimiento de un estado organizado

administrativamente de manera centralizada. La utilización de este tipo de

perspectivas conlleva en sí misma la aceptación a priori de la idea de la

presencia de una capital centrípeta. En los estudios arqueológicos de Tiwanaku,

esta perspectiva ha sido ampliamente sostenida por las primeras investigaciones

realizadas en el núcleo altiplánico por el Proyecto Wila Jawira realizado en el

Valle Katari y el Valle de Tiwanaku, Bolivia. Basándose en datos significantes

para la comprensión de la tecnología agrícola de Pampa Koani en el Valle

Katari (Kolata 1985, 1993) y de la arquitectura residencial y ceremonial de los

sitios de Tiwanaku y Lukurmata (Bermann 1997; Kolata 1993). Este programa

de investigación propuso un modelo de organización sociopolítica centralizado,

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bautizado por Albarracín-Jordán (1996), como modelo de burocracia

centralizada (Tabla 1).

En sus primeros escritos, Kolata (1985) sustentó la mayoría de su

modelo re-evaluando la naturaleza y el rol de la agricultura intensiva en

Tiwanaku. Así, planteó que la construcción de los camellones o campos

elevados de cultivo fue iniciada durante el Período Formativo Medio (800 a.C.-

100 d.C.) por pequeños grupos corporados sin instituciones políticas

centralizadas o estructuras administrativas. Siguiendo estas hipótesis, durante el

Período Tiwanaku Clásico la organización de fuerza de trabajo empleada en la

construcción de los grandes complejos de campos elevados cambió de dirección

y comenzó a ser dirigida “a manera de corveé, utilizando mecanismos similares

al sistema de la mit’a inka” (Kolata 1993:115). Con la presencia de autoridades

estatales centralizadas se inició la trasformación intensiva de un paisaje natural

semiárido a un paisaje rural agrícola asociado directamente a la ciudad de

Tiwanaku. Dentro de este nuevo sistema de organización socioeconómica, el

sistema de producción y distribución de alimentos era parte de una estrategia

ideada y realizada por el brazo centralizado del gobierno. Posteriormente,

basándose en investigaciones ulteriores, este tipo de interpretación fue

redefinida y se planteó que los gobernantes de Tiwanaku mantuvieron un rol de

dirección, buscando colaboración con los líderes locales para la construcción y

el manejo del sistema de campos elevados (Janusek y Kolata 2004).

Una de las bases más importantes de este modelo es la dinámica de

interacción del centro primario (sitio de Tiwanaku) con el sistema regional. Los

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estudios de patrones de asentamiento realizados en el área central (Valle de

Tiwanaku y el Valle Katari) son los que más luces han brindado acerca de este

tema. En ambas áreas durante el Período Tiwanaku IV-V se refleja un cambio

drástico con relación a los períodos anteriores caracterizado por el aumento de

número de asentamientos. Los sitios grandes (> 3ha.) del Valle Katari como

Lukurmata (1.2 Km.), Pajchiri u Ojje, conforman un distintivo sistema de

asentamiento que ha sido interpretado como el reflejo de un control de la

producción agrícola a través del establecimiento de sitios administrativos

(Kolata 1986, 1993). Éstos se encuentran más o menos espaciados a intervalos

de 3-5 km. a lo largo de la cadena montañosa del norte y del sur y conectados

directamente por grandes causes de ríos a los campos elevados situados en la

base del valle. Por el contrario, los sitios más pequeños no parecen estar

localizados de manera consistente al patrón organizado y están directamente

correlacionados con actividades agrícolas (Mattews 2003).

Es importante señalar que este patrón tan regularizado presenta algunas

particularidades internas, por ejemplo, en el Valle Medio de Tiwanaku el

tamaño de los sitios es menor comparado con el tamaño de los sitios en valle

adyacente de Katari. Esta peculiaridad ha llevado a proponer que muchas de las

funciones administrativas -propias de estos nódulos auxiliares- puedan haber

sido conducidas por el mismo sitio de Tiwanaku obviando la necesidad de

nódulos secundarios como en Pampa Koani o en el sector bajo del mismo Valle

de Tiwanaku (Kolata 1986, 2003; Mattews 2003).

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Sin embargo, el nivel de integración jerárquica planteada por este

modelo todavía carece de evidencias arqueológicas suficientes para crear un

puente sólido con el modelo teórico (ver Tabla 1). Una de las razones más

importantes para esta situación es que Tiwanaku posee poca evidencia

relacionada al sistema administrativo y/o estatus social de un grupo gobernante

central. Las excavaciones relativamente extensas realizadas en el área

ceremonial de Putuni señalan que durante el Período Tiwanaku Tardío IV (600-

800 d.C.) la destrucción intencionada de numerosas residencias previas para dar

lugar un solo complejo residencial y ceremonial de elite (Couture y Sampeck

2003). Al respecto Kolata (1993) ha hipotetizado que Putuni pudo servir como

la residencia de un linaje real, sin embargo no se ha registrado la presencia de

monumentos mortuorios o tumbas con importantes ofrendas suntuarias en su

interior. Así, aunque varias tumbas de elites han sido reportadas en el sitio

central de Tiwanaku, ninguna tumba real ha sido hallada. La falta de evidencia

material que de cuenta de la existencia de un poder gobernante centralizado o

centralizador ha llevado a poner en duda la naturaleza del poder que organizó

políticamente este estado prehispánico.

De igual manera, la ausencia de un sistema extendido de

almacenamiento directamente asociado a la capital ha restado énfasis a la

propuesta de un sistema de colección de tributo estatal instaurado para

mantener a los oficiales y conducir trabajos públicos. Finalmente, aunque es

innegable la presencia de grandes obras como los campos elevados de Pampa

Koani o la canalización artificial del río Katari, no se puede hablar de fuerza de

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trabajo controlada directamente por la ciudad de Tiwanaku. Este escenario ha

forzado a los arqueólogos a conformarse con un panorama parcial de la

estructura estatal y a girar la mirada hacia otros modelos teóricos.

