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5 de junio de 2011
La homilía de Betania
LA ASCENSIÓN
2.- Saber que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Se fue
físicamente, pero nos dejó su espíritu. El espíritu de Cristo no actúa en nosotros de
manera automática e indiferenciadamente. Cristo nos ha prometido a todos su espíritu,
pero somos personas libres para actuar según el espíritu de Cristo o en contra de él. Las
personas que han actuado movidas por el espíritu de Cristo han sido personas valientes
y comprometidas, muy conscientes de que era el espíritu de Cristo el que les daba valor
y fortaleza. Ejemplo de esto han sido todos los mártires y santos cristianos, canonizados
o santos anónimos, que son los más. Cuando el espíritu de Cristo se apodera de una
persona la convierte en un auténtico evangelizador. El ejemplo de una persona que
actúa movida por el espíritu de Cristo es siempre un ejemplo que arrastra y convence a
cualquier persona de buena voluntad. Debemos pedir todos los días a Dios, con el
salmista, que no aleje de nosotros su santo espíritu. Cristo quiere seguir con nosotros
hasta el fin del mundo; dejemos que sea siempre su santo espíritu el que actúe en
nosotros y por nosotros.
3.- Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis
testigos. El domingo próximo celebraremos la gran fiesta de Pentecostés, la fiesta del
Espíritu. Durante toda esta semana vamos a barrer y limpiar cuidadosamente nuestro
interior, las habitaciones del alma, para que el Señor quiera quedarse con nosotros,
dándonos su amor, su sabiduría, todos sus santos dones.
Es un día de despedidas. “No os dejaré huérfanos. Estaré con vosotros hasta el fin de los
tiempos”. Jesús ya no va a estar con nosotros recorriendo caminos y aldeas, hablando
con la gente, haciendo curaciones, acariciando a los niños. Y en este ambiente caen bien
los siguientes versos.
y tú rompiendo el puro
Se despide de los apóstoles de un Jesús palpable, cercano, visible con los ojos y tocable
con las manos, pero se despiden con un hasta pronto, un hasta luego, porque en la
despedida hay sonidos de infinita grandeza. Hoy es el día de la manifestación gloriosa
de esa divinidad que se ocultaba en la carne, esa carne que servía para ocultar el
resplandor de Dios que hubiera quemado las pupilas de los apóstoles.
2.- Por eso en la narración de San Lucas –hoy leemos a Mateo—aparecen los ángeles
que son siempre manifestación de Dios –cuando un ángel aparece es Dios quien aparece
—y también aparece la nube, esa nube tras la que el Señor se ocultó en el desierto. Esa
nube que cayó sobre Santiago, Juan y Pedro en la Transfiguración, aquel instante en
que Jesús dejo vislumbrar su divinidad.
Ese Dios que se sale de nuestro universo para perderse fuera de todo ser creado, para
ser fuera del tiempo en la inmutable eternidad un Dios primero y antes que todo,
presente en todos y desconocido por todos…
3.- Os habéis dado cuenta que hacemos profesión de fe en que Jesús, es hombre
verdadero, es Dios verdadero, en cada oración de la misa. Te lo pedimos por Nuestro
Señor Jesucristo que contigo vive y reina por los siglos de los siglos.
Y es que el gran misterio de nuestra fe, que implica a todos los demás, es el misterio que
Dios se haya hecho carne, uno de nosotros. Tenemos un Dios hombre. También
nosotros nos despedimos de Él con un hasta luego, porque ese Dios hombre está con
nosotros en el sagrario, en la Eucaristía… Y vamos a recibirlo.
2.- En estos próximos domingos, hasta el Corpus, la Palabra de Dios nos va a seguir
invitando a ser TESTIGOS de Jesús resucitado incluso en aquellos ambientes donde
menos pensamos que pueda calar el mensaje de Jesús, como ocurrió en Samaría, tierra
pagana, donde la fe también dio su fruto. Hoy el Señor, que asciende al cielo, nos deja el
encargo de “id y haced discípulos de todos los pueblos”; el próximo domingo
celebraremos Pentecostés, la Pascua del Espíritu Santo, que es la fuerza que Dios nos da
para ser sus testigos en medio del mundo; al siguiente domingo celebraremos la fiesta
de la Santísima Trinidad, donde se nos recordará que ese Dios al que anunciamos es
familia, comunión de personas, es amor y es donación; y finalmente la fiesta del Cuerpo
de Cristo, que es el alimento de la Eucaristía que Jesús nos deja para no desfallecer en
esta hermosa tarea de ser sus testigos. Aunque el curso pastoral se acabe, la
evangelización no termina, Dios no se va de vacaciones, sigue estando ahí y nos sigue
llamando, porque “aún hay tela que cortar”.
