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Sin embargo, y con esto concluyo, tenemos razones para ser optimistas.
Si no queremos dejarles a ustedes una impresión de que todo está mal.
Creemos que en los últimos años se han venido configurando coyunturas y
contextos, que brindan oportunidades de realización y de aplicación al derecho
ambiental. ¿Cuáles son las razones para estar optimistas? Primero, el deterioro
del ambiente ha comenzado a generar efectos concretos en la vida de la
comunidad humana de la región, generando claras tensiones en la agenda
política de nuestros dirigentes. Es decir, les voy a poner un ejemplo muy
sencillo: en Nicaragua, estamos en medio de una gran campaña electoral; en la
costa atlántica, ¿cuál ha sido el eje de la campaña? Cual de los candidatos es
capaz de garantizar la repoblación de la langosta en la costa atlántica; ese es el
eje de la campaña. Es un tema ambiental. Y en el pacífico, el gran tema electoral
ha sido, cuál de los candidatos va a poder resolver el problema de la energía
renovable. Es decir, de repente, el tema ambiental comienza a ser un tema de
agenda política, por la situación a la que hemos llevado su deterioro. En ello,
efectivamente, entonces, el tema ambiental comienza a convertirse en una
agenda inevitable para el ejercicio del poder político, y eso es muy importante
desde el punto de vista de sus perspectivas de desarrollo.
Por otro lado, las condicionalidades ambientales externas a las formas de
producción y consumo, cada vez son mucho más fuertes. Acabamos de suscribir
el tratado de libre comercio, nos guste a algunos o no nos guste a otros, pero en
el tratado de libre comercio ahora hay un capítulo completo sobre el tema
ambiental, y hay condicionalidades sobre el tema ambiental, lo cual,
efectivamente, crea oportunidades más allá de la posición política que podamos
tener sobre el tema del DR–CAFTA.