En contraste al conjunto de modelos globlalizadores, se encuentran los

paradigmas que cuestionan la relación universal de la complejidad social con

los procesos de segregación y diferenciación jerárquica. Estas construcciones

teóricas han sido llamadas perspectivas con orientación agency (Goldstein

2006). De este amplio grupo, el modelo más destacado es el modelo de Estado

Segmentario que enfatiza la presencia de segmentos corporados que poseen

acción independiente dentro de una estructura estatal más grande.

Al igual que en el conjunto de modelos globalistas, la piedra angular de

esta perspectiva es la idea de un estado organizado segmentariamente. Este

enfoque ha sido ampliamente sostenido y difundido en las investigaciones

regionales del Valle Medio y Bajo de Tiwanaku realizadas por Juan Albarracín-

Jordán (1996, 2003).

El modelo de Jerarquía Inclusivas está inspirado en las propuestas

teóricas de Southall (1956 citado en Albarracín-Jordán 2003), quien concibió a

los estados de África sub-sahariana como una polity a gran escala en la cual las

diversas entidades políticas y sociales estaban parcialmente subsumidas a la

autoridad de un rey. Cada una de las entidades conformó una confederación

dinámica integrada por oposiciones estructuradas entre segmentos similares. En

estas polities los límites de la jurisdicción política son percibidos de manera

diferente desde los distintos puntos del sistema social y, generalmente, la

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soberanía política no coincide con de soberanía ritual que se expande sobre un

área amplia y que es tan efectiva como la soberanía política.

Complementariamente, la propuesta de segmentariedad de Albarracín-

Jordán está basada en datos etnohistóricos recopilados en los ayllus aymaras de

Macha, Salinas de Garci Mendoza y Chayanta (Albarracín- Jordán 1996, 2003).

Sobre esta plataforma etnohistórica, este autor ha propuesto que Tiwanaku, al

igual que las actuales estructuras políticas aymaras, estaba basado en un

ordenamiento jerárquico e inclusivo de ayllus donde la coordinación de la

explotación y distribución de recursos no necesitaba de una autoridad

centralizada.

Los planteamientos teóricos y los resultados más importantes de este

modelo se encuentran resumidos en la Tabla 2. Sí bien esta claro que existe un

nivel de correspondencia entre el esquema de Kolata y los resultados obtenidos

por Albarracín-Jordán en el Valle de Tiwanaku (en el sentido de que ambos

identifican una jerarquía entre los grandes centros urbanos y los asentamientos

rurales más pequeños), existen importantes diferencias en la interpretación de la

organización social de la producción agrícola. Se debe recordar que el modelo

de Burocracia Centralizada propone la formación de un brazo estatal que dirige

la producción y que va más allá de las villas autónomas y los ayllus mientras

que el modelo de Jerarquías Inclusivas plantea que la producción agrícola fue

realizada por fuerza local de trabajo supervisada por autoridades comunales.

Según esta última propuesta, cada segmento social sería capaz de movilizar su

propia fuerza de trabajo para construir campos elevados de cultivo, terrazas,

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qochas, canales y diques (Albarracín-Jordán 2003). A través de este tipo de

planteamientos, se niega de manera explícita las reconstrucciones de Tiwanaku

como un estado altamente centralizado y organizado de manera piramidal.

Siguiendo este enfoque, el asentamiento principal de Tiwanaku actuaría

como a punto central de convergencia de identidades donde el comercio, los

mitos y los rituales ayudan a fortalecer la hegemonía política y cultural. En el

área urbana central, los trabajos arqueológicos que sustentan este tipo de

organización proponen que las variaciones espaciales de los distintos estilos

cerámicos y la organización de las unidades domésticas estarían representando

diversos segmentos sociales. Estas facciones estarían organizadas a manera de

barrios étnicos supeditados a una identidad Tiwanaku más grande e inclusiva

(Janusek 1999, 2003).

A nivel regional, el patrón de asentamiento del Valle de Tiwanaku es

conceptualizado como el reflejo arqueológico de un sistema social dinámico

conformado por varias unidades locales con jerarquías políticas propias. La

aplicación del Análisis de Rango- Tamaño y del Análisis de Cluster a los datos

de las prospecciones del Valle medio y bajo de Tiwanaku sugiere la presencia

de cuatro subsistemas de asentamiento autónomos (McAndrews et al 1997).

Siguiendo las construcciones etnohistóricas de la estructura sociopolítica de los

ayllus, la distribución espacial de población de los sitios secundarios y

terciarios relejaba facciones de naturaleza segmentaria y organización

jerárquica inclusiva. Esta visión más autonomista de las agrupaciones de

asentamientos rurales, también se ha aplicado en la región del Valle Katari

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(Janusek y Kolata 2004) y coincide con la “perspectiva local” o “enfoque

bottom- up” que se centra en la historia de los desarrollos de los “centros

secundarios” antes y después del período de influencia o incorporación

Tiwanaku (Bermann 1994, 1997; Janusek y Kolata 2004).