3.- Y es que no podemos quedarnos “mirando al cielo”, como los discípulos. Hay una
voz, una Palabra que nos dice: “¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?”… “id y
haced discípulos”… Sed mis testigos en medio del mundo, id a todos los pueblos, a los
que creen y a los que no, a Judea y a Samaría, a cada uno de vuestros pueblos y
ciudades, a este pueblo de El Altet en el que vivimos, id y sed testigos en vuestras
familias, entre vuestros amigos y compañeros de trabajo, entre los pobres y los
necesitados, entre los que no han descubierto el gran tesoro de la fe y del Evangelio, ID
Y SED TESTIGOS. La noche de la Pascua escuchábamos cómo se anunciaba a las
mujeres que buscaban a Jesús que enviasen a los discípulos a Galilea, que representa el
lugar en el que cada uno de nosotros vivimos. Y hoy, en Galilea, Jesús les dice a sus
discípulos, y también a nosotros, que hemos de comunicar la Buena Noticia de su
resurrección a todos los pueblos y a todas las personas.
4.- Hay una convicción muy fuerte entre los que nos sentimos testigos del resucitado y es
esta: “yo estoy con vosotros todos los días”. Jesús no nos deja solos. Nos enviará el
Espíritu Santo, nos dará a conocer su identidad más profunda de amor y comunión, y
se nos da cada vez que nos acercamos a la Eucaristía y le recibimos en la comunión. Y
también otra convicción muy importante es saber que esta misión ya no se reduce al
interior de nuestra comunidad, a “los nuestros”, a los espacios donde nos sentimos
cómodos, sino que todos nosotros, como Iglesia, tenemos el encargo de llevar esta Buena
Noticia “a todos los pueblos”. Y lo haremos desde la certeza de que el resucitado
acompaña nuestro caminar y sigue presente allá donde dos o más se reúnen en su
nombre.
5.- Puede que la tarea de ser sus testigos y anunciarle a todos los pueblos se nos haga
difícil. Por eso tenemos al Espíritu Santo, que hará lo que nosotros no somos capaces de
hacer y llegará allí donde nosotros no podamos. Pero también es verdad que no se trata
de “montar un circo”. Es más un “tu a tu”, de persona a persona, con cercanía, con
sencillez, con alegría. Se trata de compartir nuestra fe con aquellos que tenemos cerca.
Se trata de ayudarnos a vivir la fe unos a otros, como comunidad cristiana, como
familia en la fe.
6.- Es así como tiene sentido celebraciones como la de hoy, el Día de la Parroquia, el día
de la comunidad cristiana, el día de la familia parroquial que vive y celebra su fe en este
pueblo de El Altet. Con esta Eucaristía damos gracias a Dios por este curso pastoral que
ya termina, por los niños, los jóvenes y los adultos que formamos parte de esta
comunidad cristiana. El próximo domingo celebraremos la fiesta de Pentecostés. Vamos
a recibir el Espíritu Santo, porque la tarea no termina, porque siempre es tiempo
propicio para anunciar a otros la Buena Noticia de la fe. “Cuando el Espíritu Santo
descienda sobre vosotros –dice Jesús--, recibiréis fuerza para ser mis testigos en
Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines del mundo”.
7.- Termino con las palabras de Pablo a la comunidad de Éfeso, que hemos escuchado
en la segunda lectura, y que nos sirven como oración de bendición y de envío para todos
nosotros: “Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu
de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón para que
comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en
herencia a los santos y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros… que
desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos”.
