You are on page 1of 125

Celebremos la Recuperación

Aplicación del mensaje


por
Rick Warren

©2003 Editorial Vida


Miami, Florida

Publicado en inglés bajo el título:


Celebrate Recovery
Por The Zondervan Corporation
©1998 por John Baker

Reservados todos los derechos

ISBN 0-8297-3929-7
EL PRIMER PASO A LA LIBERTAD
El Camino a la Recuperación – Parte 1

“He visto como han actuado, pero los sanaré. Los guiaré y les ayudaré, y conso-
laré a los que lloran. Ofrezco paz a todos, a los que están cerca y a los que estén lejos”.
Isaías 57:18 (DHH)

¿De qué necesito recuperarme?

Trabajo Extra Glotonería Alcohol/Drogas


Temor/Ansiedad Heridas Mentir
Amargura Culpa Ira/Furia
Divorcio Abuso Adicciones Sexuales
Inseguridad Perfeccionismo Hipocondría
Relaciones Retrasos Codependencia
Juego Gasto Excesivo Necesidad de control

EL PRIMER PASO PARA LA RECUPERACIÓN:

Reconozco que __________________; admito que soy incapaz de controlar mi


tendencia a hacer lo malo y que mi vida es inmanejable.

“No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco.
Ahora bien, si hago lo que no quiero, estoy de acuerdo en que la ley es buena; pero,
en ese caso, ya no soy yo quien lo lleva a cabo sino el pecado que habita en mí”.
Romanos 7:15-17 (NVI)

I. LA CAUSA DE MI PROBLEMA: __________________________.

Cómo “jugamos” a ser Dios:

Negando nuestros ________________ y tratando de ___________ todo por


razones egoístas.
• Nuestra imagen
• Otras personas
• Nuestros problemas
• Nuestro dolor

II. LAS CONSECUENCIAS

____________________.

(Adán) “Tuve miedo porque estoy desnudo. Por eso me escondí”.


Génesis 3:10 (NVI)

____________________.

“Así que descubro esta ley: que cuando quiero hacer el bien, me acompaña el mal
... pero me doy cuenta de que en los miembros de mi cuerpo hay otra ley, que es la ley
del pecado. Esta ley lucha contra la ley de mi mente, y me tiene cautivo”. Romanos
7:21,23 (NVI)

________________________.

“Mi fuerza se fue debilitando como al calor del verano, porque día y noche tu
mano pesaba sobre mí. Pero te confesé mi pecado, y no te oculté mi maldad. Me dije:
«Voy a confesar mis transgresiones al Señor», y tú perdonaste mi maldad y mi peca-
do”. Salmos 32:4-5 (NVI)

________________________.

“Nunca tendrás éxito en la vida si tratas de esconder tus pecados. Confiésalos y


renuncia a ellos; entonces Dios mostrará su misericordia sobre ti”. Proverbios 28:13
(DHH)
III. LA CURA: ________________________________.

Admitir que no soy Dios significa que sé que soy:

Incapaz de cambiar

Incapaz de controlar

Incapaz de enfrentar

Dios resiste a los orgullosos, pero da gracia a los humildes.


Santiago 4:6 (NVI)

GRACIA ES: ________________________________.


EL PRIMER PASO A LA LIBERTAD
El Camino a la Recuperación - Parte 1
Isaías 57:18

Un padre de familia estaba tratando de dormir su siesta un domingo por la tarde


en la sala de su casa, mientras su pequeño hijo lo molestaba continuamente diciéndole:
“Papi, estoy aburrido”. Tratando de buscar la forma de entretenerlo, su padre tomó
de un periódico una foto del mundo, la cortó en casi cincuenta pedazos y le dijo:
“Hijo, este es un rompecabezas. Quiero que lo armes”. Luego se acostó para termi-
nar su siesta, pensando que por lo menos dormiría de una hora y media a dos. Habían
pasado apenas quince minutos cuando su hijo lo despertó diciendo: “Papi, ya terminé.
Ya está armado”. El padre sabía que su hijo no conocía todas las posiciones de los país-
es y cosas como esas, por lo que era imposible que lo hubiera terminado tan pronto,
así que le preguntó: “¿Cómo lo hiciste?” El niño contestó: “Papá, había una foto de
una persona en el reverso de la página de ese periódico y cuando terminé de armar esa
persona el mundo quedó arreglado”.

Hoy estamos comenzando una nueva serie a la que hemos llamado el Camino a la
Recuperación, y esperamos que la misma obre grandemente en su persona. Es sorpren-
derte cómo el mundo se ve mejor cuando su persona es puesta en orden en la forma
correcta. En esta serie hablaremos de cómo manejar y vencer las heridas de su vida,
los hábitos que están destruyendo su vida y los complejos que han causado dolor en
ella. Heridas, hábitos y complejos.

El versículo que hemos elegido como base para este paso de nuestra
serie “El Camino a la Recuperación” es Isaías 57:18 (DHH), donde Dios
dice: “He visto como han actuado, pero los sanaré. Los guiaré y les
ayudaré, y consolaré a los que lloran. Ofrezco paz a todos, a los que
están cerca y a los que estén lejos”.

Esta es una gran promesa de Dios. Note que hay cinco partes en la recuperación
que Dios desea hacer en su vida.

Primero, si usted ha sido herido, Dios dice: “Quiero sanarte”.

Si está confundido: “Quiero guiarte”.


Si alguna vez se ha sentido sin ayuda para cambiar algo: “Deseo ayudarte a cam-
biar eso”.

Si alguna vez ha sentido que nadie entiende su problema: “Quiero consolarte.”

Si se siente ansioso, preocupado y temeroso: “Quiero ofrecerte paz”.

El hecho es que la vida es dura. Vivimos en un mundo imperfecto. Somos daña-


dos por otros, herimos a otros y nos herimos a nosotros mismos. La Biblia dice que
todos hemos pecado. Eso significa que ninguno de nosotros es perfecto, todos nos
hemos equivocado, todos hemos cometido errores. Nos dañamos y dañamos a otros.

Esta serie es para todos. Todos necesitamos recuperación, a menos que alguien
haya vivido una vida perfecta. Pero si no ha sido así, si no ha vivido una vida perfec-
ta, si ha sido herido, si ha tenido un complejo o hábito del que le gustaría deshacerse,
necesita recuperación.

¿DE QUÉ NECESITA RECUPERARSE?

La buena noticia es que sin importar el problema del cual necesite recuperarse, ya
sea emocional, financiero, relacional, espiritual, sexual o de otro tipo, los pasos para
recuperarse son siempre los mismos. Estos no varían.

Los principios para la recuperación se encuentran en la Biblia. Esta es el manual


original para la recuperación. En 1935 un par de muchachos formularon, basados en
las Escrituras, los que hoy se conocen como los doce pasos clásicos de los Alcohólicos
Anónimos, una guía que también usan cientos de otros grupos de recuperación. En
los Estados Unidos, veinte millones de personas están en un grupo de recuperación
cada semana y hay quinientos mil diferentes grupos de recuperación. La base de
todos ellos es la Palabra de Dios.

He resumido estos principios en torno a la palabra “R.E.C.U.P.E.R.A”.


Estudiaremos una letra cada semana y miraremos los ocho pasos resumidos en el
camino a la recuperación.
EL PRIMER PASO: La “R” en RECUPERA significa RECONOCER.

Reconozco que no soy Dios. Admito que soy incapaz de controlar mi tendencia a
hacer lo malo y que mi vida es inmanejable.

¿Se queda despierto hasta tarde cuando sabe que necesita dormir?
¿Come o bebe más calorías de las que su cuerpo necesita?
¿Siente que debe hacer ejercicios pero no los hace?
¿Conoce lo que es correcto pero no lo hace?
¿Sabe que algo está malo pero de todas formas lo hace?
¿Se ha dado cuenta alguna vez de que no debe ser egoísta pero
de todas maneras lo es?
¿Ha intentado alguna vez controlar a alguien o algo y se ha dado
cuenta de que usted mismo era incontrolable?

Si su respuesta es “sí” a cualquiera de estas preguntas, bienvenido a la raza


humana. Todos necesitamos recuperación.

I. LA CAUSA DE MI PROBLEMA: MI NATURALEZA PECAMINOSA

La Biblia tiene una forma de expresar esto. En ella se le llama a esta tendencia
nuestra “naturaleza pecaminosa”. La naturaleza de pecado nos lleva tanto a usted como
a mí a toda clase de problemas. Hago cosas que no son buenas para mí, las hago aun
cuando son auto destructivas. Sin embargo, no hago las cosas que son buenas para mí.
Respondo de la manera incorrecta cuando soy herido y con esto solo consigo aumen-
tar el daño, en lugar de disminuirlo. Reacciono de la manera incorrecta con las per-
sonas. Las trato de la manera equivocada y luego, cuando me doy cuenta de que esa
actitud no va a funcionar, esto me afecta a mí. Intento resolver problemas y a menudo,
cuando creo que los he arreglado, compruebo que se vuelven peor de lo que estaban
antes.
Proverbios 14:12 (NVI) dice: “Hay caminos que al hombre le parecen rectos,
pero que acaban por ser caminos de muerte”.
Usted siempre va a tener esa naturaleza pecaminosa, ese deseo de hacer lo malo.
Este permanecerá siempre con usted hasta que llegue al cielo. Y aun cuando sea cris-
tiano, todavía tendrá deseos que lo empujen hacia el mal. Pablo entendió esto. En
Romanos 7:15 él dijo: “No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero, sino
lo que aborrezco”.
¿Le suenan familiares estas palabras? “Termino haciendo lo que no quiero hacer
y termino no haciendo lo que quiero hacer”.

El primer paso para la recuperación es que usted entienda la causa de este prob-
lema. ¿Por qué sucede esto en mi vida? Primero, necesita entender la causa del prob-
lema, luego las consecuencias y más tarde la cura para el mismo.

¿Cuál es la causa de mi problema? La causa de todos sus problemas es esta:


“Quiero ser Dios”. ¿Le gustaría decidir lo que es bueno y lo que es malo? Usted dice:
“No quiero que nadie me diga lo que es bueno y lo que es malo; quiero decidirlo por
mí mismo. Quiero hacer lo que quiera, quiero hacer mis propias reglas. Quiero ser el
centro del universo. Quiero ser mi propio jefe, vivir a mi manera, si me siento bien
haciendo algo, pues, adelante. No quiero que nadie me diga qué hacer con mi vida”.
Eso se llama jugar a ser Dios. Lo que en realidad está diciendo es: “Quiero contro-
lar”. Y mientras más inseguro sea usted, más empeñado estará en controlar. Mientas
más inseguro sea, más desea controlarse a sí mismo, controlar a otras personas, con-
trolar su ambiente. A eso se le llama querer jugar a ser Dios.

Este es el problema más antiguo del hombre. Aun Adán y Eva lo tuvieron. Dios
los puso en el paraíso y ellos trataron de controlarlo. Dios dijo: “Pueden hacer todo
lo que quieran en todo este paraíso excepto una sola cosa: No coman de este árbol”.
¿Y qué hicieron ellos? Fueron directamente hacia ese árbol, que era lo único en el
Paraíso a lo que Dios le había puesto límites. Satanás dijo: “Coman esta manzana (o
lo que haya sido) y sean dioses”. Ese ha sido el problema desde el principio. Querer
ser Dios. Querer tomar las decisiones uno mismo. Querer vivir nuestra propia vida.

Queremos estar en control. ¿Cómo jugamos a ser Dios? Negando nuestra


humanidad y tratando de controlar todo por razones egoístas. Queremos estar en el
centro de nuestro universo. El control es el asunto real. Queremos estar en control y
tratamos de controlarnos a nosotros mismos, a otras personas, a todo lo que está a
nuestro alrededor.
¿CÓMO JUGAMOS A SER DIOS?

Tratamos de controlar nuestra imagen. Deseamos controlar lo que otros piensan de


nosotros. No queremos que otras personas conozcan realmente cómo somos.
Jugamos, usamos máscaras, pretendemos ser otros, somos falsos, queremos que la
gente vea ciertos aspectos nuestros y escondemos lo que no queremos mostrar, y nega-
mos nuestras debilidades y nuestros sentimientos. (“No estoy molesto, no estoy dis-
gustado, no estoy preocupado, no estoy asustado”.) No queremos que las personas
vean nuestro verdadero yo. ¿Por qué tengo miedo de decirle quien soy? Ese es el título de
un libro. La respuesta es: Si le digo quien soy realmente y no le gusta, eso es malo para
mí, porque soy todo lo que tengo. Es por esto que tratamos de esconder y controlar
nuestra imagen.

Tratamos de controlar a otras personas. Los padres tratan de controlar a sus hijos; los
hijos tratan de controlar a sus padres. Las esposas tratan de controlar a sus esposos;
los esposos tratan de controlar a sus esposas. Las personas tratan de controlar a otras
personas. Hay reglamentos en su lugar de trabajo. Los países tratan de controlar a
otros países. Usamos muchas estrategias para manipularnos unos a otros. Usamos la
culpa para controlar, usamos el temor, usamos la alabanza. Algunos de ustedes usan el
látigo del silencio, del enojo y e la ira para controlar. Tratamos de controlar a las per-
sonas.

Tratamos de controlar los problemas, nuestros problemas. Somos buenos para esto.
Usamos frases como: “Lo puedo manejar, realmente no es un problema”. Eso es tratar
de jugar a ser Dios. “Puedo manejarlo, estoy bien. Realmente estoy bien”. Queremos
estar en control: no necesitamos ayuda y realmente no necesitamos consejo. Tratamos
de controlar nuestros problemas: “Puedo dejarlo en cualquier momento. Lo haré a mi
manera”. Pero mientras más trate de arreglar su problema por sí mismo, peor será.

Tratamos de controlar nuestro dolor. ¿Ha pensado alguna vez cuánto tiempo des-
perdicia huyendo del dolor? Tratamos de evitarlo, negarlo, reducirlo, posponerlo y de
escapar de él. Y tratamos de hacer esto de diferentes maneras. Algunas veces tratamos
de evitarlo comiendo o dejando de comer. Tratamos de posponerlo bebiendo, fuman-
do, consumiendo drogas, o involucrándonos en una y otra relación. “Esta relación es
lo que verdaderamente necesitaba para sentirme completo y realizado”... y entonces
iniciamos esa relación. “Oh, me equivoqué, no era lo que pensaba”... y terminamos
la relación. Y así continuamos una relación tras otra. O desarrollamos algún tipo de
hábito compulsivo para tratar de controlar el dolor. O nos volvemos abusivos y nos
enojamos con otras personas o nos volvemos críticos o prejuiciosos para esconder el
dolor. O nos deprimimos. Hay muchas, muchas formas de tratar de controlar nuestro
dolor.
El dolor viene cuando nos damos cuenta, en nuestros tiempos a solas, que nos
somos Dios y que no podemos controlar nada, y eso nos atemoriza. (Recuerdo que
Chevy Chase solía aparecer en el programa televisivo en vivo Sábado por la Noche,
diciendo: “Hola, soy Chevy Chase, y usted no”. Y entonces solamente me imagino a
Dios diciendo: “Hola, soy Dios y tu no”.)

Ese es el primer paso hacia la recuperación. Usted no va a mejorar por usted


mismo, reconózcalo. No lo niegue.

¿CUÁLES SON LAS CONSECUENCIAS DE JUGAR A SER DIOS?

He aquí cuatro problemas que siempre aparecen cuando tratamos de jugar a ser
Dios:

1. Temor. Cuando trato de controlar todo, me atemorizo. Adán dijo: “Tuve miedo
porque estoy desnudo. Por eso me escondí”. Nos atemoriza el que alguien descubra
quiénes somos realmente, que somos falsos, farsantes, que realmente no tenemos el
control, que no somos perfectos. Es por eso que no permitimos que nadie se acerque
realmente a nosotros, porque descubrirán que interiormente estamos asustados. Y
debido a que disfrazamos esto y pretendemos que no es real, llenamos nuestras vidas
con temor, asustados de que alguien nos vaya a rechazar, de que no nos amen, o de
que no les seamos simpáticos porque no saben realmente lo que somos. “Solo les
gusta una imagen de mí. Si supieran realmente como soy, no les gustaría”. Así que nos
resentimos y nos llenamos de temor cuando tratamos de jugar a ser Dios.

2. Frustración. Es frustrante tratar de ser el gerente general del universo. Me


gusta llevar a mis hijos a un restaurante y jugar con el juego del mazo, ese que tiene
esas cosas que salen y que se golpean. En el momento en que usted golpea una, sale
otra. Es un juego frustrante para mí, porque cada vez que trato de golpear una, otra
se levanta; y golpeo esa y aparece otra. Así es la vida. Terminamos con una compul-
sión y otra sale a flote. Terminamos con un problema y otro aparece. Terminamos con
una relación conflictiva y viene la siguiente. Es tan frustrante porque no podemos
terminar al mismo tiempo con todas. Caminamos pretendiendo ser Dios: “Soy
poderoso, puedo manejarlo”. Si somos tan poderosos, ¿por qué simplemente no ter-
minamos con todo? No podemos, y eso nos frustra.

3. Fatiga. Jugar a ser Dios cansa. Tratar de controlar todo, pretender que todo está
bien, negar algo, consume mucha energía. En el Salmo 32, David dice: “Mi fuerza
se fue debilitando como al calor del verano ... Pero te confesé mi pecado, y no te
oculté mi maldad”. La mayoría de las personas tratan de esconder su dolor y huyen
de él manteniéndose ocupadas. Piensan: “No me gusta cómo me siento cuando me
deprimo. No me gusta lo que viene a mi mente cuando pongo mi cabeza sobre mi
almohada, y no me gustan esos sentimientos y lo que escucho, por lo que me man-
tengo ocupado”. Huimos del dolor al estar constantemente en un ir y venir.
Trabajamos hasta el cansancio. O nos involucramos en algún pasatiempo o algún
deporte hasta que se vuelve algo compulsivo, y permanecemos en el campo de golf,
en la cancha de tenis, o en cualquier otro lugar todo el tiempo. Incluso podemos
involucrarnos en actividades religiosas, podemos tratar de esconder nuestro dolor tra-
bajando de forma febril en las actividades de la iglesia. Esperamos que cuando nos
acostemos y pongamos la cabeza sobre la almohada, estemos tan fatigados que
dormiremos y no tendremos que escuchar nuestro dolor.

Si está en un estado constante de fatiga, siempre agotado, pregúntese: “¿De qué


dolor estoy huyendo? ¿Qué problema no quiero afrontar que me motiva y me con-
duce a trabajar y trabajar para estar en este estado constante de fatiga?”

4. Fracaso. Cuando trata de jugar a ser Dios, la descripción que hace Proverbios
28:13 (DHH) es una garantía de dónde terminará: “Nunca tendrás éxito en la vida si
tratas de esconder tus pecados. Confiésalos y renuncia a ellos. Entonces Dios
mostrará su misericordia sobre ti”. Necesitamos ser honestos y aceptar nuestras debili-
dades, faltas y fracasos.

En Saddleback nos hemos comprometido desde el principio a ser un lugar seguro


donde la gente, gente real, pueda hablar acerca de sus problemas reales, heridas reales,
complejos reales y hábitos reales, sin temor a la crítica. Somos una familia de com-
pañeros en la lucha. No hay ninguna persona que tenga todo bajo control. Todos
somos débiles en diferentes áreas y nos necesitamos unos a otros. Y nos necesitamos
porque nos volvemos espejos para revelar las heridas unos a otros y ayudarnos mutua-
mente. Muchas veces otros ven cosas que yo no veo y viceversa. Hemos desarrollado
una atmósfera confiable. Por cierto, tenemos una reunión los viernes por la noche lla-
mada Celebremos la Recuperación. En ese grupo tenemos personas con toda clase de
situaciones, problemas y heridas con los que han estado luchando, y en los que están
trabajando con los pasos que aquí señalamos.

Para ayudarle a ser más honesto con usted mismo y con Dios, planeo compartir-
le historias personales, testimonios de gente real que experimenta heridas reales en la
familia de nuestra iglesia. Hemos pedido a Mary Pritchard y a Dan Denton que com-
partan sus experiencias. Ambas son diferentes y se refieren a problemas muy distin-
tos, pero han contado con el mismo proceso para la recuperación.

Mary: Soy una codependiente en recuperación. Soy la hija mayor de cinco her-
manos y diría que tuvimos una niñez muy normal. No hubo abuso de drogas ni de
alcohol en mi familia, aunque no era perfecta. Teníamos un problema de comuni-
cación. Mi mamá abusaba verbal y emocionalmente de mí. Me gritaba y decía cosas
que me destruyeron absolutamente y me hacían sentir sin valor. Tenía mucho miedo
de su enojo. Me decía a mí misma: “Mamá, haré cualquier cosa para que estés feliz y
así no te enojes conmigo”.

Así que empecé a decirle a mis padres lo que pensaba que ellos deseaban escuchar.
Comencé a ser lo que pensaba que ellos deseaban que yo fuera. Me volví muy plásti-
ca. Ese fue el inicio de mi codependencia. Llevé ese mismo estilo de comunicación a
mi matrimonio y en los primeros seis meses abusé verbal y emocionalmente de mi
esposo. Como él no reaccionaba pensé: “Puedo arreglar esta situación”. Decidí que
abandonaría todo y no lo confrontaría en nada. Eso me enfermó, así que decidí:
“Olvida esto, sigue en tus cosas”, lo cual hice.

Soy enfermera en la Marina y tuve la oportunidad de asistir en calidad de profe-


sional visitante al programa de Conciencia Alcohólica en el Hospital Naval en Long
Beach. Mientras estaba allí, aprendiendo acerca de la enfermedad del alcoholismo, la
cual por supuesto no tenía, reconocí que en mí había algo terrible, algo terriblemente
malo. El sentimiento de falta de valor me abrumó. Sabía que la gente se iba a dar
cuenta de mi verdadero yo, y me odiarían y querrían saber nada sobre mí. Sabía que
si me quedaba allí sin pedir ayuda nunca encontraría la respuesta a mi problema. Así
que pedí quedarme como paciente y me permitieron hacerlo. Mi esposo me acom-
pañó en las sesiones de terapia que tuve allí. Cuando los consejeros comenzaron a pre-
guntar acerca de mi vida, les dije: “Oh, todo está bien. Tengo todo bajo control. Es él
quien tiene el problema”. Como la negación de mi responsabilidad en nuestras difi-
cultades era tan fuerte, tuvieron que dejarme ir. No pudieron ayudarnos. Y volví a mi
vida anterior pensando: “Esto es un mal sueño”. Lo puse a un lado y comencé a tra-
bajar arduamente otra vez.
Estaba muy ocupada. Salí embarazada por segunda vez y con gemelos. Seis meses
después de que los niños nacieron me volví profundamente depresiva y con tenden-
cias suicidas. Estaba trabajando a tiempo completo fuera de casa, criando tres hijos, y
amamantando a los gemelos. Por supuesto, no le conté a mi esposo cómo me sentía,
no nos estábamos comunicando mucho. Pero tuve el buen juicio de contarle a mi pas-
tor que estaba pensando en quitarme la vida. Él dijo: “Me gustaría sugerirle que hable
con un terapeuta.” Pensé que no valía la pena gastar el dinero en un terapeuta, pero
finalmente fui a verlo. Me sentía tan miserable y tenía tanto dolor que estaba dispuesta
a hacer cualquier cosa que pudiera ayudarme. Me parecía que no valía mucho para
este mundo.
Así que fui y ya no pude negar la verdad de mi vida. Le conté a la terapeuta acer-
ca de todo mi dolor y lo miserable que me sentía por lo que estaba haciendo, ella
reconoció esa verdad. Me amó y aceptó, y comenzó a enseñarme cómo tratar efecti-
vamente con mi vida y mis problemas. Estoy realmente agradecida por ella. Dios
comenzó a traer a otras persona a mi vida para mostrarme que ellas tampoco eran per-
fectas. Estaban asistiendo a una reunión llamada Doce Pasos donde recibían ayuda para
enfrentar sus vidas. Pensé: “Lo intentaré, porque obviamente no he podido arreglar
mi vida”. Así que comencé a asistir a las reuniones de Doce Pasos. Conocí a otras per-
sonas que reconocían que tampoco estaban en control de sus vidas y se veían felices y
gozosas. Me quedé. He tenido la oportunidad de participar en Celebremos la
Recuperación y quiero que sepan que es un lugar maravilloso. Hay gente sana aquí. Es
algo seguro y espero que se una a mí. Aquí todos nos estamos convirtiendo en per-
sonas gozosas y libres.
Dan: Mi nombre es Dan y soy un adicto. Esta es la cara de la adicción. También
soy esposo, el mejor amigo de mi esposa, padre y padrastro. Soy un hijo y hermano
amoroso. Fui a la universidad y me gradué en la escuela de leyes. Tengo mi propio
negocio. Hoy lo más importante acerca de mí que usted debe conocer es que por la
gracia de Dios soy un adicto recuperado.

La historia que compartiré con ustedes es sencilla y real. En realidad es tan sim-
ple que podrá parecer aburrida. Cuando tenía doce años fumé mi primer cigarro, lo
hice en un búnker tras el tercer hoyo en el campo de golf El Dorado en Long Beach.
Cuando estaba en séptimo grado, asistí a una actividad llamada el “Día de Walter B.
Hill” que se celebraba en la escuela Walter B. Hill. Tres de mis amigos dijeron:
“Tenemos algunas cervezas”. Ese día me tomé mi primera cerveza. Me gustó. Me hizo
libre. Fue divertido. Me relajé y me hizo ser gracioso. Y le caía bien a la gente. Así que
comencé a emborracharme todas las semanas con los muchachos para estar alegre, en
al onda y sentirme bien. Aumenté el consumo de martinis y luego pasé a la marihua-
na y a las drogas más fuertes.

Hace dieciséis meses, mi esposa y yo fuimos a nuestro lugar favorito a cierta hora
del día donde las bebidas son más baratas. Nos peleamos. ¡Qué sorpresa! Cuando llega-
mos a casa, me miró a los ojos y me dijo: “Amas al alcohol y las drogas más que a mí”.
Era la verdad. Tengo que decirles que aquello era mi religión. Dije: “Soy un alco-
hólico, tengo que cambiar”. Mi esposa me dejó y no cambié. Lo que sí hice fue llamar
a un amigo y salir a embriagarnos. Eso fue lo que hice. Me embriagué durante las
siguientes tres semanas. Un sábado a las tres de la mañana, el día en que mi hijo de
doce años se iba a bautizar, estaba sentado solo, desnudo, con todas las botellas de
cerveza y las cajetillas de cigarros vacías a mi alrededor, abriendo un paquete de cocaí-
na para matarme. Miré a mi alrededor y me dije: “¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Qué
paso con mis sueños? ¿Quién se los robó?”

En ese momento admití mi incapacidad. Había conducido mi vida completa-


mente mal. Intenté orar. Sentí que alguien me decía: “Nadie escucha tu clamor”.
Estaba completamente aislado, pero algo me seguía diciendo: “Necesitas buscar
ayuda”. Corrí al teléfono y llamé a mi hermana, un miembro de esta iglesia, y a su
querido y dulce esposo. Pasaron el resto del día asegurándose de que tuviera la ayuda
que necesitaba, y esa ayuda la encontré y la sigo encontrando en los Doce Pasos. El viaje
de los Doce Pasos comenzó en derrota pero terminó en victoria, porque en quince
meses di los Doce Pasos y ellos me guiaron a los pies de la cruz. Cuando llegué estaba
vacío. Pero él estaba esperando por mí y me dijo: “Bienvenido a Casa. Bienvenido a
Casa. Tenemos que trabajar”.

Hoy mi vida es muy bendecida. Tengo mucho trabajo pero el gozo mayor que
tengo es que soy miembro de la Iglesia Comunidad del Valle de Saddleback. Fui bau-
tizado aquí por el pastor Tom y él me cuenta que funcionó. También tengo el privile-
gio de ser líder de un grupo pequeño en Celebremos la Recuperación, con el que nos
reunimos cada viernes por la noche. Si usted es esa persona que necesita escuchar más
de lo que estoy diciendo, venga y acompáñenos. Celebraremos nuestra recuperación.

¿Cómo reacciona a historias como esa? He aquí dos formas en las que no
debemos reaccionar:

“Mi problemas no es tan malo”. Eso se llama negación. ¿Qué tan mal tiene que lle-
gar a estar antes de admitir que necesita ayuda? ¿Qué tan doloroso tiene que llegar a
ser ese daño, esa relación, ese dolor, ese problema, esa memoria antes que admita que
necesita ayuda? Desdichadamente debido al comportamiento humano, a nuestra natu-
raleza, postergamos el proceso de cambio hasta que nuestro dolor se vuelve más
grande que el temor de cambiar. No cambiamos cuando vemos la luz. Cambiamos
cuando sentimos el calor y el matrimonio comienza a destruirse o los niños comien-
zas a irse por malos caminos, o cuando recibe esa llama telefónica en medio de la
noche. Ahórrese ese dolor, comience pronto su recuperación. Un hombre dijo: “A mí
me sucedió cuando el ácido de mi dolor finalmente atravesó la pared de mi negación”.
Dios nos susurra en nuestros placeres, pero nos grita en nuestro dolor. El dolor es el
megáfono de Dios. Permite que eso lo mueva a buscar ayuda, a enfrentar el hecho que
ha estado ignorando por diez, veinte, quizás treinta años. ¿Cuál es el nivel de su dolor?
Es una luz de advertencia para usted. Escúchelo.

2. “Está bien, pero yo puedo resolver mis problemas; esta serie de recuperación es para otro,
no para mí”. Eso también se llama negación. A menos que haya tenido una vida per-
fecta, hay algunas cosas con las que necesita tratar. Usted dice: “Puedo manejar mi
problema, puedo cuidar de eso”. El hecho es que si usted pudiera manejarlo, lo
hubiera hecho, pero usted no puede, por lo tanto no lo hará. Si hubiera podido con-
trolar ese problema, no sería un problema, no lo tuviera con usted hoy. Pero no
puede, y no podrá. Esta negación es tan antigua como Adán y Eva. Ellos tenían un
problema. Huyeron y se escondieron tras el arbusto. Dios los había hecho y Dios
había hecho los arbustos y ahora se estaban escondiendo de Dios. Así de ilógico.
Algunas veces le pregunto a las personas: “¿Le ha contado a Dios acerca de su herida,
su hábito o su complejo?” Ellas contestan: “Ah, no, no quisiera que supiera de eso”.
No puede mejorar hasta que confiese, afronte sus faltas y admita: “Soy incapaz”.

III. LA CURA

El primer paso en el camino a la recuperación es admitir mi incapacidad. La Biblia


dice que al hacerlo encontramos fortaleza. Esta no es una idea popular en la cultura
americana de autosuficiencia, la cual dice: “Levántese por sí mismo, no dependa de
nadie más, usted solo puede”. Y lo convierte en una especie de Llanero Solitario. Pero
admitir la incapacidad es el primer paso esencial para iniciar la recuperación.
Reconozca que es incapaz de hacerlo por usted mismo. Necesita a otras personas y
necesita a Dios.

Admitir que no soy Dios significa que reconozco tres hechos importantes de la
vida. La madurez viene cuando:

1. Reconozco que soy incapaz de cambiar mi pasado. Duele, todavía lo recuerdo,


pero todo el resentimiento del mundo no va a cambiar esa realidad. Soy incapaz de
cambiar mi pasado.

2. Reconozco que soy incapaz de controlar a otras personas. Trato, me gusta


manipularlos, utilizo toda clase de pequeños trucos, pero no funciona. Soy respon-
sable de mis acciones, no de las de otros. No puedo controlar a otras personas.

3. Reconozco que soy incapaz de hacer frente a mis hábitos, comportamientos y


acciones dañinas. Las buenas intenciones no son suficiente. Cuantas veces lo ha inten-
tado, ha fracasado. La fuerza de voluntad no es suficiente. Necesitamos algo más que
fuerza de voluntad. Necesitamos a Dios, porque él nos hizo para necesitarle.
Santiago 4:6 (NVI) dice: “Dios resiste a los orgullosos, pero da gracia a los
humildes”. Gracia es el poder para cambiar. Gracia es el poder que Dios nos da para
hacer en nuestra vida los cambios que queremos hacer y que él desea que hagamos. Y
para recuperarnos de las heridas, complejos y problemas en nuestra vida, necesitamos
la gracia de Dios. ¿Cómo la obtenemos? Solamente de una forma. Él se la da al
humilde.

Permítame preguntarle, ¿qué aspectos de su vida necesitan cambiar? ¿Qué heri-


da, complejo o hábito ha estado tratando de ignorar? Para muchos este paso será el
más difícil, reconocer que sus vidas necesitan cambios. Me alegra que sea el número
uno, porque cuando haya dado este paso, habrá vencido la mayor dificultad y admi-
tirá: “Tengo un problema, tengo una necesidad, tengo una herida”. Para muchos
puede parecer difícil y humillante reconocer esto, decir:“No soy Dios y no tengo
tanto control como me gustaría que todos pensaran. No tengo el control de nada”.
Pero si le dice eso a los demás, no se van a sorprender, porque lo saben. Dios lo sabe,
usted lo sabe, solamente necesita admitirlo. Esto significa ser honesto y afrontar un
problema que ha querido ignorar por mucho tiempo. Acompáñeme estas ocho sema-
nas en este camino a la libertad, en el Camino a la Recuperación.
DÓNDE OBTENER AYUDA CUANDO ESTÉ HERIDO
El Camino a la Recuperación – Parte 2

R.E.C.U.P.E.R.A

Reconozco que no soy Dios; admito que soy incapaz de controlar mi tendencia a
hacer lo malo y que mi vida es inmanejable.