Sin embargo, el modelo de la Jerarquía Inclusiva, al igual que sucede

como el de Burocracia Centralizada, tiene aún algunos problemas para crear

correspondencias entre la evidencia material y el marco teórico. Una de las

causas principales para esta situación es su naturaleza emic. Al ser un modelo

basado en conceptos y distinciones propias de la cultura aymara, la perspectiva

de análisis imperante es fonémica, es decir, centrada en los partícipes vivos de

la cultura moderna (agency). Este tipo de categoría analítica se opone a la

aproximación etic –característica del modelo de Burocracia centralizada- que se

lleva a cabo a partir de conceptos significativos para los arqueólogos, es decir, a

partir conceptos sobre la materialidad tal y como se percibe desde el exterior

(análisis fonético). Por norma general, los análisis emic y etic difieren de

manera notable debido al grado de operacionalización de variables

arqueológicas, no obstante, no se puede negar que existe un cierto grado de

correspondencia entre ellos. A continuación se presentan las propuestas y

discusiones realizadas para tratar de entender la manera en la cual estos dos

tipos de organizaciones sociales interactuaron regionalmente con las áreas extra

nucleares.

Modelando a la periferia

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A principios del siglo XX se reconocía que Tiwanaku era un fenómeno

cultural expandido y claramente reconocible fuera de la cuenca del Lago

Titicaca. Investigaciones pioneras como las de Max Uhle reportaron material

cerámico, textil y objetos de madera característicos de esta sociedad en

contextos funerarios y domésticos de lugares tan alejados como las costas de

Perú y Chile (Uhle 1903, 1919 citado en Goldstein 1990). Posteriormente, los

trabajos arqueológicos en las quebradas de la sierra occidental de Chile o los

valles interandinos de Bolivia incentivaron a los arqueólogos a crear modelos

de interacción regional. Tradicionalmente, estos modelos ordenan las regiones

con influencias Tiwanaku según dos variables interrelacionadas: la distancia

geográfica y la naturaleza de las relaciones políticas y económicas que

mantenían con el centro.

Dentro de estas propuestas teóricas, el eje de la expansión sociopolítica

Tiwanaku está determinado por el centro y la periferia. Siguiendo este

planteamiento, el centro está constituido por el core (Stanish 2003) y el área

nuclear o semiperiferia (Berenguer y Dauelsberg 1987). La primera es

delineada como el área inmediata al asentamiento principal, conformada por el

Valle de Tiwanaku, el Valle Katari y la región del río Desaguadero mientras

que la segunda corresponde al resto del área circumlacustre limitada al norte

por el río Ilave, al oeste por el río Suches y al este por la región de Escoma

(Stanish 2003). Ambas áreas estaban pobladas por linajes y polities aliadas que

se incorporaron casi de manera inmediata al surgimiento de Tiwanaku como

una entidad sociopolítica importante (Ibíd.).

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Por otro lado, la periferia está constituida por las regiones de provincia

(Stanish 2003) y las regiones de ultraperiferia (Berenguer y Dauelsberg 1987).

Las primeras incluyen los territorios que fueron aliados o incorporados a la

esfera de control directo de la región nuclear, como los valles del sur del Perú

(e.g. Ilo, Moquegua), del norte de Chile (e.g. Azapa) y los valles interandinos

de Bolivia (e.g. Cochabamba, Larecaja, La Paz, etc.). Mientras que las segundas

incluían las áreas que interactuaban a través de redes de alianzas entre linajes de

elite o de relaciones de comercio o intercambio. Ese era el caso de del norte y el

oeste del departamento de Arequipa en el Perú y del oasis de San Pedro de

Atacama en Chile (Berenguer y Dauelsberg 1987; Stanish 2003).

Uno de los investigadores que más popularizó la perspectiva centro-

periferia fue D’Altroy (1992, 2000), quien organizó estas propuestas en dos

modelos de estrategias de control político y económico: la estrategia

hegemónica y la territorial. En la primera, los territorios sujetos pueden ser

controlados a través del patronaje de los gobernadores locales o de la

manipulación de las instituciones localmente importantes (Ibíd.). En la

aplicación de esta estrategia, el centro estatal realiza una inversión más baja de

labor, buscando una extracción de recursos más limitada (D’Altroy 1992). Por

consiguiente, el control hegemónico no es acompañado de grandes cambios a

nivel regional o a nivel intrasitio como la construcción de maquinaria

administrativa (e.g. complejos arquitectónicos dedicados al almacenamiento o

barracas). La forma en la cual la intensificación de la producción y la

movilización de recursos toman lugar dentro de este modelo, es a través de las

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instituciones y la población local en general (Ibíd.). Coadyuvando a esta idea,

Bermann (1994) propone que este modo de control puede incluir estrategias de

movilización de recursos intra- unidad doméstica y extra- unidad doméstica y

que los grupos de elites locales pueden estimular la producción de uno o varios

recursos en particular sin provocar cambios trascendentales al interior de los

modos tradicionales de producción.

De manera contraria, en la estrategia territorial, la dominación política

es ejercida a través de un gobierno directo. En este caso los cambios son

radicales y los territorios sujetos son fuertemente integrados al sistema político

y administrados desde el centro por gobernadores que, en la mayoría de los

casos, suplantan a las elites locales (D’Altroy 1992, 2000). Este modelo incluye

la apropiación de la capacidad de toma de decisiones de los grupos locales por

las instituciones centralizadas. Las investigaciones arqueológicas sobre este tipo

de administración han reflejado grandes cambios al interior de las regiones y de

los sitios en sí mismos, por ejemplo, el surgimiento de nuevos niveles en la

jerarquía de asentamiento, presencia de arquitectura especializada relacionada a

funciones administrativa, presencia de residencias propias de oficiales del

Imperio transplantados y, en algunos casos arquitectura concerniente a

presencia militar como las fortalezas o barracas (Schreiber 1987a; Pease 1982;

Stanish 2000, 2003).

En ambos tipos de control, la interacción con el centro- capital es

esencialmente centralizada y por lo tanto canalizada a través de algunos y no

todos los sitios. En el modo territorial, estos sitios funcionan a manera de

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centros administrativos de segundo orden, mientras que en el control

hegemónico la interacción es canalizada través de centros preexistentes

localmente importantes (D’altroy 2000).