1.- ¿Que hacéis mirando al cielo? La "ascensión" de Jesús al cielo significa que Jesús se
ha liberado de las ataduras de este mundo y ha hecho posible, con su muerte y
glorificación, que el mismo mundo y los hombres puedan liberarse, es decir ser hijos de
Dios. Se va al Padre, para que nosotros vivamos con los hermanos. Se va y se queda
para infundirnos su espíritu y enrolarnos en su causa. No es hora de andar con
contemplaciones. Es la hora de salir a la plaza pública, de recorrer los caminos y las
ciudades para dar a todos la Gran Noticia. La oración y la contemplación,
indispensables en la vida cristiana, sólo tienen sentido como alimento de la fe, para que
nuestras obras sean las obras de la fe, y no la de los intereses o conveniencias. Creer en
la ascensión de Jesús no es quedarse con la boca abierta y los brazos cruzados. Es
entrar en acción, es hacerse cargo de la misión recibida, es poner a trabajar la
esperanza hasta que el Señor vuelva y se manifieste la gloria de los hijos de Dios. Si le
seguimos con la cruz a cuestas llegaremos a la gloria: por la cruz a la luz.
2.- “Espíritu de sabiduría y revelación". En la segunda lectura de hoy, San Pablo pide
para los fieles de Éfeso "espíritu de sabiduría y revelación" para conocer la esperanza a
la que hemos sido llamados, la herencia de la que somos hechos partícipes y el poder de
Dios que se manifestó poderosamente en Cristo, en su Resurrección y Ascensión, y que
actúa ahora en nosotros. El Padre es el principio del misterio de salvación y es también
aquél de quien puede venirnos la inteligencia de ese misterio. Esperemos que la oración
de San Pablo alcance también para nosotros la luz que necesitamos para comprender lo
que hoy celebramos, para que nos ayude a comprender la gran esperanza, para que nos
haga ver el poder de Dios que se manifiesta en Jesús.
3.- Jesús nos encomienda una misión: “ID y haced discípulos”. La Iglesia vive para
evangelizar. La gran tarea que surge con la ascensión del Señor es la de ir al mundo y
hacer discípulos. Ese es el encargo que recoge Mateo. Y es también el que transmite el
Libro de los Hechos describiendo la ascensión, para centrarse enteramente después en
la predicación de Pedro, Pablo y los apóstoles. El mundo es nuestra responsabilidad y
los hombres son nuestros interlocutores. La Iglesia no es un círculo de creyentes, sino
un movimiento de acercamiento a todos para que puedan creer. Lo importante de la
Iglesia no es ella, sino Jesús, y la misión confiada por Jesús. Y esa misión es
evangelizadora, animadora, motivadora. Frente a tanta mala noticia, el hombre
necesita más que nunca la Buena Noticia. No se trata de censurar a los otros, ni de
condenar a nadie, sino de hacer posible y gozosa la salvación de todos, ayudando a
todos a descubrir en el mundo y en la vida la huella de Dios. En la Iglesia y a través de
ella podemos encauzar nuestras iniciativas y encontrar aliento en nuestros esfuerzos.
Solos podemos hacer bien poco, pero como Iglesia y en la Iglesia podemos hacer
muchísimo. La estructura y las organizaciones y movimientos eclesiales pueden y deben
ser los vehículos que canalicen todos nuestros esfuerzos. No podemos hacer todos, todo;
pero entre todos, con todos, podemos hacer todo lo que Jesús nos ha encomendado. Si
estamos bautizados, ¿por qué no estamos dispuestos a realizar la tarea de la fe? ¿Por
que no pasamos del rito al reto de la construcción del Reino?
1.- EVANGELIO DEL ESPÍRITU SANTO.- San Lucas recuerda su primer libro, el
evangelio en el que recogió los pasos principales de la vida y obra de Jesucristo. Ahora
intenta escribir otro libro que refiera la vida inicial de la Iglesia, continuadora por
voluntad divina de la tarea salvífica de Cristo. Con razón se ha llamado a este libro el
quinto evangelio. En efecto, en los Hechos de los Apóstoles se vuelve a tratar de la
Buena Nueva, a narrar los "magnalia Dei", las grandezas de Dios en favor de los
hombres.