EL SEGUNDO PASO

En forma sincera creo que Dios _____________, que le _____________, y que él


tiene el ______________ para ayudarme en mi recuperación.

“En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca
a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan”. Hebreos
11:6 (NVI)

Tres partes

I. Reconocer la _____________ de Dios.

“Porque desde la creación del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir,
su eterno poder y su naturaleza divina, se perciben claramente a través de lo que él
creó”.
Romanos 1:20 (NVI)

“Dice el necio en su corazón: ‘No hay Dios’”. Salmo 14.1 (NVI)

II. Entender el _______________ de Dios.

“Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación”. Colosenses


1:15 (NVI)
Dios ____________ todo acerca de mi situación.

“Tú has visto mi aflicción y conoces las angustias de mi alma”. Salmo 31:7 (NVI)

“Tú sabes lo insensato que he sido”. Salmo 69:5 (NVI)

Dios _______________ por mi situación.

“Tan compasivo es el Señor con los que le temen como lo es un padre con sus
hijos. Él conoce nuestra condición; sabe que somos de barro”. Salmo 103:13-14
(NVI)

“Se me apareció el Señor y me dijo: ‘Con amor eterno te he amado’”. Jeremías


31:3 (NVI)

“Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éra-
mos pecadores, Cristo murió por nosotros”. Romanos 5:8 (NVI)

Dios puede ____________ mi vida y mi situación.

“Pido también que les sean iluminados los ojos del corazón para que sepan ... cuán
incomparable es la grandeza de su poder a favor de los que creemos. Ese poder es la
fuerza grandiosa y eficaz que Dios ejerció en Cristo cuando lo resucitó de entre los
muertos”. Efesios 1:18-20 (NVI)

“Lo que es imposible para el hombre es posible para Dios”. Lucas 18:27 (DHH)

III. Aceptar _______________ de Dios para ayudarme.

“Dios es quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer para que se cum-
pla su buena voluntad”. Filipenses 2:13 (NVI)

“El espíritu que Dios nos da ... nos llena con poder, amor y dominio propio”.
2 Timoteo 1:7 (DHH)
Cómo conectarse al poder de Dios: ____________ y ___________.

“Cuando cruces las aguas, yo estaré contigo; cuando cruces los ríos, no te cubri-
rán sus aguas; cuando camines por el fuego, no te quemarás ni te abrasarán las llamas”.
Isaías 43:2 (NVI)
DÓNDE OBTENER AYUDA CUANDO ESTÉ HERIDO
El Camino a la Recuperación – Parte 2
Hebreos 11:6

Puede que algunos de ustedes no se haya percatado de que cuando el lunes de esta
semana llovió torrencialmente, hubo una parte del lago Forest que se desbordó. Glenn
vive en una de esas áreas. El condado de Orange envió a un reportero a ese lugar, el
cual encontró a Joann, la esposa de Glenn, sentada en el techo de su casa mientras las
cosas flotaban a su alrededor. El reportero se subió al techo y pudo ver un caballo y un
automóvil que flotaban. Luego de unos minutos, él vio un sombrero que flotaba tam-
bién. Observándolo mejor, se fijó que el sombrero se movía en una extensión de vein-
te pies alrededor de la casa en una forma que parecía un movimiento premeditado.
Después de observar al sombrero en ese extraño ir y venir por unas siete u ocho veces,
le preguntó a Joann: “¿Tiene usted alguna idea de lo que ocurre con ese sombrero?” A
lo que ella contestó: “Ese es Glenn, el loco de mi esposo. Dijo que hoy iba a cortar el
césped pasara lo que pasara”.
El problema que tenemos hoy es que muchos de nosotros todavía estamos preo-
cupados por cortar el césped mientras la casa está flotando.
Ya hemos dicho que todos necesitamos pasar por el proceso de recuperación por-
que ninguno de nosotros es perfecto. El mundo es imperfecto. Todos hemos sido
dañados, todos tenemos complejos, todos tenemos hábitos que nos gustaría que desa-
parecieran. Todos necesitamos pasar por el proceso de recuperación. Sin importar el
problema, la herida, el complejo o el hábito, los pasos que hay que dar son los mis-
mos.
También dijimos que la raíz que causa todo esto es nuestro deseo de controlar las
cosas. Mientras más inseguros somos, más queremos controlar las cosas. Queremos
controlar nuestras vidas, las vidas de los demás, el ambiente en que otras personas
viven; en una palabra, queremos ser Dios. Queremos ser el centro de nuestro univer-
so. Pero cuando tratamos de ejercer este control, lo único que conseguimos es termi-
nar fatigados, frustrados y fracasados.
¿Cómo se rompe con eso? ¿Cómo puede romper con esas cosas?
Necesitamos superar la negación. La negación es lo que nos impide movernos
hacia delante, hacia la recuperación. Decimos a modo de excusa: “Realmente no es un
problema... Estoy bien... No hay de qué preocuparse. Puedo manejar la situación”. Y,
además de excusarnos, acusamos a otros: “Si tan solo mi esposa (o mi esposo) fuera de
otra manera, nuestro matrimonio andaría bien”. Jugamos al juego de la culpa.
Acusamos y nos excusamos. Cuando alguien nos pregunta: “¿Cómo te va?”, contesta-
mos: “En lo que cabe y dadas las circunstancias, me va bien; sí, estoy bien... a lo menos
por el momento todo está bien”. Es como si el diálogo anterior se tuviera con alguien
que ha saltado de lo alto de un edificio y se encontrara a medio camino. “Sí, dadas las
circunstancias, por lo menos hasta aquí, todo va bien”. Tenemos que aprender cómo
tratar con la negación.
¿Qué le parece el siguiente anuncio en un periódico?: “Se ha perdido un perro de
tres piernas, ciego del ojo derecho, le falta la oreja izquierda, no tiene cola, fue recien-
temente castrado y responde al nombre de ‘Afortunado´”. Una excelente manera de
ilustrar la negación. ¿No le parece?
Nuestro ministerio de camisetas me hizo una camiseta que dice: “La negación no
es un río de Egipto”.
¿Cuál es el antídoto para la negación? ¿Qué hace que finalmente afrontemos nuestros
problemas?
El antídoto de Dios para la negación es el dolor. Pocas veces cambiamos cuando
vemos la luz; cambiamos cuando sentimos el calor. No cambiamos hasta que nuestro
dolor no excede nuestro temor a cambiar. La mayoría de las personas casi nunca se
mueven hacia la recuperación hasta que son forzadas a hacerlo porque ya no hay otra
opción.
Dios usa tres circunstancias para acabar con la negación, son cosas para llamar
nuestra atención y forzarnos a intentar la recuperación en nuestras vidas:

1. Crisis. Enfermedad, estrés, pérdida de trabajo.

2. Confrontación. Alguien que se interesa lo suficiente para decirnos: “Estás arrui-


nándolo todo”. Alguien que nos ama lo suficiente como para confrontarnos en verdad
y amor y decirnos: “Estás fallando, estás a punto de perder tu familia, estás a punto de
perder tu salud, estás a punto de perder tu trabajo”. Alguien que nos confronta. Un
antiguo refrán de Texas dice: “Si alguien te dice espaldas de caballo, ignóralo. Si dos
personas te dicen espaldas de caballo, mírate al espejo. Si tres personas te dicen espal-
das de caballo, cómprate una montura”. Si tres personas le dicen que usted es un adic-
to al trabajo, cómprese una montura. Si tres personas le dicen que es un alcohólico,
cómprese una montura. Si tres personas le dicen que necesita ayuda, cómprese una
montura. El dolor es como una alarma. Se activa para advertirle que algo está mal en
su vida. Si se activara la alarma de incendio en su casa, ¿qué haría? ¿Diría: “¡Ay, qué
alarma más molesta! Que alguien la haga callar”? No, usted haría algo al respecto.
Pero con frecuencia en nuestras vidas, cuando sentimos que el dolor emerge, la alar-
ma de dolor, en lugar de tratar con lo que es la fuente, tratamos de aplacar el ruido.
Lo cubrimos con comida, con alcohol, con sexo, con cosas diferentes. Pero eso no
sirve de nada. Dios usará esas cosas para llamar nuestra atención.

3. Catástrofe. Espero que Dios no tenga que usar esto en su vida. Cuando llega-
mos al punto más bajo física, emocional, espiritual y financieramente, así como en
nuestras relaciones, cuando tocamos fondo, lo que sucede a menudo es que Dios tiene
que dar un paso atrás y dejarnos sentir el impacto total de nuestras malas decisiones.
“¿Quieres ser Dios? Está bien”. Y él simplemente retrocede y te permite ser Dios. Es
entonces que cosechas lo que sembraste y sientes todo el impacto que causa una catás-
trofe en tu vida.
Dijimos que EL PRIMER PASO EN LA RECUPERACIÓN ES RECONOCER
QUE NO SOY DIOS; ADMITIR QUE SOY INCAPAZ DE CONTROLAR MI
TENDENCIA A HACER LO MALO Y QUE MI VIDA ES INMANEJABLE. Ese
es el Paso 1, el paso de la realidad.
El segundo paso es lo que yo llamo el paso de la esperanza. El Paso 1 dice: “Lo
reconozco. Estoy sin ayuda. No soy capaz”. El Paso 2 dice: “Hay una buena noticia
de que existe un poder al que me puedo conectar para controlar las cosas que no
puedo dominar por mí mismo”.
EN FORMA SINCERA CREO QUE DIOS EXISTE, QUE LE INTERESO,
Y QUE Él TIENE EL PODER PARA AYUDARME EN MI RECUPERACIÓN.
Este segundo paso está basado en Hebreos 11:6 (NVI): “En realidad, sin fe es impo-
sible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él exis-
te y que recompensa a quienes lo buscan”.
El segundo paso en el camino a la recuperación consta de tres partes.

I. RECONOCER LA EXISTENCIA DE DIOS


La mayoría de nosotros no tenemos problema con esto. Ya no quedan muchos
ateos. El año pasado, George Gallup hizo una encuesta que reveló que “el noventa y
siete por ciento de los ciudadanos de Estados Unidos dicen creer en Dios; y menos
del dos por ciento dicen ser ateos”. Hay menos ateos hoy que los que había hace cin-
cuenta años. ¿Por qué? Porque sabemos más del universo hoy que hace cincuenta
años. Mientras se realizan más descubrimientos científicos, más sabemos del univer-
so y menos personas están dispuestas a seguir creyendo que todo sucedió por acci-
dente. Mientras más sabemos del universo, y ahora tenemos computadoras que son
capaces de comprobar las probabilidades de todas estas cosas que suceden, muy poca
gente dice creer que todo es producto de la casualidad. Por cierto, hoy día se requie-
re de más fe para no creer en un Creador que para creer en uno. Podría desarmar un
reloj completamente, ponerlo en una bolsa de papel y agitarla, pero las probabilida-
des de que el producto resultante fuera exactamente como un reloj serían bastante
increíbles. Sin embargo, el mundo está lleno de relojes. Y si multiplica eso por un
número astronómico... obtendrá las probabilidades de que esto realmente suceda.
Donde hay una creación, debe haber un Creador. Donde hay un efecto, debe haber
una causa. Donde hay un diseño, debe haber un diseñador.
¿Vio la portada de la revista Time hace un par de meses? Había una frase que
decía: “La ciencia descubre a Dios”. En esta era donde sabemos más y más acerca del
universo, donde tenemos mayor habilidad numérica por medio de las computadoras
para comprobar las oportunidades al azar, muy poca gente está dispuesta a creer que
todo ha sido simplemente un accidente. Mientras más conocemos del universo, más
convencidos estamos de que hay un Creador.
Reconoce su existencia. Romanos 1:20 (NVI) dice: “Porque desde la creación del
mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y su naturaleza divi-
na, se perciben claramente a través de lo que él creó”. Y el Salmo 19 (NVI) expresa:
“Los cielos cuentan la gloria de Dios”.
Por cierto, la Biblia dice que es una necedad no creer en Dios. Es irracional. Es
ilógico no creer en Dios. Si tiene problemas con eso tenemos un ministerio en nues-
tra iglesia llamado “Bases fuertes para creer”, el cual, desde un punto de vista intelec-
tual, estudia los argumentos de la existencia de Dios.
El punto es que Dios cambia vidas hoy en día. Dios existe.
El asunto real para la mayoría no es: “¿Hay un Dios?” Eso es algo que la mayoría
cree. El asunto verdadero es: “¿Qué clase de Dios es? ¿Cómo es en realidad? ¿Es esto
importante?” El problema es que tenemos algunas ideas bastante extrañas de cómo es
Dios.
Hace poco leí sobre dos muchachos delincuentes de una escuela católica que se
habían estado portando mal, por lo que los llevaron a la oficina del director. El director
sabía que lo que ellos realmente necesitaban era a Dios en sus vidas así que trajo al pri-
mer muchacho a la oficina, lo hizo sentarse y le dijo: “Quiero hacerte una pregunta, hijo.
¿Dónde está Dios?” El muchacho se asustó. No supo cómo responder. Simplemente se
quedó allí, sentado. El director volvió a preguntarle, por tres o cuatro veces. “¿Dónde
está Dios? Quiero que pienses en esa pregunta”. Y lo mandó de regreso. El segundo
muchacho, que estaba por entrar, le pregunto al que salía: “¿Qué pasó?” Este le res-
pondió: “No lo sé, pero parece que se les ha perdido Dios y están tratando de echarnos
la culpa a nosotros”.
Tenemos algunas ideas extrañas con respeto a Dios.
Lamentablemente, muchos comparan a Dios con un padre de familia. Como su
papá o mamá. Esto es trágico. Porque si su padre era una persona fría e indiferente
que no expresaba cariño, la tendencia será pensar que Dios, su Padre, es también frío,
indiferente y falto de cariño. Si su padre le infundía miedo, usted estará inclinado a
pensar:“A Dios hay que tenerle miedo”. Si su padre fue abusivo, pensará que Dios es
igual. Si su padre no era amoroso, trasladará esta cualidad a Dios. En lugar de Dios
hacerlo a su imagen, usted hace a Dios a la imagen suya.
De vez en cuando se oye decir: “Mi idea de Dios es...” ¿Con qué autoridad se dice
eso? ¿Piensa que porque tiene cierta idea de Dios él tiene que ser así? Por supuesto
que no. “Siempre he pensado en Dios como...” ¡Qué tal! Probablemente esté equivo-
cado. Francamente, no me interesa cómo cree usted que es Dios. No me interesa
cómo lo concibo yo mismo. Lo que deseo saber es: ¿Cómo es él en realidad?

II. ENTENDER EL CARÁCTER DE DIOS


El segundo paso en este proceso de recuperación no solamente es reconocer la
existencia de Dios, sino también entender su carácter. ¿Cómo es él realmente? Hasta
que en verdad no sepa cómo es Dios, no puedo confiar en él. ¿Verdad que tiene sen-
tido? No voy a confiar en algo o en alguien que no conozco. Afortunadamente Dios
desea que sepamos cómo es él. Vino a la tierra hace unos dos mil años y vino en forma
de ser humano. Vino como Jesucristo. Y dijo: “Como soy yo, así es Dios”. Él sí sabe
cómo es Dios. Es por eso que celebramos la Navidad y la Semana Santa.
Fíjese en este versículo. Colosenses 1:15 dice: “Él [Cristo] es la imagen del Dios
invisible”. Si usted desea saber cómo es Dios, solamente mire a Jesús, porque él es la
expresión visible del Dios invisible.
Si está leyendo acerca de Jesús y estudiando su vida, aprenderá mucho de Dios.
Específicamente hay tres cosas que aprendemos sobre Dios por medio de Jesús, que
nos ayudan a vencer nuestros hábitos, heridas y complejos:

1. Dios conoce todo acerca de mi situación. Yo sé que Dios sabe todo con respecto a
mi situación, porque él conoce mis hábitos, mis heridas y complejos. Él conoce lo
bueno y lo malo. Algunos posiblemente han tenido muchos momentos difíciles o una
vida muy dura. Mire lo que dice la Biblia en el Salmo 56:8 (DHH): “Tú llevas la cuen-
ta de mis huidas; tú recoges cada una de mis lágrimas”. ¿No es eso increíble? La Biblia
dice que Dios lo conoce personalmente y de cerca. Él ha visto sus lágrimas. “Nadie
sabe el infierno por el que estoy pasando en mi matrimonio”. Está equivocado, Dios
lo sabe. “Nadie sabe cómo estoy luchando por romper con este hábito, pero no lo
puedo sacar de mi mente”. Dios sí lo sabe. “Nadie sabe la depresión y el temor por el
que estoy atravesando”. Dios sí lo sabe. Y Él ha visto sus lágrimas. Las conoce todas.
Nada escapa de su conocimiento. El Salmo 31 (NVI) dice: “Tú has visto mi aflicción
y conoces las angustias de mi alma”. Dios está al tanto de sus necesidades y la Biblia
dice que Él sabe lo que usted necesita incluso antes de que se lo pida. Él ve la crisis
en su alma en este mismo momento. En el Salmo 69 leemos: “Tú sabes lo insensato
que he sido”. A veces deseamos olvidar esta parte. No queremos que Dios sepa todas
las locuras que hacemos. El hecho es que no hay nada que esté fuera de la vista de
Dios. Usted siempre tiene una audiencia veinticuatro horas al día. Él conoce sus días
buenos, sus días malos, las bromas pesadas que ha hecho, las malas decisiones que ha
tomado y, sorprendentemente, todavía le ama. El hecho es que Dios no se sorprende
por su pecado. Si usted hace algo mal, Dios no dice: “Ay, no, ¿cómo se me escapó eso?”
Él sabía que pasaría, mucho antes de que lo hiciera. Él incluso sabe por qué lo hizo, qué
fue lo que lo motivó a hacerlo, incluso si usted mismo ignora la motivación. Él no se
sorprende, no se altera, no se decepciona. Él sabe quién es usted.

2. Dios se interesa por mi situación. El Salmo 103 dice: “Tan compasivo es el Señor
con los que le temen como lo es un padre con sus hijos. Él conoce nuestra condición;
sabe que somos de barro”. Dios sabe que somos hechos de moléculas, que somos frá-
giles, que no somos superhombres. Él es tierno y compasivo. Esa es la clase de Dios
a la que usted sirve. Un Dios que lo conoce, que desea ser el Padre que muchos nunca
tuvieron. Tierno y compasivo. Dios dice: “Con amor eterno te he amado”. ¿Cómo
puede ser eso? ¿Cómo puede Dios amarme y su amor nunca acabar? Él me ama en los
días buenos, en los malos, cuando le sirvo y cuando no lo hago, cuando hago lo
correcto y cuando me equivoco. ¿Cómo es que me sigue amando? Porque su amor es
incondicional. No está basado en su comportamiento. Está basado en el carácter de
Dios. La Biblia dice que Dios es amor. Y él dice: “Con amor eterno te he amado”. Él
no solamente conoce su situación sino que se preocupa por ella. “Pero Dios demues-
tra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo
murió por nosotros”. Romanos 5:8 (NVI)
Muchas de aquellas personas que han estado trabajando los Doce Pasos saben que
el Paso 2 es el del Poder Supremo. Me gustaría presentarles hoy a su Poder Supremo.
Su nombre es Jesucristo. Él es ese poder al que se puede conectar, porque conoce su
situación y se preocupa por usted. Y lo mejor de todo es que él tiene el poder para
cambiar dicha situación.

3. Dios puede cambiar mi vida y mi situación. Estas son buenas noticias. Dios puede
cambiar mi vida y mi situación. A veces cambia mi vida, a veces cambia mi situación.
Otras veces cambia las dos. Pero está esperando por usted para hacer esto. Y Él tiene
el poder.
Note que Pablo dice: “Pido también que les sean iluminados los ojos del corazón
para que sepan ... cuán incomparable es la grandeza de su poder a favor de los que cree-
mos. Ese poder es la fuerza grandiosa y eficaz que Dios ejerció en Cristo cuando lo
resucitó de entre los muertos”. ¿Se ha encontrado alguna vez paralizado por falta de
resolución? “¡Sé que necesito hacer esto pero simplemente no puedo comenzar!”
¿Siente algunas veces que simplemente no puede lograrlo? Él le dice: “Tengo el
poder”. Si Dios puede levantar a Jesucristo de los muertos, puede restaurar una rela-
ción rota. Puede levantar a una persona que está mal de salud. Puede hacerle libre de
una adicción. Puede ayudarle a cerrar la puerta al pasado para que esos recuerdos
dejen de perseguirle, pero solo confía en Él.
Lucas 18:27 (DHH) dice: “Lo que es imposible para el hombre es posible para
Dios”. La Biblia dice que no hay nada difícil para Dios. Quizás usted diga: “No
entiende mi situación. He intentado cambiar, pero no puedo”. Nada es imposible con
Dios. Y esa situación que parece sin esperanza, no lo es. Por cierto, en la iglesia
Saddleback podemos darle cientos de ejemplos de personas que estuvieron en situa-
ciones imposibles hace seis mes, un año, un año y medio, y Dios las cambió por com-
pleto. Hay personas que si las hubiera conocido, pudiera haber pensado que ni en un
millón de años cambiarían, pero sí cambiaron. Por el poder de Dios.
He aquí el testimonio de un par de miembros de nuestra iglesia, Dana y Bret, en
el que cuentan cómo el poder de Dios les ayudó en su segundo paso.

Dana: Soy una creyente que lucha con la adicción. Soy líder en el grupo de muje-
res fármaco dependientes del programa Celebremos la Recuperación. Nos reunimos los
viernes por la noche. Nunca soñé que estaría haciendo el trabajo de Dios de esta
forma o que estaría parada aquí frente a todos ustedes. Pero eso es lo que sucede cuan-
do abandonamos el asiento del conductor y permitimos que Dios maneje nuestras
vidas.
Creo que he sido adicta toda mi vida. Cuando era joven, mi adicción solamente
salía a la superficie en tiempos muy duros. Me parecía tener un ángel bueno en uno
de mis hombros y un ángel malo en el otro, y adivinen quién ganaba.
En mi vida había también muchos momentos normales. Era una buena estudian-
te, nadadora, corredora, pero podía ser influenciada fácilmente por mis compañeros.
Comencé a fumar en la secundaria y cuando estaba en el bachillerato fumaba mari-
huana, bebía alcohol y todavía mantenía un promedio de notas de 3.75. Mi alcoholis-
mo aumentó al llegar al final de la escuela y luego de graduarme.
Tuve un período de siete años en los cuales no ingerí alcohol. Cuando digo que
soy una adicta, quiero decir que puedo ser adicta a cualquier cosa que pueda hacerme
sentir mejor y llenar el vacío en mi vida. Por ejemplo, en esos siete años de abstinen-
cia acostumbraba coser. Salía a comprar un modelo y regresaba a casa con diez. Otro
ejemplo, el ejercicio. Hacía ejercicios durante cinco o seis días a la semana, tres horas
al día. Pensaba que era normal medir 1.73 y ser talla tres. Un día nada de eso pareció
ayudarme más. Volví al alcohol. Y del alcohol, pasé a la cocaína. La cocaína me ayu-
daba a adormecer el dolor.
Mi matrimonio se desmoronó y perdí a mis hijos en una batalla legal bastante
sucia. Usted pensará que luego de todo eso me daría por vencida. Lo intenté, pero
sencillamente no pude hacerlo. Pensé que estaba en control pero estaba en un círcu-
lo vicioso. Usaba drogas porque me sentía culpable por la pérdida de mis hijos y por-
que el dolor era realmente insoportable. Luego intentaba dejarla porque me sentía
culpable de usarlas. Tenía un problema de culpa. Esto continuó por nueve años.
Finalmente me di cuenta de que no podría hacer nada por mí misma.
Anteriormente han conocido el testimonio de mi esposo Dan. Fue a través de una
reunión de Doce Pasos a la que asistí con él que instantáneamente me identifiqué con
la persona de quien estaba hablando. Recuerdo que pensé: “Esa soy yo. Está hablan-
do de mí”. Finalmente, admití que era una adicta y recuerdo haber sentido cómo
aquel gran peso fue quitado de mis hombros. Ya no tenía que jugar a ser Dios. Ahora
espero que Dios me ayude a manejar mi vida cuando humildemente se lo pido y sé
que él quitará todo lo malo y todo el dolor en mi vida si tan solo se lo permito. Mi
recuperación me ha llevado a ser un miembro aquí en Saddleback. Me bauticé.
También asisto a las clases 201 sobre Madurez Espiritual, a la 301 sobre Ministerio, y
soy líder de un grupo pequeño en el programa Celebremos la Recuperación donde cada
viernes por la noche nos reunimos y celebramos el hecho de que no tenemos que vivir
bajo el poder de nuestra adicción. Nos encantaría que nos acompañara.

Bret: Mi nombre es Bret y soy un hijo adulto de un alcohólico. Fui concebido


luego de veintiún años de matrimonio. Después de nueve meses nací y mis padres me
dieron el título de “Hijo milagroso”, algo con lo que me fue difícil vivir cuando era
niño. Tenía que encontrar la forma de hacer que ese título se correspondiera con mi
vida. Tuve que aceptarlo. Sabía que en deportes no tendría la oportunidad de lograr-
lo, así que lo intenté académica y profesionalmente. Sin embargo, tuve que revestir mi
corazón de una coraza porque dolía mucho interiormente. Sabía que estas metas se-
rían imposibles de lograr pero tenía que intentarlo. Como el trencito que dice: “Creo
que puedo, creo que puedo...”, mi tren decía: “Tienes, debes, no hay opción”. En la
universidad acostumbrábamos comprar pollo y llevarlo a nuestro cuarto, y era tan
duro de corazón que cuando mis compañeros venían a pedirme un pedazo, les decía
que la carne blanca costaba cincuenta centavos extra. Era realmente insensible.
Obtuve buenas notas en la secundaria. Fui muy buen estudiante en la universidad.
A los 27 años era el director de mercadeo internacional de una fábrica de alimento. A
los 31 era el vicepresidente de una división millonaria de una corporación multimi-
llonaria. Pero lo que estaba mal era que en mi interior me encontraba solo. Luego de
las reuniones y las fiestas corría a mi cuarto, ordenaba servicio a la habitación y me
escondía. No quería tener intimidad con nadie. Me quería mantener a distancia de las
personas. No quería acercarme a nadie.
Decidí arriesgarme y me casé con Cindy, mi maravillosa esposa. Ella tenía una
hija llamada Elizabeth, así que me convertí en su padrastro. Pronto hubo cosas que
empezaron a salir a la superficie de mi vida y solo entonces me di cuenta de que exis-
tían. Un día, Liz trajo a casa de la escuela una tarjeta de reporte con notas más bajas
de lo que yo esperaba. En lugar de ser comprensivo con ella, lo que habría hecho una
persona centrada en Cristo, estallé en ira y fui bastante grosero con ella. Cindy me
dijo que mi idea de lo normal no era necesariamente lo que era normal. Me dijo que
yo era un perfeccionista, lo cual negué al tiempo que decía: “Iremos a un terapeuta
porque estoy seguro que estará de acuerdo con mi perspectiva de esto”.
No es necesario decir que fue un aprendizaje para mí. Experimenté los senti-
mientos que temía experimentar. Fue bastante doloroso. Asistí a los grupos de Doce
Pasos, leí libros, pero hacía falta algo más. Las piezas estaban ahí pero estaban revuel-
tas. Era la referencia genérica al Poder Supremo. Comencé a venir a esta iglesia, desa-
rrollé una relación con nuestro Señor Jesucristo y él abrió mi duro corazón y lo sua-
vizó. Había estado solo y no supe cómo divertirme, cómo jugar. Las personas decían:
“¿Cómo te sientes acerca de esto?” Yo no sabía lo que era “sentir”. Sabía cómo mane-
jar la situación. Sabía cómo terminar el proyecto, pero no sabía cómo sentir.
Así que si alguno de ustedes tiene ese sentimiento de vacío en su corazón, les tene-
mos buenas noticias. Contamos con Celebremos la Recuperación, el cual funciona ver-
daderamente bien. Soy líder del grupo conocido como “Hijos adultos de adicciones”,
que trabaja con gente cuyos padres fueron alcohólicos, drogadictos, adictos al traba-
jo, perfeccionistas, o personas con expectativas irreales de la vida.

He aquí el punto. Entre más posponga su dolor, más lejos está su recuperación.
Entre más lo niegue y diga: “No hay problema, no es gran cosa, puedo manejarlo”,
menos días tiene en esta tierra para ser lo que Dios quiere que sea. Algunas personas,
cuando experimentan dolor intenso por algún problema, se estancan en el pasado en
lugar de tratar con el problema de ese momento. Enfocan toda su vida en el pasado.
Se adentran a lo que yo llamo “Parálisis del análisis”, siempre diciendo lo que antes
iba mal en sus vidas. Eso es como manejar un carro mirando todo el tiempo el espe-
jo retrovisor. Un espejo retrovisor es de ayuda, porque le da perspectiva, y mirar su
pasado le da una perspectiva, pero si solamente mira a su pasado no llega al presente.
¿Puede imaginarse manejando un carro donde el espejo retrovisor fuera más grande
que el parabrisas? Muchas personas son así. Se mantienen en el pasado y no pueden
vivir en el presente. Cualquier cosa en la que se enfocan tiende a repetirse. Si sola-
mente vive en el pasado, tiende a repetir cosas del pasado.
Esta serie de recuperación trata del crecimiento espiritual. Crecimiento espiritual
es el proceso de expandir ese parabrisas y encoger el espejo retrovisor. Así se puede
seguir con el presente. ¿Cómo se hace eso? Usted reconoce que Dios existe. Se da
cuenta de cómo es él; de que se interesa, le entiende, le ama y desea ayudarle.

III. ACEPTAR LA OFERTA DE DIOS PARA AYUDARME


Creer solamente en Dios no es suficiente. La mayoría de nosotros creemos en
Dios. Pero eso no quita la herida. Tenemos que conectarnos al poder y eso es más que
creer. Aquí está lo que Dios tiene para ofrecer.
Filipenses 2:13 dice: “Dios es quien produce en ustedes tanto el querer como el
hacer para que se cumpla su buena voluntad”.
Dios le dice: “Tu propia fuerza de voluntad no es suficiente. Las buenas intencio-
nes no son suficientes. Lo que necesitas es mi voluntad y mi poder para ayudarte a
cambiar. Yo te daré la fuerza de voluntad que necesitas”. Pero usted dice: “Yo ni
siquiera sé si quiero cambiar. Estoy muerto de miedo ante la posibilidad del cambio”.
Probablemente lo esté hasta que el dolor exceda su temor al cambio. Pero usted le
dice: “Dios, dame la voluntad de querer cambiar”. Y si usted se lo pide con sinceri-
dad, entonces él le dará la voluntad y el poder que necesita.
¿Qué sucede cuando pongo mi vida ante el poder de Dios y le pido que ponga el
Espíritu de Jesucristo en mi vida? ¿Qué hace él? ¿Me lleva eso a cierta clase de fanatismo?
La Biblia nos dice exactamente lo que sucede cuando invitamos al Espíritu de Dios
a nuestras vidas. “El Espíritu que Dios da nos llena con su poder, amor y dominio pro-
pio”. Eso es lo que quiero en mi vida. Primero, quiero poder. Poder para romper hábi-
tos que no puedo romper. Poder para hacer las cosas que sé que son correctas pero que
no puedo hacerlas por mí mismo. Poder para ser libre del pasado y dejar que esos
recuerdos se vayan. Poder para empezar a vivir la clase de vida que Dios desea que viva.

Después, quiero amor. Verdadero amor. Quiero ser capaz de amar a las personas
y que estas me amen, de sanar las heridas para no construir esas paredes y tener un
acercamiento falso con las personas, sino un acercamiento genuino ya que no tengo
miedo de amar verdaderamente y no tengo temor de ser verdaderamente amado.
Esa es la clase de poder y amor que Dios da. Y también nos da dominio propio.
Obviamente, quiero eso. Usted quiere eso. Usted no está en verdadero control hasta
que Cristo esté en control y domine las circunstancias de su vida. Entonces entende-
rá lo que significa tener todo bajo control por primera vez en su vida porque no esta-
rá tratando de detenerse por usted mismo. Poder, amor y dominio propio.

Hay un principio en el universo. Esto debe sonar muy simple, pero es algo muy
profundo. He aprendido que las cosas funcionan mejor cuando están conectadas. Las
tostadoras, licuadoras, televisores, radios, todas las cosas, funcionan mejor cuando
están conectadas. Y Dios quiere que usted y yo estemos conectados a él.

¿Cómo me conecto al poder de Dios?

