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La furia del hacinamiento… la paradoja del sistema punitivo1

Norberto E. Garay Boza


Abogado
norbertogarayboza@gmail.com

El 16 de noviembre de 2007, el Comité de Derechos Humanos; ante el


hacinamiento penitenciario y las malas condiciones de las cárceles, recomendó a Costa
Rica adoptar medidas para poner fin a la saturación en los centros de detención, en
particular acatar las Reglas mínimas para el tratamiento de los reclusos, dando un plazo
de un año para informar al respecto.
La Defensoría de los Habitantes, durante el año pasado denunció el incremento
en la saturación penitenciaria, así, se indicó que para diciembre de 2008 la capacidad
carcelaria nacional era de 8140 espacios, no obstante, la población penitenciaria era de
8225 presos. Para el año 2009 la población penitenciaria ascendió a 9304 personas,
dejando claro no solo el desacato de la recomendación dada al Estado por el Comité de
Derechos Humanos, sino también institucionalizando prácticas de violencia sistemática
contra las personas que han sido seleccionadas por el sistema punitivo.
La violencia sistemática contra los presos, no solo implica la violación directa a
sus derechos más básicos, sino que también ha logrado sentar las bases necesarias para
que la corrupción lucre con el hacinamiento, como recientemente se denunció respecto
al CAI de San Rafael, pues se sospecha que una red burocrática dentro de la cárcel
cobraba para otorgar beneficios penitenciarios. En suma, donde la saturación
penitenciaria halla vida, los derechos encuentran su muerte, tal es la furia del
hacinamiento.
El encierro penitenciario, no hace suyas a todas las personas, las selecciona,
siendo el sistema punitivo su filtro, desde quienes son arrestados y llevados al sistema
judicial, hasta quienes siendo condenados a una pena de prisión van o no a la cárcel con
ocasión de un beneficio de ejecución condicional de la pena, pero ¿cuáles son los
parámetros para decidir quiénes serán presos y quiénes no? Los criterios de selección
carcelaria difícilmente podrían indicarse taxativamente, pero algo es seguro, son
herramientas al servicio del poder y se orientan a constituir y mantener diferencias
socioeconómicas de quienes han sido privados de libertad.
El funcionamiento de la selección penitenciaria, puede ser explicado con una
situación actual. Recientemente se comunicó una decisión de la Sala Tercera donde se
1
Publicado en el Diario La Nación, Costa Rica, 13 de mayo de 2011.
confirmaba la condenatoria del expresidente Rafael Ángel Calderón, no obstante, se
varió la sanción disminuyéndosele a tres años de prisión, por ende, ante la concesión del
beneficio de ejecución condicional de la pena, el condenado no deberá de ir a la cárcel,
así, sujeto del sistema punitivo, pero no del sistema penitenciario, pues éste ha sido
reservado mayoritariamente para otros estratos socioeconómicos. Por otro lado, existen
otras personas cuyos delitos no pusieron en peligro fondos públicos ni tampoco la
confianza en la gobernabilidad e institucionalidad del país, como sí sucedió con el caso
Caja-Fischel, pero que sí han sido presas por delitos de bagatela, donde el perjuicio es
mínimo en relación con el patrimonio del Estado y la confianza que los habitantes han
depositado sobre funcionarios públicos.
La selección realizada por el encierro penitenciario evidencia la paradoja del
sistema punitivo, en el tanto, se considera que la pena –en particular la de prisión- posee
como objetivos no solo resocializar al condenado, sino también remitir un mensaje a la
sociedad tanto de que el sistema sí funciona como de advertencia motivadora para no
delinquir, pero ¿cómo puede lograr estos objetivos si se castiga más duramente por las
conductas menos lesivas para la colectividad? ¿Cómo se rehabilitará un sentenciado si
percibe que por delitos más lesivos para la sociedad es menor el castigo? Tal es la
paradoja del sistema punitivo: los fines de la pena no concuerdan con la selección de
quienes sufrirán la cárcel… Pero la solución no es más cárcel, la respuesta no debe ser
punitiva.
La solución a esta paradoja, no debe de erigirse sobre la base de un mayor
castigo para las conductas de corrupción como la señalada anteriormente, sino de una
menor respuesta punitiva para las demás conductas, disminución acompañada de
políticas sociales que sí resocialicen y que apoyen no solo a quienes han experimentado
la cárcel, sino integralmente a los estratos más vulnerables al poder represivo. La
desigualdad del sistema punitivo responde a la desigualdad del sistema social, la
primera debe ser corregida, pero la segunda debe ser eliminada.

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