También se ha llamado a este libro de san Lucas el evangelio del Espíritu Santo. Con
ello se pone de manifiesto la importancia del Paráclito en la obra salvadora, su impulso
divino y su presencia misteriosa. Así, con mucha frecuencia, se nos refiere en el libro de
los Hechos la presencia operante del Espíritu en la Iglesia. En efecto, ya desde el
principio, y por siempre, la acción divina del Consolador vivifica a la Iglesia y la
sostiene indefectiblemente.
En los últimos días, antes de su ascensión a los cielos, Jesús adoctrina a sus discípulos,
pocos todavía, a causa quizá de la persecución y el rechazo de las autoridades judías.
Esas enseñanzas versaban, una vez más, sobre el Reino de los cielos, el gran tema que
abarca toda la doctrina de Cristo y sintetiza cuanto el Señor había dicho en orden a la
salvación. Por algo llegó a enseñar: Buscad el Reino de los cielos y todo lo demás se os
dará por añadidura... Pronto ese Reino, iniciado ya con la llegada de Jesucristo,
comenzaría a consolidarse por medio de la Iglesia, siendo ella misma ese Reino en
marcha. Se iniciaba así la salvación, que aún hoy sigue su curso.
Los Apóstoles, sin embargo, no habían entendido de qué se trataba realmente. Por eso
preguntan por la restauración de Israel, soñando todavía con un triunfo temporal y
político. Jesús comprende que no le entiendan y les exhorta a que sepan esperar.
Cuando llegue el Espíritu Santo, cuando descienda sobre sus frentes la luz de lo alto,
entonces comprenderán que su Reino no es de este mundo, que es algo mucho más
grande y trascendente, un Reino de paz y amor, un Reino sin fronteras de espacio ni de
tiempo, que al final acabará destruyendo a la misma muerte y alcanzará un triunfo
formidable y sin término.
Los dolores y sufrimientos de la Pasión habían sido superados, los horrores de la cruz
estaban ya lejos. Aquellos terribles momentos sólo quedaban como memoria gloriosa de
un tremendo combate, en el que Jesús había conseguido la más brillante victoria contra
el más terrible enemigo. Todo aquello servía ahora para estímulo y ánimo en los
momentos difíciles que también ellos, y los que vendríamos después, tendrían que
superar. Por mucho que el enemigo se acercara, aunque pareciese que el triunfo era
suyo, no había que tener miedo. La última batalla será ganada, de todas, por Jesucristo,
y en él y con él, por todos los que le han seguido.
Pero Jesucristo es comprensivo y se explica que aún no se den cuenta de lo que estaba
pasando. Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra, les dice. Son palabras que
recuerdan los relatos de Daniel sobre el Hijo del Hombre. Jesús es ese misterioso
personaje que se acerca al trono del anciano de muchos días, para recibir todo el poder
y la gloria. Él tiene, por tanto, toda la autoridad del universo orbe. En virtud de esos
poderes, él les envía mediante un imperativo categórico a predicar el evangelio por todo
el mundo y bautizar a los hombres que creyeran en su palabra, el mandato de hacerlos
discípulos de Cristo e hijos de Dios, el de enseñarles la doctrina que nos da la paz, que
nos redime y nos salva.
Ellos debieron sentirse incapaces de tamaña empresa, lo mismo que tantos otros cuando
fueran llamados por Dios a una empresa divina. Jesucristo lee sus pensamientos de
temor y de reserva, y les anima. Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el
fin del mundo. Y así ha sido, así es y así será. Dios está presente y nos empuja de nuevo
para que seamos sus apóstoles, sus mensajeros de paz y alegría en medio de este mundo,
siempre metido en guerras y siempre tan triste.
Cuarenta días atrás celebrábamos aquel día santo en el que –Cristo- saltó de la muerte
a la vida y, con El, todos nosotros. Fueron horas de vigor en nuestra fe, de ganas por
seguir adelante, de renovación en nuestra existencia bautismal y… de optar por Aquel
que, subiendo del sepulcro, nos enviaba a dar razón y testimonio de su presencia.
1.- Hoy, con esta solemnidad de la Ascensión, caemos en la cuenta de que –al fin y al
cabo- lo que esperaba a Jesús al final de su paso por la tierra era el abrazo con el Padre.