Muy simple. Crea y reciba. Primero, crea que Dios existe, crea que él le conoce y
se interesa por usted, que tiene el poder de ayudarle y luego recíbalo en su vida.
“Jesucristo, pon tu Espíritu en mí”.
El segundo paso de la recuperación involucra una palabra de cinco letras. Quiero
desafiarle a usar esta palabra hoy. Se requiere de mucho valor para usar la palabra
AYUDA. Necesito ayuda. “Dios, necesito tu ayuda en mi vida”. El Camino a la
Recuperación no es fácil. Significa afrontar algunos problemas que hasta ahora hemos
preferido ignorar. Significa correr riesgos. Significa ser honesto, confiar en Dios.
Pero cuando damos este segundo paso, de repente nos damos cuenta de que nuestra
recuperación ya no es simplemente un asunto de fuerza de voluntad. Dios dice: “Yo
estoy contigo”.
Isaías 43:2 (NVI) nos da esta tremenda promesa de Dios: “Cuando cruces las
aguas, yo estaré contigo; cuando cruces los ríos, no te cubrirán sus aguas; cuando
camines por el fuego, no te quemarás ni te abrasarán las llamas”. Dios nos dice: “Yo
estaré contigo la próxima semana, el próximo mes, el próximo año mientras enfrentas
esas cosas que has temido afrontar en tu vida”.
¿En qué área de su vida se siente herido? ¿Está atravesando aguas profundas?
¿Siente como si esta es la última vez? ¿Está pasando por fuego en este momento y la
situación se ha tornado difícil en su vida? ¿Cree que va a consumirse o a extinguirse?
¿Siente que está como estancado en una rutina y que no tiene el poder de cambiar?
¿Se siente incapaz? Hay un poder al que se puede conectar. Su nombre es Jesucristo.
El nombre sobre todo nombre. Le invito a que hoy mismo abra su corazón y le entre-
gue su vida a él. Dé este segundo paso.
ENTRÉGATE
El Camino a la Recuperación – Parte 3

R.E.C.U.P.E.R.A

Reconozco que no soy Dios; admito que soy incapaz de controlar mi tendencia a
hacer lo malo y que mi vida es inmanejable.

En forma sincera creo que Dios existe, que le intereso y que él tiene el poder para
ayudarme en mi recuperación.

EL TERCER PASO

Conscientemente _____________ entregar toda mi vida y voluntad al


_____________ y ____________ de Cristo.

Jesús dijo: “Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les
daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí ... Porque mi yugo es suave y
mi carga es liviana”.
Mateo 11:28-30 (NVI)

I. ¿QUÉ ME PUEDE IMPEDIR DAR ESTE PASO?

1. _____________________; no quiero admitir que necesito ayuda.

“La gente arrogante va por el camino de la ruina”. Proverbios 18:12 (DHH)

2. _____________________; me da vergüenza pedirle ayuda a Dios.

“Muchos males me han rodeado; tantos son que no puedo contarlos. Me han
alcanzado mis iniquidades, y ya ni puedo ver. Son más que los cabellos de mi cabeza,
y mi corazón desfallece”. Salmo 40:12 (NVI)

3. ______________________; tengo miedo de lo que tenga que dejar.


“¿De qué sirve ganar el mundo entero si se pierde la vida?” Marcos 8:36 (NVI)

4. _______________________; confundo la fase de decisión con la fase de resolver


el problema.

“Depositen en él toda ansiedad, porque él cuida de ustedes”. 1 Pedro 5:7 (NVI)

“Estoy seguro de que Dios, que comenzó a hacer su buena obra en ustedes, la irá
llevando a buen fin hasta el día en que Jesucristo regrese”. Filipenses 1:6 (DHH)

5. ________________________; mi fe parece muy pequeña.

“Si tienen fe tan pequeña como un grano de mostaza ... nada será imposible”. Mateo
17:20 (NVI)

II. ¿CÓMO DOY ESTE PASO?

1. Acepto ___________________ como mi Salvador.

“Cree en el Señor Jesús; así tú y tu familia serán salvos”. Hechos 16:31 (NVI)

2. Acepto __________________ como mi regla de vida.

“Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para
corregir y para instruir en la justicia”. 2 Timoteo 3:16 (NVI)

3. Acepto ____________________ como mi estrategia.

“Me agrada, Dios mío, hacer tu voluntad; tu ley la llevo dentro de mí”. Salmo
40:8 (NVI)

4. Acepto ______________________ como mi fuerza.

“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Filipenses 4:13 (NVI)


Jesús dice: “Estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entra-
ré, y cenaré con él, y él conmigo”. Apocalipsis 3:20 (NVI)
ENTRÉGATE
El Camino a la Recuperación – Parte 3
Mateo 11:28-30

Esta semana escuché una historia sobre un conductor del camión de entregas de una
tienda de mascotas. En cada semáforo al que llegaba se bajaba, salía corriendo hacia la
parte posterior del camión, agarraba un palo y comenzaba a golpear el camión. Alguien le
preguntó que qué hacía. Él dijo: “Lo que pasa es que este es un camión solo para dos tone-
ladas de carga y estoy transportando cuatro toneladas de canarios; por eso tengo que man-
tener dos toneladas de ellos en el aire todo el tiempo”.
Cuando escuché la historia, pensé: “Esta es una buena imagen de la vida”.
Muchas personas van por el mundo golpeándose ellas mismas, tratando de tener
todo en el aire para no irse hacia abajo. Tenemos una tendencia a estancarnos en la
vida. Nos estancamos en las relaciones. Nos estancamos con hábitos. Nos estancamos
en la congoja cuando perdemos a un ser querido. Nos estancamos en la ira. Nos estan-
camos en nuestro trabajo, en una relación sexual. Y luego no podemos salir de allí y
caemos en un círculo. Una vez que uno se estanca comienza a sentirse culpable por
haberse detenido. Y decimos: “Desearía poder salir de esto pero no puedo cambiar”.
Entonces aparece la ira e insistimos en que deberíamos poder cambiar y nos molesta-
mos con nosotros mismos. Decimos: “Debería ser capaz de salir de esto”. Pero no sali-
mos. Y luego nuestra ira se transforma en temor a que nunca vamos a poder salir de
ese problema. El miedo nos controla. Pensamos que vamos a terminar en un hospital.
Más tarde nuestro temor se convierte en depresión, comenzamos a sentirnos mal, a
tenernos lástima y a resignarnos. Decimos: “Me doy por vencido. No puedo cambiar”.
Y comienza el ciclo de nuevo y nos estancamos mucho más.

¿Cómo romper con ese estancamiento?


De eso es de lo que hemos estado hablando anteriormente.

Paso 1. El paso de la realidad. Reconocemos que tenemos un problema.


Paso 2. El paso de la esperanza. No solamente somos incapaces sino que Dios
tiene el poder y él está dispuesto a ayudarnos. Él conoce nuestros problemas y se inte-
resa por ellos y por mí. Sabe todo lo que sucede en mi vida. Ofrece ayudarme a cam-
biar. Ese es el paso de la esperanza.
Pero no es suficiente saber que Dios nos ayudará. Tenemos que hacer algo.
Tenemos que tomar decisiones. Tenemos que cruzar la línea.
Paso 3. CONSCIENTEMENTE ELIJO ENTREGAR TODA MI VIDA Y
VOLUNTAD AL CUIDADO Y CONTROL DE CRISTO.
Este paso está basado en lo que Jesús dijo en Mateo 11:28-30. “Vengan a mí todos
ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo
y aprendan de mí ... Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana”. Jesús dice:
“Vengan a mí”. Es la invitación de Dios. Haré tu vida más fácil. Haré tu carga más
liviana. Tendrás alivio. Tendrás liberación. Tendrás descanso. Serás rejuvenecido.
Dame el control y cuidado de tu vida y observa lo que hago. La vida será mucho más
fácil. Menos estresante.
¡Qué convenio! ¿Por qué no aceptar esa oferta? Muchos han escuchado esto
antes, pero nunca han actuado. Es como tener un regalo sin abrir. Dios dice: “Quiero
darte este regalo de descanso, alivio y recuperación y no has hecho nada para recibir-
lo”. ¿Qué nos aleja de dar este tercer paso tan importante? ¿Qué causa que yo pos-
ponga el entregar mis problemas a Dios y retardar la entrega de mi vida al cuidado y
control de Cristo?

I. ¿QUÉ ME DETIENE A HACER ESTO?

1. El orgullo me impide reconocer que necesito ayuda. Proverbios 18:12 (DHH) dice:
“Tras el orgullo viene el fracaso; tras la humildad, la prosperidad”. ¿Cuántos padres
no se detendrán para pedir direcciones? Proverbios 10:8 dice: “El de sabio corazón
acata las órdenes, pero el necio y rezongón va camino al desastre”. Quizás usted crea
que no está listo para dar este paso. Quizás diga: “No estoy listo para darle el control
y cuidado de mi vida a Cristo”. Todo lo que necesita para hacerlo es una gran dosis de
dolor. Dios permitirá que lo obtenga para llamar su atención.
2. El sentido de culpa me impide dar este paso. Quizás se avergüence de pedirle a Dios
que lo ayude. El Salmo 40:12 dice: “Muchos males me han rodeado; tantos son que
no puedo contarlos. Me han alcanzado mis iniquidades, y ya ni puedo ver. Son más
que los cabellos de mi cabeza, y mi corazón desfallece”. ¿Se ha sentido así alguna vez?
“Me da vergüenza levantar mi mirada. No quiero pedirle ayuda a Dios. ¿Sabe usted
cuántas veces le he pedido a Dios que me ayude y he hecho promesas y las he roto?
Dios, si tan solo me sacaras de esta... Me avergüenza pedirle ayuda a Dios. No sabe todas
las cosas malas que he hecho. No podría ir ante Dios y pedirle ayuda”. Si piensa así
está equivocado. Totalmente equivocado. No hay pecado que Dios no pueda perdo-
nar. Y él desea ayudarle. No permita que el orgullo o la culpa lo detengan de dar este
paso. Él desea perdonar su culpa.

3. El temor por lo que tenga que dejar. Todos los que han estado en Saddleback lo
suficiente conocen mi historia favorita: Un muchacho se cayó de un precipicio. A
medio camino se agarró de una rama. Se sostuvo por amor a la vida. Habían ciento
cincuenta metros hacia abajo y ciento cincuenta metros hacia arriba. El muchacho
gritó: “¿Hay ahí alguien que me ayude?” Y escuchó la voz de Dios, “Soy el Señor, con-
fía en mí, suéltate y te agarraré”. El muchacho volvió a mirar hacia abajo, a mirar hacia
arriba. Y dijo: “¿Habrá alguien más allá arriba que me pueda ayudar?” Dios es el últi-
mo recurso. Le da miedo soltarse. Algunos se están sosteniendo de esa rama y están
diciendo: “No es tan malo. No hay problema, realmente estoy bien”.
¿Sabe lo que es libertad? Libertad es decidir quién controla nuestra vida. Cuando
entregamos nuestra vida al cuidado y control de Cristo, él nos libera. Jesús dijo: “Los
que pecan son esclavos del pecado, pero si conoces la verdad, la verdad te hará libre”.
Cristo dice: “Yo te hago libre”. Bob Dylan acostumbraba decir: “Vas a tener que ser-
virle a alguien”. Puede ser a tu propio ego. La verdadera libertad es elegir quién será
su amo. Así que, ¿a qué le teme? ¿De qué se está sosteniendo que piensa: “No puedo
soltar esto para entregar mi vida a Dios”? De una relación, una ambición, un hábito,
un estilo de vida, una posesión. “¿De qué sirve ganar el mundo entero si se pierde la
vida?” ¿Hay algo que tenga más valor que su vida? No.
Cuando dé este tercer paso, estará entregando todo y nunca se habrá sentido tan
bien. Porque él toma lo que usted le ha entregado y lo cambia, le da un nuevo signi-
ficado, un nuevo sentido, una nueva validez, y se lo devuelve en una forma completa-
mente nueva.
Si ha tenido temor de abrir su vida al cuidado y control de Cristo y de convertir-
se en un fanático, en un loco, o algo así, o de tener que entregar lo que sea, no se pre-
ocupe por las cosas específicas que tenga que entregar. Si se concentra en las cosas
específicas nunca tomará la gran decisión, que es el paso a la recuperación.
Simplemente venga a Dios y dígale: “Dios, ni tan siquiera sé lo que quiero entregar,
pero sí sé que quiero que mi vida esté bajo tu control, así que Dios, aquí está mi che-
que en blanco”. Y dé a Dios un cheque en blanco. Aquí está mi vida. Permita que él
cuide de lo demás. No se preocupe por eso.
4. La preocupación. Quizás sea la preocupación la que lo detiene de entregar su vida
al cuidado y control de Cristo. Confundimos la fase de tomar la decisión con la fase
de la resolución de problemas. Cuando en 1963 John F. Kennedy anunció pública-
mente: “Vamos a poner a un hombre en la luna al final de la década”, aquella fue la
decisión. ¿Tenía todos los problemas resueltos cuando tomó esa decisión? No. Si
usted es un buen gerente sabrá que nunca debe confundir tomar decisiones con resol-
ver problemas. Si confunde estas cosas, nunca tomará la decisión. Primero se toma la
decisión y luego se resuelven los problemas. Kennedy dijo: “Vamos a ir a la luna”,
luego fue cosa de la NASA resolver los problemas.
Cuando comencé la iglesia Saddleback hace trece años, solamente éramos Kay y
yo. No teníamos ni dinero, ni miembros, ni edificio. No conocía a nadie en este valle.
Dios me había dicho: “Ve al sur de California y comienza esta iglesia”. Yo no dije:
“Está bien, Dios, pero primero quiero un gran edificio, por lo menos una carpa, unas
siete mil personas con quienes llenarla, y luego lo consideraré”. No. Cuando comen-
cé solo tenía un miembro, mi esposa. Y no le gustó el primer mensaje. Usted toma la
decisión y luego resuelve los problemas. Si espera a que todos los semáforos se pon-
gan en verde, nunca irá a ningún lugar. No puede resolver todos los problemas pri-
mero. En primer lugar tomo la decisión. Entrego mi vida al cuidado y control de
Cristo. Tengo dudas, preguntas, temores, preocupaciones. No sé cómo va a salir todo,
pero sé que es el paso correcto. Así que, simplemente, lo hago.
En diciembre, Kay y yo decidimos mudarnos y comprar una casa. Esa fue una
decisión fácil. Pero, ¿era todo eso lo que involucraba esa transición? No. Luego de
decidirnos a comprar una casa, tuvimos que financiar la renta de un camión de
mudanzas, cambiar de dirección y muchas otras cosas más. Los problemas vienen des-
pués que se toma la decisión.
Hace unos treinta años que di este tercer paso y le dije sí a Jesucristo. “No entien-
do todo pero si eres verdaderamente real, ven a mi vida. Si puedes darme una mejor
vida de la que estoy viviendo en este momento, hazlo”. Abrí mi vida al cuidado y con-
trol de Cristo. Aún hoy, treinta años después, todavía estoy enviando mi cambio de
dirección, diciendo: “No, ya no hago eso. Ese no soy yo, ese es mi viejo yo”. Todavía
estoy haciendo cambios de direcciones. No permita que la preocupación le moleste y
le impida tomar la decisión.
Esta es la cosa más importante que puedo decir. La vida cristiana es una decisión
seguida de un proceso. Lo mismo ocurre con la recuperación. Es una decisión segui-
da de un proceso. Hoy estoy hablando únicamente de la decisión. Está bien, hagá-
moslo, apropiémonos de esto. En Saddleback, tenemos un proceso, el Proceso del
Desarrollo de la Vida. Este proceso le ayuda a llegar a ser todo lo que Dios desea que
sea. De lo que estamos hablando hoy es simplemente de llegar a la primera base.
Durante la Segunda Guerra Mundial nuestros soldados tenían una estrategia defi-
nida que usaban cuando iban a atacar en el Pacífico, cerca de los japoneses. Utilizaban
la misma estrategia en cada isla y siempre les funcionó. Primero, iban a la isla que
habían tomado cautiva y comenzaban a atacarla con bombas, granadas y toda clase de
explosivos. A eso se le llamaba el período de ablandamiento. Algunos de ustedes están
en el período de ablandamiento en este momento. Y mientras en su vida están ocu-
rriendo toda clase de explosiones que están enviando fragmentos a todas partes, usted
dice: “Esto no está funcionando”. Luego llega a un punto donde dice: “Sí, necesito
algo más allá de mí mismo”. Está ablandando su orgullo. “Necesito ayuda. Necesito
a Dios en mi vida. Hay mucho estrés”.
En la segunda fase, los soldados llegaban a la isla y establecían una cabeza de
playa, quizás solamente doscientas yardas a lo largo y doscientas yardas a lo ancho. No
querían más. Solo tener una presencia en la isla. Cuando habían establecido la cabe-
za de playa, ¿habían liberado la isla completamente? No. Solamente habían entrado
a ella. Desde allí comenzaban a pelear. Algunas veces se movían cien yardas hacia
delante y algunas veces eran forzados a retroceder. Otras veces ganaban la batalla y
otras veces la perdían. Pero todos sabían que una vez que habían establecido una cabe-
za de playa en la isla, la liberación era inevitable. Era solo cuestión de tiempo. Y en
toda la historia de la Segunda Guerra Mundial una vez que los soldados hubieron ate-
rrizado y establecido una cabeza de playa nunca perdieron una isla. Solamente fue
cuestión de tiempo que la isla completa fuera liberada.
Cuando usted da este paso, lo que está sucediendo es que Dios ha establecido en
su vida una cabeza de playa. La Biblia lo llama conversión o nacer de nuevo. Eso quie-
re decir que Dios instala su presencia en su vida. ¿Significa eso que todo ya es perfec-
to? Absolutamente no. Significa que Dios está en su vida, que ha establecido una cabe-
za de playa y que el resto de su vida él lo va a estar liberando poco a poco. Es un pro-
ceso. Así que no se preocupe. Solamente confíe en Dios.
Quizás a usted le preocupe que en esta batalla no pueda avanzar o resistir. Dios le
dice: “No te preocupes. No es tu trabajo el mantenerte en la batalla. Ese es mi traba-
jo”. Deposita toda tu ansiedad en Dios porque él tiene cuidado de ti. Él dice: “Tengo
cuidado de ti. Te sostengo en mi mano”.
Cuando mis hijos estaban pequeños y cruzábamos una calle muy transitada, los
agarraba fuertemente de sus manos. Y mientras cruzábamos la calle ellos deseaban,
como todo niño, salir corriendo. Pero no importaba cuánto desearan salir corriendo,
yo no los dejaba soltarse de mis manos. ¿Por qué? Porque soy un padre que ama a sus
hijos. Hay momentos en su vida cuando toma decisiones: “Dios, yo no creo que quie-
ra ser un creyente en este momento. Es un poco difícil mantener mi ética y puede que
me resista y quiera soltarme de tu mano”. Pero una vez que se haya tomado de la
mano de Dios, él también habrá tomado la suya y no la va a soltar. Timoteo dice: “Él
es fiel para cuidar lo que le ha confiado hasta aquel día”. Dios dice: “Yo soy el que te
toma. No hay por qué temer”. Lo que sea que Dios me pida que haga lo puedo hacer
porque él me capacita para hacerlo.
Filipenses 1:6 (DHH) dice: “Estoy seguro de que Dios, que comenzó a hacer su
buena obra en ustedes, la irá llevando a buen fin hasta el día en que Jesucristo regrese”.

5. La duda. “Quiero creer pero mi fe parece ser muy pequeña”. Usted necesita
conocer la historia de un hombre en la Biblia llamado Jairo. Jairo vino en una ocasión
a Jesús y le dijo: “Señor, sé que puedes sanar a las personas. Mi hija necesita ser sana-
da”. Jesús le respondió: “Si tienes fe, entonces ella sanará”. Jairo fue muy sincero al
responderle. Le dijo: “Señor, tengo muchas dudas. Quiero creer. Ayúdame con mi
incredulidad”. Jesús le dijo: “Eso es suficiente”. Y sanó a la niña. Quizás usted nece-
site decir como Jairo: “Dios, quiero creer que me ayudarás con mi vida. Ayúdame con
mi incredulidad”. Eso es suficiente. No tiene que tener una gran fe. La Biblia dice que
si tiene una fe tan pequeña como una semilla de mostaza, nada será imposible para
usted. No es el tamaño de su fe lo que importa, es el tamaño de en lo que la deposi-
ta, el tamaño de su Dios. Puede tener una fe gigante, pero aplicarla en algo incorrec-
to y no obtener resultados. La fe no es el punto. El punto es en lo que la pone. Un
poco de fe en un gran Dios logra grandes resultados. No permita que alguna de estas
cosas le impidan dar este paso.

He aquí los testimonios de Michelle y Zane Johnson:

Zane: Soy un creyente que lucha con la codependencia. Entregar mi vida al cui-
dado y voluntad de Dios es un concepto relativamente nuevo para mí. Fue por medio
de El Camino a la Recuperación que Dios me ha mostrado cuan verdaderamente mara-
villosa podría ser una relación con él. Y debo sustentar esta declaración con algún
trasfondo de lo que mi vida fue.
Crecí en un hogar cristiano. Iba a la iglesia los domingos y los miércoles. Aprendí
todas las reglas de ser un cristiano pero nunca accedí a la idea de una entrega total de
mi vida a Dios. Quería las dos cosas al mismo tiempo. Mis padres tenían que trabajar
para salir adelante. Yo, siendo el menor, pasaba gran parte de mi tiempo en la guar-
dería. Mi mamá era muy autoritaria y estricta. La única forma en que podía llamar su
atención era no haciendo bien algún quehacer o tarea en la casa; eso me metía en
serios problemas con ella. Hasta el día de hoy, lucho de vez en cuando con la acepta-
ción y la aprobación.
A medida que crecía, me iba dando cuenta de que podía hacer amigos haciéndo-
los reír. Para ellos, yo era muy gracioso. Con mis cumplidos, siempre estaba tratando
de demostrar a los demás que valía algo. Pero mis esfuerzos no eran suficientes. En
mis relaciones trataba de moldear a la persona con la que estaba saliendo hasta que
fuera la persona ideal que supliera todas mis necesidades e hiciera mi vida perfecta, y
luego viviríamos felices por siempre. Este intento de sanar mi dolor siempre resultó
improductivo. Mientras crecía, descubrí que podía cantar. Entonces, de nuevo para
llamar la atención, empecé a cantar. Pero no fue suficiente. Así que me involucré en
el rodeo. Montaba tan violentamente como fuera posible. Durante dos años monté
toros y esto casi pareció apaciguar mi necesidad de atención. Pero ya por entonces
quería el paquete completo.
Así que me involucré con mis amigos en bares, clubes nocturnos y todos los luga-
res prestigiosos que visitan tales personas. Pensaba que seguramente esto sería el arre-
glo perfecto.
No fue sino hasta la primavera de 1991 que todo cambió en mi vida. Había esta-
do asistiendo a Saddleback por algún tiempo y mi conciencia me estaba diciendo que
comenzara de nuevo a involucrarme en la iglesia todos los días. Ese fue el año en que
mi vida se desmoronó por completo.
Una relación de casi tres años de altas y bajas estaba llegando a su final. Me mudé
a otro estado para tratar de resucitar esa relación. Fue casi fatal para mí. Llegué a mi
casa muy mal y al final de mis fuerzas. Entonces, y no sino hasta entonces, el Señor
me tuvo exactamente en el punto preciso que necesitaba para sanarme. Un buen
amigo que se compadeció de mí me contó sobre el programa Celebremos la
Recuperación en Saddleback. Decidí probar para ver si esto podía ayudarme a salir de
toda la miseria donde mis pensamientos me habían llevado.
Por medio de este programa he aprendido a revisar mi pasado con sinceridad, y
por primera vez evalúo con honestidad mi parte de responsabilidad en el giro que
tomaron las cosas. El programa es una herramienta que Dios utilizó para establecerme
en una relación con él. Por primera vez en mi vida tengo una verdadera relación con
Jesucristo. Lo que he aprendido acerca de mí mismo es que siempre estuve tratando de
llenar un profundo vacío en mi corazón. Estoy consciente de los modelos destructivos
que podrían sabotear mi vida y doy gracias al Señor Jesús por eso. Sin él no tengo idea
de cuánto tiempo más podría haber estado perdido. Cada día, mientras el Señor me lo
permita, entrego mi vida a Él, espiritual, mental y físicamente, pidiéndole que su
voluntad sea hecha y no la mía. No todo es un valle de rosas, pero confiadamente
puedo decir que mi vida nunca había sido tan completa y abundante como hoy.

Michelle: Soy una creyente que está luchando con la codependencia. Mientras
crecía, mi vida fue bastante diferente a la de Zane. Crecí en un hogar no funcional que
se volvió un hogar alcohólico. Fui abandonada tanto emocional como físicamente por
uno o por ambos de mis padres. Viví con mi mamá y mi padrastro a quien era impo-
sible agradar. Intenté todo para ganar su aprobación, ya fuera con buenas notas o sien-
do una buena niña, pero nunca fui capaz de hacer lo suficiente para ganar sus halagos.
Como mis padres eran alcohólicos, no estaban disponibles emocionalmente para
mí. Así que me volqué a mis amigos y novios para obtener la aprobación que tanto
necesitaba. Aprendí a ser
una “agrada-personas”. Me encontré a mí misma siendo usada y abusada por la
mayoría de mis novios. Y de una forma extraña me sentí cómoda con eso; merecía ese
tipo de trato. Con el tiempo, me involucré en las drogas para adormecer mi tristeza.
Todo lo que descubrí fue vacío. Estaba allí tratando de llenar mi vacío con lo que
pudiera encontrar, pero Dios tenía un plan diferente para mi vida.
Acepté a Jesucristo en mi corazón en 1990 y el primer año recibí una gran sani-
dad; sin embargo, todavía estaban operando en mí modelos destructivos antiguos. Me
sentía llena de culpa y vergüenza. Seguía buscando relaciones con el mismo tipo de
hombres. Mientras menos disponibles estaban emocionalmente más me atraían.
Luego de otra ruptura comencé a pensar que debía haber algo mal en mí que causa-
ba esta clase de trato.
Dios usó a mis amigos de esta iglesia para traerme a la primera reunión de
Celebremos la Recuperación. Luché con la idea por mucho tiempo. Pensé: “Estoy en
control de mi vida. Tengo una carrera exitosa. Soy una mujer de los noventa y no
necesito a nadie”. Relacioné la necesidad con la debilidad. Pero eran las necesidades
que no habían sido suplidas en el pasado las que daban inicio a mi propio comporta-
miento destructivo. Ahora me doy cuenta de que las necesidades son el combustible
para el crecimiento, el camino hacia Dios. Conceptualmente, acepté la idea de que
Dios necesitaba estar en control de todos los aspectos de mi vida, pero tenía que
aprender a estar dispuesta a soltar mi voluntad y humildemente pedirle que tomara el
control. Él ha tomado mi mano y está caminando conmigo a través de este programa.
De vez en cuando soy tentada a tomar de nuevo el control. Es en ese momento cuan-
do me detengo y recuerdo que debo dejar que él controle mi vida. Honestamente
puedo decir que Zane y yo no estaríamos casados hoy si no hubiéramos puesto nues-
tros pasados en perspectiva y si no hubiéramos aprendido a entregar nuestra voluntad
y vidas a Dios por medio de Celebremos la Recuperación.

Algunos de ustedes quizás digan: “He intentado esto antes y no funcionó. He


intentado dar mi vida a Dios y simplemente no funcionó”. Mi opinión de esto es que
usted probablemente no entendió completamente lo que todo eso implicaba. Usted
estaba involucrado pero no estaba comprometido. Al igual que el kamikaze que fue a
treinta y tres misiones. Estaba involucrado pero no estaba comprometido.

II. ¿CÓMO DOY ESTE PASO?


¿Qué significa dar este paso?

1. Acepto al Hijo de Dios como mi Salvador. Necesito ser salvo. Necesito ayuda. Me
doy cuenta de que lo necesito en mi vida. “Cree en el Señor Jesús y serás salvo”. ¿Qué
significa eso? Significa comprometer tanto de mi mismo como entienda en este
momento a lo que entienda que es Cristo en este momento. ¿Es eso suficiente? Eso
es suficiente.

2. Acepto la Palabra de Dios como mi regla de vida. Desde ahora en adelante tengo
un manual por medio del cual voy a vivir mi vida. Graffiti: “Esta vida es una prueba,
es solamente una prueba. Si hubiera sido una verdadera vida hubiera recibido un
manual de instrucción para decirle qué hacer y adonde ir”. Afortunadamente, tene-
mos un manual de instrucción. Es la Biblia. Dios dice: “Este es tu modelo por medio
del cual evalúas la vida a tu alrededor”. Noticia: “Toda la Escritura es inspirada por
Dios y útil para enseñar la fe, y corregir errores y para volver a iniciar la dirección en
la vida de un hombre, entrenándolo en una buena vida”.
3. Acepto la voluntad de Dios como mi estrategia, como mi meta en la vida. “Dios, ¿qué
quieres que haga?” La primera pregunta que siempre hago es: “Señor, tú me desper-
taste esta mañana. Obviamente significa que tienes otro día para mí, un propósito para
mi vida. ¿Qué quieres que haga con eso?” Como David dice, “Me deleito en hacer tu
voluntad”. Busco siempre la voluntad de Dios. “Dios, estoy dispuesto a hacer todo,
donde sea, cuando sea. Ni tan siquiera tengo que entenderlo pero estoy viviendo mi
vida en tus términos porque tú me hiciste por una razón. Tienes un propósito y quie-
ro cumplir ese propósito para el cual me hiciste”. Y la voluntad de Dios se vuelve la
estrategia para mi vida, ya sea que la entienda o no.

4. Acepto el poder de Dios como mi fuerza. Filipenses 4:13 dice: “Todo lo puedo en
Cristo que me fortalece”. Ya no tengo que confiar más en mi propia energía. Las cosas
funcionan mejor cuando están conectadas. Conéctese a Dios, no estará tan cansado
todo el tiempo. Dios dice: “Te daré mi poder para que seas todo lo que quiero que
seas”.
Jesús dice: “Estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entra-
ré, y cenaré con él, y él conmigo”. Lo que Jesús está diciendo es: “Estoy a la puerta
de tu vida, y estoy tocando y estoy diciendo que quiero entrar en tu vida”. Sin embar-
go, él es un caballero. Él no echa la puerta abajo. El Paso 3 significa abrir la puerta.
La llave que abre esa puerta es la disposición. “La fuerza de voluntad es la disposición
para aceptar el poder de Dios”. Usted no necesita fuerza de voluntad; usted necesita
disposición para aceptar el poder de Dios en su vida, para vivir bajo su control, bajo
su sistema.
Los pilotos, cuando vuelan sus aviones, siempre vuelan por las Reglas de Vuelo
Instrumental (RVI) o por las Reglas de Vuelo Visual (RVV). Cada piloto está volando
basándose en unas o en otras. Volar con Reglas de Vuelo Instrumental significa que
cuando usted está en una ruta de vuelo, debe ir a la torre de control, se somete al con-
trol del sistema, pone sus instrumentos bajo el control de la torre y ese es un trato
hecho. Usted es controlado por los instrumentos, y es una manera muy segura de
volar. Si vuela con las Reglas de Vuelo Visual es como un taxi en el camino. Mira, ve
que todo está bien, despega y vuela usando su vista. Esto está bien en tanto usted
pueda verlo todo, si hay cielo despejado y no mucho tráfico. Pero un día cualquiera
encontrará mal clima. Se perderá en las nubes y en cierto momento tendrá que levan-
tar el micrófono y decir: “Necesito cambiarme a las RVI”. Y se somete a los contro-
les de ese canal. Todas las aerolíneas vuelan RVI. Todos los profesionales vuelan RVI.
Pero muchos novatos vuelan RVV. La Federación de Aviación dice que muchos de
estos pequeños aviones que chocan no se habrían accidentado si cuando se perdieron
en las nubes, simplemente hubieran tomado el micrófono y dicho: “Necesito ayuda”.
¿Van ellos a hacer eso? No. ¿Piensa que un piloto va a admitir que está perdido? ¿Va
a admitir que necesita ayuda? Él quiere controlarlo a su manera, ser su propio jefe,
dictar su propio destino aun si eso significa volar directo hacia una montaña o contra
un árbol.
Hasta este punto en su vida, quizás usted lo ha hecho bastante bien. Ha venido
volando RVV y ha controlado todo, pero es inevitable que en algún momento de su
vida va a tener un tiempo malo. Van a llegar momentos difíciles. Van a llegar esas
nubes donde se siente perdido y no sabe qué dirección seguir. En ese momento, debe
levantar el micrófono y conectarse al sistema de Dios. O me entrego al cuidado y con-
trol de Cristo o acepto una invitación al desastre.
Es muy importante para usted que permita que alguien más sepa de su decisión y
de este compromiso.
MANTÉNGASE LIMPIO
El Camino a la Recuperación - Parte 4

R.E.C.U.P.E.R.A

Reconozco que no soy Dios; admito que soy incapaz de controlar mi tendencia a
hacer lo malo y que mi vida es inmanejable.

En forma sincera creo que Dios existe, que le intereso y que él tiene el poder para
ayudarme en mi recuperación.

Conscientemente elijo entregar toda mi vida y voluntad al cuidado y control de


Cristo.