En años recientes la utilización de estos modelos ha comenzado a ser

reflexionada y criticada. Actualmente, se reconoce que las perspectivas centro-

periferia han ayudado a definir la estructura de los imperios premodernos, pero

se acepta que su mayor debilidad es que ha menudo son demasiado estáticos

para explicar las relaciones dinámicas entre un centro político y sus áreas

periféricas a través del tiempo. En otras palabras, lo que fue periférico en un

momento cronológico puede a llegar a ser parte del área nuclear en otro. De

igual manera, muchas de las discusiones han llamado la atención sobre la

aceptación a priori de la presencia de una organización social estatal

centralizada que decide acerca de la estrategia de control más eficaz. Sin

embargo, la crítica más importante enfatiza, asimismo, la importancia y el rol

activo que las periferias jugaron en el panorama político y social de los estados.

Como respuesta a estas interpelaciones, los investigadores han volteado su

mirada a nuevas propuestas de organización social que puedan apoyar modelos

de interacción más dinámicos y donde las áreas periféricas puedan ser tomadas

en cuenta como regiones activas y no pasivas.

Cuando se habla de estas nuevas propuestas de organización, los

modelos de segmentariedad son los más recurrentes debido a que rescatan el rol

activo de los individuos de una sociedad y su capacidad de decidir y de

interactuar. Así, cuando se trata de estados segmentarios integrando territorios

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periféricos una de las propuestas más actuales es el estudio de poblaciones

diáspora. En este enfoque, las áreas periféricas son definidas como regiones

conformadas por segmentos corporados autónomos que más allá de compartir

lazos políticos y económicos comparten predominantemente lazos culturales o

sociales con el centro de origen.

Este concepto ha sido introducido por Goldstein (2000, 2006) en sus

trabajos en el Valle de Moquegua, Perú. Este autor plantea que la naturaleza de

expansión del Estado Tiwanaku debe entenderse a través de la existencia de

grupos corporados que mantuvieron una diversidad estructural y una vívida

dinámica de negociación entre sus componentes étnicos. Dentro de este

concepto las áreas periféricas están conformadas por grupos de personas

dispersadas de uno o más centros originales hacia lugares periféricos (Cohen

1997; Goldstein 2000). Entre las razones para la dispersión destacan la

expatriación y los conflictos violentos (Clifford 1994), la colonización por

razones militares, políticas o económicas (Cohen 1997, Owen 2005), la

búsqueda de trabajo y mejores condiciones de vida. Así, las comunidades

diásporas según los motivos de su formación pueden ser de victimas/refugiados,

coloniales/imperiales, de servicio/trabajo o de comercio/negocios (Cohen

1997).

Siguiendo esta propuesta, cada tipo de diáspora mantiene una memoria,

visión o mito referido a su “tierra de origen” que evita que se rompan los lazos

con su segmento social de origen. Por lo tanto, la conciencia de grupo y la

solidaridad de la comunidad son definidas por la continuación de las relaciones

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con la “tierra originaria” (Clifford 1994). Así, dos esferas de interacción dentro

de la comunidad diáspora pueden ser distinguidas: la relación lateral o “rutas” y

la relación centrípeta o “raíces” (Owen 2005).

La primera esfera de interrelación (relación lateral) está basada en la

solidaridad entre las personas y los grupos que comparten la experiencia de

dispersión y el estatus de extranjero o de minoría y se encuentra reflejada en la

etnicidad compartida (Ibíd.). Dentro de este planteamiento, los pobladores que

conforman las comunidades diásporas comparten el mismo estatus étnico que

los pobladores de la “tierra de origen”. Este estatus, es conceptualizado aquí,

como una identidad compartida por un número de personas que incluye el

reconocimiento entre los miembros de una historia común, real o mitológica

acerca de la tierra de origen.

A nivel arqueológico, el estatus es expresado simbólicamente a través

del despliegue de “marcadores físicos o diacríticos sociales” (Schortman y

Urban 1985:64) como la arquitectura, el estilo cerámico y/o el patrón funerario

(Goldstein 2000, 2006; Owen 2005). Cada uno de los marcadores físicos tiene

la característica intrínseca de enviar mensajes a los individuos acerca de la

identidad social y/o cultural de las personas que los construyeron y usaron, en

otras palabras, definen límites -por lo menos conceptualmente- de otros

individuos de diferente etnicidad. Así, la forma de las estructuras y sus

dimensiones, la organización del espacio (número de habitaciones, tipos de

actividades desarrolladas dentro, localización de las facilidades y accesos, etc.),

la iconografía y las prácticas funerarias pueden reflejar la afiliación étnica y/o

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cultural de sus constructores. Según Owen (2005) el estilo arquitectónico y

cerámico y las prácticas funerarias/rituales referidas al centro poblacional

persisten por largos períodos de tiempo y se traspasan entre múltiples

generaciones con cambios menores.

La segunda esfera de interacción (relación centrípeta) está sustentada en

la lealtad hacia la tierra originaria real o imaginaria y reflejada en lazos

políticos, económicos o sociales con el segmento altiplánico (Goldstein 2006;

Owen 2005). Estas relaciones promueven que las diáspora coloniales, de

servicio/ trabajo y de comercio/negocio mantengan un continuo intercambio de

ítems con el centro que indique una continuidad de las relaciones político-

económicas entre las poblaciones dispersas y la tierra de origen.