De alguna manera se cierra el contacto visual y físico entre el Señor y los discípulos y
comienza la etapa del Espíritu Santo, la llamada a la madurez eclesial y la invitación a
no perder la esperanza: el Espíritu marchará junto a nosotros recordándonos lo qué
tenemos que hacer, dónde y cómo.
Es duro ver partir a un buen amigo. Y, en la Ascensión del Señor, a buen seguro que los
ojos de los apóstoles se humedecieron ante tal prodigio con sabor agridulce: el Señor,
nuestro amigo y Señor, se nos va. ¿Qué vamos hacer? ¿Quién nos dará el pan
multiplicado? ¿Quién nos saciará en la hora del hambre? ¿Quién calmará nuestras
tormentas? ¿Quién pondrá paz cuando, por las ideas, nos distanciemos del evangelio?
2.- Los sentidos, de aquellos discípulos, se quedaron contemplando aquel suceso pero,
pronto, se dieron cuenta de que los pies los tenían en la tierra. Que estaban obligados a
llevar al mundo lo que, Jesús, en tres años escasos les había transmitido: el amor de
Dios.
En ese cometido, también nos encontramos nosotros. Con toda la Iglesia seguimos
proclamando el Reino de Cristo (el que podemos construir ya en nuestro entorno) pero
que culminará y se visualizará en todo su esplendor al final de los tiempos. No podemos
detenernos en este empeño. Aunque nos parezca mentira, hay sed de Dios, ganas por
conocerlo y amarlo. Mirando al cielo (exclusivamente) no se nos da garantía de seguir
anunciando todo el legado que Jesús nos dejó mientras estuvo con nosotros. Fiándonos
solamente de nuestras fuerzas, de las seducciones del mundo tampoco es que sea un
seguro de vida para conseguir una humanidad sin odio ni rencor, sin injusticias ni
maldades. Como siempre, en el término medio, oración/acción, encontraremos la clave
para servir a Dios (como el merece) y para no olvidar las contrariedades de los hombres
y mujeres de nuestro tiempo (obligados estamos desde el mandamiento del amor).
3.- Dejemos marchar al Señor al cielo. Crezcamos ahora con aquello que El nos confió
como vitamina eterna (la eucaristía); como presencia y seguridad (su Palabra); como
aliento en nuestro caminar (su Espíritu Santo).
Un bebé, cuando ha de caminar por sí mismo, llora, tiene miedo, vértigo…va buscando
los brazos de sus padres o los de aquellos que le rodean. Luego, al tiempo, comprende
que el mundo es otra cosa cuando lo descubre por propia experiencia. Que también por
nuestros propios senderos, podamos avanzar sin olvidar que –Jesús primero- los
recorrió antes que nosotros.
¡Vete, Señor, al cielo! ¡Deja huella para que un día tus amigos podamos también
encontrarlo!
Proclamar tu mensaje
Llevar tu Palabra
Amén
1.- El VII Domingo de Pascua acoge, desde hace ya mucho tiempo, a la Solemnidad de
la Ascensión. Es obvio que en algunos lugares esta gran fiesta litúrgica sigue situada en
el jueves de la VI Semana. Pero parece oportuna su posición en la Asamblea Dominical
pues, sin duda, engrandece al domingo, pero también el domingo --el día del Señor--
universaliza la celebración.
2.- Contamos en los textos de hoy con un principio y un final. Se leen los primeros
versículos del Libro de los Hechos de los Apóstoles y los últimos del Evangelio de
Mateo. En los Hechos se va a narrar de manera muy plástica la subida de Jesús a los
Cielos y en el texto de Mateo se lee la despedida de Jesús que, sin duda, es
impresionante: "Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced
discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy
con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo". Es el mandato de Jesús a sus
discípulos y el ofrecimiento de si mismo, de su cercanía, hasta el final de los tiempos.
Interesa ahora referirse, por un momento, a la Segunda Lectura, al texto paulino de la
Carta a los Efesios donde se explica la herencia de Cristo recibida por la Iglesia. Dice
San Pablo: "Y todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia como Cabeza, sobre todo.
Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos". Es, pues, la confirmación del
mandato de Jesucristo
3.- En el texto del Libro de los Hechos aparece un detalle de mucho interés que expone
cual era la posición de los discípulos el mismo día en el que Jesús se marcha, va a
ascender al cielo: esperaban todavía la construcción del reino temporal de Israel.
Parecía que la maravilla de la Resurrección, que ni siquiera la cercanía del Cuerpo
Glorioso del Señor, les inspiraba para entender la verdadera naturaleza del Reino que
Jesús predicaba. Y es que faltaba el Espíritu Santo. Será en Pentecostés --que
celebramos el próximo domingo-- cuando la Iglesia inicie su camino activo y coherente
con lo que va a ser después. Tras la venida del Espíritu ya no esperan reino alguno
porque el Reino de Dios estaba ya en ellos. Y así se lo anuncia también: "Cuando el
Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en
Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo".
4.- Para nosotros, hoy, esa cercanía del Espíritu dos debe servir como colofón de todo el
venturoso tiempo de Pascua. La Resurrección nos ha ofrecido el testimonio de la
divinidad del Señor Jesús. Pero, al igual que ocurrió con los Apóstoles, nos falta todavía
algo para entender mejor al Salvador. Sabemos que ha resucitado y "que el Dios de
nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación
para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la
esperanza a la que os llama", como dice San Pablo. Pero este Dios Padre, además,
"desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el
cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo
nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro". Es muy necesario, leer y
meditar, todo esto para sentirnos más cerca de Jesús y de su Iglesia.
4.- Las Ascensión no es un puro simbolismo. Se trata del final de una etapa y es la que
Jesús quiso pasar en la tierra para construir la Redención y poner en marcha el camino
hacia al Reino. Bajó primero y volvió, luego, al Padre. Y de acuerdo con su promesa
sigue entre nosotros. Su presencia en el Pan y en Vino, en la Eucaristía, es un acto de
amor supremo. Y nadie que reciba con sinceridad el Sacramento del Altar puede dejar
de sentir una fuerza especial que ayude a seguir junto a Jesús y a consolidar el perdón
de los pecados.
5.- Hoy debemos reflexionar sobre como ha sido nuestro camino en la Pascua, de como
hemos reconocido en el mundo, en la vida, en la naturaleza, el cuerpo de Jesús
Resucitado. Y de como, asimismo, nosotros hemos subido un peldaño más en la escala
de la vida espiritual. Pero, nos faltaran motivos y fuerzas. Y esas nos las va a dar el
Espíritu de Dios, pero conviene que analicemos nuestro propio sentir y talante al
respecto, para que nos aproveche más y mejor esa llegada del Espíritu. Probablemente,
seguimos pensando en el reino temporal, en las preocupaciones de la vida cotidiana: el
trabajo, en el dinero, en el éxito, en nuestros rencores y miedos. Pues si es así, no
importa porque definiremos la esencia de dicho reino temporal. Una vez conocido, será
más fácil de arreglar. Y será el Espíritu quien nos haga ver lo verdaderamente
importante. Esperemos, pues. Con alegría y emoción. Solo nos queda una semana de
espera.
LA ASCENSIÓN
1.- La vida cristiana comunitaria está vertebrada por el Año Litúrgico. Es algo así como
la columna vertebral de la vitalidad eclesial. Ahora bien, mis queridos jóvenes lectores,
vosotros, los que estudiáis o habéis estudiado ciencias, sabéis que, en la clasificación de
los seres vivientes, nosotros los humanos, aparecemos como cordados, una peculiaridad
que determina muchos de nuestros quehaceres y posibilidades, aparte de que su lesión
acarrea graves consecuencias. Pero no por ello nos sentimos maniatados u obsesionados
por las vértebras. De una persona se dice que es espontánea, simpática, lista, atractiva,
etc. Piensa, habla, aprende, ayuda, sin pensar, generalmente, en su espina dorsal.
Difícilmente elogiaremos a alguien, por la buena calcificación de su esqueleto. Como me
ocurre tantas veces, me he ido por las ramas. Perdonádmelo. ¡Era tan sencillo haberos
dicho que, pese al tiempo litúrgico, uno puede contemplar y aprender de la vida del
Maestro en cualquiera de sus momentos!