El CUARTO PASO

Un ________________ y _______________ de mis faltas a Dios, a mí mismo, y a


_____________ en quien confío.

“Dichoso aquel a quien se le perdonan sus transgresiones, a quien se le borran sus


pecados. Dichoso aquel a quien el Señor no toma en cuenta su maldad y en cuyo espí-
ritu no hay engaño”. Salmo 32:1-2 (DHH)

I. LA RAZÓN PARA DAR ESTE PASO

1. La culpa destruye mi ______________________.


2. La culpa daña mis _________________________.
3. La culpa me mantiene ______________________.

“Nunca tendrás éxito en la vida si tratas de esconder tus pecados. Confiésalos y


entrégalos y Dios mostrará misericordia sobre ti”. Proverbios 28:13 (DHH)
II. CÓMO DAR ESTE PASO

1. Hacer un __________________________.

“Hagamos un examen de conciencia y volvamos al camino del Señor”.


Lamentaciones 3:40 (NVI)

“Examíname, oh Dios, y sondea mi corazón; ponme a prueba y sondea mis pen-


samientos. Fíjate si voy por mal camino, y guíame por el camino eterno”. Salmo
139:23-24 (NVI)

2. Aceptar ______________________________.

“El espíritu humano es la lámpara de Señor, pues escudriña lo más recóndito del
ser”. Proverbios 20:27 (NVI)

“Si afirmamos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no


tenemos la verdad”. 1 Juan 1:8 (NVI)

3. Pedir _________________________________.

“Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos
limpiará de toda maldad”. 1 Juan 1:9 (NVI)

“Aunque sus pecados sean como el rojo más vivo, yo los dejaré blancos como la
nieve”. Isaías 1:18 (DHH)

4. Admitir mis faltas ___________________________.

“Confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros, para que sean sana-
dos”. Santiago 5:16 (NVI)

¿A quién?
¿Qué decir?

¿Cuándo?

5. Aceptar el perdón de Dios y____________________.

“Todos han pecado y están privados de la gloria de Dios, pero por su gracia son
justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús efectuó”. Romanos
3:23-24 (NVI)

“Ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús”.
Romanos 8:1 (NVI)
MANTÉNGASE LIMPIO
El Camino a la Recuperación – Parte 4
Salmo 32:1-2

Hemos estado estudiando una serie llamada El Camino a la Recuperación, así como
la forma en que usted maneja sus heridas, hábitos y los complejos que están desorde-
nando su vida. Cada semana estudiamos una letra diferente de la palabra
R.E.C.U.P.E.R.A. Con ello estamos representando ocho pasos que nos ayudan a no
estancarnos en hábitos que nos afectan, en problemas que nos causan dificultades y en
recuerdos de los cuales no podemos librarnos.
El primer paso de que hablamos es el de la “realidad”: Reconozco que no soy
Dios; admito que soy incapaz de controlar mi tendencia a hacer lo malo y que mi vida
es inmanejable. Me doy cuenta que tengo problemas que no puedo controlar.
El segundo paso es el de la “esperanza”: Aunque soy incapaz de controlar todos
los problemas y todas las cosas en mi vida, Dios tiene el poder para controlarlos y eso
quiere decir que en forma sincera creo que Dios existe, que le intereso y que él tiene
el poder para ayudarme en mi recuperación.
Finalmente hablamos del paso del “compromiso”: No es suficiente saber que
tengo problemas ni saber que Dios puede resolverlos, sino que, conscientemente,
debo entregárselos a Él. Debo hacer un compromiso de entregarle mi vida y volun-
tad y decir: “Dios, aquí está mi vida, lo bueno, lo malo y lo feo de ella”. Y Dios
comienza a tomar esos problemas y comienza a trabajar en ellos. A eso le llamamos el
paso del compromiso.

PASO 4. LA LIMPIEZA PERSONAL


Este paso tiene que ver con limpiar el pasado, deshacerse de la culpa y obtener
una clara conciencia, aprendiendo a vivir libre de culpa y de la forma que Dios quie-
re que vivamos. Si da este paso conmigo, se sentirá completamente mejor de hoy en
adelante.
La “U” en R.E.C.U.P.E.R.A. significa: UN AUTOEXAMEN Y CONFESIÓN
DE MIS FALTAS A MÍ MISMO, A DIOS, Y A ALGUIEN EN QUIEN CONFÍO.
¿Por qué es esto una parte del proceso de recuperación? Porque la culpa nos mantie-
ne estancados en el pasado. Nos aleja del crecimiento, de llegar a ser todo lo que Dios
quiere que seamos. Si usted va a aprender cómo disfrutar de la vida realmente, tiene
que aprender a soltar la culpa. La verdad es que ninguno de nosotros es perfecto.
Todos tenemos pecados, todos hemos cometido errores, por lo que todos tenemos
algo de que arrepentirnos. Todos tenemos remordimientos. Todos tenemos cosas que
desearíamos haber hecho de una manera diferente, pero no lo hicimos. Y ya el reloj
no se puede echar a andar para atrás. Así que nos sentimos mal por eso, nos sentimos
culpables, y ese sentimiento lo llevamos con nosotros. Como resultado, vamos por la
vida cargados de culpas, algunas veces conscientemente, pero la mayoría de las veces
inconscientemente. Hay muchas formas de reaccionar en la vida, y la forma en que lo
hacemos es causada por la culpa inconsciente. Por cosas de las cuales ni nos damos
cuenta. Por cosas sobre las cuales nos sentimos mal. Quizás neguemos la culpa.
Reprimamos la culpa. Quizás culpemos a otras personas por eso. Quizás pongamos
excusas por nuestra culpa. Quizás racionalicemos nuestra culpa. Pero todavía senti-
mos los efectos.
Si usted realmente se va a recuperar de las heridas, hábitos y complejos en su vida,
tendrá que aprender cómo soltar la culpa, cómo vivir con una conciencia clara.
Un día de estos estaba escuchando un programa de esos que transmiten por las
emisoras de radio de Los Ángeles. Estaba hablando un psicólogo y de repente alguien
llamó diciendo: “Estoy muy consumido por la culpa y no sé qué hacer con eso. ¿Qué
hago con mi culpa? ¿Cómo me deshago de ella?” La respuesta del psicólogo fue: “No
puede. Debe aprender a vivir con la culpa”. Cuando escuché eso quise decir: “Denme
el número de ese hombre. Tengo una mejor respuesta para la persona que llamó. Una
respuesta mucho mejor que la que le está dando él”. Racionalizar es decirme a mí
mismo que todo está bien cuando sé en mi corazón que todo está mal. Podemos racio-
nalizar todo lo que deseemos y decir: “Está bien, todo el mundo lo hace”. O quizás:
“Qué importa, fue hace tanto tiempo”, pero en nuestros corazones seguimos dicien-
do: “Sé que eso que hice estuvo mal”.
¿Cómo me deshago de la culpa? Dando el Paso 4 en el Camino a la Recuperación.
La buena noticia es que este paso es la llave que abre la puerta al descanso. Si usted
da los pasos del procedimiento que le compartiré a continuación, podrá experimentar
lo que el Salmo 32:1-2 dice: “Dichoso aquel a quien se le perdonan sus transgresio-
nes, a quien se le borran sus pecados. Dichoso aquel a quien el Señor no toma en
cuenta su maldad y en cuyo espíritu no hay engaño”.

I. LA RAZÓN PARA DAR ESTE PASO ES LO QUE LA CULPA HACE EN NOSOTROS

1. La culpa destruye mi confianza. Usted no puede ser una persona segura si tiene
culpa en su vida. La culpa lo hace sentirse inseguro porque siempre está preocupado:
“¿Qué ocurrirá si alguien lo descubre? ¿Qué pasará si alguien realmente sabe la ver-
dad sobre mí? Entonces quizás no les agrade, puede que me rechacen, que no sea tan
bueno como les parezco”. Como resultado, les tememos a otros y eso destruye nues-
tra confianza.
Sir Arthur Conan Doyle, autor de las novelas de Sherlock Holmes, era tan bro-
mista que un día hizo una broma a los cinco hombres más prominentes de Inglaterra.
Les envió un anónimo en el que simplemente decía: “Todo ha sido descubierto, desa-
parezca inmediatamente”. En las próximas veinticuatro horas los cinco hombres habí-
an abandonado el país.
La culpa le roba la confianza. Es como una nube flotando sobre su cabeza. Y usted
piensa: “No puedo seguir con mi vida porque tengo miedo que alguien vaya a descu-
brir esto tan tremendo, ese secreto profundo y oscuro que conozco tan bien”.
Obviamente, Dios lo conoce, pero nadie más lo conoce, y eso lo hace llevar un peso
muy grande. Y ese peso de la culpa le roba la confianza.

2. La culpa daña completamente mis relaciones. La culpa hace que responda a las per-
sonas en forma inadecuada. Nos puede hacer impacientes con otras personas. Puede
causar que reaccionemos con ira. ¿Ha visto a alguien reaccionar con ira, como una
explosión nuclear? A menudo eso es motivado por la culpa cuando la persona se
esconde tras ella. Algunas veces las personas ni siquiera se dan cuenta. La culpa puede
causar que consienta y satisfaga a otras personas. “Me siento culpable en esta relación
por lo que voy a comprarle muchas cosas”. Los padres a menudo se sienten culpables
y recompensan en exceso a sus hijos. La culpa puede hacer que evite el compromiso
en las relaciones, se acerca mucho en una relación y luego se aleja. “¿Por qué no voy
a hacer eso? ¿Por qué no voy a permitir que la gente se acerque a mí?” Una de las
razones es la culpa. Daña mis relaciones porque me mantiene respondiendo a las per-
sonas en formas que algunas veces no entiendo. Muchos de los problemas matrimo-
niales de hoy en día son causados por cosas que sucedieron anteriormente en el matri-
monio y de las cuales el cónyuge se siente culpable. Y tales cosas siguen causando pro-
blemas hoy día.

3. La culpa me mantiene estancado en el pasado. Ya hablamos de esto cuando dijimos


que vivir en el pasado se parece a manejar siempre mirando por el espejo retrovisor.
La persona que lo hace terminará chocando. La vida no se puede ver solamente a tra-
vés del espejo retrovisor. Este da una perspectiva, pero únicamente parcial. Y si siem-
pre está mirando a través del espejo retrovisor nunca avanzará. Lo que la culpa hace
es que tiende a volver a poner en su mente una y otra y otra vez las cosas que desea-
ría poder cambiar pero que nunca va a cambiar. La culpa no puede cambiar el pasado
así como la preocupación no puede cambiar el futuro. Lo único que hace es que el día
de hoy sea un día miserable. Y además de eso, lo puede enfermar.
El otro día leí un reporte que decía que los psiquiatras opinan que probablemen-
te el setenta por ciento de las personas en el hospital podrían salir hoy si supieran
cómo resolver sus culpas. Cuando me trago mi culpa, mi estómago la guarda, y si no
hablo con Dios y con otros sobre ella, me desquito conmigo mismo. Este es un paso
muy importante. Es un paso que atemoriza. Que separa a los hombres de los niños.
Que separa a los que quieren hablar de recuperación de los que van diciendo: “Voy a
seguir con mi vida. Quiero mejorar. Quiero crecer. Quiero soltar el pasado. Quiero
ser capaz de cerrarlo. Quiero enterrar el pasado”. Usted no puede sepultar la culpa
mientras la culpa esté viva. Y, por lo tanto, tiene que saber cómo dar estos pasos.

II. CÓMO DAR ESTE PASO


1. Hacer un inventario personal y moral. Esto significa que usted se aparta, consigue
un lápiz y un cuaderno de apuntes, se sienta y dice: “¿Qué está mal en mí? ¿De qué
me he sentido culpable? ¿De qué me he arrepentido? ¿De qué me he sentido resenti-
do? ¿Cuáles son las fallas en mi vida que sé que necesitan cambios?” Y le pide a Dios
que le ayude. Le pide que traiga a su mente las cosas sobre las cuales se siente culpa-
ble de forma consciente y aquellas otras sobre las que inconscientemente se siente cul-
pable; que no conoce, pero que están arruinando su vida. Lamentaciones 3:40 dice:
“Hagamos un examen de conciencia y volvamos al camino del Señor”. Dios dice que
necesitamos examinar nuestras vidas y luego orar y pedirle a él que nos ayude. El
Salmo 139:23-24 dice: “Examíname, oh Dios, y sondea mi corazón; ponme a prueba
y sondea mis pensamientos. Fíjate si voy por mal camino, y guíame por el camino
eterno”. “Señor, estoy sentado aquí, tengo mi lápiz y papel, tú solamente tráelo a mi
mente”.
Cuando haga este inventario moral, necesitará tomarse su tiempo. No se apresu-
re. Yo he hecho esto muchas veces en mi vida. Es un hábito diario, una disciplina que
me mantiene enfocado, creciendo saludablemente. Esto no funciona al menos que sea
rigurosamente honesto con usted mismo. Así que diga: “Voy a ser completamente
honesto. Dejaré de fingir. Voy a exponer lo que está mal en mi vida” y se dispone y lo
escribe.
¿Por qué escrito? Porque esto le exige ser específico. ¿Por qué no puedo simple-
mente pensar acerca de estas cosas y orar por ellas? Los pensamientos se aclaran cuan-
do se expresan a través de los labios y los dedos. Eso significa que si he pensado en
algo y lo puedo decir y lo puedo escribir, lo tengo realmente claro. Si no puedo decir-
lo o escribirlo, todavía es bastante vago. Usted no puede simplemente decir: “Dios, lo
he arruinado todo en mi vida”. Todos sabemos eso. Realmente necesita escribirlo. Eso
le ayudará a ser específico, a afrontar la realidad, le ayudará a dejar de negar los pro-
blemas en su vida.
Ya que muchos de ustedes nunca han hecho esto antes, he aquí el ejemplo de
Eddie James.

Eddie: Bueno, tengo mi bosquejo, mi Biblia de Recuperación de


Vida, papel, lapicero, comida, pañuelos de papel... solo por si me emociono. Aquí
dice: “HAGA UN INVENTARIO PERSONAL Y MORAL”.
¿Qué me dice de esa vez en que copié en mi examen final de matemáticas en mi
último año? ¿De las veces que sé que mamá va a llamar y dejo que la máquina con-
teste? ¿De la vez que golpeé a mi hermana, y a mis hermanos, y a los amigos de mi
hermano? Luego sigue: “ESCRIBA SUS RESENTIMIENTOS”. No tengo resenti-
mientos hacia nadie. CAUSA Y EFECTO DE LOS RESENTIMIENTOS. Estoy
resentido con Timmy, él es mi vecino y tiene seis años. Toca a mi puerta y luego sale
corriendo. Lanza una pelota de béisbol contra mi ventana y dice que su mano se res-
baló. Me llama a todas horas de la noche y me pregunta por un muchacho llamado
Ben Dover. “¿EL EFECTO?” Creo que me pone un poco irritado, un poco enojado,
un poco nervioso. ¿Y qué tal con mi novia Leslie? Cada dos sábados sin fallar me
llama porque quiere ir de compras. Ir de compras al supermercado. Quiere que yo
participe en esta parte de su vida. Dice que paso mucho tiempo haciendo otras cosas
y no con ella. Que la oigo pero que no la escucho. Esto me pone un poco irritado,
molesto, un poco tenso. Continuamos: ¿QUÉ PARTE DE RESPONSABILIDAD
TENGO EN TODO ESTO? No soy responsable de nada. No es mi culpa que haya
tenido que copiar en mi examen y sacar un ocho, mis padres me hubieran matado. No
es mi culpa cuando no atiendo mis llamadas, no soy el único que no atiende llamadas
aun sabiendo que sus padres llamarán. Soy “siempre tan culpable” cuando ella me
llama. No es mi culpa que mi pierna simplemente se extienda cuando el pequeño
Timmy corre y luego su cara aterriza contra el pavimento. Y no es mi culpa que gol-
peara a mis hermanos. Yo era el menor, fue en defensa propia.
¿Qué por qué como tanto? Bueno, si usted tuviera una novia que pensara que elegirí-
as HBO en lugar de Alpha Beta y Cupones Dobles, comería mucho también. Finalmente:
“ADMITIR A DIOS, A NOSOTROS MISMOS Y A LOS DEMÁS LA NATURALE-
ZA EXACTA DE NUESTRAS FALLAS. ¡Mi mamá estaría de acuerdo en esto!

El Paso 4 es hacer un inventario moral. Me siento y escribo lo que me está moles-


tando, y cómo he dañado a otros. Cuáles son mis faltas, pecados y errores.

2. Aceptar la responsabilidad de mis faltas. Proverbios 20:27 dice: “El espíritu huma-
no es la lámpara de Señor, pues escudriña lo más recóndito del ser”. El obstáculo más
grande para la sanidad de mis complejos soy yo mismo. El mayor obstáculo para la
sanidad de sus problemas es usted. Comience por ser radicalmente honesto y diga: “El
problema soy yo. Si cambiara de amigos, de trabajo, o solamente cambiara de ciudad,
de domicilio, todo estaría bien. El único problema es que donde sea que vaya, yo esta-
ré allí. Y seguiría arruinándolo todo”. Por lo tanto, acepte la responsabilidad de sus
faltas. No racionalice. No diga: “Sucedió hace mucho tiempo”. “Es solamente una
etapa”. “Todos lo hacen”. No lo racionalice. No lo minimice. No diga: “No es para
tanto”. Si no es para tanto, ¿por qué todavía lo recuerda luego de veinte años? ¡Y en
verdad lo recuerda! No lo niegue. No culpe a otros. No diga: “La culpa es casi toda
de ellos”. Puede que sea casi toda de ellos, pero Dios lo hace a usted responsable por
el diez por ciento que es culpa suya. Puede que haya sido mayormente la culpa de
otros, pero, ¿qué de ese diez por ciento? Admita que lo hizo. “Si afirmamos que no
tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no tenemos la verdad”. Otra
traducción dice: “Vivimos en un mundo de ilusión”. La Biblia Viviente dice:
“Simplemente nos engañamos a nosotros mismos”. El punto es que si realmente quie-
ro dejar de engañarme a mí mismo, tengo que dejar de engañarme a mí mismo. Y
dejar de pretender que es la culpa de alguien más cuando la verdad es que yo soy el
responsable de lo que sucede.
¿Cómo pretende no sentirse culpable cuando en su corazón todavía se siente así? ¿No
cree que es tiempo de finalmente tratar y terminar con eso para que así pueda seguir con
su vida? Haga un inventario moral y luego examine esa lista y diga: “Sí, ese soy yo. Acepto
la responsabilidad de mis faltas”.

3. Pedir perdón a Dios. En 1 Juan 1:9 leemos: “Si confesamos nuestros pecados,
Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad”. Si libre-
mente lo admitimos, Dios nos perdonará. ¿Cuál es la forma correcta de pedirle per-
dón a Dios? ¿Cómo hago esto?

CÓMO OBTENER EL PERDÓN DE DIOS

Primero, no suplique. No tiene que suplicar a Dios que le perdone. De antemano,


él quiere perdonarle. Dios quiere perdonarle más de lo que usted desea pedirle per-
dón. Él es un Dios perdonador. No tiene que suplicar.

Segundo, no negocie. No diga: “Si tan solo me perdonas, nunca haré esto otra vez”.
Si esa es su área de debilidad, probablemente esté fingiendo. No tiene que negociar
con Dios para obtener su perdón. No tiene que suplicar.

Tercero, no soborne. No diga: “Dios si me perdonas, te prometo hacer muchas cosas


buenas. Iré a la iglesia, diezmaré, haré esto o aquello...”

Solamente crea. Crea que él le perdonará. Cuando libremente admita que ha peca-
do, descubrirá que Dios es completamente confiable. Él perdona nuestro pecado y
nos limpia completamente de toda maldad.“Admitir” proviene de una palabra griega
de la que también se deriva la palabra “confesar”. Y esta palabra está formada por
homo, que quiere decir “igual” (como la leche homogenizada), y por logo, que quiere
decir “palabra”. Esto significa hablar lo mismo. Por lo tanto, admitir o confesar sig-
nifica decir sobre cada punto de tu lista lo mismo que dice Dios. Yo digo: “Dios, estás
en lo cierto, esto está mal”. Eso es lo que significa confesar. Simplemente significa
decir: “Dios, es cierto, esto está mal”. Es estar de acuerdo con Dios.
Lo fundamental para el perdón es que él es completamente confiable. Es la natu-
raleza de Dios. Pero usted dice: “Si hago esa lista, ¡usted no sabe lo que va a estar en
esa lista! Y nunca podré ser perdonado por eso”. Pero está equivocado.
Como pastor, ya nada me sorprende. Lo he escuchado todo. No hay pecado en el
cual pueda pensar que no haya escuchado ya y que alguien me lo haya dicho perso-
nalmente. Y cada vez que he conducido a las personas a este paso, he visto cambios
dramáticos en sus vidas. Cada vez en particular. No hay pecado demasiado malo,
demasiado grande.
Hace poco, una mujer que no es miembro de esta iglesia vino a mi oficina y me
dijo: “Estoy deprimida, he estado en cama por semanas, y no tengo energía para salir
de la cama y seguir viviendo”. Al estar hablando con ella, le dije: “¿Hay algo de lo que
verdaderamente se arrepienta en su vida?” Ella comenzó a sacarlo todo. Sí, su esposo
viaja, tuvo un romance, quedó embarazada y tuvo un aborto, pero nunca se lo ha
dicho. Le expliqué que Jesucristo dijo: “Yo puedo perdonar y puedo limpiarte de cada
pecado”. Ella dijo: “Es que simplemente no parece justo. Alguien tiene que pagar por
mi pecado”. Yo dije: “Alguien lo ha hecho. Su nombre es Jesucristo. Es por eso que él
murió en la cruz. Y murió por ese pecado y cualquier otro que haya confesado y entre-
gado, y por los que vaya a confesar también”.
Isaías 1:18 (DHH) dice: “Aunque sus pecados sean como el rojo más vivo, yo los
dejaré blancos como la nieve”. Eso es a lo que llamo “un versículo barra de jabón”.
Los detergentes siempre están jactándose de cuál puede sacar mejor las manchas más
profundas. Me reí cuando leí este versículo, porque Amy, mi hija mayor, cuando esta-
ba en bachillerato, hizo un proyecto de Ciencias en el cual comparaba alrededor de
treinta populares quita manchas. Si usted quiere realmente saber cuál es el que fun-
ciona, pregúntele. Le daré una pista: no fue Tide. Dios dice: “No importa cuál sea la
mancha, yo puedo quitarla”.

4. Admitir mis faltas a otra persona. Dios dice que esto es absolutamente esencial
para su recuperación. Santiago 5:16 dice: “Confiésense unos a otros sus pecados, y
oren unos por otros, para que sean sanados”. ¿Cómo somos sanados? Admitiendo
nuestras faltas unos a otros. ¿Por qué tengo que involucrar a otra persona en esto?
¿Por qué no simplemente lo admito ante Dios? ¿Por qué no simplemente oro por
esto, hago una lista, hablo con Dios al respecto? ¿Por qué necesito hablar con otra
persona? Porque la raíz de nuestro problema es relacional. Nos mentimos unos a
otros. Nos engañamos unos a otros. Somos deshonestos unos con otros. Nos pone-
mos máscaras. Pretendemos tener todo bajo control. Pero no es así. Negamos nues-
tros verdaderos sentimientos y jugamos. Eso nos aísla unos de otros e impide la inti-
midad. Terminamos viviendo con vergüenza y eso nos hace inseguros. “Si los demás
supieran verdaderamente la verdad acerca de mí, no me amarían. Me rechazarían”.
Así que nos enfermamos. Estoy tan enfermo como mis secretos. Los secretos a los
que me adhiero son los secretos que me enferman. Dios dice que revelar nuestros sen-
timientos es el comienzo de la sanidad. Si usted no hace eso, entre más lo esconda,
más grande se vuelve. Lo estará exagerando internamente. Pero lo sorprendente de
esto es que cuando se arriesga a ser honesto con una persona, de repente este senti-
miento de libertad viene a su vida. Se da cuenta de que todos tienen problemas y a
menudo tienen los mismos que usted tiene. Usted lo debe admitir a una persona.
Todos necesitan a una persona. No necesita más de una, pero por lo menos necesita
una persona en la vida con la que pueda ser totalmente honesto. ¿Por qué? Hay algo
terapéutico en esto. Es la forma de Dios para liberarnos.
¿Simplemente salgo y anuncio mis pecados a todo el mundo? No. Decirlo a la
persona incorrecta puede ser un gran problema. Usted no tiene que simplemente salir
e indiscriminadamente contar sus problemas. ¡No!

¿A quién se lo digo?
1. A alguien en quien confíe. Alguien que pueda mantenerlo en secreto, que no
sea un delator y que tenga reputación de ser confiable. No necesita decirlo a alguien
para que a la semana siguiente lo sepa todo el mundo.
2. A alguien que entienda el valor de lo que está haciendo.
3. A alguien que sea suficientemente maduro y que no se vaya a escandalizar.
4. A alguien que conozca al Señor lo suficientemente bien como para reflejar ante
usted su perdón. Puede ser a un pastor, a un amigo cercano en quien confíe o a un
consejero cristiano. La mayoría de los cristianos genuinos que conozco se honrarían
en escucharle dar su cuarto paso.

¿Qué tengo que decir?


Encuentre un lugar seguro, haga la lista de su inventario moral y diga: “Solamente
necesito a alguien que me escuche dar el cuarto paso en mi recuperación. Aquí hay
unas cosas que sé que están mal en mi vida, esto es lo que he hecho, esto es lo que he
sentido. Estos son los hábitos, las heridas, los complejos”.
Me emociona cada vez que alguien me dice: “Lo que estoy a punto de contarle
nunca se lo he dicho a nadie en mi vida”, porque sé que en el momento en que com-
parta eso, va a experimentar descanso como nunca antes lo ha experimentado.
No se lo tiene que contar a todos, solamente a alguien. Y de repente, el secreto que
le ha estado enfermando, deja de enfermarle, porque ha comenzado a compartirlo.
Recuerde, sea específico. El secreto que más quiera ocultar, ese es el que más necesita
revelar, porque es el que le sanará para que pueda así experimentar la gracia de Dios.

¿Cuándo tengo que hacerlo?


Tan pronto como sea posible. No postergue. Quizás todavía no esté listo para dar
este paso. Está bien. Usted solamente necesita un poco más de dolor. Luego Dios lo
tendrá dispuesto, y una vez que esté preparado, dará este paso. Pero hágalo tan pron-
to como pueda.

5. Aceptar el perdón de Dios y perdonarme a mí mismo. Romanos 3:23-24 dice:


“Todos han pecado”. Todos. ¿Alguno de ustedes se está sintiendo un poco aludido en
este momento? Quizás esté diciendo: “Rick me está hablando directamente a mí. Él
preparó este sermón para mí. Lo sé”. No, no lo hice. Todos han pecado. Todos esta-
mos en el mismo barco. Cada semana alguien se me acerca para decirme: “Pastor
Rick, usted ha estado leyendo mi correspondencia”. No, no lo he hecho. He estado
leyendo la mía. Todos estamos en el mismo barco. Los pastores necesitan dar el Paso
4. Todos estamos en el mismo bote. Solamente somos un grupo de pecadores. ¿A
quién tratamos de engañar? Nadie es perfecto. Todos hemos estropeado algo. Todos
hemos cometido errores. Esto no se trata de que alguien sea más correcto que otro.
Todos tenemos diferentes problemas, solo que en áreas diferentes. “Todos hemos
pecado, pero Dios nos declara sin culpa si confiamos en Jesucristo quien libremente
quita nuestro pecado”. ¿Qué sucede cuando doy este paso? ¿Cómo perdona Dios?

1. Dios perdona instantáneamente. No espera. En el momento en que usted da este


paso, es perdonado. Él nunca nos hace esperar, ni hace que suframos por un momen-
to. Los humanos hacemos eso, pero Dios no hace eso.

2. Dios perdona libremente. Él quita libremente nuestros pecados. Usted no se lo


merece, no se lo ganó, no puede trabajar por obtenerlo. Es gratis.

3. Dios perdona completamente. Él lo cancela. “No hay ninguna condenación para


los que están unidos a Cristo Jesús”. Por experiencia personal, quiero contarle lo
especial que se siente uno al vivir sin condenación. Siempre rindo cuentas a Dios.

Eddie: Debo decir que es más sencillo para mí hacer un drama que ser yo
mismo, porque no me es fácil ser vulnerable. Soy un creyente que lucha con la
codependencia. Tengo veintidós años ahora pero la mayor parte de mi niñez, mis
años de adolescencia, y aun hoy en día, me he escondido tras máscaras de aparien-
cia. Es mucho más fácil. Más cómodo. Mis padres se divorciaron cuando yo tenía
siete años, lo que significó que recayeron más responsabilidades sobre mí.
Básicamente me volví un tercer padre.
Mi madre no era una mamá muy vulnerable, emocional, afectiva o cariñosa.
Sentía que necesitaba trabajar más para que ella mostrara que me amaba.
“Haciendo más cosas ella me amará”, me decía. Luego de un tiempo, mi papá se
fue de la casa y ambos se casaron otra vez. Pasé la mayor parte de mi vida casi sin
ver a mi papá. Después que mi mamá se volvió a casar, mi padrastro abusaba emo-
cional y físicamente de mí. Esto trajo un sentimiento de soledad todavía mayor.
Sentía que estaba solo, y que lo que tenía que hacer lo tenía que hacer solo, sin la
ayuda de nadie.
Pese a que no había amor en casa, no me desvié completamente por otros rum-
bos haciéndome un rebelde sin causa, ni me hice adicto a ciertas cosas, pero siem-
pre estaba ese sentir de querer que las personas me amaran. Deseaba ser agradable
a todas las personas.
Así que terminé utilizando máscaras de apariencia. Siendo un buen trabajador,
usando lo que tenía para hacer reír a las personas, haciendo que la gente me amara,
siempre estaba rodeado de gente.
No quería mostrar que la vida de mi familia era caótica. Estaba tan mal que no
quería que nadie se diera cuenta de eso. Tenía un gran secreto pero yo les demos-
traba que estaba bien, que era el hijo perfecto, que iba a ser algo, aunque mi fami-
lia seguía diciéndome que no éramos nada.
Triunfé en mis años de bachillerato. Era un rey y todo a mi alrededor era mi
corte. Fui el rey de la promoción, también presidente, estuve a cargo de muchas
cosas, era parte de un grupo de rescate. No quería que nadie sufriera daño, así que
estaba allí para ayudar. Mi exterior se veía maravilloso, era alguien y tenía gente a
mi alrededor. Tan pronto como me gradué y entré al “mundo real” las cosas cam-
biaron. Era simplemente otro número, otro alumno de universidad. No era nadie.
Por primera vez en mi vida esto descubrió la esencia de que no era feliz, que estaba
completamente solo, que realmente no me agradaba a mí mismo. Un corto
tiempo después de eso, decidí que quería estar en el ministerio juvenil. Conseguí
un empleo y una invitación a trabajar aquí hace cuatro años, y he estado aquí desde
entonces. Siempre pensé que Dios estaba en control. Siempre pensé que lo estaba
entregando todo a Dios. Pero realmente no era así, lo creía porque era en lo único
que me podía afirmar. Lo único que realmente podía controlar en mi vida era yo
mismo y esa parte nunca se la di a Dios. Entonces Dios tomó la tabla bajo mis pies.
En el término de casi un año y medio, mi padre murió un poco antes de Navidad,
estaba comprometido en matrimonio y este se canceló, mi abuelo murió, mi mejor
amigo de bachillerato murió en un accidente automovilístico. Háblenme a mí de
estrés, de pérdida total. De no saber qué hacer. De sentirse solo. Las pérdidas en mi
vida me mostraron algo. Dios tiene que estar en control. La ruptura de mi compro-
miso matrimonial solamente me mostró cuan atado estaba a esta persona, cómo mi
vida no giraría si ella no era el centro. Quería controlarla a ella también. Básicamente,
la desesperé hasta que decidió irse.
Creo que gran parte de mi vida he seguido el patrón de que si ayudo a otros me
puedo demostrar que valgo algo, que soy alguien. Pero no fue sino hasta hace apenas
unos ocho meses que, estudiando el programa de los Doce Pasos, entregué completa-
mente todo a Dios. Se lo entregué todo. Es muy liberador. Todavía tengo muchas
cosas sobre las que necesito trabajar en mi vida, pero es totalmente liberador. La
semana pasada di este cuarto paso con John Baker, y todo ese pasado que ya no podía
soportar, ni alimentar y que me hacía comprobar una y otra vez mi falta de valor,
quedó atrás. Por primera vez en mi vida me siento valioso. Por primera vez en mi vida
mi interior se siente bien, bien para amarme a mí mismo, bien para ser amado por
alguien, bien para afrontar a mi familia y tratar con ellos en una forma diferente, bien
para ser valorado por mis amistades actuales y por futuras amistades. No hay un tiem-
po mejor para comenzar Celebremos la Recuperación.
HAGA CAMBIOS
El Camino a la Recuperación - Parte 5

R.E.C.U.P.E.R.A.

Reconozco que no soy Dios; admito que soy incapaz de controlar mi tendencia a
hacer lo malo y que mi vida es inmanejable.

En forma sincera creo que Dios existe, que le intereso y que él tiene el poder para
ayudarme en mi recuperación.

Conscientemente elijo entregar toda mi vida y voluntad al cuidado y control de


Cristo.

Un auto examen y confesión de mis faltas a Dios, a mí mismo, y a alguien en quien


confío.

EL QUINTO PASO

Para que Dios haga todo cambio que quiera hacer en mi vida, me someto volun-
tariamente a él y le pido humildemente que remueva mis _______________________.