A nivel arqueológico, esta situación se ve reflejada en la presencia de

bienes exóticos importados (e.g. cerámica altamente decorada, materia prima

exótica) que, junto a otros bienes de lujo, son de vital importancia para

sustentar la organización social y económica de la población. En un primer

nivel estos bienes actuaron como diacríticos sociales para mantener a los

grupos de elite o a los grupos sustentadores de la identidad más grande o

inclusiva de la comunidad, mientras que en un segundo nivel actúan como

regalos o incentivos para sustentar actividades y/o aumentar el excedente de

producción (Schortman y Urban 1985).

Un caso de estudio: El Valle de Cohoni

Los valles de la vertiente occidental de Los Andes forman parte del

conjunto de regiones aún desconocidas a nivel arqueológico que conformaron el

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área periférica del estado Tiwanaku. Las escasas investigaciones realizadas en

estas regiones han planteado la presencia de notables estructuras y dinámicas de

organización durante el período en este estado Tiwanaku se desarrolló. El valle

de Cohoni es uno de los valles que integra la vertiente oriental y está ubicado al

sur de la provincia Murillo en el departamento de La Paz (Figura 1). Este valle

comprenden una serie de mesetas y colinas que se encuentran en la ladera

inferior del nevado del Illimani y al igual que los demás valles del río La Paz

está formado por conjuntos de bosques secos, chaparrales, matorrales y tierras

erosionadas.

Esta región posee una interesante variedad de niveles altitudinales que

influyen en la formación de distintos pisos ecológicos o microregiones que

permiten alternar diferentes cultivos y alcanzar un alto grado de defensa contra

las cosechas perdidas o dañadas. Los pisos ecológicos que conforman la región

son: Puna alto andina (4.200 y 4.800 m.s.n.m), Pre- puna (3.900- 4.100

m.s.m.n), Sierra Altiplánica o cabecera de Valle (2.700- 3.900 m.s.n.m.),

Las primeras investigaciones arqueológicas realizadas en esta región

coinciden en señalar a este valle como un área con una organización espacial,

política, económica y social significante en épocas prehispánicas. Su

importancia parece haber radicado en su favorable ubicación geográfica que no

sólo permitía la conexión con la zona de ceja de selva sino que, también, ofrecía

una variedad de ecosistemas que facilitaban la intensificación en la agricultura

y la extracción de recursos metalúrgicos como el oro (ver Barragán 1982;

Estévez 1985; Huidobro 1988 entre otros).

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Actualmente, las investigaciones realizadas en los últimos años por el

Proyecto Cohoni han centrado sus esfuerzos en las evidencias de ocupación

Tiwanaku a través de la implementación de reconocimientos sistemáticos y

análisis de patrones de asentamiento.

Por razones logísticas se siguió la división natural de la región en tres

áreas ecológicamente distintas.

• Área 1 ó sub-cuenca oeste .Entre la quebrada del río Anu Uta y la

quebrada del río Chuvilaya.

• Área 2 ó sub-cuenca central. Entre la quebrada del el río Chuvilaya y la

quebrada del río Jurileque.

• Área 3 ó sub-cuenca este Entre la quebrada del río Jurileque y la

formación de cerros Villoma.

Cada una de estas sub-cuencas fueron recorridos en su totalidad en

transectos flexibles que permitieron a los equipos acomodarse a las condiciones

topográficas.

Durante la prospección intensiva realizada en el Valle de Cohoni, 42

sitios fueron registrados para el Período Tiwanaku (400-1100 d.C.): 13 en la

zona montañosa, 23 en la zona de terrazas, 4 en las quebradas laterales y 2 en la

zona de pastos (Figura 2). Ninguno de los sitios registrados presentó evidencias

de ocupaciones formativas previas, reflejando así la instauración de un nuevo

patrón de asentamiento durante este período. El patrón arquitectónico presente

en todos los sitios puede ser fácilmente afiliado al patrón de Tiwanaku en el

altiplano. Siguiendo a Bermann (1994), tanto en el Valle de Tiwanaku como en

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el Valle Katari, el Período Tiwanaku IV-V (400- 1100 d.C.) se ha caracterizado

como la época de la construcción de plataformas tanto habitacionales como

agrícolas. Cohoni es uno de los más importantes ejemplos de este tipo de

construcciones debido a que todos los sitios emplazados en el valle se

caracterizan por la presencia de plataformas habitacionales en forma de U

construidas en las laderas de los cerros o utilizando las terrazas naturales de la

región (Figura 3). Igualmente, se ha registrado la presencia de estructuras

habitacionales contiguas de planta cuadrangular en estas plataformas (Figura 4).

Este tipo de construcciones domésticas, también, han sido reportadas en varías

áreas altiplánicas (ver Albarracín- Jordán 1996; Bermann 1994; Kolata 2003

entre otros). Finalmente, el material cerámico registrado en cada uno de los

sitios es idéntico a los tipos formales domésticos y ceremoniales de Tiwanaku y

no se ha identificado ningún tipo de cerámica que no exista en Tiwanaku

mismo. Dentro del conjunto cerámico del valle se ha identificado un grupo

menor de materiales de exportación –predominantemente vasijas ceremoniales

como kerus y tazones- caracterizados por una materia prima distinta

(atemperante de arena) a la que generalmente se utilizaba en región

(atemperante de cuarzo). De este modo, la cerámica Tiwanaku no es un

elemento exótico de intercambio, sino parte de una cultura material completa,

característica por una población de raíces altiplánicas.