2.- El Año Litúrgico sigue la vida histórica del Señor Jesús. Nacimiento, vida familiar y
social, mal llamada oculta, periodo evangelizador y apostólico, pasión, muerte
redentora y resurrección. El epílogo es el episodio de la subida a los cielos. Vaya por
delante que este vocabulario, el que se utiliza comúnmente y el de la misma Revelación,
está condicionado por la visión del cosmos que tenía la gente del tiempo de la redacción
del texto. Hoy sabemos que la tierra no es plana, que estamos sumergidos en un
conjunto de astros, pero que hay muchos más y que, por más que nos podamos alejar
de la corteza terrestre, nunca podríamos encontrarnos con Jesús, porque Él existe libre
de las ataduras del espacio y del tiempo.
3.- Que haya desaparecido físicamente del planeta, real y sacramentalmente no, y se
haya liberado de estas ataduras, significa que no podremos tocarle, ni tener contacto
sensorial alguno. Tampoco establecer un diálogo de intercambio ideológico, a la manera
del que se pueda tener con un sicólogo o siquiatra, en este nivel de la personalidad
tampoco habrá contacto. En el tercer nivel, aquel que supera, pero está próximo al de la
intuición, el de la oración, el del Amor-Caridad, el contemplativo, el que está dispuesto
a recibir la Gracia y dejarse impregnar por ella, en ese nivel, sí que podemos
encontrarnos con el Señor. Conocer su vida histórica es muy interesante. Reflexionar
sobre su doctrina y lo que implica en nuestra vida, puede ayudar a mejorar nuestro
comportamiento.
5.- Vosotros habréis experimentado, seguramente más veces que yo, que vuestro
teléfono móvil, en algunas ocasiones, no tiene cobertura o que están saturadas las líneas
de trasmisión celular, pese a que os encontréis próximos a un repetidor. Vuestro
terminal puede tener deficiencias debidas a que se ha desgastado la batería o dañado
condensadores o semiconductores, podéis saber el porqué de la incapacidad, pero no
por ello lograr comunicaros con aquel a quien queréis decir algo. Con Dios nunca
ocurre así, pese a que nos parezca lo contrario. Orar siempre implica gusto por el riesgo
espiritual, pero, si uno confía, el éxito es seguro. No ignoro lo difícil que resulta, en
ocasiones la confianza.
6.- He oído a más de uno lamentarse de no tener dinero ni para comprarse un móvil, ni
siquiera para llamar desde una cabina. Si se trata de la comunicación con Dios, no es
preciso nada de esto. No está mediatizado por artilugio alguno. Al Señor se le encuentra
en lo más oculto de nuestro interior, allí donde reposa el silencio espiritual y donde se
guarda el tesoro de la afortunada soledad profunda. Por mucho que se investigue en el
ADN humano, no se encontrará el gen peculiar de la Trascendencia. Y es este elevado
nivel, el principal factor que nos diferencia de los animales, por muy superiores que
sean.
¿Os dais cuenta, mis queridos jóvenes lectores, de la suerte que tenemos los humanos y
de la dicha que nos proporciona la Gracia? Yo no sé si os han gustado mis
disquisiciones, cada uno tiene sus preferencias y varían sus entendederas, pero mis
palabras pretendían explicaros en lenguaje de hoy, lo que con mucho acierto dice San
Pablo a los ciudadanos de Éfeso. Otros años os he contado como es el lugar donde se
sitúa el hecho contado en la primera lectura, hace pocos meses que lo he vuelto a visitar,
pero he preferido esta vez no repetirme. Si os interesa, en “el histórico”, como llama el
“Dire” de Betania a los textos de años anteriores, podréis encontrarlo
7.- Ahora sólo os falta hundiros en la contemplación del misterio, empaparos cuanto
podáis de su esencia y aprovechar todas las ocasiones que tengáis, para contagiarlo a los
demás. Acabo con una recomendación que he repetido a muchos: pon tú la disposición
y Dios te dará la ocasión. Habréis cumplido con el último deseo de Jesús, tal como nos lo
trasmite el evangelio de Mateo, que leemos en la misa de este domingo.