“Ofrézcanse como un sacrificio vivo a Dios, dedicados a su servicio agradándole


a él ... y permitan que Dios les transforme internamente por un completo cambio de
su mente”. Romanos 12:1-2 (DHH)

I. ¿DE DÓNDE PROVIENEN MIS DEFECTOS DE CARÁCTER?

Mis _____________________________

La Genética explica la predisposición pero no excusa el pecado.

Mis _____________________________
Los defectos de carácter son a menudo intentos de llenar necesidades no satisfechas.

Mis _____________________________

Los defectos de carácter a menudo son cualidades positivas mal utilizadas.

II. ¿POR QUÉ ES TAN DIFÍCIL CAMBIAR LOS DEFECTOS DE CARÁCTER?

Porque los he tenido _________________.


Porque __________________ con ellos.
Porque son una _____________________.
Porque ___________________ me desanima.

III. ¿CÓMO PUEDO COOPERAR CON EL PROCESO DE CAMBIO DE DIOS EN MI VIDA?

“Permitan que Dios les transforme internamente por un completo cambio de su


mente”. Romanos 12:2 (DHH)

1. Enfóquese en cambiar ______________ a la vez.

“La sabiduría es la meta del inteligente, pero el necio no tiene meta


fija”. Proverbios 17:24 (DHH)

2. Enfóquese en la victoria ________________ a la vez.

“Danos hoy nuestro pan cotidiano”. Mateo 6:11 (NVI)

“No se angustien por el mañana, el cual tendrá sus propios afanes. Cada día tiene
ya sus problemas”. Mateo 6:34 (NVI)

3. Enfóquese en ______________, no en su fuerza de voluntad.

“¿Puede un leopardo quitarse sus manchas? Pues tampoco ustedes, acostumbra-


dos al mal, pueden hacer lo bueno”. Jeremías 12:23 (DHH)
SIN EMBARGO...

“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Filipenses 4:13 (NVI)

4. Enfóquese en lo que _____________, no en lo que __________.

“Consideren bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo


puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente
o merezca elogio”. Filipenses 4:8 (NVI)

5. Enfóquese en ___________ el bien, no en ____________ bien.

“Vivan por el Espíritu, y no seguirán los deseos de la naturaleza pecaminosa”.


Gálatas 5:16 (NVI)

6. Enfóquese en las _______________ que le ayudan, no en las que le obstaculizan.

“El hierro se afila con el hierro, y el hombre en el trato con el hombre”.


Proverbios 27:17 (NVI)

7. Enfóquese en ________________ no ______________.

“Dios, que comenzó a hacer su buena obra en ustedes, la irá llevando a buen fin
hasta el día en que Jesucristo regrese”. Filipenses 1:6 (DHH)
HAGA CAMBIOS
El Camino a la Recuperación - Parte 5
Romanos 12:1-2

Todos tenemos heridas que nunca olvidaremos. Todos tenemos complejos de los
cuales nunca nos vamos a deshacer. Todos tenemos hábitos que están arruinando
nuestras vidas. Hemos venido estudiando la serie El Camino a la Recuperación y hoy
vamos a detenernos en el Paso 5 al cual yo llamo el paso de la “transformación”.

Este paso representa la letra “P” en R.E.C.U.P.E.R.A., y constituye el quinto paso


en el camino a la recuperación: PARA QUE DIOS HAGA TODO CAMBIO QUE
QUIERA HACER EN MI VIDA, ME SOMETO VOLUNTARIAMENTE A ÉL
Y LE PIDO HUMILDEMENTE QUE REMUEVA MIS DEFECTOS DE
CARÁCTER.

El estudio está basado en Romanos 12:1-2: “Ofrézcanse como un sacrificio vivo a


Dios, dedicados a su servicio agradándole a él ... y permitan que Dios les transforme
internamente por un completo cambio de su mente”. Transformación. Cambio de la
mente. La forma en que podemos ser transformados es permitiendo que nuestras
mentes sean cambiadas.
En esta parte del estudio vamos a hacer tres cosas sencillas. Hablar acerca de
dónde vienen mis defectos de carácter, de por qué es tan difícil deshacernos de ellos,
y de cómo puedo cooperar con el proceso de cambio de Dios, así como también vere-
mos cómo Dios cambia las heridas, los hábitos, y los complejos que han estado afec-
tando mi vida.

I. ¿DE DÓNDE PROVIENEN MIS DEFECTOS DE CARÁCTER?


Sus defectos de carácter provienen de tres fuentes: fuente biológica, fuente socio-
lógica y fuente teológica. De sus cromosomas, sus circunstancias y sus decisiones. De
allí es de donde provienen sus defectos de carácter.

Sus cromosomas. Algunos de ellos se heredan. Cada uno de sus padres contribuyó
con veintitrés mil cromosomas. Y, por lo tanto, usted heredó algunas de sus debilida-
des. Heredó algunos defectos físicos de sus padres, y heredó algunos defectos emo-
cionales también. Esto explica su predisposición hacia ciertos problemas. Pero no es
excusa al pecado. Por ejemplo, debido a mis padres, puedo poseer la tendencia a tener
un temperamento fuerte, pero eso no me excusa de salir y asesinar a alguien. Puede
que tenga la tendencia a ser haragán, pero eso no es excusa para no hacer algo con mi
vida y simplemente ser un vago. Puede que tenga una tendencia genética para ser
dado a ciertas adicciones, pero eso no es una excusa para que vaya y elija ser un adic-
to. Mis genes, la genética, mi naturaleza, es una de las fuentes.

Sus circunstancias. Su crianza es otra fuente. Usted fue criado en cierta forma y
aprendió muchas maneras de relacionarse con otros, aprendió modelos y desarrolló
hábitos. Aprendió de sus padres y de otras personas. Aprendió a responder a sus pro-
pias necesidades en ciertas formas y a protegerse, a manejar las heridas y el rechazo.
Muchos de sus defectos son simplemente intentos contraproducentes para suplir las
necesidades no satisfechas. Tiene una necesidad legítima de recibir respeto. Pero si no
recibió respeto al inicio de su vida, se alegra con la atención que le brindan y busca una
forma de obtener la atención de los demás. Tiene una necesidad legítima de amor, pero
si no obtuvo amor en los años de su formación puede que se alegre con el sexo barato,
debido a que tiene la cercanía emocional. Tiene una necesidad de seguridad pero si no
la obtuvo en el tiempo adecuado, puede que haya intentado protegerse con el materia-
lismo y con posesiones para demostrar que es una persona segura de sí misma.

Sus elecciones. Si elige hacer algo por mucho tiempo, esto se vuelve un hábito. Una
vez que es un hábito, usted está atrapado. Las cosas que nunca intentó desarrollar en
su vida se desarrollan porque eligió hacer algo que se volvió un hábito.

¿Por qué toma tanto tiempo deshacerse de estas cosas? ¿Por qué es tan difícil?

II. ¿POR QUÉ ES TAN DIFÍCIL CAMBIAR LOS DEFECTOS DE CARÁCTER?

1. Porque los ha tenido con usted por mucho tiempo. No los obtuvo de la noche a la
mañana. Tomó años para que se formaran, por lo que tampoco los va a perder de la
noche a la mañana. Muchos de los hábitos y modelos se han desarrollado en la niñez
y puede que no sean nada cómodos y que sean contraproducentes, pero al menos son
familiares. Es como un viejo par de zapatos. Quizás no sean los mejores para correr,
pero son cómodos. Así que de muchos de sus defectos usted simplemente dice: “Así
es como soy” porque los ha tenido por mucho tiempo. Es difícil deshacerse de ellos.
2. Porque se identifica con ellos. No sé por qué, pero a menudo confundimos nues-
tra identidad con nuestros defectos. Decimos: “Así es como soy”. Usted no tiene que
ser de esa forma. Puede cambiar. Cuando usted dice: “Así es como soy”, está identifi-
cando su identidad con sus derrotas. Complete esta oración en su mente: “Es que sim-
plemente soy ____________”, (adicto al trabajo, obeso, ansioso, pasivo, temeroso, de
temperamento fuerte). Cuando hace esto, está estableciendo algo sobre usted mismo
e identificándose con ese defecto, y esto se vuelve una profecía que llega a cumplirse.
Usted dice: “Siempre me pongo nervioso cuando subo a los aviones”. ¿Qué va a suce-
der la próxima vez que suba a un avión? Se va a poner nervioso. Usted se predispone
diciendo: “Eso es lo que soy”. Lo que sucede es que inconscientemente, una de las
razones por las que no puede cambiar es porque tiene miedo. Dice: “Si realmente me
deshago de este defecto, ¿seguiré siendo yo? Esto ha sido parte de mí. Siempre he sido
así. Si lo dejo, ¿seguiré siendo yo?”

3. Porque son una compensación. Cada defecto es una compensación. Es posible que
disfrace nuestro dolor. Puede que sea una excusa para fallar. Puede permitir compen-
sar la culpa en nuestra vida. Quizás intentemos atraer la atención de los demás. A lo
mejor nuestro defecto puede permitirnos controlar a otras personas.
Siempre que un comportamiento negativo se repite en usted, en sus hijos, en cual-
quiera, aunque sea auto destructivo, siempre hay una recompensa. No hacemos cosas
que no tengan recompensas. Quizás nunca haya pensado en esto de esta forma pero hay
una compensación. Quizás esté consiguiendo atención por su defecto. Quizás esté con-
trolando a alguien por su defecto. Como obtiene una recompensa, inconscientemente
no quiere deshacerse de ese defecto. Una madre le dice a sus hijos: “Niños, vengan a
cenar”. Ellos no lo hacen. Entonces ella les grita. Piensa que gritándoles conseguirá que
le obedezcan. Hay una compensación. Usted tiene que estar consciente de eso.

4. Porque Satanás lo desanima. Satanás está constantemente sugiriendo pensamien-


tos negativos. Él es el acusador. Dice: “Eso nunca funcionará, no puedes hacerlo, no
puedes cambiar”. Algunos de los que han participado en esta serie de recuperación
piensan: “Esto es bueno. Realmente me gustaría deshacerme de este hábito, me gus-
taría dejar de odiar a esta persona, me gustaría dejar de causar daño por esa experien-
cia pasada. Es cierto que sucedió hace años, en el patio del colegio, me gustaría cam-
biar”. Luego usted sale y Satanás comienza: “¿Quién crees que eres? ¿Piensas que vas
a cambiar? ¡Olvídalo! Otros pueden cambiar, pero tú no. Estás arruinado. No hay
esperanza. Ni siquiera pienses en cambiar”. Él siempre estará poniendo en su mente
esos pensamientos negativos. Peor que eso, le dice: “Si intentas deshacerte de eso, te
volverás loco. Si intentas deshacerte de eso, te destruirás, algo malo te va a pasar”. La
Biblia dice que Satanás es un mentiroso. Y también dice que la verdad nos hace libres.

III. ¿CÓMO PUEDO COOPERAR CON EL PROCESO DE CAMBIO DE DIOS EN MI VIDA?


Romanos 12:2 (DHH) dice: “Permitan que Dios les transforme internamente por
un completo cambio de su mente”. Transformados. Renovación de su mente. Sus pen-
samientos son el piloto automático de su vida. Si usted desea cambiar su vida tiene que
cambiar su forma de pensar. La Biblia dice que sus pensamientos determinan sus sen-
timientos y sus sentimientos determinan sus acciones.
Si está en un barco y va hacia el este, el piloto automático dice este. Lo puede for-
zar a ir hacia el oeste, pero pronto se cansará y soltará el barco, porque él quiere regre-
sar hacia el este. Está adaptado. Usted adapta el piloto automático para ir hacia el este.
Lo puede cambiar, forzar el timón, y estar todo el tiempo bajo tensión porque por
fuerza de voluntad va hacia el lado opuesto al que naturalmente está inclinado a ir.
Pero pronto se cansará, soltará el timón y automáticamente el barco volverá hacia el
lado original. Así que tomo una decisión, voy a hacer _______________, hago una
resolución. Por fuerza de voluntad, me obligo a mí mismo. Pero muy pronto me
canso y suelto, y abandono la dieta, vuelvo a fumar, o actúo de la manera que siempre
lo he hecho.
Si desea cambiar, tiene que cambiar su piloto automático.
¿Cuál es su piloto automático? “Es que simplemente soy ________”.
Ese es su piloto automático.

He aquí siete formas de cambiar su mente para que pueda cooperar con la mane-
ra en que Dios quiere cambiarle y hacer de usted lo que siempre ha querido ser. Cosas
que pensó que nunca podría cambiar son realmente simples. Estas son siete maneras
para readecuar el enfoque ganador, para que pueda cambiar esos hábitos, complejos y
heridas que nunca pensó que fuera posible cambiar.

1. Enfóquese en cambiar un defecto a la vez. Proverbios 17:24 (DHH) dice: “La sabi-
duría es la meta del inteligente, pero el necio no tiene meta fija”. Algunos participan
de las series de recuperación y piensan: “Esto es fantástico; tengo treinta cosas que
debo cambiar”. Ni lo intente. Quedará abrumado. Se desanimará y no cambiará nada.
Debe ser específico. Tiene que ser muy específico. “Dios, esto es lo que quiero cam-
biar: mi ira, mi ansiedad, mi tendencia a controlar a la gente, mi adicción al trabajo,
o mi falta de honestidad”. Regrese al Paso 4 y vuelva a tomar el inventario moral que
hizo allí. Lea la lista y dígale a Dios cuál de esas cosas está dañando más su vida.
Déjele obrar en esa área. Debe trabajar en un defecto a la vez. De otra forma no fun-
ciona.

2. Enfóquese en la victoria un día a la vez. Mateo 6:11 no dice: “Danos este mes nues-
tro pan cotidiano”. No, dice: “Danos hoy nuestro pan cotidiano”. ¿Por qué? Porque
Dios quiere darle suficiente fuerza para cambiar por un día, no para una semana, un
mes, el resto de su vida, la eternidad. Quiere que sea un día a la vez para que confíe
en él. Es como el antiguo dicho: “¿Cómo te comes un elefante? De a una mordida a
la vez”. La vida por kilómetros es difícil, pero por metros es fácil. Usted toma un pro-
blema de toda la vida (esa herida, ese complejo, o ese hábito no lo obtuvo de la noche
a la mañana) y lo rompe en pedazos que pueda morder y sobre los que pueda trabajar
un día a la vez y obtiene la fuerza de Dios un día a la vez. Ora al despertarse por la
mañana: “Señor, solamente por este día, quiero ser paciente; solamente por este día
quiero ser positivo y no negativo”. Le pide a Dios que le ayude por una, o aun mejor,
por las tres siguientes horas, a pensar en cosas buenas, a no tener miedo. Y tómelo
poco a poco. Esto lo protege de hacer promesas a la ligera. Pídale un día a la vez. Si
dice: “Prometo nunca volverlo a hacer”, está condenado a fallar. Un día a la vez.
Hágalo poco a poco.
Si tiene un jefe que es un verdadero terco y trata de sacar lo malo en usted, tien-
de a sentir resentimiento. Levántese por la mañana y diga: “Señor, solamente por las
primeras tres horas, ¿puedo responder a ese jefe como tú me harías responder, sin
ponerme tenso, preocupado o resentido, sino sonriéndole?” Mateo 6:34 dice: “No se
angustien por el mañana, el cual tendrá sus propios afanes. Cada día tiene ya sus pro-
blemas”. No se preocupe por mañana, por la victoria de mañana. Preocúpese solo de
hoy. Roma no se construyó en un día. El carácter no se construye en un día. Los
defectos de carácter no se desarraigan en un día.
Queremos todo instantáneo: puré de papa, café, palomitas de maíz. Queremos
madurez instantánea. Un día soy un completo desastre y al siguiente día soy Billy
Graham. No sucede de esa forma. Debe crecer poco a poco. Debe crecer día a día.
Un día a la vez. No se ponga un plazo: “Voy a vencer esto en este plazo”. No.
Solamente trabaje en eso un día a la vez. Usted trabajará este paso y todos los demás
pasos de la serie recuperación por el resto de su vida. Por las noches, deténgase y agra-
dezca a Dios por cualquier cambio o victoria, no importa cuán pequeño sea: “Gracias
por darme tu ayuda hoy”. Cualquier victoria, no importa cuán pequeña sea, agradéz-
casela a Dios, y trate con un defecto a la vez y obtenga la victoria un día a la vez.

3. Enfóquese en el poder de Dios, no en su poder ni en su fuerza de voluntad. Ya sabe que la


fuerza de voluntad no es suficiente. Si la fuerza de voluntad funcionara, usted ya habría
cambiado. Pero no es así; por eso, no puede hacerlo de esa forma. Y no podrá porque no
tiene el poder para hacerlo. Así que ya sabe que la fuerza de voluntad no funciona. Por
cierto, depender de su propia fuerza bloquea la recuperación en su vida. Cuando usted
dice: “Puedo con esto, puedo manejarlo, puedo hacerlo todo por mí mismo, realmente
estoy bien, no es un gran problema”, esto sí es un gran problema, porque todavía lo
tiene. Y sabemos que las resoluciones no funcionan. Las resoluciones están simplemen-
te forzando al barco a ir hacia una dirección cuando todo lo demás en él quiere ir en otra
dirección. Muy pronto usted se cansa y suelta. Las resoluciones no funcionan. “¿Puede
un leopardo quitarse sus manchas? Pues tampoco ustedes, acostumbrados al mal, pueden
hacer lo bueno”. Dios dice: “Olvídenlo, nunca cambiarán por su propia fuerza de volun-
tad”.
Pero estas son las buenas nuevas: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Así
que ore: “Señor, sé que no puedo cambiar por mi propio poder, pero confío en ti para
eliminar este defecto”. Imagine literalmente a Dios quitando su defecto.¿En qué está
obrando primero? ¿En su temperamento?” Imagínese tomando su temperamento, qui-
tando la tapa de un basurero y poniéndolo adentro, luego pone la tapa encima y traslada
el basurero fuera de su alcance. El camión de la basura viene y tiene un rótulo que dice:
“Dios e Hijo, trabajando con personas como usted por 2000 años”. Jesús envía a uno de
sus amigos, recogen el basurero, lo vacían en el camión, lo sacuden, usted ve el camión
doblar hacia otra calle y se apresura para ir al cielo. Eso es lo que significa pensar visual-
mente acerca de entregar el problema a Dios. “Dios, estoy tirando mi ira en el bote de la
basura otra vez”. Estoy tirando mi __________ en el bote de la basura. El único proble-
ma es que tengo que tener servicio de recolección de basura cada hora, no semanalmen-
te. Eche su defecto a la basura y luego permita que Dios se lo lleve. La fuerza de volun-
tad no funciona. Confíe en el poder de Dios, no en el suyo propio. Él puede ayudarle a
dominarlo.

4. Enfóquese en lo que quiere, no en lo que no quiere. Filipenses 4:8 dice: “Consideren


bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable,
todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio”.
Enfóquese en las cosas buenas, no en las malas. Usted tiende a moverse hacia cual-
quier cosa en la que se enfoca. Su vida esta dominada por aquello en lo que se enfoca. Si
se concentra en lo malo, esto seguirá dominando su vida. Si se concentra en lo que ha
sido, esto seguirá dominando su vida. Si se concentra en lo que puede ser y en lo que Dios
quiere que sea en su vida, entonces se moverá en esa dirección. Lo que tenga su atención,
le tiene a usted. Si dice: “No voy a pensar en el sexo, no voy a pensar en el sexo...” ¿En
qué está pensando? En el sexo. Usted no resiste a la tentación. Ni una sola vez en la Biblia
Dios nos manda a que resistamos a la tentación. Ni una vez. Él dice que resistamos al
tentador, al diablo, pero no a la tentación. ¿Por qué? Porque cualquier cosa a la que se
resiste, persiste. Mientras más presione sobre algo (“No voy a hacer esto”), con más pre-
sión retornará.
En lugar de resistir, la Biblia nos enseña a cambiar el enfoque. Solamente cambie el
canal mental. Si está viendo un mal espectáculo por televisión no dice: “No voy a ver esto,
no voy a ver esto...” No, usted simplemente cambia de canal. Cambie el enfoque de lo
que ha sido a lo que quiere ser y a lo que Dios quiere que haga en la vida. Este es el poder
de afirmar la Palabra de Dios. Hay más de siete mil promesas en la Biblia.
Probablemente la disciplina más útil que podría desarrollar es aprender a memorizar
la Escritura. Memorice un versículo a la semana; para el final de año tendrá cincuenta
y dos versículos memorizados. Ellos están en su mente así que puede usarlos para con-
traatacar esos pensamientos negativos que el diablo y otras personas le dan. Llene su
mente con la Palabra de Dios. Cada vez que tenga un pensamiento positivo, cada vez
que recuerde una verdad de la Escritura, cada vez que tenga cualquier pensamiento,
esto es un impulso eléctrico que va a su cerebro. Cada vez que tiene el mismo pensa-
miento, este se hace más profundo, refuerza ese modelo cerebral. Algunos de ustedes
tienen pensamientos negativos en su mente porque han estado pensando en eso una y
otra vez. La única forma de deshacerse de los pensamientos negativos es pensar en la
Palabra de Dios una y otra y otra vez.
Algunos de los que estaban aquí en 1981, al año siguiente de haberse construido la
iglesia, saben que atravesé un período de mucha depresión. Tuve algunos problemas
físicos al principio del año que me dejaron decaído. No tenía energía y había tanto que
hacer que simplemente me deprimía. Estuve bajo una nube la mayoría de la primera
parte del año. Estaba muy desanimado y deprimido. Entonces tomé esas pequeñas tar-
jetitas de 3x5. A un lado de la tarjeta escribía un versículo de la Escritura, un versículo
positivo, y al reverso escribía una aplicación práctica del versículo para mí en la forma
de una afirmación personal. Por ejemplo: “No hay ninguna condenación para los que
están unidos a Cristo Jesús”. Y al reverso escribía: “Dios no me condena por mi depre-
sión, él me ama tanto en mis días malos como en los buenos”. O algo así como: “Todo
lo puedo en Cristo que me fortalece”. Y en la parte de atrás escribía: “Puedo lograrlo.
Por cierto, este día será mejor que ayer. Me fortalezco”. Escribí esas cosas. Tenía
muchas de esas tarjetas. Cada noche en 1981 al ir a mi cama, lo último que hacía antes
de dormir era leer esos versículos, esas afirmaciones, y pensaba en ellas. Cuando me
levantaba por la mañana, antes de salir de mi cama, las volvía a leer. Las ponía en mi
bolsillo, las llevaba conmigo y comenzaba a reprogramar mi mente, teniendo pensa-
mientos positivos y creando nuevas rutinas en ella. En casi cuatro o cinco semanas la
depresión masiva desapareció. Quiero decirle, por experiencia personal, que ya no me
deprimo. Todo el mundo se desanima, pero yo ya no tengo batallas con la depresión
masiva. ¿Por qué? Porque volví a programar mi mente. La gente dice: “¿Por qué eres
una persona tan positiva?” Porque me entreno a mí mismo. Memoricé la verdad de la
Biblia en lugar de creer en las mentiras acerca de la vida que cuentan las noticias de la
televisión y en lo que otras personas estaban diciendo.
En su mente usted tiene dos escalas. En un lado están todos los pensamientos
negativos que el diablo le dice, que los novios y novias anteriores, o quizás sus padres
o un profesor del colegio que no lo quería le dijeron (“Nunca lograrás nada”). Del otro
lado están las cosas buenas que Dios quiere decir con respecto a usted las cuales están
en su Palabra. Si vamos a ser honestos, es posible que tenga más pensamientos negati-
vos que positivos porque no ha pasado mucho tiempo en la Palabra. Cada vez que tiene
un pensamiento positivo basado en la Biblia y declara un versículo, usted sustituye algo
negativo. Cuando el diablo le dice: “No puedes cambiar”, usted dice: “Todo lo puedo
en Cristo que me fortalece”. Si le dicen: “¿Quién te crees que eres? ¡No vales nada!”,
usted contesta: “No hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo
Jesús”. Si escucha: “Nunca podrás romper con esto y debes tener miedo de lo que va a
suceder en tu vida”, diga: “En el amor no hay temor, sino que el amor perfecto echa
fuera el temor”. Siga repitiendo lo positivo una y otra y otra vez hasta que finalmente
sea como si cada vez pusiera una roca de este lado e hiciera que se volviera más y más
pesado. Y un día la balanza cambiará y tendrá muchas más cosas positivas que negati-
vas y será libre. Libre. Dios quiere hacer eso en su vida, si se enfoca no en lo que no
quiere sino en lo que realmente quiere.
Si dio el Paso 3: Conscientemente elijo entregar toda mi vida y voluntad al cuida-
do y control de Cristo, e invitó a Cristo a su vida, entonces sabe lo que la Biblia dice:
Usted es una nueva persona. Lo viejo ha pasado. Dios dice: “Todo tu pasado lo he olvi-
dado, tú puedes olvidarlo también”. Es una nueva persona en Cristo. Con una nueva
identidad. Una vez que es cristiano, su identidad primaria está basada en su relación
con Cristo y no en su defecto. Ya no es más: “Es que simplemente soy ___________,
sino: “Soy un creyente”. Enfóquese en lo que quiere y no en lo que no quiere.

5. Enfóquese en hacer lo bueno, no en sentirse bien. Gálatas 5:16 dice: “Vivan por el
Espíritu, y no seguirán los deseos de la naturaleza pecaminosa”. Si hace lo correcto, sus
sentimientos con el tiempo coincidirán con usted. Si espera hasta tener ganas de cambiar,
nunca va a cambiar. El diablo se asegurará de que nunca tenga deseos de cambiar.
Siempre es más fácil actuar de acuerdo a un sentimiento que tener que sentir debido a
una acción. Si no me siento cariñoso hacia mi esposa, comienzo a amarla, y los senti-
mientos vendrán. Si usted espera hasta sentirse cariñoso, esto puede ser algo que tome
mucho tiempo. Así que dice: “No siento que me guste”. No se preocupe por sentir lo
correcto, sino haga lo correcto. Alcohólicos Anónimos usa la frase: “Disimúlelo hasta que
lo logre”. Haga lo correcto aunque no sienta ganas de hacerlo, sepa que es lo correcto a
hacer y hágalo de todas maneras. A la larga sus sentimientos concordarán. Cada vez que
intente cambiar una parte importante en su vida, un gran defecto de carácter, una imper-
fección, una debilidad en su personalidad, cada vez que comience a intentar hacer gran-
des cambios, no se va a sentir muy bien al principio. Por cierto, se va a sentir bastante
torpe. Se sentirá mal por un momento. ¿Por qué? Porque no se sentirá normal. Está tan
acostumbrado a sentirse anormal, que lo normal es que no se sienta bien. Así que no se
sentirá muy bien cuando comience a hacer cambios. Si usted es un adicto al trabajo y dice:
“Voy a permitir que Dios obre en mi adicción al trabajo”, y al otro día a las cinco de la
tarde decide ir a casa cuando suena el timbre y no se lleva trabajo en su maletín, la pri-
mera vez que lo haga dirá: “Me siento realmente extraño”. Y es lógico, porque ha traba-
jado arduamente por mucho tiempo. Si usted come en extremo, bebe o fuma, la prime-
ra vez que intente romper con ese hábito se sentirá extraño: “No hay nada en mi boca.
Qué extraño me siento”. Será divertido por un momento y quizás no se sienta bien. Pero
si hace lo correcto una y otra vez, sus sentimientos al final coincidirán con su comporta-
miento. Y usted no puede controlar sus sentimientos, pero sí puede controlar sus múscu-
los. Así que haga lo correcto ya sea que sienta hacerlo o no y los sentimientos se pondrán
de acuerdo con usted.

6. Enfóquese en las personas que le ayudan, no en las que le obstaculizan a hacer esos cam-
bios positivos que quiere hacer en su vida. La gente correcta le ayudará. Las personas no
apropiadas serán un obstáculo y evitarán su recuperación. La Biblia dice: “Las malas
compañías corrompen el buen carácter”. En otras palabras, si no desea ser picado, alé-
jese de las abejas. Si usted sabe qué tipo de personas son una tentación, simplemente
aléjese de ellas. Si está luchando con el alcoholismo, no dirá: “Creo que iré al bar a
comer unas semillas de maní”. Mala idea. Si está luchando con la pornografía, no
tiene que ir a las tiendas donde esta se promueve. No tiene que estar cerca de las cosas
que le afectan. Por otro lado, la Biblia dice: “Dos son mejor que uno y una cuerda de
tres dobleces no es fácil de romper”. Con la ayuda de otra persona, cuando una cae,
la otra puede ayudarle a levantarse.
Dije esto en la primera lección de esta serie, pero me temo que muchos no me
creyeron: No puede recuperarse por usted mismo. Debe estar en un grupo, en una
relación. La recuperación siempre sucede cuando hay amistades, nunca por uno
mismo. Nunca se recuperará solamente con escuchar una serie de seis u ocho mensa-
jes. Sucede cuando usted está con otras personas. No creyó eso, pero permítame darle
un ejemplo.
Anteriormente hablamos de hacer una lista en nuestro inventario moral. Usted va
a casa y dice: “Señor, ¿de qué cosas me siento culpable y de cuáles me arrepiento?
Haré una limpieza esta semana”. Hace una lista de esas cosas y las reconoce, las con-
fiesa ante Dios y otra persona en quien confía. Muchos de ustedes seguramente tuvie-
ron la intención de hacer eso. Pero no fue así. Las personas que lo hicieron son las
que tienen una relación con alguien más que les preguntó: “¿Lo hiciste? ¿No? Bueno,
dispongámonos y hagámoslo”. Participan en Celebremos la Recuperación o en un grupo
pequeño. Los que no lo hicieron fue porque no tienen ninguna relación con alguien
que les ayude en este camino. Es por eso que contamos con Celebremos la Recuperación,
uno de nuestros ministerios que se reúne cada viernes por la noche para animar a las
personas, porque usted no lo hará por usted mismo. Proverbios 27:17 dice: “El hie-
rro se afila con el hierro, y el hombre en el trato con el hombre”. Usted necesita rela-
cionarse con alguien.

Le he pedido a Jerry, uno de los líderes en Celebremos la Recuperación, que compar-


ta su testimonio sobre cómo Jesucristo y otras personas le han ayudado en este cami-
no hacia la recuperación.

Jerry: Hace algunas semanas fui a un seminario con el pastor John y otros mucha-
chos. Cada uno tuvimos que hacer por separado lo que estoy a punto de hacer con
ustedes. Había casi cien de nosotros y un hombre habló mirándonos a todos y con sus
rodillas temblando dijo: “Estoy seguro de que todos ustedes de vez en cuando son
realmente maravillosos, pero todos juntos simplemente están un poco abrumados”.
Soy un creyente de la iglesia de Saddleback. También soy un hombre que por
treinta años elegí vivir una vida de pecado usando el alcohol para acallar mi concien-
cia. Los frutos de esta vida fueron hospitales, instituciones mentales, cárceles, salones
en la corte, divorcio, cirrosis en el hígado, momentos de delirio, y diecisiete años de
intentos sin éxito de recuperación estorbados por mi complejo de rectitud, voluntad
y arrogancia. Lo peor de todo era un corazón endurecido contra Dios y los que le bus-
caran. Hace ocho años y medio mi Señor y Salvador Jesucristo quitó de mi vida, de
una sola vez, mi obsesión por el alcohol. Tres años y cuatro meses después, me quitó
el hábito de fumar que había mantenido por cuarenta y tres años. ¿Por qué? Porque
luego de décadas de negación, finalmente me humillé y le pedí que por favor lo hicie-
ra por mí. Fue por medio de su gracia amorosa que finalmente llegué al punto donde
voluntariamente me sometí a cualquier cambio que él deseara hacer en mi vida.
Según su voluntad me ha dado cuatro años de estudio bíblico y responsabilidades
aquí en Celebremos la Recuperación, guiando un grupo de estudio bíblico para hombres
que el pastor John me encomendó hace seis semanas. Hoy, en su infinita sabiduría, el
Señor ha tomado ese pasado pecaminoso y lo ha cambiado en una herramienta útil
para ayudar a los que todavía sufren de adicciones. Efesios 2:10 dice: “Somos hechu-
ra de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de ante-
mano a fin de que las pongamos en práctica”. Mi corazón me dice que él nos ha dado
el haber sido liberados de nuestras dolencias para tener un camino a seguir.
Específicamente, que humilde y voluntariamente estemos al servicio de los que luchan
con sus desesperanzas. Por favor, si su vida está siendo corrompida por defectos de
carácter, venga y acompáñenos en Celebremos la Recuperación y deles a sus seres queri-
dos descanso del dolor que está imponiendo en sus vidas antes que sea demasiado
tarde. El apóstol Pablo escribió: “Dios, que comenzó a hacer su buena obra en uste-
des, la irá llevando a buen fin hasta el día en que Jesucristo regrese”. Le digo que con-
fíe en él con todo su corazón porque sé que le ama y perdona, así como me ha amado
y perdonado a mí.