En una primera instancia, estos los cambios trascendentales, tanto a

nivel regional como a nivel intrasitio en Cohoni, podrían ser interpretados como

el reflejo directo de una fuerte integración al sistema central político-

22
administrativo de la capital Tiwanaku. Apelando a un panorama comparativo,

una situación similar ha sido registrada para el valle oriental de Cochabamba,

situado a una distancia aproximada de 100 km. del Valle de Cohoni, es decir,

sólo 3 días de camino de la parte sudeste de la región de estudio. El dato

recolectado en esta región sugiere que existieron cambios substanciales en el

patrón de asentamiento. Recientemente, la re-evaluación de los datos de

Higueras- Hare (2001) recolectados en las zonas de Capinota-Parotani y

Mizque plantea que, pese a Tiwanaku no se localizó en tierras agrícolamente

más productivas, el valle fue organizado bajo el control directo de Tiwanaku

(Knudson 2004). Asimismo, los estudios de la tecnología y estilo cerámico

señalan fuertes influencias Tiwanaku. Anderson y Céspedes (1998 citado en

Stanish 2003) plantean que durante el Horizonte Medio existió un cambio

substancial en el conjunto cerámico del valle que coincide con la ocupación

Tiwanaku, “la primera trasformación clara que ocurrió con Tiwanaku es que

existió un gran incremento el número de tipos estilísticos decorados incluyendo

la aparición de cerámica Tiwanaku importada como los cuencos con decoración

negro sobre rojo”. Al mismo tiempo de la aparición de cerámica importada, el

conjunto cerámico del Valle de Cochabamba también registra un cambio en el

material más utilitario. Este dato sugiere que la influencia extranjera alcanzó el

nivel de producción doméstica, inclinando la balanza a favor de una estrategia

de control directo en lugar del intercambio a larga distancia.

Generalizando estas interpretaciones es probable que la discontinuidad

en el patrón de asentamiento, la similitud del patrón arquitectónico regional con

23
el registrado en el núcleo y las características formales del material cerámico no

sean particularidades propias del valle de Cohoni. Una situación así podría ser

considerada un indicador arqueológico de la subordinación de la vertiente

oriental al dominio y control territorial de la capital altiplánica. Sin embargo,

los trabajos arqueológicos en Cohoni aún son muy reducidos y sólo presentan

un panorama parcial de la región.

Siguiendo esta línea teórica, la presencia de una jerarquía de cuatro

niveles identificada en Cohoni señalaría que la interacción de la región con el

centro- capital fue canalizada a través de sitios con funciones de centros

administrativos de segundo orden (Figura 5). Así, el control administrativo de

los asentamientos en el valle sería dirigido por el sitio El Calvario (PCO 011)

que tiene un tamaño de 15.68 ha. y se caracteriza por la presencia de áreas de

actividades separadas, arquitectura elaborada y una clara asociación a las áreas

agrícolas más grandes de la región (Fernández 2004).

Sí se aplica una perspectiva bottom-up para ampliar la visión de este

mismo conjunto de datos, la manera en la que se concibe la organización

sociopolítica de Cohoni podría dar un cambio trascendental. La organización de

los asentamientos en niveles jerárquicos no necesariamente podría ser

considerada como el reflejo de la subordinación de los sistemas económicos,

políticos y religiosos del valle a un sistema administrativo más amplio. La

aplicación del Análisis Rango-Tamaño a los datos de la región cuestiona la idea

de que la organización de los asentamientos del Valle de Cohoni refleje una

fuerte integración administrativa (Figura 6). La distribución convexa de la

24
curva señala que, en relación a los sitios grandes, los sitios más pequeños de la

región son más grandes de lo esperado por el pronóstico rango-tamaño

(McAndrews et al 1997). En varias ocasiones, este tipo de curva ha sido

representada como el reflejo de un sistema de asentamientos relativamente

autónomos con muy poca o ninguna integración política (Wright 1986, citado

en Bermann 1994).

De manera similar, el conjunto cerámico y el patrón arquitectónico

podrían ser interpretados como el reflejo material de una comunidad diáspora.

Dentro de este marco de interpretación, la distribución general de formas

cerámicas domésticas y ceremoniales Tiwanaku en Cohoni señala que la

preparación y el consumo de alimentos, ya sean cotidianos o rituales,

mantuvieron la misma lógica que en el Altiplano. Del mismo modo, la

presencia de vasijas ceremoniales importadas reflejaría la presencia de bienes

diacríticos. En una primera esfera de interacción estos bienes mantuvieron a los

grupos de elite (o grupos sustentadores de la identidad más grande o inclusiva)

lejos de los demás miembros de la colonia. Mientras que en una segunda esfera

de interacción actuaron como regalos o incentivos para sustentar actividades y/o

aumentar el excedente de producción (Schortman y Urban 1985).

La similitud del patrón arquitectónico y el material cerámico refuerzan

la idea de que los pobladores de Cohoni compartieron el mismo status étnico

que los pobladores Tiwanaku del Altiplano. Asimismo, es posible estos

elementos fueran fundamentales para el fortalecimiento de la identidad más

25
inclusiva del estado Tiwanaku y la estructuración política y social de los

pobladores como una comunidad diáspora.

Finalmente, una inspección a priori de la distribución espacial de los

sitios de este período señala la presencia de 3 racimos de sitios correspondientes

a las sub-cuencas que conforman el Valle (Figura 6). Esta situación fue

corroborada con la aplicación del Análisis del “Vecino más cercano” resumida

en la Tabla 3.

La presencia de tres agrupaciones espaciales de sitios posiblemente

refleje la presencia de tres segmentos distintos y la existencia de sitios grandes

que funcionen a manera de “centros administrativos y/o ceremoniales locales”

en cada sub- cuenca y que aglutinen a los sitios más pequeños alrededor suyo

(Earle 1976).

En relación a este último punto, la aplicación de la regla de rango-

tamaño podría ayudar a confirmar esta propuesta. Las curvas obtenidas de la

aplicación de esta regla en cada una de las áreas reflejaron, principalmente,

relaciones “primadas” (Berry 1961, citado en Hodder y Orton 1990) (Figura 3).