Toda la fuerza de voluntad en el mundo no puede hacer esa clase de cambio en un


hombre. Toda la terapia, seminarios, casetes, y otras novedades, no pueden hacer esa
clase de cambio. Solamente Jesucristo puede hacer esa transformación en una persona.
Me gustaría concluir comentando el versículo a que se ha hecho alusión anterior-
mente: “Dios, que comenzó a hacer su buena obra en ustedes, la irá llevando a buen
fin hasta el día en que Jesucristo regrese” Filipenses 1:6 (DHH). Y Dios lo va a hacer.
7. Enfóquese en el progreso, no en la perfección. Algunos de los que han estado parti-
cipando en la serie de recuperación dicen: “No veo grandes cambios todavía; he esta-
do en Recuperación por una par de meses y las cosas en mi vida siguen más o menos
igual”. No se preocupe por eso. Esto es un proceso. Una decisión seguida por un pro-
ceso. Y Dios que comenzó su obra en usted, la completará. Recuerde la ilustración
que dimos con anterioridad. Dios establece una cabeza de playa en su vida como en
una isla y durante el resto de la guerra se está posesionando de ella poco a poco.
Algunos de ustedes quizás estén pensando que Dios los amará una vez que lleguen
ha cierta etapa, una vez que obtengan cierta perfección. Están equivocados. Dios le
ama en cada etapa de su perfección y crecimiento. Dios nunca le amará más de lo que
ya le ama. Nunca le amará menos de lo que le ama hoy. Cuando como padre miro a
mis hijos, no espero que mi hijo de siete años se comporte como uno de diecisiete.
Todavía hace desórdenes, pero me agrado con la etapa en la que él está en este
momento. Y Dios se agrada con su crecimiento, con la dirección de su corazón que
dice: “Dios, quiero voluntariamente someterme a los cambios que quieras hacer en mi
vida. Humildemente te pido que quites esos defectos de carácter”. Dios no comenza-
rá a cambiarle hasta que esté completamente listo para ese cambio. Eso significa
someterse voluntariamente y pedir con humildad, y cuando esté completamente listo,
él comenzará a obrar en usted.
MEJORE LAS RELACIONES
El Camino a la Recuperación – Parte 6

R.E.C.U.P.E.R.A.

Reconozco que no soy Dios; admito que soy incapaz de controlar mi tendencia a
hacer lo malo y que mi vida es inmanejable.

En forma sincera creo que Dios existe, que le intereso y que él tiene el poder para
ayudarme en mi recuperación.

Conscientemente elijo entregar toda mi vida y voluntad al cuidado y control de


Cristo.

Un auto examen y confesión de mis faltas a Dios, a mí mismo, y a alguien en quien


confío.

Para que Dios haga todo cambio que quiera hacer en mi vida, me someto volun-
tariamente a él y le pido humildemente que remueva mis defectos de carácter.

EL SEXTO PASO

Evalúo todas mis relaciones, _________________ a los que me han dañado y


___________________ por el daño que he causado a los demás, excepto cuando al
hacerlo pueda dañarlos tanto a ellos como a otros.

“Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias, y toda forma de mali-
cia. Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutua-
mente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo”. Efesios 4:31-32 (NVI)

I. PERDONAR A LOS QUE ME HAN DAÑADO

¿POR QUÉ?
1. Porque ___________________________________.

“Que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro. Así
como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes”. Colosenses 3:13 (NVI)

2. Porque____________________________________.

“El preocuparse hasta la muerte con resentimiento sería algo necio, lo más sin
sentido que hacer”. Job 5:2 (DHH)

“Te estás dañando solamente a ti con tu enojo”. Job 18:4 (DHH)

“Hay quienes llegan a la muerte llenos de vigor, felices y tranquilos, llenos de


prosperidad y de salud. Otros, en cambio, viven amargados y mueren sin haber pro-
bado la felicidad”. Job 21:23-25 (DHH)

3. Porque ___________________________________.

“Cuando estén orando, si tienen algo contra alguien, perdónenlo, para que tam-
bién su Padre que está en el cielo les perdone a ustedes sus pecados”. Marcos 11:25
(NVI)

¿CÓMO?

1. ___________________________ mi herida.

Haga una lista de aquellos que le han dañado y de lo que dijeron... pensaron...
hicieron.

2. ___________________________ a mi ofensor.

“¿Cuántas veces deberé perdonar a mi hermano, si me hace algo malo? ¿Hasta


siete? Jesús le contestó: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”.
Mateo 18:21-22 (DHH)
Técnica de “la silla vacía”.

3. ________________________ mi herida con la paz de Dios.

“Que gobierne en sus corazones la paz de Cristo”.


Colosenses 3:15 (NVI)

II. HACER ENMIENDAS A LAS PERSONAS QUE HE DAÑADO

¿POR QUÉ?

“Asegúrense de que nadie deje de alcanzar la gracia de Dios; de que ninguna raíz
amarga brote y cause dificultades y corrompa a muchos”. Hebreos 12:15 (NVI)

¿CÓMO?

1. Haga una lista de aquellos a los que ha dañado y de lo que hizo.

¿Deudas? ¿Promesas rotas? ¿Sobreprotección? ¿Muy posesivo? ¿Hipercrítico?


¿Abuso verbal? ¿Abuso físico? ¿Falta de perdón? ¿Infidelidad? ¿Mentiras?

2. Piense cómo _______________ que otros hicieran enmiendas con usted.

“Traten a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes”. Lucas 6:31
(NVI)

. Él ______________ correcto.

“Hay un tiempo correcto y una forma correcta para hacer todo”.


Eclesiastés 8:6 (DHH)

. La _______________ correcta.

“Profesando la verdad en el amor”. Efesios 4:15 (DHH)

. ¿Es __________________________?
“Hay quienes hieren con sus palabras, pero hablan los sabios y dan el alivio”.
Proverbios 12:18 (DHH)

“Si es posible, y en cuanto dependa de ustedes, vivan en paz con todos”. Romanos
12:18 (NVI)

3. ______________________________ su vida.

“Ponga su corazón en orden, diríjase a Dios ... luego enfrente al mundo otra vez,
firme y con valor. Entonces todos sus problemas desaparecerán de su memoria, como
aguas que pasaron y que no son más recordadas”. Job 11:13-16 (DHH)
MEJORE LAS RELACIONES
El Camino a la Recuperación – Parte 6
Efesios 4:31-32

Estamos en el Paso 6 de nuestro Camino a la Recuperación. Un amigo en Illinois,


Lee Strobel, colecciona correcciones de los periódicos. Dice que las correcciones fre-
cuentemente son mucho más divertidas que los anuncios originales. Y me dio un par
de ellas. Una dice: “En el anuncio de la otra semana, una foto mostraba unos platos
orientales muy inusuales, los cuales habían disfrutado en una fiesta un grupo de alum-
nos de intercambio de diferentes países. Mi Thi Thin es el nombre del alumno de
intercambio extranjero que estaba parado al centro de la foto. De forma incorrecta,
listamos su nombre como uno de los platos del menú. Sentimos mucho nuestro
error”. Algunas veces, en el intento de enmendar las cosas y corregir lo incorrecto,
todo sale peor. Hay otro que dice: “En un artículo reciente nos referimos al presidente
de la Corporación Chrysler como Lee Iacoocoo. Esto fue un error. Su nombre ver-
dadero es Lee Iacaca”. Estas personas intentan con estas correcciones hacer bien algo
en lo que se equivocaron. Y de eso se trata este paso en el Camino a la Recuperación.
Tiene que ver con trabajar para mejorar las relaciones. Y con volver atrás y tratar de
reparar algo del daño que otros nos han causado y del que nosotros hemos hecho a
otros.

Esta en la letra “E” de R.E.C.U.P.E.R.A. y el sexto paso en el Camino a la


Recuperación: EVALÚO TODAS MIS RELACIONES, OFREZCO PERDÓN A
LOS QUE ME HAN DAÑADO Y HAGO ENMIENDAS POR EL DAÑO QUE
HE CAUSADO A LOS DEMÁS, EXCEPTO CUANDO AL HACERLO PUEDA
DAÑARLOS TANTO A ELLOS COMO A OTROS.

Este paso se basa en Efesios 4:31-32: “Abandonen toda amargura, ira y enojo, gri-
tos y calumnias, y toda forma de malicia. Más bien, sean bondadosos y compasivos
unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en
Cristo”. En este paso obviamente hay dos partes. Primero, perdonar a los que me han
dañado, y segundo, hacer enmiendas con las personas que he dañado.
¿Por qué debería dar este paso y cómo hacerlo?

I. PERDONAR A LOS QUE ME HAN DAÑADO


¿POR QUÉ?
1. Porque Dios me ha perdonado. Y si Dios me ha perdonado, yo debo perdonar a los
demás. Colosenses 3:13 dice: “Que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno
tiene queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes”.
Cuando recuerdo cuánto me ha perdonado Dios se me hace muchísimo más fácil per-
donar a los demás. Nunca tendrá que perdonar a nadie más de lo que Dios le ha per-
donado a usted. Nunca tendré que perdonar a nadie más de lo que Dios me ha perdo-
nado a mí. Cuando le es difícil perdonar, por lo general es porque usted no se siente
perdonado. Las personas que se sienten perdonadas no tienen muchos problemas en
perdonar. Usted necesita darse cuenta que Dios le ha perdonado para perdonar a los
demás.

2. El resentimiento no funciona. Es irrazonable, enfermizo, de ninguna ayuda. Job


5:2 dice: “El preocuparse hasta la muerte con resentimiento sería algo necio, lo más
sin sentido que hacer”. Una necedad. Él dice que el resentimiento es una tontería por-
que es ilógico e irrazonable. ¿Causa el resentimiento que las personas hagan locuras?
Sí, es como dispararse a usted mismo, por lo tanto, dañará a alguien más cuando el
arma retroceda. No funciona. Siempre se daña a usted mismo más que a otra perso-
na. Eclesiastés 7:9 (DHH) dice: “No te dejes llevar por el enojo, porque el enojo es
propio de gente necia”. Es irracional, una pérdida de energía.
Job 18:4 señala: “Te estás dañando solamente a ti con tu enojo”. No sirve de nada.
¿Por qué? Porque siempre se daña uno mismo más que nadie más. Cuando uno se
enoja y se resiente por alguien, no le hace daño a esa persona. Usted se preocupa, se
desespera, dice cosas inconvenientes que le afectan más a usted que a los demás.
Quizás alguien le dañó hace diez, veinte, o treinta años y todavía está resentido por
eso. Aquello todavía lo hace sentirse miserable; sin embargo, la persona que le causó
el daño ya lo ha olvidado. El resentimiento no puede cambiar el pasado, no puede
corregir el problema, no cambia a la persona, ni tan siquiera daña a la persona, sola-
mente le afecta a usted. Lo hace miserable. ¿Lo hace sentir mejor de alguna manera?
Nunca he hablado con alguien que haya estado resentido y que dijera: “Me siento
mucho mejor al sentir resentimiento”. La amargura solamente le hace ser molesto e
infeliz. Las personas más infelices que conozco son las que tienen resentimiento. Es
irrazonable y no ayuda en nada.
Job 21:23-25 (DHH) dice: “Hay quienes llegan a la muerte llenos de vigor, feli-
ces y tranquilos, llenos de prosperidad y de salud. Otros, en cambio, viven amarga-
dos y mueren sin haber probado la felicidad”. Es algo enfermizo. Las investigaciones
han demostrado que la emoción más enfermiza que las personas han tenido es el
resentimiento. Porque es como el cáncer que se lo come vivo, es veneno. Tiene con-
secuencias físicas. ¿Alguna vez ha dicho: “Ese muchacho es una verdadera molestia?”
Puede que sí lo sea. Él quizás sea la causa de su molestia.
Un hombre entró al consultorio médico y dijo: “Necesito más pastillas para mi
colitis”. El doctor le dijo: “Y hoy ¿con quién está enojado?” El doctor S. I. McMillin
escribió un libro que muestra que las dos causas más grandes de los problemas físicos
en la vida son la culpa y el resentimiento. Él dice: “No es tanto lo que come, es lo que
le come lo que le afecta”. Cuando está resentido eso simplemente le enferma. Tiene
consecuencias físicas. Tiene consecuencias emocionales. Puede llevarle a la depresión.
Pensar en esa persona, esa novia o novio anterior, ese esposo o esposa anterior, ese
maestro que le avergonzó en la escuela, ese padre que nunca le dijo que lo amaba, esa
persona con la que estaba saliendo y de repente le dejó sin decirle nada, le quita ener-
gía a su cuerpo. Solamente prolonga la herida. Es algo así como un suicidio emocio-
nal. Por amor a usted mismo, necesita perdonar a los que le han dañado.

3. Porque necesito perdón en el futuro. Voy a necesitar perdón para el futuro. Marcos
11:25 dice: “Cuando estén orando, si tienen algo contra alguien, perdónenlo, para que
también su Padre que está en el cielo les perdone a ustedes sus pecados”. El resenti-
miento bloquea sentir el perdón de Dios en su vida. La Biblia dice que no podemos
recibir lo que no estamos dispuestos a dar. Es peligroso seguir el modelo de oración
del Señor. “Perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deu-
dores”. “Dios, perdóname así como perdono a los demás”. ¿Realmente desea eso?
Necesita perdonar a los otros porque Dios le ha perdonado, porque el resentimiento
no funciona, y porque va a necesitar de perdón en el futuro y no quiere romper ese
puente que tendrá que cruzar.
El perdón es una calle de doble vía. En cierta ocasión, un muchacho se acercó a
John Wesley y le dijo: “Nunca podré perdonar a esa persona. Nunca”. John Wesley
le replicó: “Entonces espero que nunca peques. Porque todos necesitamos lo que no
queremos dar”. No queme ese puente que necesita cruzar.

¿CÓMO?
¿Cómo efectúo esta primera parte del Paso 6? ¿Cómo perdono a los que me dañaron?
1. Revelo mi herida. Lo admito. Lo expreso. Lo afronto. Soy honesto. No puede
vencer esto hasta que lo admita... y eso daña. No sé por qué pero no queremos admi-
tir las veces que las personas que amamos nos han dañado. Quizás se deba a que tene-
mos una mala concepción de que no se puede amar a una persona y molestarse con
ella al mismo tiempo. Usted puede.
En cierta ocasión estaba atendiendo a alguien en consejería y esa persona me dijo:
“Perdono a mis padres; hicieron lo mejor que pudieron”. Entre más hablaba sobre eso
más me daba cuenta de que realmente no los había perdonado. Interiormente estaba
molesta, pero insistía en que los había perdonado. Eso es negación. Ellos no hicieron
lo mejor que pudieron. Si usted es padre, no está haciendo lo mejor que puede. Somos
imperfectos. Nadie hace lo mejor que puede. Esa es una forma de negación. Hasta
que ella fue capaz de admitir: “No, no hicieron lo mejor que pudieron; me trataban
de algunas maneras que eran incorrectas”, solo entonces pudo aprender a perdonar-
los. No puede perdonar lo que no quiere confesar. Admítalo y escríbalo en un papel.
Tiene algunas opciones cuando lo hieren. Puede reprimirlo, simplemente pre-
tender que no existe. Puede ignorarlo, sacándolo de su camino, lo que en realidad
nunca funciona porque siempre sale a flote de una manera u otra en su vida. Lo puede
desvalorizar diciendo: “No es nada; al fin y al cabo, hicieron lo mejor que pudieron”.
No, no lo hicieron. Dolió. O lo puede confesar. Simplemente admitirlo. He tratado
con personas que dicen: “Realmente me gustaría cerrar la puerta de mi pasado.
Encerrarme para que esa persona no me siga causando daño”. A tales personas les
digo: “Fantástico, pero no hay un cierre sin una apertura”. Primero debe admitirlo.
Confesar y decir: “Eso duele. Fue incorrecto y me causó daño”.
Entonces ¿qué hacer? Haga una lista de los que le han dañado, lo que dijeron, lo
que hicieron, lo que pensaron, y escríbalo, hágalo en blanco y negro para que pueda
verlo. Entonces no estará resentido sobre algo confuso, sino sobre algo específico.
Piense en ese maestro que lo avergonzó o en su padre que dijo: “Nunca lograrás nada;
eres un fracaso”. Esa relación anterior que le fue infiel. Escríbalo y abra su corazón.

2. Libere al ofensor. Eximo a mi ofensor. Lo dejo ir. Dejo de sostenerme en mi heri-


da. ¿Cómo hago eso? ¿Cómo libero a un ofensor? Perdonándole. Es la única forma
de hacerlo. No espere que le pida perdón. Hágalo ya, sea que le pida perdón o no,
porque usted lo está haciendo por su propio bien y no por el de él. ¿Por qué? Porque
Dios le ha perdonado, porque usted va a necesitar perdón en el futuro y porque el
resentimiento no funciona, solamente lo hace sentirse miserable. Por lo tanto, libere
a su ofensor y perdónele por amor a usted mismo.
Hace algunos años aquí en la iglesia de Saddleback había una señora de nombre
Judy que estaba pasando por un divorcio tremendo. Tenía un estrés bastante fuerte.
En medio del divorcio, empezó a perder la visión de uno de sus ojos. El ojo dañado
comenzó a deteriorarse rápidamente. Fue a un instituto para ojos y se hizo examinar.
Le dijeron: “Se está deteriorando; lo sentimos, no hay nada que podamos hacer”. Ella
estaba cargando todo este resentimiento y toda esa amargura. Un día, entró a la igle-
sia Saddleback. Estábamos en una de nuestras reuniones, yo estaba hablando acerca
del resentimiento y dije: “Por amor a usted mismo debe dejarlo ir. Por su propio bien,
tiene que soltar a su ofensor, no importa lo que le haya hecho. No permita que las per-
sonas de su pasado sigan hiriéndole en su presente a través del resentimiento.
Suéltelo”. Ella inclinó su cabeza y dijo: “Dios, te entrego mi corazón y suelto a mi
ofensor. Lo libero”. Salió de la iglesia y mientras caminaba por el patio, recobró la
vista. Regresó al instituto. Ellos le dijeron: “Este es un milagro. Usted estaba ciega de
ese ojo”. Cuando ella dejó ir su resentimiento, Dios le dijo: “Quiero hacer un mila-
gro en tu vida”. Usted no se puede imaginar lo que puede pasar en su vida cuando
libere a las personas que le han herido.
¿Con qué frecuencia tengo que hacerlo? “¿Cuántas veces deberé perdonar a mi
hermano, si me hace algo malo? ¿Hasta siete? Jesús le contestó: No te digo hasta siete
veces, sino hasta setenta veces siete”. Él está diciendo que el perdonar tiene que ser
una actitud continua. El perdón no es algo que se hace una sola vez, usted dice: “Lo
perdono” y ya estuvo. No puede ser así porque esos sentimientos van a seguir llegan-
do y cada vez que tenga esos sentimientos lo tendrá que perdonar otra vez. El perdón
no es algo de un solo tiro. Es una cuestión repetitiva. Debe ser continuo. Jesús dijo:
“Una y otra vez”. Y cada vez que le venga a la mente, usted debe perdonarlo otra vez
hasta que sepa que lo ha liberado por completo. Eso puede ser hasta trescientas veces,
no lo sé.
¿Cómo saber cuándo se ha soltado a un ofensor por completo? Cuando piense en
él y sienta que ya no le duele. Cuando puede pedir que Dios le bendiga. Cuando
puede comenzar a ver y entender como él ha sido dañado, en lugar de enfocarse en
cómo le dañó a usted, porque la gente que daña a otros se daña ella misma. Así que
comience a entender su herida. Será entonces cuando sabrá que lo ha liberado. Siga
perdonándole, siga perdonándole, hasta que finalmente pueda pensar en él y ya no le
duela. ¿Cómo perdonar en un divorcio? No puede, pero sí se puede deshacer del
dolor. Librarse de él.
Cuando libere a un ofensor no siempre es posible, ni tan siquiera aconsejable, que
usted regrese a esa persona que le dañó. Las circunstancias de ellos puede que hayan
cambiado. Quizás fueron sus padres los que le hicieron el daño. Quizás ellos nunca se
dieron cuenta de lo que habían hecho como para que ahora usted regrese después de
cuarenta años y les diga: “Ustedes hicieron esto conmigo”. Eso solamente les sor-
prendería. Nunca se dieron cuenta de lo que habían hecho. Algunas personas han
cambiado. Otras se han vuelto a casar. Algunos se han ido a vivir a otro lugar y usted
ni sabe donde están. Otros han muerto. ¿Qué hacer en ese tipo de situaciones? Haga
uso de lo que yo llamo la técnica de “la silla vacía”. Consiga una silla y póngala en un
cuarto, e imagine que esa persona está en esa silla y diga: “Necesito decirte algo. Así
es como me dañaste” y expréselo. “De esta forma me dañaste, de esta otra y de esta
otra. Pero quiero que sepas que te perdono porque Dios me ha perdonado y porque
el resentimiento no funciona y porque quiero obtener perdón en el futuro. Te libero”.
Otra forma de hacerlo es escribir una carta que nunca va a poner en el correo. “Así es
como me dañaste”. Y pone toda esa carga en la carta. Al final dice: “Pero comenzan-
do desde hoy, te perdono, porque Dios me ha perdonado, porque el resentimiento no
funciona y porque necesitaré del perdón en el futuro”. Y usted lo hace por su propio
bien. Libere a su ofensor para que pueda experimentar libertad.

3. Reemplazo mi herida con la paz de Dios. “Que gobierne en sus corazones la paz
de Cristo”. ¿Cómo? “Esto es algo injusto. Si lo perdono quedará sin castigo”. No, no
es así. Deje que Dios tome en sus manos la situación. Él puede hacer un trabajo mejor
que el suyo. La Biblia dice que un día Dios va a aclarar todo y va a pedir cuentas y a
balancear las cosas, un día él tendrá la última palabra. Así que permita que Dios tenga
la última palabra en esto también. ¿De acuerdo? Él cuidará de eso. Él es el juez.
Solamente él. Es por eso que creo en el infierno. Jesús habló más del infierno que del
cielo. Si no hay infierno, entonces las personas como Hitler saldrán impunes y eso no
es justo, y Dios es un Dios justo. La Biblia dice que habrá un juicio. Así que solamente
libérelo y el resto del tiempo enfóquese en la paz de Dios en lugar de en tratar de arre-
glar las cosas. Permita que la paz reine en su corazón. El hecho es que las malas rela-
ciones pueden romper su corazón en pedazos. Simplemente lo pueden destrozar. Pero
Dios puede unir esas partes de nuevo y rodearlo y cubrirlo con su paz.
Debe liberar a los que lo hirieron para que Dios pueda reparar su corazón.

II. HACER ENMIENDAS CON LAS PERSONAS QUE HE DAÑADO


Pero este paso cuenta con una segunda parte, porque en la vida no solamente ha habi-
do personas que le han causado daño, sino que usted también ha provocado daño a otros.
Por eso la segunda parte de este paso es hacer enmiendas a las personas que ha
dañado. ¿Es esto realmente necesario? Absolutamente.

¿POR QUÉ?
Porque las relaciones sin resolver son la raíz de su problema y ellas impiden que
suceda la recuperación. Así que tiene que proceder a la segunda parte de este paso.
Hacer enmiendas a las personas que usted ha dañado es tan importante y necesario
como liberar a la persona que le ha dañado. ¿Por qué? Hebreos 12:15 dice:
“Asegúrense de que nadie deje de alcanzar la gracia de Dios; de que ninguna raíz
amarga brote y cause dificultades y corrompa a muchos”. Lo que se está diciendo aquí
es: “La razón por la que no puedes vencer ese hábito, ese complejo, ni librarte de esa
herida es porque todavía tienes relaciones no resueltas”. Y esas relaciones no resuel-
tas deben ser tratadas si realmente quiere seguir con su recuperación, ser la persona
que Dios quiere que sea y disfrutar la clase de felicidad que él suplió para que usted la
tuviera en primer lugar en su vida.

¿CÓMO?
¿Cómo hago enmiendas a las personas que he dañado?

1. Haga una lista de las personas a las que ha dañado y lo que les hizo. Quizás usted
diga: “No puedo recordar a nadie”. Si es que lo dijo, le voy a poner un par de ejem-
plos. ¿Hay alguien a quien le deba algo que no le ha pagado? ¿Hay alguien a quien no
le ha cumplido una promesa? ¿Hay alguien al que trata de controlar? ¿Su cónyuge?
¿Un hijo? ¿Un hermano? ¿Un empleado? ¿Un amigo? ¿Hay alguien con quien es
extremadamente posesivo? ¿Alguien con quien es extremadamente crítico? ¿Ha abu-
sado verbalmente de alguien? ¿O físicamente? ¿O emocionalmente? ¿Hay alguien a
quien no ha apreciado o no le ha puesto atención o a quien no le ha recordado un ani-
versario? ¿Hay alguien a quien le ha sido infiel? ¿Le ha mentido a alguien? ¿Es esto
suficiente para comenzar o necesito continuar? Haga una lista de aquellas personas a
quienes ha dañado y lo que les hizo.

2. Piense cómo le gustaría que alguien hiciera enmiendas con usted. Lucas 6:31 dice:
“Traten a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes”. Así que detén-
gase y piense: “Si alguien llegara y me pidiera disculpas ¿cómo me gustaría que lo
hiciera?” Y hágalo de esa manera. Hay tres asuntos que necesita observar:
1. Tiempo. Eclesiastés 8:6 dice: “Hay un tiempo correcto y una forma correcta
para hacer todo”. Usted no va y simplemente le suelta una bomba a alguien. No se
acerca a alguien cuando va saliendo de prisa de su casa o cuando está durmiendo y le
dice: “Por cierto tengo algo que arreglar con usted”. Lo hace de acuerdo con el tiem-
po de esa persona. No cuando sea el mejor tiempo para usted sino cuando sea el mejor
tiempo para ella.

2. Actitud. Tiene que tener la actitud correcta. Efesios 4:15 dice: “Profesando la
verdad en el amor”. ¿Cómo le gustaría que alguien le pidiera disculpas? En privado,
con humildad, con sinceridad, simplemente diciendo que lo que hicieron fue inco-
rrecto, sin presentar ninguna justificación por lo ocurrido, sin excusas ni hablar de lo
que usted hizo, solamente asumiendo la responsabilidad. Puede que la otra persona
haya sido parte del problema, pero usted solamente está tratando de aclarar la parte
que le corresponde de la situación. No trate de justificar sus acciones. Enfóquese en
lo que le corresponde de la situación y no espere nada a cambio por parte de la per-
sona con quien está tratando de hacer enmiendas.
Restituya cuando sea posible. Si le han prestado algo y no lo ha devuelto, devuél-
valo. Si le debe a alguien, páguele. La primera vez que di este paso, tenía diecisiete
años. Una de las cosas de mi lista era regresarle dinero a mi hermana, el cual yo había
robado para comprar un álbum de Jimmy Hendrix. No quería hacerlo, pero lo hice.
Tenía una lista y fui a hacer enmiendas para que no hubiera secretos vergonzosos sin
confesar. Así que pude llegar a un punto en mi vida donde me puedo parar hoy y decir:
“Amigos, no tengo nada que esconder. No soy perfecto, pero todas las cosas que he
hecho las he reparado, he hecho enmiendas por eso”. Eso le da libertad y confianza.
Hay en la Biblia un hombre llamado Zaqueo. Jesús vino a su casa. Él era un recau-
dador de impuestos para el Imperio Romano. En esos días los recaudadores de impues-
tos cobraban una determinada cantidad, le entregaban menos a Roma, y ellos se que-
daban con lo restante. Así le robaban al pueblo, por lo que el pueblo los odiaba. Jesús
escogió a Zaqueo para ir a su casa y la vida de este cambió cuando conoció a Cristo.
Dijo: “Señor, voy a devolver cuadruplicado todo lo que he robado”. Jesús lo miró y
dijo: “La salvación ha llegado a este hombre”. Él era un verdadero cristiano. Él estaba
dispuesto a poner su dinero donde estaba su boca. Él restituyó donde fue necesario.
Nota: Entre más seria es su ofensa, menos probable es que pueda restituirla. Hay
algunas cosas que ha quitado a otros que no podrá restaurar. Pero no subestime el
pedir una disculpa sincera. Lo que tiene que hacer es ir a esa persona en el tiempo
correcto, con la actitud correcta, y decirle: “Lo siento, estaba equivocado, no merezco
su perdón, pero ¿hay alguna forma en que pueda enmendar mi error?” Y lo deja así.

3. ¿Es apropiado? Proverbios dice: “Hay quienes hieren con sus palabras, pero
hablan los sabios y dan el alivio”. Otra vez, hay algunas situaciones donde no sería
sabio contactarse con la persona que usted ha dañado. Recuerde que lo que caracteri-
za este paso es “excepto cuando al hacerlo pueda dañar a dichas personas o a otras”.
En algunas situaciones no va a desear volver a estas personas porque eso solamente
abriría un gran pote de gusanos y probablemente haría de la situación algo peor. Se
podría dañar a alguien inocente. Por ejemplo, no sería buena idea ir donde una anti-
gua novia que ahora está casada. O donde un novio. Usted no querrá hacer eso. Hay
personas inocentes a las que se podría causar algún daño innecesariamente. En casos
como estos, se recomienda el uso de la técnica de la silla vacía. O escribir una carta
que nunca va a mandar. Romanos 12:18 dice: “Si es posible, y en cuanto dependa de
ustedes, vivan en paz con todos”.

4. Reenfocar su vida. Reenfoque su vida haciendo la voluntad de Dios y comen-


zando hoy en sus relaciones. De eso se trata la recuperación. Una persona de nuestra
familia en Saddleback que ha estado comenzando este proceso de recuperación es
Rebecca Hanson. He aquí su testimonio.

Rebecca: Crecí en una casa donde no fui deseada. Mis padres tenían dos niños de
uno y dos años, y mi mamá no estaba esperando ni a mi hermana gemela ni a mí. No
fui deseada y me lo decían. Mientras crecía escuchaba cosas como: “No eres buena,
nunca lograrás nada, nunca serás una buena esposa, ojalá nunca hubieras nacido”. Mis
padres eran alcohólicos. Mi mamá también tenía un problema de desorden alimenticio.
Mi papá era un hombre de mal genio que siempre me estaba pegando. Cuando niña, mi
primera emoción fue el temor. Lo que más deseaba era amor y aceptación. Luego desa-
rrollé un desorden alimenticio. A los veintitrés años pesaba ochenta y nueve libras.
Fue en ese tiempo que invité al Señor para que tomara el control de cada área de
mi vida. Una de sus primeras amorosas respuestas fue que trajo a mi vida a mi esposo
Glen, quien literalmente me amaba. Se me ha dicho que soy una “niña milagro” y mi
respuesta a las personas que dicen eso es: “El milagro en mi vida es Jesucristo”. Él me
ha traído un gozo enorme, y eso sucedió hace once años.
Tuve un par de años de consejería y Dios me condujo por un largo camino de
sanidad en diferentes áreas de mi vida. Me bendijo con gran gozo al darme dos hijos
bellísimos y estoy feliz de decir que tengo un matrimonio fuerte y saludable, por lo
que estoy muy agradecida. Dios es mi fuente de fortaleza y su Palabra es la fuente de
descanso para mi vida. Sé que Dios aún no ha terminado conmigo. He tenido recuer-
dos dolorosos que he ocultado por mucho tiempo y pensaba que eran demasiado
horribles como para compartirlos, hasta que llegué a este momento de mi vida. Hace
dos años vine a Saddleback y leí acerca de Celebremos la Recuperación, supe que quería
ir pero estaba verdaderamente asustada de que al quitarme la máscara y revelar mi
vida, la gente no me aceptaría y no me amaría. Lo que encontré cuando di ese primer
paso no fue rechazo sino personas que estaban llenas de amor, gente muy valiente, lle-
nas de ánimo y expectativa. Celebremos la recuperación es un lugar donde puedo ir y no
solamente compartir mi dolor sino que puedo dar a otros escuchando su dolor tam-
bién. Es un lugar donde compartimos nuestras cargas y nos ayudamos para hacerlas
menos pesadas. Es un acto para obtener fortaleza y poder afrontar un día a la vez.
También es un tiempo para unirnos el viernes por la noche y celebrar nuestras victo-
rias. Le animo a dar ese primer paso.
He aquí el punto: En tanto usted se enfoque en alguien contra quien tiene algún
tipo de resentimiento le está permitiendo a esa persona controlarlo. Algunos de ustedes
todavía están permitiendo que personas del pasado les controlen el presente. En tanto
sienta resentimiento, ellos le controlarán. Si sigue con ese resentimiento terminará
pareciéndose a la persona contra la cual guarda rencor. Sí, así es como funciona esto. Se
dice: “Nunca seré como mi papá”, pero en lo que usted se enfoca es lo que llegará a ser.