Es decir, relaciones en la que existe ausencia o deficiencia de tamaños

intermedios, de manera que uno o dos asentamientos muy grandes dominen la

distribución general de los sitios en cada sub-cuenca. Simón (1955 citado en

Hodder y Orton 1990) propone que en estas relaciones intervienen menos

fuerzas en la producción de no- homogeneidades del sistema de asentamiento y

que son relaciones dadas en regiones pequeñas con asentamientos desarrollados

en un tiempo relativamente corto.

26
Siguiendo este camino analítico, es posible que los asentamientos del

Período Tiwanaku estuvieran organizados espacialmente en tres racimos

distintos que posiblemente representen a tres segmentos sociales. Cada uno de

estos racimos estuvo estructurado siguiendo un patrón de asentamiento

jerárquico. Es decir, un patrón en el cual los sitios difieren en tamaño, función,

cantidad y variedad de arquitectura pública y doméstica. Este patrón

jerarquizado refleja una interacción subyacente de los sistemas económicos,

políticos y religiosos.

La combinación y aplicación de ambos modelos en Cohoni nos lleva a

pensar que aunque ambas perspectivas poseen naturalezas diversas tienen un

punto de correspondencia que podría ser útil a la hora de plantear un nuevo

camino de investigación. Esta nueva línea de interpretación se centra en la idea

de dos niveles de interacción correspondientes entre sí. En un primer de

interacción social, Cohoni estuvo organizado en tres distintos segmentos

sociales políticamente independientes. Aunque no se han realizado

investigaciones más profundas es posible que estos segmentos muestren

importantes variaciones internas reflejadas en variantes materiales de estilo

Tiwanaku. En un segundo nivel de interacción, el valle se fusionó de manera

subyacente tanto política y religiosamente de manera centralizada. Esta fusión

de segmentos es reflejada, principalmente, en la homogeneidad del paisaje

estilístico cerámico y los patrones arquitectónicos.

El primer nivel de interacción es el más difícil de acceder sí sólo se

cuenta con datos de prospecciones de superficie. Una aproximación más

27
satisfactoria a este nivel podría darse a través de datos de excavaciones

extensivas y de análisis especializados como la arqueobotánica que ayudaría a

definir diferencias porcentuales en consumo de alimentos o la antropología

física que determinaría las variaciones esqueletales o patológicas. La dificultad

de este nivel radica en el hecho de que pretende aproximarse a las celdas más

exclusivas de la organización social y por lo tanto necesita de metodologías más

amplias. Por su parte, el segundo nivel es el más sencillo de acceder ya que se

acerca a la organización más visible e inclusiva de la sociedad y a la más fácil

de registrar arqueológicamente. Generalmente, trabajos arqueológicos

realizados en los valles orientales como Cochabamba han tenido éxito a la hora

de aproximarse desde esa perspectiva y aunque han sido muy exitosos, todavía

recrean panoramas parciales de la realidad prehispánica. Es necesario

implementar un segundo nivel de análisis de interacción para tratar de

completar el rompecabezas que conforma la organización social del estado

Tiwanaku.

Consideraciones finales

El carácter polarizado de las diferencias teóricas acerca de la naturaleza

de organización de Tiwanaku aún no presenta evidencia material concluyente

que apoye sus diferencias. A través de la aplicación de ambos modelos de

interpretación a un área periférica se ha podido demostrar que, sin importar la

rigurosidad del dato, ambos modelos pueden funcionar ya que responden a dos

niveles distintos de organización: un nivel inclusivo y otro exclusivo. Ambos

28
niveles no son excluyentes y en tiempos prehispánicos podrían haber

funcionado de manera paralela en las sociedades.

Esta situación llama la atención y nos invita a reflexionar sobre la

necesidad de iniciar la construcción de un puente teórico sólido que una las

perspectivas teóricas con las evidencias materiales. Hasta ahora, las evidencias

arqueológicas resultan ser demasiado débiles a la hora de inclinar la balanza

hacia un modelo de organización sociopolítica específico. Es necesario iniciar

una re- evaluación acerca de los indicadores arqueológicos y su validez a la

hora de crear modelos de interpretación. Actualmente, Tiwanaku ha sido foco

de interesantes reflexiones teóricas pero ninguna de ellas ha podido asentarse

sobre bases materiales sólidas.

29
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35
Lista de Tablas

Tabla 1: Planteamientos Teóricos y Evidencias del Modelo Burocracia Centralizada........................................................................37


Tabla 2: Planteamientos Teóricos y Evidencias del Modelo de Jerarquías inclusivas.........................................................................39
Tabla 3: Análisis del "vecino más cercano" para los sitios Tiwanaku (ca. 800-1100).........................................................................41
Lista de Figuras

Figura 1: Ubicación del valle de Cohoni en la vertiente occidental de Los Andes..............................................................................42


Figura 2: Sitios Tiwanaku en el Valle de Cohoni, Bolivia...................................................................................................................42
Figura 3: Plataformas habitacionales del sitio PCO 005......................................................................................................................43
Figura 4: Estructuras de planta cuadrangular de PCO 005 ..................................................................................................................43
Figura 5: Jerarquía de asentamientos en el Valle de Cohoni................................................................................................................44
Figura 6: Análisis Rango –Tamaño del Valle de Cohoni ....................................................................................................................44
Figura 7: Rango –Tamaño aplicado a las Sub-cuencas........................................................................................................................45