La buena noticia es esta: Dios quiere tratar con todo ese lío de relaciones en su
vida pero él sabe cuándo usted podrá manejar la situación, de modo que va quitando
una capa a la vez. Cuando usted se vuelve un creyente y da el Paso 3, se quita una capa.
Y mientras pasa el tiempo, Dios quiere seguir tratando con usted, obrando en usted,
liberándole de sus heridas, hábitos y complejos. Hoy es otro día, otro paso. Perdono
a los que me han dañado y hago enmiendas con los que yo he dañado. Dios comien-
za a reciclar toda la basura del problema de relaciones en mi vida y a usarla para bien.
Así ocurre con el reciclaje de basura. Dios quiere reciclar la basura emocional en su
vida y sacar algo bueno de eso.
¿Cómo lo hace? Job 11:13-16 dice: “Ponga su corazón en orden, diríjase a Dios
... luego enfrente al mundo otra vez, firme y con valor. Entonces todos sus problemas
desaparecerán de su memoria, como aguas que pasaron y que no son más recorda-
das”. Note que hay tres pasos para reenfocar su vida:

1. Entregue su corazón. Libere y perdone.


2. Busque a Dios. Reciba a Cristo en su vida. Diga: “Jesucristo, Dios, ven a mi
vida”. Busque a Dios. No puede fabricar suficiente perdón para todas las veces que
vaya a ser herido en el mundo. Simplemente no lo tiene. El perdón humano se des-
vanece. Usted necesita conectarse a Jesucristo para que él le dé diariamente el perdón
que necesita para ir soltando cada día y finalmente liberarlo completamente. Busque
a Dios y él le dará el perdón que usted pensó que no podía dar.
3. Enfrente al mundo otra vez. No lo abandone, no se esconda en una concha,
tome decisiones, decida vivir, diga: “Ya no soy una víctima”. Y comience a mirar hacia
delante.
Observe lo que sucede cuando da estos tres pasos:
Todos sus problemas desaparecerán de su memoria. ¿No le gustaría ser libre de
toda esa basura de relaciones? Ese es el propósito del Paso 6. Le desafío a dar ese paso
conmigo hoy.
MANTENGA EL IMPULSO
El Camino a la Recuperación – Parte 7

R.E.C.U.P.E.R.A.

Reconozco que no soy Dios; admito que soy incapaz de controlar mi tendencia a
hacer lo malo y que mi vida es inmanejable.

En forma sincera creo que Dios existe, que le intereso y que él tiene el poder para
ayudarme en mi recuperación.

Conscientemente elijo entregar toda mi vida y voluntad al cuidado y control de


Cristo.

Un auto examen y confesión de mis faltas a Dios, a mí mismo, y a alguien en quien


confío.

Para que Dios haga todo cambio que quiera hacer en mi vida, me someto volun-
tariamente a él y le pido humildemente que remueva mis defectos de carácter.

Evalúo todas mis relaciones, ofrezco perdón a los que me han dañado y hago
enmiendas por el daño que he causado a los demás, excepto cuando al hacerlo pueda
dañarlos tanto a ellos como a otros.

RECAÍDA: Retroceder a un patrón autodestructivo

Cómo sucede
Complacencia
Confusión
Compromiso
Catástrofe

I. ¿QUÉ PUEDE CAUSAR UNA RECAÍDA?


1. Volver a ___________________________.

“¡Cómo pueden ser tan necios! Comenzaron por el Espíritu de Dios. ¿Quieren
ahora terminar por su propio poder?” Gálatas 3:3 (DHH)

“No será por la fuerza ni por ningún poder, sino por mi Espíritu —dice el Señor
Todopoderoso”. Zacarías 4.6 (NVI)

2. Ignorar _______________________________.

“¡Estaban yendo tan bien! ¿Quién les obstaculizó de obedecer la verdad?” Gálatas
5:7 (DHH)

3. Tratar de recuperarse ______________________.

“Más valen dos que uno, porque obtienen más fruto de su esfuerzo. Si caen, el uno
levanta al otro. ¡Ay del que cae y no tiene quien lo levante!”. Eclesiastés 4:9-10 (NVI)

“No nos demos por vencidos de ese hábito de reunirnos”. Hebreos 10:25 (DHH)

4. Volverse __________________________________.

“Al orgullo le sigue la destrucción; a la altanería, el fracaso”. Proverbios 16:18


(NVI)

“Si alguien piensa que está firme, tenga cuidado de no caer”. 1 Corintios 10:12
(NVI)

II. CÓMO PREVENIR UNA RECAÍDA


EL SÉPTIMO PASO

Reservo un _____________________ con Dios para una auto evaluación, lectura de


la Biblia y oración, para conocer a Dios y su voluntad para mi vida y obtener
______________
para hacerlo.

“Vigilen y oren para que no caigan en tentación. El espíritu está dispuesto, pero el
cuerpo es débil”. Marcos 14:38 (NVI)

1. Evaluación

“Examínense ... pruébense a sí mismos”. 2 Corintios 13:5 (NVI)

“Hagamos un examen de conciencia y volvamos al camino del Señor”. Lamentaciones


3:40 (NVI)

¿Qué tipo de evaluación?


Física
Emocional
Relacional
Espiritual

“Cada cual examine su propia conducta; y si tiene algo de qué presumir, que no
se compare con nadie”. Gálatas 6:4 (NVI)

¿Cuándo evaluar?

_______________________________.
_______________________________.
_______________________________.

2. Meditación
“_______________________ lo suficiente para escuchar a Dios”.

“Dichoso el hombre ... que en la ley del Señor se deleita, y día y noche medita en
ella. Es como el árbol plantado a la orilla de un río que ... da fruto y sus hojas jamás
se marchitan. ¡Todo cuanto hace prospera! Salmo 1:1-3 (NVI)

“He guardado tus palabras en mi corazón para no pecar contra ti”. Salmo 119:11
(DHH)

3. Oración

“Así es como deben orar: Padre nuestro que estás en el cielo; que tu santo nom-
bre sea honrado; que venga tu reino; que tu voluntad sea hecha en la tierra como en
el cielo. Danos hoy el alimento que necesitamos. Perdona nuestros pecados, como
nosotros perdonamos lo que otros nos han hecho. No nos lleves a ser tentados, sino
guárdanos a salvo del enemigo”. Mateo 6:8-13 (DHH).
MANTENGA EL IMPULSO
El Camino a la Recuperación – Paso 7
Marcos 14:38

En las últimas semanas hemos venido hablando de salir de la oscuridad, exponer


nuestros problemas a la luz del amor de Dios y ver cómo él sana esos hábitos, esas
heridas y esos complejos que arruinan nuestras vidas. Hemos participado en esta serie
del Camino a la Recuperación por siete semanas y muchos de ustedes están viendo gran-
des cambios en sus vidas. He recibido cientos de cartas, notas, tarjetas de personas
contándonos de los cambios que están haciendo en sus vidas por medio de esta serie.
¡Eso es tremendo!
Pero hoy quiero hablar acerca de cómo mantener su recuperación. Cómo no per-
der el progreso que está haciendo en su vida cristiana.
El hecho es este: el crecimiento no es algo fácil. El Camino a la Recuperación es
irregular. Es algo así como dos pasos adelante y uno atrás. No es fácil. Usted tiene
problemas y retrocede a modelos auto destructivos. A eso se le llama recaída. El alco-
hólico regresa a la bebida. El que come mucho vuelve a aumentar de peso. El aposta-
dor regresa al casino. El adicto al trabajo vuelve a saturar su horario. Tendemos a
repetir los modelos de nuestro pasado. Es bien fácil resbalarse en esas antiguas heri-
das, antiguos hábitos y viejos complejos.
Hoy quiero que veamos lo que causa una recaída, cómo mantenerse (que es el
Paso 7 en El Camino a la Recuperación) y cómo evitarla.
En primer lugar, quiero que entienda que las recaídas suceden en un patrón muy
predecible.

El primero es la complacencia. Usted comienza a sentirse cómodo con pequeñas vic-


torias. Comienza a decir: “No necesito más ayuda, mi dolor se ha reducido. No se ha
eliminado, pero se ha reducido y puedo vivir con él. Así que ya no necesito ir a los
grupos. Ya no necesito trabajar los pasos. No necesito un consejero o un mentor”. Y
comienza a ser complaciente.

El segundo es la confusión. Es cuando comienza a racionalizar, diciendo: “Quizás no


fue tan mal después de todo. El problema realmente no era tan grande, lo puedo
manejar por mí mismo”. Y así, comienza a olvidar cuán malo era.
El tercero es el compromiso. Regresa al lugar de la tentación, a la situación de riesgo
que lo metió en problemas: el bar, el centro comercial, la discoteca o lo que sea.
Regresa a ese lugar. Como el apostador que dice: “Vamos a Las Vegas, solamente
veremos el espectáculo”. Comienza a comprometerse.

La catástrofe se produce cuando usted cede al hábito anterior. Se abre la antigua


herida y el odio, el resentimiento o el antiguo complejo vuelven. Usted necesita
entender que el colapso no es la recaída. La catástrofe no se produce cuando ocurre
la recaída; esta comenzó mucho antes. La catástrofe es simplemente el resultado de
un patrón determinado.
¿Por qué retrocedemos? ¿Por qué, aun sabiendo qué camino seguir y qué es lo
correcto que tenemos que hacer, tendemos a retroceder de lo que sabemos que está bien?

I. ¿QUÉ PUEDE CAUSAR UNA RECAÍDA?


1. Volver a la fuerza de voluntad. Gálatas 3:3 dice: “¡Cómo pueden ser tan necios!
Comenzaron por el Espíritu de Dios. ¿Quieren ahora terminar por su propio poder?”
Comenzaron confiando en Dios. El Paso 1 es: “Soy incapaz de cambiar”, el Paso 2 es:
“Dios tiene el poder”, y el Paso 3 es: “Lo entrego a Dios”. Usted permite que Dios
haga los cambios en su vida pero luego de un tiempo comienza a pensar: “Soy yo
quien está haciendo esto, yo estoy haciendo los cambios. Es mi poder”. Y recurre a la
buena y vieja fuerza de voluntad, y eso no funciona. Consigue unos pocos logros y de
repente piensa que tiene todo el poder, todo el conocimiento, y que puede manejarlo
todo. Es como la señora que fue a Nueva York y subió a un apartamento en un piso
veintitrés, tocó la puerta y una joven muy hermosa abrió la puerta, el incienso flota-
ba por el cuarto, la música sonaba. La joven lucía una vestimenta exótica y tocaba unas
campanitas, y dijo: “¿Está aquí para ver al gran Bagone... el que todo lo sabe, todo lo
ve, todo lo dice, todo lo entiende, el que está en el control de todo?” La señora le con-
testó: “Sí, dígale a Sheldon que su mamá está aquí”. Todos necesitamos de alguien que
nos recuerde que somos Sheldon. Todos necesitamos de alguien que nos diga: “¿A
quien engañas? Tú eres tú”. Y Dios dejará que recaiga y recaiga y recaiga hasta que
sé dé cuenta que no puede hacerlo por usted mismo. Él simplemente lo dejará caer
cien, doscientas, trescientas veces hasta que diga: “Dios, no puedo hacerlo”. Zacarías
4:6 dice: “No será por la fuerza ni por ningún poder, sino por mi Espíritu —dice el
Señor Todopoderoso”. Solamente Dios tiene el poder para quitar esos defectos. Si
usted regresa a la fuerza de voluntad, va a recaer. Si está pensando: “Solo voy a inten-
tarlo más arduamente”, olvídelo.
2. Ignorar uno de los pasos. Nos apresuramos. Tratamos de avanzar rápidamente en
los pasos, quizás desee saltarse uno difícil, diciendo: “No creo que necesite la parte de
hacer enmiendas; podría tener una recuperación parcial”, y nos saltamos ese día que
dice: “Vuelva a la gente que ha dañado”. No, usted necesita dar todos los pasos o el
proceso no funciona. Y necesita seguir lo que la Biblia ha dicho que son los principios
para la vida. No hay atajos en la recuperación. No se metió en este lío de la noche a la
mañana; tampoco va a salir de eso en un solo paso. Necesita dar todos los pasos.
“¡Estaban yendo tan bien! ¿Quién les obstaculizó de obedecer la verdad?”, dice el
Señor. Así es que, sigan trabajando en los pasos, mantenga su impulso, permanezcan
en los fundamentos.

3. Tratar de recuperarse sin ayuda. “Voy a mejorar por mí mismo. No necesito la


ayuda de nadie más”. Con eso, usted está propiciando una recaída. “Voy a escuchar
estas predicaciones, no voy a ir a consejería, no voy a ir a Celebremos la Recuperación,
no voy a asistir a un grupo pequeño; escucharé estos mensajes y mejoraré por mí
mismo”. Está equivocado. No funciona de esa forma. “Más valen dos que uno, por-
que obtienen más fruto de su esfuerzo. Si caen, el uno levanta al otro. ¡Ay del que cae
y no tiene quien lo levante!” No puede vencer este problema solo. Si pudiera, ya lo
hubiera hecho. Pero no puede, así que no lo hará. Cuando sea tentado y las cosas
vayan mal, ¿a quién va a llamar? El gran teólogo Bill Withers dijo: “Todos necesita-
mos a alguien en quien apoyarnos”. Efectivamente. Todos necesitamos a alguien que
nos dé su apoyo y necesitamos ayuda. Y usted no lo va a lograr si no tiene esas rela-
ciones. Hebreos 10:25 dice: “No nos demos por vencidos de ese hábito de reunirnos”.
Puede ver algunos resultados en su vida sin involucrarse con otros y dar estos pasos;
puede dar estos pasos por usted mismo y también verá algunos pocos resultados, pero
no puede lograr una recuperación duradera sin relaciones. La raíz de su problema es
relacional. Puede salir y practicar estas cosas por usted mismo y no involucrarse con
nadie más. Funcionará por un tiempo pero no funcionará a largo plazo, y recaerá. Lo
garantizo. Es como manejar un carro a cincuenta y cinco millas por hora y quitar las
manos del timón. No va a chocar inmediatamente pero inevitablemente sucederá. Y
si no tiene ayuda cuando la tentación viene y luego no sabe cómo hacer lo correcto,
¿quién le va a ayudar a hacer lo correcto? Si cae, ¿quién estará allí para ayudarle?
Para evitar una recaída, necesita obtener ayuda en su vida. Porque por la negación
frecuentemente no puede ver sus propios problemas. Así que unos a otros tenemos que
servirnos como espejos. Ese es el valor de los testimonios y las historias que hemos esta-
do teniendo. Cuando usted comparte su historia, veo algo de mí mismo reflejado en ella.
Nunca me hubiera visto a mí mismo en su historia si usted no la hubiese compartido. Y
cuando yo la comparto, veo parte de usted en mí. Cuando alguien comparte un testi-
monio trae sanidad a sí mismo y esperanza para otras personas.

4. Volverse orgulloso. Muchas veces somos orgullosos, demasiado confiados.


Decimos: “Soy fuerte. Ya supere esta herida. Ya vencí este hábito. Los he perdonado,
he cerrado la puerta”. Proverbios 16:18 dice: “Al orgullo le sigue la destrucción; a la
altanería, el fracaso”. Usted necesita ser humilde o se tambaleará. El hombre arro-
gante eventualmente quedará expuesto. Recuerde la lección de la ballena: Cuando
llega a la cumbre y está lista para soplar, allí es cuando es arponeada. El orgullo nos
lleva a toda clase de problemas. El orgullo siempre nos prepara para una caída. Nos
ciega y no vemos nuestras debilidades. Nos impide buscar ayuda. No nos deja hacer
enmiendas a otras personas. Nos aleja de dar todos los pasos completamente. El
mayor problema con el orgullo es que nos hace culpar a otros por nuestros propios
problemas. Decimos: “No es mi problema”. Y es el orgullo el que habla. Le echa la
culpa a alguien más. Como el muchacho que fue al psiquiatra y dijo: “Creo que tengo
un problema”. El siquiatra le contestó: “Voy a mostrarle algunos dibujos, dígame lo
que son y luego le diré cuál es el problema”. Le mostró un cuadrado. El muchacho
dijo: “Veo la ventana de un apartamento y adentro hay una pareja teniendo intimi-
dad”. Luego el siquiatra le mostró un círculo. El muchacho dijo: “Veo una playa blan-
ca maravillosa, y el círculo es una sombrilla de playa, y bajo esa sombrilla hay una
pareja teniendo intimidad”. Luego, le mostró un triángulo. El muchacho dijo: “Veo
una hermosa reservación y esa es una tienda india y adentro hay una pareja teniendo
intimidad”. El siquiatra entonces le dijo: “No tenemos que ir más allá, usted está
obsesionado con el sexo”. El muchacho replicó: “¿Yo obsesionado con el sexo? Usted
es el que está mostrando esos dibujos obscenos”. No es mi problema, es el problema
de alguien más. El orgullo nos provoca culpar a otros. En 1 Corintios 10:12 leemos:
“Si alguien piensa que está firme, tenga cuidado de no caer”. El secreto de una recu-
peración que perdura es vivir con humildad. Es la mejor protección para una recaída.
No ser orgulloso, ni pensar que lo tiene todo bajo control. “Estoy tratando de que
todo salga bien pero no puedo tenerlo todo bajo control. Estoy tratando de que todo
salga bien”. Y así vive en un constante estado de humildad en su vida. Esa es la mejor
protección.
¿Recuerda hace algunos años, antes de que la Unión Soviética se desintegrara,
cuando un joven alemán violó en su avioneta el espacio aéreo soviético y aterrizó en
la Plaza Roja en Moscú? El espacio aéreo más resguardado del mudo y un simple
muchacho vuela justo dentro de él. Esa es una parábola de la vida. Significa que su
debilidad más grande es frecuentemente una fortaleza sin defensa. Usted dice: “Tengo
todo bajo control”. “Si alguien piensa que está firme, tenga cuidado de no caer”. “No,
mi matrimonio nunca se va a desintegrar”. Cuidado. “Nunca me haré adicto a nada”.
Cuidado. “Si alguien piensa que está firme, tenga cuidado de no caer”. Porque a
menudo el área en que usted piensa que es más fuerte está sin defensa y es allí donde
va a llegar el avión y aterrizará exactamente en medio de ella.

II. ¿CÓMO PREVENIR UNA RECAÍDA?


Con mantenimiento. Mantenga esos pasos de los que hemos hablado. El Paso 7
es el paso del “mantenimiento”: RESERVO UN TIEMPO DIARIO CON DIOS
PARA UNA AUTO EVALUACIÓN, LECTURA DE LA BIBLIA Y ORACIÓN,
PARA CONOCER A DIOS Y SU VOLUNTAD PARA MI VIDA Y OBTENER
EL PODER PARA HACERLO.
Este paso está basado en Marcos 14:38: “Vigilen y oren para que no caigan en ten-
tación. El espíritu está dispuesto, pero el cuerpo es débil”. Lo que aquí se está dicien-
do es que es natural en el ser humano el tener una recaída, el volver a las cosas que
nos afectan aunque sabemos que nos arruinan. Es natural en el ser humano dejar que
los problemas del pasado nos vuelvan a visitar, que viejas heridas y complejos regre-
sen a perseguirnos. Así que Dios dijo necesitamos tener algunos guardianes. Y de eso
es de lo que trata este paso. Hay tres guardianes que le ayudarán a mantener su recu-
peración.

1. Evaluación. En 2 Corintios 13:5 dice: “Examínense ... pruébense a sí mismos”.


En Lamentaciones 3:40 leemos: “Hagamos un examen de conciencia y volvamos al
camino del Señor”.¿Qué es lo primero que examinamos? ¿Y cuándo?

¿Qué tipo de evaluación debemos hacer? Hay cuatro clases de inventarios:


a) El inventario físico. Usted se hace la pregunta: “ ¿Qué me está diciendo mi cuer-
po?” Su cuerpo es un barómetro de lo que está sucediendo dentro de usted. ¿Tiene
los músculos tensos? ¡Adivine qué! Usted está bajo estrés. ¿Tiene dolor de cabeza o
dolor de espalda? ¿Qué le está diciendo eso a usted? Su cuerpo es un barómetro, una
luz de advertencia de que quizás algo está mal y, por lo tanto, periódicamente necesi-
ta detenerse, quizás a mitad del día, y decirse: “¿Qué me está diciendo mi cuerpo?
¿Tengo hambre? ¿Estoy cansado? ¿Estoy fatigado? ¿Estoy completamente estresa-
do?” Estas son algunas señales de que quizás algo esté fuera de línea.

b) El inventario emocional. ¿Qué estoy sintiendo en este momento? ¿Estoy permi-


tiendo que mis verdaderos sentimientos salgan a la superficie? ¿O simplemente los
estoy reprimiendo? Reprimir sus verdaderos sentimientos es como agitar una botella
de Coca Cola sin quitarle la tapa; al final va a salir. Usted debe hacer lo que yo llamo
un chequeo de corazón (HEART, en inglés).

H ¿Estoy herido? Si se siente herido y no lo admite y trata con eso, se volverá un


problema y afectará todo lo que realiza.
E ¿Estoy exhausto?
A ¿Estoy afectado por el enojo?
R ¿Estoy resentido con alguien?
T ¿Estoy tenso? ¿Ansioso? ¿Temeroso?

c) El inventario relacional. ¿Estoy en paz con todos? Si no lo está, ese conflicto


interno va a hacerle atrasarse, lo mantendrá lejos de su recuperación. Hay algunas
personas a su alrededor con las cuales usted obviamente sabe cuándo está teniendo
conflicto. Pero hay otras personas que se encuentran a muchos kilómetros de distan-
cia. ¿Se había dado cuenta de que ha venido permitiendo que algunas personas vivan
en su mente sin pagar la renta? Tía Berta le causó un daño hace quince años y ella vive
a miles de kilómetros de distancia. Usted se levanta pensando en ella. Le está permi-
tiendo vivir en su mente gratis. Sigue preocupado por lo que ella le hizo hace quince
años. Tía Berta lo está controlando. Tiene que librarse de eso. Pregúntese: “¿Hay
alguien que esté ocupando mi mente? ¿Estoy aferrándome a alguna herida?”

d) El inventario espiritual. ¿Estoy confiando en Dios momento a momento?


Cuando usted hace un inventario en su trabajo, como en una tienda, no solamen-
te mira las frutas que están malas, también mira las cosas que están bien. Cuando hace
un inventario usted querrá decir: “¿Qué hay de bueno en mi vida?” Celebre cualquier
logro, por pequeño que sea. “Dije la verdad por lo menos una vez hoy”. “Estropeé
algo dos veces, pero una vez lo hice bien”. “Al fin no quise ser egoísta en esa situa-
ción”. Celebre, no importa cuán pequeño sea el progreso. Lo importante es que está
progresando.
Usted hace una evaluación. Celebra sus éxitos y confiesa sus fracasos, pero debe
estar agradecido por lo que ha hecho. “Cada cual examine su propia conducta; y si
tiene algo de qué presumir, que no se compare con nadie”. Al hacer este inventario se
sentirá honestamente orgulloso: “Me siento orgulloso de lo que Dios está haciendo
en mi vida. Estoy agradecido de que Dios esté actuando y estoy viendo progresos en
mi vida”.

¿Cuándo debo hacer mi evaluación? La evaluación es como una limpieza de la casa.


Hay tres formas en las que puede limpiar una casa.
Algunos son extremadamente ordenados. Son limpiadores instantáneos, viven
con la aspiradora de polvo en la mano. Caminan tras sus hijos limpiando todo tras
ellos. Como esos camareros en los restaurantes que se llevan su plato antes de que
usted haya terminado de comer.
Otros limpian la casa al final del día. Miran por toda la casa, recogen todo, hacen
una limpieza diaria, y tratan que todo esté en su lugar.
Otros, limpian todo una vez al año, ya sea que la casa lo necesite o no lo necesi-
te. Algo así como una limpieza de primavera.
Estas son las mismas formas en que puede hacer un inventario.
Primero. Haga un inventario “punto de chequeo”. A cualquiera hora del día, cuan-
do comience a sentir que la presión crece, pregúntese: “¿Qué me está diciendo mi
cuerpo? ¿Qué dicen mis emociones? ¿Estoy a tono con Dios en este momento?
¿Tengo algún conflicto relacional?” Trate con eso inmediatamente, porque entre más
postergue un problema, peor se vuelve. Necesita aprender a hacer lo que yo llamo un
“respiro espiritual”. Así como el respirar es natural, es necesario también un respiro
espiritual. Este tiene lugar cuando se ha hecho algo mal, pero inmediatamente con-
fiesa su pecado, lo exhala y respira el amor de Dios: “Recibo tu perdón”. Eso es un
respiro espiritual. Necesita aprender a hacer eso momento a momento todos los días.
Usted puede tener respiros espirituales las veces que sea necesario. Rinda siempre
cuentas a Dios. No permita que esos pecados se acumulen. Si rinde siempre cuentas
a Dios, cuando tenga que hacer en el Paso 4 su inventario moral, este no será tan
extenso, porque ha estado rindiendo cuentas. ¿Con qué frecuencia saca la basura de
su casa? Si deja que se acumule, muy pronto su casa comenzará a oler mal. Usted tiene
que sacarla. Su vida comienza a tener mal olor si usted no trata con la basura que hay
en ella momento a momento. Así que el tiempo para un inventario de “punto de che-
queo” es cuando usted lo necesite.
Segundo. Revisión diaria. Al final del día encuentre un lugar quieto y revise su día,
confiese sus fracasos, celebre sus victorias, observe su día.
Tercero. Chequeo anual. Así como una limpieza de primavera. Salga por un día,
haga un inventario moral, tome un tiempo a solas para analizar su vida. Vea si todo
está en orden, priorice las cosas en su vida.

2. Meditación. Meditar es una muy buena palabra bíblica que ha sido adoptada por
mucha gente. Significa simplemente detenerse lo suficiente para escuchar a Dios. Eso
es todo. Las ocupaciones ahogan la recuperación y el crecimiento. Este es el secreto
de la fortaleza espiritual, y me he dado cuenta de que Satanás no lucha con nada tan
fuerte como con este asunto en mi vida. Él trata que no tenga tiempo a solas con Dios,
que no tenga un tiempo en silencio. Satanás tiene tres herramientas que utiliza: el
ruido, las multitudes y la prisa. Esas tres cosas lo alejan de escuchar a Dios diaria-
mente.
El Salmo 1:1-3: “Dichoso el hombre ... que en la ley del Señor se deleita, y día y
noche medita en ella. Es como el árbol plantado a la orilla de un río que ... da fruto y
sus hojas jamás se marchitan. ¡Todo cuanto hace prospera! La llave para el crecimien-
to es tener raíces bien profundas en la Palabra de Dios, y la forma en que puede tener
estas raíces es meditando en la Biblia con seriedad, pensando acerca de lo que lee en
ella por unos minutos y luego pensando en lo que eso significa en su vida. Eso es
meditar, decir: “¿Cómo puedo aplicar su Palabra a mi vida?” Cuando hace eso, él dice:
“Es como el árbol plantado a la orilla de un río que ... da fruto y sus hojas jamás se
marchitan”. Usted no tiene una recaída.
Nos necesitamos unos a otros y necesitamos la Palabra de Dios para ayudarnos a
mantenernos en el Camino a la Recuperación. Vea el beneficio. Él dice: “Si meditas,
tendrás éxito en todo lo que hagas”. Éxito. ¿Le gustaría tener éxito en todo lo que
hace? Dios dice: “Simple, solo medita en la Palabra”. Ese hábito le ayudará a cono-
cer lo correcto que debe hacer y entonces todo le saldrá bien.
Como el pastor que vio a un miembro de su iglesia terriblemente preocupado y
le preguntó: “¿Qué ha pasado?” El hombre le respondió: “No lo va a creer, pero mi
vida está hecha pedazos”. Y le contó que había perdido todos sus ingresos; que por eso
mismo su esposa lo estaba dejando; sus hijos andaban en drogas; lo habían despedido
del trabajo. Su vida era un verdadero desastre. El pastor le dijo: “Si usted consigue una
Biblia y medita en ella, Dios dice que le hará tener éxito”. Este hombre creyó en esas
palabras. El pastor añadió: “Vaya y abra su Biblia, ponga su dedo en cualquiera parte
de ella y haga lo que dice”. Seis meses después, el pastor y el hombre se volvieron a
encontrar. “¿Cómo le fue?”, le preguntó. El hombre respondió: “Hice lo que usted
me dijo. Abrí la Biblia, puse mi dedo en ella y decía Capítulo 11”.
No sugiero que use esa técnica. El punto es que Dios dice: “Mi Palabra es la fór-
mula para que triunfan en la vida”. Este es el manual para la vida y la vida se vuelve
más fácil cuando se siguen sus instrucciones.
¿Cómo meditamos en la Palabra de Dios? El Salmo 119:11 dice: “He guardado
tus palabras en mi corazón para no pecar contra ti”. Él salmista dice: “Creo en tu
Palabra, y guardo tus palabras en mi corazón”. ¿Cómo? Memorizándola. Si piensa en
la Palabra y memoriza los principios y los pasajes claves, esto le guardará de pecar. Le
alejará de una recaída. ¿Quiere evitar la tentación? Piense en la Palabra de Dios.
Medite en ella.
Si sabe cómo preocuparse, también sabrá cómo meditar. Preocuparse es simple-
mente una meditación negativa. Es tomar un pensamiento negativo y pensar en él una
y otra y otra vez. Mejor tome un versículo de la Biblia y piense en eso una y otra y
otra vez. A eso se le llama meditación. Así que si usted sabe cómo preocuparse, sabrá
cómo meditar.

3. Oración. Hay una tercera herramienta que Dios dice que será de ayuda para que
usted mantenga su recuperación. Es la oración. La oración puede hacer lo que Dios
puede hacer. Por cierto, es la forma en que la persona se conecta al poder de Dios.
Usted dirá que no puede hacerlo, pero Dios sí puede. ¿Cómo obtengo el poder de
Dios? Por medio de la oración. No mucha gente se da cuenta de que puede orar por
cualquier necesidad en su vida. Dios es un Padre de amor, quizás el Padre que usted
nunca tuvo. Puede orar por una necesidad financiera, por una necesidad física, por
una necesidad relacional, por una necesidad espiritual, por una necesidad emocional.
Él oirá cualquiera necesidad.
Hace una par de semanas, Chuck Swindoll y yo impartíamos un seminario juntos,
y mientras hablábamos, él contó que había recibido una carta de una señora que le
decía que tenía doce hijos pero que no se había casado sino hasta que tuvo treinta y
un años. Que nunca se había preocupado por casarse, que todo lo había dejado en las
manos de Dios y que había confiado su futuro a él. Pero también decía en su carta que
cada noche colgaba un par de pantalones de hombre al final de su cama, se arrodilla-
ba y hacía esta oración: “Padre celestial, escucha mi oración y contéstala si puedes. He
colgado un par de pantalones aquí, por favor llénalos con un hombre”. Chuck dijo que
contó esa historia en su iglesia y que vio a un hombre reír, pero su hijo adolescente
sentado a su lado no se reía para nada. Casi cuatro semanas después, recibió una carta
de la mamá de ese muchacho, diciendo: “Pastor Chuck, no sé si esto es serio o no,
solamente me pregunto qué pensará usted al respecto, porque cada noche cuando mi
hijo va a su cama, pone un bikini al final de esta. La oración puede hacer lo que Dios
puede hacer.
Ahora, ¿cómo orar? Vea lo que Jesús dice en Mateo 68:13 (DHH): “Así es como
deben orar: Padre nuestro que estás en el cielo; que tu santo nombre sea honrado; que
venga tu reino; que tu voluntad sea hecha en la tierra como en el cielo. Danos hoy el
alimento que necesitamos. Perdona nuestros pecados, como nosotros perdonamos lo
que otros nos han hecho. No nos lleves a ser tentados, sino guárdanos a salvo del ene-
migo”.
Quiero que vean un par de cosas acerca de la oración del Señor. Primero, quiero
que hagan un círculo en la palabra como. Noten que dice como deben orar. No dice lo
que deben orar. Dice como. Es decir, este un modelo. No es un ritual. La gente fre-
cuentemente pregunta por qué no hacemos esta oración todos los domingos. Porque
un par de versículos antes de esta oración, Jesús dice que no repitamos una oración
ritual; es decir, que no hagamos vanas repeticiones. Esta no fue una oración para ser
usada como ritual, sino es un modelo. Así es como deben orar. Ahora si se fijan bien,
verán que esta oración cubre todos los pasos de la recuperación. Padre nuestro que estás
en el cielo; que tu santo nombre sea honrado, está diciendo: “Reconozco que no soy Dios
sino tú”. Esos son los Pasos 1 y 2. Que venga tu reino; que tu voluntad sea hecha en la tie-
rra como en el cielo es el Paso 5. Danos hoy el alimento que necesitamos es el Paso 3. Perdona
nuestros pecados es el Paso 4. Como nosotros perdonamos lo que otros nos han hecho es el Paso
6. No nos lleves a ser tentados, sino guárdanos a salvo del enemigo se refiere a la recaída, es
decir, al Paso 7, que estamos viendo en este capítulo. Usted puede ver que la recupe-
ración es tan antigua como la oración del Señor. Jesucristo nos dio los principios por
los cuales encontrar una completa recuperación.
John McLaughlin nos comparte un ejemplo de cómo Dios le ha ayudado a man-
tener su recuperación.