36
Tabla 1: Planteamientos Teóricos y Evidencias del Modelo Burocracia Centralizada.

Evidencia específica
Valle bajo y medio de
Expresión material de la
Característica teórica Pampa Koani Tiwanaku
característica teórica
(Kolata 1985) (Albarracín Jordán 2003;
Mattews 2003)
Jerarquía de asentamientos de
cuatro niveles:
Tiwanaku (centro primario o Jerarquía de asentamientos de
capital), cuatro niveles:
Red de asentamientos Lukurmata y Pajchiri (centros Tiwanaku (centro primario),
Administración jerárquica contemporáneos, jerárquica secundarios o de Sitios > 3ha (centros
especializada que incide en la toma marcada por diferencias no administración regional), secundarios),
de decisiones. ambiguas en tamaño, rango PK 6, PK 2, PK 3, PK 13 Sitios de 1-3 ha.(centros
y función. (Pampa Koani) (centros terciarios),
terciarios o de administración Sitios < 1 ha.(sitios
local) y montículos de cuaternarios)
habitación simple (sitios
cuaternarios)
Colección de tributo para mantener Arquitectura relacionada
No existe evidencia de áreas de No existe evidencia de áreas de
a los oficiales y conducir trabajos con un sistema extendido
almacenes. almacenes.
públicos. de almacenamiento.
División de distintos estratos Clara distinción entre una Presencia de cerámica Presencia de cerámica
sociales, los cuales poseen cultura material de bienes ceremonial: cuencos ceremonial: cuencos
diferentes accesos a las formas de de una elite orientada al recurvados, fuentes carinadas, recurvados, fuentes carinadas,

37
cuencos con pedestal,
incensarios, wako retratos, etc.
cuencos con pedestal,
lujo y prestigio y una Presencia de cerámica de uso
incensarios, wako retratos, etc.
cultura material doméstico: vasijas de cocción,
producción y distribución de Presencia de cerámica de uso
“proletaria” orientada a la almacenaje y de servir (Janusek
productos, doméstico: vasijas de cocción,
reproducción y 2003).
almacenaje y de servir.
subsistencia diaria. Arquitectura ceremonial de la
metrópolis Tiwanaku imitando
el mundo físico (Kolata 2003).
Construcción de campos
elevados de Pampa Koani (70
Intensiva recuperación de Km.).
tierras e iniciación de Canalización artificial del río
Construcción de campos
proyectos masivos de Katari.
La existencia de autoridad elevados en el sector norte y de
construcciones públicas Construcción del camino
jerárquica. terrazas y cochas en el sector
que requieren una gran elevado que cruza la Pampa
sur.
coordinación de fuerza de Koani.
trabajo. Construcción de terraplenes
grandes para plataformas
habitacionales.
Presencia de un estilo
Sólida estructura ideológica y/o
iconográfico corporado
religiosa que, en muchos casos,
relativamente Vasijas ceremoniales de estilo
está orientada a legitimar y
estandarizada presente en Tiwanaku Clásico
mantener las jerarquías políticas y
distintos soportes
económicas.
materiales.

38
Tabla 2: Planteamientos Teóricos y Evidencias del Modelo de Jerarquías inclusivas.

Evidencia específica
Expresión material de la
Característica teórica Valle Bajo y Medio de
característica teórica Pampa Koani
Tiwanaku
Jerarquía de asentamientos de cuatro
niveles: Jerarquía de asentamientos de
Tiwanaku (centro primario o cuatro niveles:
Sistema dinámico de Distribución nodal de
Marka), Tiwanaku (centro primario),
asentamiento conformado asentamientos
Lukurmata y Pajchiri (centros Sitios > 3ha (centros
por varias unidades contemporáneos, marcada
secundarios), secundarios),
sociales con jerarquías por diferencias en tamaño,
PK 6, PK 2, PK 3, PK 13 (Pampa Sitios de 1-3 ha.(centros
políticas locales rango y función.
Koani) (centros terciarios) y terciarios),
montículos de habitación simple Sitios < 1 ha.(sitios cuaternarios)
(sitios cuaternarios)
Presencia de distintas Presencia de campos elevados en
agro-tecnologías Presencia de los campos elevados el sector norte y de terrazas y
espacialmente separadas. qochas en el sector sur.
Diversidad en
construcciones
Diversidad intergrupal
arquitectónicas.
Diversidad en estilos
iconográficos
principalmente en material
cerámico y lítico.
Movilización de fuerza Recuperación de tierras e Construcción de campos elevados Construcción de campos elevados
local de trabajo para la iniciación de proyectos de (70 Km.). en el sector norte y de terrazas y

39
realización de grandes Canalización artificial del río Katari.
construcciones públicas
tareas comunales bajo la Construcción del camino elevado
que requieren
supervisión de una que cruza la Pampa Koani. qochas en el sector sur.
coordinación de fuerza de
autoridad jerárquica Construcción de terraplenes grandes
trabajo local.
comunal. para plataformas habitacionales.
Estructura ideológica y/o
religiosa está orientada a
cohesionar a los
segmentos sociales

40
Tabla 3: Análisis del "vecino más cercano" para los sitios Tiwanaku (ca.

800-1100)

Sub-cuenca o área Resultado Interpretación


Sub-cuenca oeste o Área 1 R =0.60 Mayor tendencia a la concentración
Sub-cuenca central o Área 2 R =0.42 Mayor tendencia a la concentración
Sub-cuenca este o Área 3 R = 0.57 Mayor tendencia a la concentración

41
Figura 1: Ubicación del valle de Cohoni en la vertiente occidental de Los Andes

Figura 2: Sitios Tiwanaku en el Valle de Cohoni, Bolivia

42
Figura 3: Plataformas habitacionales del sitio PCO 005

Figura 4: Estructuras de planta cuadrangular de PCO 005

43
Figura 5: Jerarquía de asentamientos en el Valle de Cohoni

100

10

Tamaño de sitios en
ha.
1
s/n
1 10 100

0,1

0,01

Figura 6: Análisis Rango –Tamaño del Valle de Cohoni

44
Figura 7: Rango –Tamaño aplicado a las Sub-cuencas

45

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