John: Mi nombre es John McLaughlin y soy un creyente. También soy un alco-


hólico en recuperación que ha identificado a Jesucristo como su único poder superior.
Esto no siempre fue así, porque no hace mucho tiempo que aprendí que si crees en
Dios, crees en milagros, pero si confías en Su Hijo Jesucristo, experimentarás un mila-
gro. Déjame decirte cómo sucedió. No te aburriré con todos los detalles de mis vein-
tinueve años como bebedor compulsivo y obsesivo, excepto para decir que el alcoho-
lismo es una enfermedad progresiva, y que yo y mi enfermedad progresamos hasta lle-
gar a lo más bajo. Una contabilidad del daño de esos veintinueve años les mostrarían
absolutamente cero auto estima, una familia completamente desecha y abandonada,
dos divorcios, tres multas graves, cuatro visitas al Hotel Calle Flor (eso está en Santa
Ana, California y es administrado por el departamento del alguacil del condado de
Orange), cinco años sin llenar ninguna declaración de impuestos, seis viajes de emer-
gencia al hospital para ser tratado y un sin número de intentos por controlar mi pro-
blema con la bebida. Presión sanguínea de 190 sobre 165 y un peso de 265 libras
cuando dejé de tomar, pero descubrí que la mayoría de eso fue vodka barato y Valium,
los cuales fueron mis químicos elegidos al final. Ahora, ninguna de estas cosas son
importantes. Lo que realmente es importante para este testimonio es que puedo
recordar que oré solamente cuatro veces durante esos veintinueve años y dos de esas
oraciones fueron a punta de pistola. Puedo decirles, para completar esta lista que esta-
ba espiritual y moralmente en bancarrota. Fue durante la temporada de navidad de
1975, luego de una confrontación emocional con mi mamá, que recibí un poco de cla-
ridad y me di cuenta de que había perdido el juego de la vida, que ya no podía conti-
nuar así. Eso fue el 17 de enero de 1976, el día de mi último trago y el último de con-
sumo de droga. Desde el principio supe de alguna manera que quería lo que los
Alcohólicos Anónimos tenían para ofrecer. Exactamente desde el principio me di
cuenta de que la mayoría de ellos se veían muy bien y parecía que se bañaban a dia-
rio. Se veían saludables. Conseguían comida en algún lugar, y si eran completamente
como yo y no habían pagado sus impuestos en cinco años parecían felices. No pare-
cía que les importara. Y eso es lo que yo quería. Sin darme cuenta, había comenzado
mi viaje espiritual. En ese tiempo no conocía ni tenía la más mínima idea de lo que
quería decir Efesios 2:10: “Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús
para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en
práctica. Así que por los próximos quince años crecí y prosperé financiera y física-
mente. El compañerismo de Alcohólicos Anónimos era mi poder superior.
Pero no podía aceptar a Dios o ir a la iglesia porque había algo más que no les he
contado. Durante mis años de alcoholismo pertenecía a la CIA. Era parte de la CIA.
Contrario a lo que pueden pensar, eso significa Católicos, Irlandeses y Alcohólicos.
Por quince años no acepté a Dios en mi vida por todas esas cosas, por todo eso a lo cual
estaba aferrado. Pensaba que el catolicismo era rígido e imperdonable, y esto no es ver-
dad, la iglesia ha cambiado. Sentía que todos los irlandeses eran testarudos y muy
habladores. Y finalmente que todos los alcohólicos vivían en negación.
Muy pronto de estar en recuperación me di cuenta de que el alcoholismo no tenía
nada que ver con la bebida. El enemigo es la propia voluntad y la negación. Y todavía
no había conquistado esa parte de mi recuperación. Había un vacío en mi vida que me
atormentaba. Seguía diciendo: ¿Esto es todo lo que hay? Debe haber algo más para
vivir y estar sobrio que esto.
Alguna pieza desconocida y grande hacía falta. Finalmente y luego de quince
años, un día llegué a la conclusión de que tenía que encontrar una iglesia. Y ahora
estamos en la mejor parte. ¿No adivina? Esa semana había un volante en mi puerta de
la iglesia de la Comunidad del Valle de Saddleback en el que anunciaban una reunión
de Domingo de Pascua y el inicio de una serie de desarrollo de la vida en diez partes.
Esto no sonaba como una iglesia, ni nada amenazante, así que pensé que lo intenta-
ría. Fui a la reunión de Pascua en 1991 y escuché este mensaje: “Confía en Dios y el
pasado es perdonado; confía en Dios y el presente es manejable; confía en Dios y el
futuro es seguro”. Me conmoví y lloré durante casi todo el sermón. Sentí la presencia
del Espíritu Santo dándome finalmente la bienvenida a casa. En casa finalmente, el
vacío se había ido. Regresé a mi casa tan rápido como pude y le conté a mi esposa
acerca de esta iglesia con la banda de rock y el pastor con una camisa hawaiana. Creo
que ella pudo ver sin que yo lo mencionara el gozo, la paz, la calma y la presencia del
Espíritu Santo que recién había caído sobre mí. Y el resto es historia. En la clase
101 en junio de 1991, Rick siguió contándonos que necesitábamos a Jesucristo en
nuestra vida. En la clase 202 en agosto de 1991, el pastor Tom nos enseñó cómo orar
y nos mostró las formas de tener esa meditación y ese tiempo a solas con Dios. Me
bauticé el 22 de septiembre de 1991. Y, finalmente, en la clase 301 en noviembre de
1991, el pastor Steve no tuvo ningún problema en identificar mi ministerio y me envió
a Celebremos la Recuperación.
El pastor John me pidió que comenzara un nuevo grupo para las nuevas personas
que estaban llegando al grupo de recuperación para alcohólicos y comencé un pro-
grama llamado “Los primeros 90 días”, que era para los nuevos, para aquellos que
habían tenido una recaída. Disfruto mucho trabajar con las personas nuevas. Trato de
que comiencen en un programa de recuperación centrado en Cristo y espero que no
les tome cuarenta y cuatro años de su vida adulta para obtener lo que yo obtuve.
Además, obtenemos premios por varios días y noches de sobriedad en el progra-
ma, y desde que Rick ha comenzado esta serie de recuperación, hemos tenido perso-
nas asistiendo a la primera reunión. La última semana en Celebremos la Recuperación les
damos a muchas personas su placa honorífica y eso es algo bien especial. Nuestro
Padre celestial tiene un plan para mi vida y él ha sido perdonador, protector, pacien-
te y gratificante. Ya no tengo que preguntar si eso es todo lo que hay. Con Jesucristo
en mi vida como mi poder superior no hay más vacío. Tengo una idea del conoci-
miento de su voluntad para mi vida. Y diariamente oro y leo mi Biblia de
Recuperación para obtener el poder para seguir haciendo su voluntad. Este tiempo
diario de oración y meditación es el paso del que estamos hablando hoy, es como
podemos mantener sobriedad y guardia contra el peligro de una recaída. Así que, gra-
cias por permitirme compartir este pequeño milagro con ustedes esta mañana. Si esta
historia se parece a la historia de su vida, si han podido identificar algo de lo que está
pasando en sus vidas, denle una oportunidad a Celebremos la Recuperación. Aquí apren-
demos a disfrutar la vida, a divertirnos, reímos, tratamos de abandonar nuestra propia
manera de arreglar las cosas y permitimos que Dios obre en nuestras vidas. Y, perdón
por la expresión, pero estamos hablando realmente en serio con respecto a este nego-
cio de la recuperación. Gracias.

Quizás usted no tenga un problema de hábito como lo tenía John. Pero si tiene
una herida a la que se ha estado aferrando, o si tiene un complejo; si hay algo en su
vida sobre lo que dice: “No importa lo que haga, no puedo vencerlo”, la buena noti-
cia es esta que hemos venido diciendo: usted es importante para Jesucristo y él tiene
el poder para ayudarle. Usted puede hacer los cambios que quiere hacer con su ayuda,
y él también desea hacerlos si solamente cruza la línea y se lo permite. La elección es
suya.
RECICLE SU DOLOR
El Camino a la Recuperación – Paso 8

I. RESUMEN DE LA RECUPERACIÓN: LAS BIENAVENTURANZAS. (Mateo 5:3-12)

“Dichosos los pobres en espíritu”.

R______________ que no soy Dios; admito que soy incapaz de controlar mi ten-
dencia a hacer lo malo y que mi vida es inmanejable.

“Dichosos los que lloran, porque serán consolados”.

E_______________ creo que Dios existe, que le importo, y que él tiene el poder
para ayudarme en mi recuperación.

“Dichosos los humildes”.

C_______________ elijo entregar toda mi vida y voluntad al cuidado y control de


Cristo.

“Dichosos los de corazón limpio”.

U _______________ y confesión de mis faltas a mí mismo, a Dios, y a alguien en


quien confío.

“Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia”.

P_______________ Dios haga todo cambio que quiera hacer en mi vida, me some-
to voluntariamente a él y le pido humildemente que remueva mis defectos de carác-
ter.

“Dichosos los compasivos ... Dichosos los que trabajan por la paz”.

E_______________ todas mis relaciones; ofrezco perdón a los que me han daña-
do y hago enmiendas por el daño que he causado a otros excepto cuando al hacerlo
pueda dañarlos a ellos o a otros.

R_______________ un tiempo diario con Dios para una auto evaluación, lectura
de la Biblia y oración, para conocer a Dios y su voluntad para mi vida y obtener el
poder para hacerlo.

A______________ mi vida a Dios, él me usa, y llevo las buenas nuevas a otros,


tanto con mi ejemplo como con mis palabras.

II. ¿POR QUÉ DIOS PERMITE MI DOLOR?

1. Él me ha dado un ______________________.

“Hoy les doy a elegir entre la bendición y la maldición: bendición, si obedecen los
mandamientos que yo, el Señor su Dios, hoy les mando obedecer”. Deuteronomio
11:26-27 (NVI)

2. Para atraer mi ___________________________.

“Algunas veces tiene que suceder algo doloroso para cambiar nuestros caminos”.
Proverbios 20:30 (DHH)

“Me alegro; no por la tristeza que les causó, sino porque esa tristeza los hizo vol-
verse a Dios”. 2 Corintios 7:9 (DHH)

3. Para enseñarme a ___________________________.

“Estábamos tan agobiados bajo tanta presión, que hasta perdimos la espe-
ranza de salir con vida ... Pero eso sucedió para que no confiáramos en nosotros
mismos sino en Dios ... El nos libró y ... seguirá librándonos”. 2 Corintios 1:8-
10 (NVI)
“Me hizo bien haber sido humillado, pues así aprendí tus leyes”. Salmo 119:71
(DHH)

4. Para darme ________________________________.

“Dios ... nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que con el mismo con-
suelo que de Dios hemos recibido, también nosotros podamos consolar a todos los
que sufren”. 2 Corintios 1:3-4 (NVI)

“Pensaron hacerme mal, pero Dios transformó ese mal en bien”. Génesis 50:20
(NVI)

III. ¿CÓMO USAR MI DOLOR PARA AYUDAR A OTROS?

“Estén siempre preparados para responder a todo el que les pida razón de la espe-
ranza que hay en ustedes. Pero háganlo con gentileza y respeto”. 1 Pedro 3:15-16
(NVI)

“Si alguien es sorprendido en pecado, ustedes que son espirituales deben restau-
rarlo con una actitud humilde. Pero cuídese cada uno, porque también puede ser ten-
tado. Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y así cumplirán la ley de Cristo”.
Gálatas 6:1-2 (NVI)

Sugerencias (1 Tesalonicenses 2:3-12).

1. ______________________________________.

2. ______________________________________.

3. ______________________________________.

“Considero que mi vida carece de valor para mí mismo, con tal de que termine mi
carrera y lleve a cabo el servicio que me ha encomendado el Señor Jesús, que es el de
dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios”. Hechos 20:24 (NVI)
RECICLE SU DOLOR
El Camino a la Recuperación – Parte 8
Mateo 5:3-12 y pasajes selectos de las Escrituras

I. RESUMEN DE LA RECUPERACIÓN: LAS BIENAVENTURANZAS. (Mateo 5:3-12)

Hace dos mil años Jesús subió a un monte, se sentó y predicó el más grande ser-
món que se hubiera predicado. Se le llamó el Sermón del Monte. Comenzó ese famo-
so sermón nunca antes dicho diciendo: “Quiero darles ocho pasos para la felicidad,
ocho principios que traerán felicidad a sus vidas”. Hoy, a esos ocho principios les lla-
mamos las Bienaventuranzas.
Hemos participado en una serie de ocho semanas que he llamado El Camino a la
Recuperación, en la que hemos estudiado el proceso de vencer esas heridas, esos hábi-
tos y esos complejos que han arruinado su vida. Al preparar esta serie me sorprendió
la similitud entre los pasos para la recuperación y las bienaventuranzas. Por cierto,
cuando las observo, descubro que las bienaventuranzas que Jesús dio hace dos mil
años son simplemente un resumen de los pasos hacia la recuperación, y al cerrar esta
serie deseo que vean lo que ha sido la base bíblica para todo lo que he estado com-
partiendo en las últimas ocho semanas.

“Dichosos los pobres en espíritu”. Ese es el Paso 1: “Reconozco que no soy Dios;
admito que soy incapaz de controlar mi tendencia a hacer lo malo y que mi vida es
inmanejable”. Dichosos los que saben que son espiritualmente pobres, los que saben
que no tienen el poder para hacer los cambios que Dios desea hacer en sus vidas.

“Dichosos los que lloran, porque serán consolados”. Usted no tiene el poder para
cambiar pero no se preocupe por eso, Dios le va a consolar. Él le dará el poder. Paso
2: “En forma sincera creo que Dios existe, que le importo, y que él tiene el poder para
ayudarme en mi recuperación”.

“Dichosos los humildes”. La humildad o mansedumbre significan control; no


quieren decir ser débil. Significa fortaleza bajo control. Un semental al que se ha aman-
sado y domado sigue teniendo la misma fuerza, pero una vez que se ha suavizado y
domesticado se dice que es un caballo manso. Es una fuerza bajo control. Paso 3:
“Conscientemente elijo entregar toda mi vida y voluntad al cuidado y control de
Cristo”. De eso trata la humildad. Si da ese paso usted es una persona humilde.

“Dichosos los de corazón limpio”. Paso 4: “Un autoexamen y confesión de mis


faltas a mí mismo, a Dios, y a alguien en quien confío”. Para tener una conciencia lim-
pia, para tener un corazón limpio, debo quitar la basura

“Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia”. Esto es lo que significa el Paso
5: “Para que Dios haga todo cambio que quiera hacer en mi vida, me someto volun-
tariamente a él y le pido humildemente que remueva mis defectos de carácter”.

Luego vemos dos bienaventuranzas que se refieren a las relaciones: “Dichosos los
compasivos”, que se refiere a la actitud que debo tener con la gente que me ha daña-
do, y “Dichosos los que trabajan por la paz”, que es la actitud que debo tener con la
gente que he dañado. Paso 6: Evalúo todas mis relaciones; ofrezco perdón a los que
me han dañado y hago enmiendas por el daño que he causado a otros excepto cuan-
do al hacerlo pueda dañarlos a ellos o a otros.

Finalmente vimos el Paso 7, al cual llamo el paso del “mantenimiento”. Este es el


que lo mantiene en los demás pasos. Para hacer eso: Reservo un tiempo diario con
Dios para una auto evaluación, lectura de la Biblia y oración, para conocer a Dios y
su voluntad para mi vida y obtener el poder para hacerlo.

Ahora, al concluir esta serie, deseo que veamos el último paso, la última letra de la
palabra R.E.C.U.P.E.R.A. Este significa rendición, entrega. Rindo mi vida a Dios para
que sea usada para llevar las buenas nuevas a otros tanto con mi ejemplo como con mis
palabras. Dios desea usar sus experiencias para ayudar a otras personas. Él desea usar-
le. Desea reciclar el dolor en su vida para el beneficio de otras personas. Usualmente
pensamos que Dios solamente usa a la gente realmente dotada y talentosa. Eso no es
verdad. Dios usa gente ordinaria. Usualmente pensamos: “Dios usa mi fuerza”. Pero
Dios dice: “No, no quiero usar tu fuerza; quiero usar tu debilidad”. Esto es así porque
las personas no son ayudadas por su fuerza; son ayudadas cuando usted es honesto con
respecto a sus debilidades. Cuando usted comparte su fuerza, los demás dicen: “Gran
cosa, nunca tendré eso”. Cuando usted comparte sus debilidades, los demás dicen: “Me
identifico con eso”. Al compartir sus heridas, hábitos y complejos, de los cuales se está
recuperando, Dios desea usarle. De eso se trata el Paso 8: AL RENDIR MI VIDA A
DIOS, ÉL ME USA, Y LLEVO LAS BUENAS NUEVAS A OTROS, TANTO
CON MI EJEMPLO COMO CON MIS PALABRAS. Cuando entiende eso, que
Dios usa su debilidad y dolor, la vida toma un nuevo significado. Pero cuando usted
comienza a practicar este paso, entonces tiene una recuperación genuina. La prueba de
la recuperación está en que comienza a enfocarse fuera de usted mismo. Eso significa
que realmente se ha recuperado. Deja de ser tan auto absorbente: mis necesidades, mis
heridas, mis problemas, y comienza a decir: “¿Cómo puedo ayudar a otras personas?”
La prueba de la recuperación radica en que desea ayudar a otros, no solamente per-
manecer enfocado en lo que le sucede a usted.
Al concluir, deseo hablar acerca de dos cosas: Primero, ¿por qué Dios permitió mi
dolor? Y segundo, ¿cómo usar mi dolor para ayudar a otros?

II. ¿POR QUÉ DIOS PERMITE MI DOLOR?


Habrían muchas razones, pero solamente vamos a mencionar cuatro:
1. Él nos ha dado un libre albedrío. Una elección. En Génesis se dice que fuimos
hechos a la imagen de Dios. ¿Cómo es usted igual a Dios? Dios nos dio una elección.
Usted puede elegir entre lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto, la maldad y
la vida. Dios dice que usted puede rechazarlo o aceptarlo. Es su elección. ¿Por qué?
Dios no quería un montón de títeres. Él pudo haberlo hecho sin libre voluntad. Pudo
haberlo hecho de forma que todos los días se postrara tres veces y orara, que siempre
hiciera lo correcto y nunca lo incorrecto. Pero Dios quería personas que le amaran
voluntariamente. Usted no puede decir que ama a alguien al menos que tenga la opor-
tunidad de no amarlo. No puede decir que es bueno al menos que haya tenido la
opción de no ser bueno, de ser malo. Así que Dios le ha dado una voluntad libre y una
libre elección.
Esa voluntad libre no solamente es una bendición sino también una carga, porque
algunas veces tomamos decisiones equivocadas y estas causan toda clase de consecuen-
cias dolorosas en nuestras vidas. Por lo tanto, es bueno que sea libre y pueda elegir, pero
es malo porque frecuentemente elige lo malo y eso causa dolor en su vida. Puede esco-
ger usar drogas. Si se vuelve adicto, es su culpa. Puede elegir ser un promiscuo sexual,
si contrae una enfermedad es su culpa. Dios dice: “Sí, no me gustaría que tuvieras este
dolor, pero es parte del paquete que viene con la libre voluntad”.
Dios no solamente le da un libre albedrío, sino que se lo da a todos. Algunas veces
alguien no hace lo correcto y usted es dañado como una víctima inocente. Hay per-
sonas que han sido dañadas profundamente por un padre, un ex cónyuge, un maestro,
un amigo, un pariente. Dios pudo haber evitado que recibiera esa herida. Todo lo que
hubiera tenido que hacer era quitarle el libre albedrío a esa persona para que no hicie-
ra lo incorrecto. Pero si él hubiera hecho eso, para ser justo, tendría que haberle qui-
tado a usted también su libre albedrío. ¿Ve el dilema? El problema es que al tener una
voluntad libre somos bendecidos, pero también tenemos una responsabilidad. Y Dios
dice: “No voy a pasar por sobre tu voluntad”. Dios no envía a nadie al infierno; usted
elige ir allí al rechazar todo lo que él ofrece. Él dice: “Te amo, quiero que seas parte
de mi familia”. Pero si usted dice: “Olvídalo Dios”, levanta su nariz y abre la puerta y
sale, no puede culpar a nadie más que a usted mismo. Tenemos libre albedrío.

2. Él usa el dolor para atraer nuestra atención. Dios emplea el dolor para atraer nues-
tra atención. El dolor es una luz de advertencia, una alarma, un timbre. Dice: “Es
tiempo, algo está mal”. El problema no es su dolor. Su depresión, su ansiedad, su
temor no son realmente su problema. Esos sentimientos son una luz de advertencia
que dicen que hay algo más que es en verdad su problema. Son sencillamente un sín-
toma del mismo. El dolor no hace otra cosa que decir que algo está mal en su vida. El
dolor es el megáfono de Dios. Dios nos susurra durante nuestro gozo pero nos grita
en nuestro dolor. ¡Despierta! Algo está mal. Proverbios 20:30 dice: “Algunas veces
tiene que suceder algo doloroso para cambiar nuestros caminos”. No cambiamos
cuando vemos la luz pero sí cuando sentimos el calor.
Hace unos años tuve un par de zapatos que me encantaban. Eran de gamuza y
eran realmente suaves y finos. Me encantaban. Siempre me los ponía por lo cómodos
que eran. Pero luego de un tiempo, la suela se llenó de huecos. Todavía se veían bien
por la parte de arriba, así que de todas formas me los ponía, solo tenía que asegurar-
me de tener mis pies sobre el piso cuando me sentaba en la plataforma en la iglesia.
No quería comprar zapatos nuevos hasta que hubo siete días seguidos de lluvia y tuve
que andar con los calcetines empapados por varios días. Así es que decidí: “Debo cam-
biar de zapatos”. Algunas veces tiene que ser el dolor el que nos lleve adelante. Pablo
dice en 2 Corintios 7:9: “Me alegro; no por la tristeza que les causó, sino porque esa
tristeza los hizo volverse a Dios”. El dolor obtuvo su atención.
Tengo un primo que en el bachillerato era considerado como la persona con
mayores oportunidades de tener éxito. Era un muchacho brillante en el colegio, vivía
en Texas, y su papá era millonario. Tenía todo al alcance de su mano, era el mucha-
cho más popular en la ciudad. Creció y llegó a ser un golfista semiprofesional, un gran
hombre de negocios. Lo llamaban el señor Carisma. Pero cayó en la cocaína. Luego
comenzó a traficar cocaína. Fue enviado a la Penitenciaría Federal. Mientras estaba
allí le entregó su vida a Cristo, y después que salió de esa prisión, comenzó un minis-
terio llamado Ministerio Éxodo, el cual se dedica a ayudar a los ex convictos a reinser-
tarse por sí mismos en la sociedad. Él dijo: “Lo más grande que me ha sucedido fue
haber estado en prisión”. Dios usa los problemas y usa el dolor para atraer nuestra
atención.
¿Recuerda la historia de Jonás? Jonás iba por un camino y Dios dijo: “Quiero que
vayas por este otro”. Así que él proveyó un peculiar crucero del Mar Mediterráneo
para Jonás. Y en el fondo del océano Jonás dijo: “Al sentir que se me iba la vida,
me acordé del Señor” (Jonás 12:7). ¿No es ese un gran versículo? Dios usa el dolor
para atraer nuestra atención.

3. Él usa el dolor para enseñarnos a depender de él. Mire el ejemplo de Pablo en 2


Corintios 1:8-10: “Estábamos tan agobiados bajo tanta presión, que hasta perdimos la
esperanza de salir con vida ... Pero eso sucedió para que no confiáramos en nosotros
mismos sino en Dios ... El nos libró y ... seguirá librándonos”. Usted no sabe que Dios
es todo lo que necesita hasta que lo único que le queda es Dios. Cuando lo ha perdi-
do todo y todo se desmorona, no sabe que Dios es todo lo que necesita hasta que se
da cuenta de que él es todo lo que tiene. Y si nunca ha tenido un problema, nunca
sabrá que Dios puede resolver sus problemas. Dios permite que el dolor le enseñe a
depender de él. El Salmo 119:71 dice: “Me hizo bien haber sido humillado, pues así
aprendí tus leyes”. La verdad es que algunas cosas solamente las aprendemos por
medio del dolor. Es el único camino por el que aprendemos.
En esta serie, usted ha escuchando a once diferentes personas compartir lecciones
que han aprendido solamente a través del dolor, el maestro más grande del mundo.

4. Él permite que el dolor me dé un ministerio para otros. Dios permite el dolor en mi


vida para darme un ministerio para otros. Me hace humilde, simpático, sensitivo a las
necesidades de los demás. De esto trata el Paso 8. Rindo mi vida a Dios para ayudar
a otros. La verdad es que el dolor prepara para el servicio. 2 Corintios 1:3-4 dice:
“Dios ... nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que con el mismo consue-
lo que de Dios hemos recibido, también nosotros podamos consolar a todos los que
sufren”. En alguna etapa de nuestras vidas, todos necesitamos algún tipo de recupe-
ración: recuperación mental, recuperación física, recuperación espiritual, recupera-
ción social, recuperación relacional. Todos tenemos heridas, hábitos, complejos.
Nadie es perfecto. ¿Quién mejor que alguien que ha luchado con el alcoholismo para
ayudar a un alcohólico? ¿Quién puede ayudar mejor a alguien que está tratando con
el dolor del abuso que alguien que fue abusado? ¿Quién mejor que alguien que ha per-
dido su trabajo y ha tenido que declararse en bancarrota para ayudar a alguien que
también está pasando por esto? ¿Quién mejor que una pareja que tuvo un hijo ado-
lescente que llegó a hundirse hasta el fondo para ayudar a unos padres que tienen un
hijo adolescente que está pasando por la misma situación? Dios puede usar y reciclar
el dolor en su vida para ayudar a otros, pero tiene que estar abierto a eso y ser hones-
to. Si guarda esa herida que tiene para usted mismo, estará desperdiciando la oportu-
nidad que Dios le ofrece.
Dios nos dio, a Kay y a mí, un ministerio para ayudar a las personas con proble-
mas matrimoniales. Los primeros tres años de nuestro matrimonio fueron un proble-
ma grande. Malo, realmente malo. Cuando las personas llegan a mí y me dicen: “Odio
a mi esposa”, puedo decirles: “Entiendo eso. Recuerdo cómo me sentía. Yo no me
quería divorciar, quería matarla. Así que entiendo eso”. Si un muchacho me cuenta:
“Cada hueso en mi cuerpo me dice: ‘No te mereces esto. Levántate, salta, hay algo
mejor afuera’”, puedo decirle: “Sí, entiendo eso. Porque esa fue la forma cómo me
sentí yo también”. Kay y yo trabajamos en esos problemas y usted ha escuchado la his-
toria anteriormente de cómo Dios nos ayudó por medio de un consejero cristiano, y
cambió nuestro matrimonio y lo hizo lo que es hoy. Aprendemos por medio de las
heridas de otros.
Hace unos años impartí una serie acerca del matrimonio. Cada semana hablé de
un problema diferente en el que habíamos trabajado y con el que aprendimos de una
manera difícil. Fue una serie de doce semanas. Pudieron haber sido cincuenta sema-
nas. Dios usa sus heridas, sus complejos y sus problemas para ayudar a otros.
Hay una bella historia en la Biblia, en Génesis, la historia de José, quien fue terri-
blemente maltratado. La gente hizo cosas increíbles contra este muchacho. José era
un buen muchacho que no se merecía el dolor que tuvo que soportar. Un día, todos
sus once hermanos decidieron deshacerse de él y lo vendieron como esclavo; luego
regresaron a su casa y le dijeron a su padre que el joven había sido devorado por un
león. Eso es a lo que yo llamo una familia disfuncional. En calidad de esclavo fue lle-
vado de Israel a Egipto. Allí, los mercaderes que lo habían comprado lo volvieron a
vender. Mientras procuraba guardar su vida pura, la esposa de su amo trató de sedu-
cirle. Él se negó, diciendo: “No, eso no sería correcto”. Así que ella lo acusó, falsa-
mente de intento de violación. Fue enviado a prisión. Hasta aquí, su vida había ido
cuesta abajo. Pero Dios sabía exactamente lo que hacía al ponerlo en una posición que
llegó a transformarlo en el segundo en poder en Egipto. Dios lo usó no solamente
para salvar a una, sino a dos naciones de la destrucción y la hambruna. Más tarde, sus
hermanos llegaron a él para obtener alimento. Génesis 50:20 cuenta que José dijo:
“Pensaron hacerme mal, pero Dios transformó ese mal en bien”. Dios es mucho más
grande que esas personas que le causan daño. No importa lo que otras personas le
hayan hecho, Dios puede cambiar la situación y usarla para bien.
Dios nunca desperdicia una herida. Pero usted puede desperdiciarla si no apren-
de de ella y no la comparte con otros. ¿Cómo podrían otros ser bendecidos si usted
no comparte con ellos los problemas por los que ha atravesado para animarlos al
decirles cómo lo hizo?

III. ¿CÓMO USAR MI DOLOR PARA AYUDAR A OTROS?


De esto trata el Paso 8 en el Camino a la Recuperación. La base para el Paso 8 es 1
Pedro 3:15: “Estén siempre preparados para responder a todo el que les pida razón de
la esperanza que hay en ustedes. Pero háganlo con gentileza y respeto”. Usted nece-
sita estar preparado para dar una respuesta a las preguntas: “¿Cómo hizo esto en su
vida? ¿Cómo se recuperó? ¿Cómo se está recuperando?” Prepárese.
He aquí lo que sugiero que haga:
Necesita hacer una lista de todas las experiencias que ha tenido en la vida hasta
este día, hayan sido buenas o malas, las haya causado usted o no. Una vez hecha la
lista, pregúntese: “¿Qué aprendí de esa experiencia? ¿En qué forma me ayudó Dios a
pasar por ese tiempo difícil?” Pregúntele a Dios: “¿Cómo me ayudaste durante ese
tiempo difícil?” Luego escriba esa historia. ¿Por qué? Porque los pensamientos se
ordenan cuando pasan a través de los labios y los dedos. Escríbalo. Luego, pregúnte-
se: “¿Quién se podría beneficiar más al escuchar mi testimonio?” La respuesta es: Las
personas que están pasando en este momento por lo que usted ya pasó, las personas
que están un poco atrás de usted en el proceso. Y usted le dice a Dios: “Estoy dispo-
nible”. Entonces esté listo. Porque si usted está listo a compartir las buenas nuevas de
Dios acerca de cómo él ha trabajado en su vida, Dios lo va a usar. Hay personas por
todo este mundo que necesitan escuchar su historia, que están atravesando lo que
usted ya experimentó.
Algunas veces Dios quiere que usted tome la iniciativa. Esto se llama interven-
ción. Gálatas 6:1-2 dice: “Si alguien es sorprendido en pecado, ustedes que son espi-
rituales deben restaurarlo con una actitud humilde. Pero cuídese cada uno, porque
también puede ser tentado. Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y así cumplirán
la ley de Cristo”. Esto no es una sugerencia, sino un mandato. Dios no dice, “Sería
una buena idea restaurar otros”, sino dice: “Hazlo”. Si usted es un creyente, debe
compartir los problemas y dificultades con otras personas. Repito, es un mandato. Si
no lo está haciendo, no está obedeciendo a Dios.
He aquí tres sugerencias para cuando vaya a compartir su historia. Recuerde,
usted tiene una historia que contar y Dios no quiere desperdiciar la herida, los pro-
blemas que ha tenido:

1. Sea humilde. Todos estamos en el mismo bote. Todos somos compañeros de


lucha. Cuando comparte su historia, cuando testifica, es básicamente un mendigo
diciéndole a otro mendigo dónde encontrar pan. Usted no está diciendo: “Todo está
bajo control”, porque no es así. Está tratando de tener todo en orden, que es diferen-
te a tener todo bajo control. Usted está en el camino a la recuperación. Y al estar tra-
tando de tener todo en orden, sea humilde y diga: “Todos estamos juntos en esto; esto
es lo que me pasó a mí”.

2. Sea auténtico. Sea honesto con respecto a sus heridas y fallas. Hemos visto la
autenticidad en los testimonios que se nos han compartido en esta serie. Al hablar y
abrir sus corazones, han demostrado ser trasparentes, vulnerables y auténticos. ¿Se da
cuenta del valor que necesitaron para poder compartir problemas reales y verdaderas
soluciones sin sentirse mal o culpables? En esta iglesia estamos comprometidos a
mantener esa atmósfera de aceptación. Usted ayuda a otros siendo honesto con res-
pecto a sus heridas. Eso les ayuda a ellos para ser francos. Otro aspecto asombroso es
que cuando usted comparte su historia, esto le da esperanza a ellos y sanidad a usted.
Cada vez que comparte su historia con alguien, se hace un poco más fuerte. Es sana-
do un poco más. Comienza a crecer. Las personas se unen al programa Celebremos la
Recuperación por el dolor que tienen, pero se quedan en el programa por su creci-
miento. Esto les mantiene creciendo en sus vidas.

3. No dé un sermón. Solamente comparta su historia. Dios desea que usted sea un


testigo, no un abogado defensor. No discuta con nadie con respecto al cielo. No obli-
gue a nadie a ir al cielo. Solamente comparta. Es lo que me sucedió a mí.
La historia de John Baker: Soy un creyente que sufrió de una autoestima muy baja
y que tenía un valor propio muy mínimo. Traté de llenar esa herida, ese hueco en mi
vida, con el alcohol. Acepté a Cristo a la edad de trece años. En la secundaria fui el
presidente de mi último año, participé en atletismo, básquetbol y béisbol. Sentí el lla-
mado de Dios a la edad de dieciséis. Fui aceptado en varias universidades cristianas.
Pero siempre estaba presente ese problema que ya mencioné acerca de mi autoestima.
Nunca me sentí lo suficientemente bueno para mis padres, para mis amigos, para mis
novias, para mis compañeros de equipo, así que ¿cómo podía ser lo suficientemente
bueno para servir a Dios? Debí haberme perdido los sermones que hablaban acerca
de la misericordia de Dios, del amor incondicional de Cristo y de la gracia dada gra-
tuitamente. Luché con el llamado de Dios y me juzgué a mí mismo como sin valor.
Al empacar para ir a la Universidad de Missouri me llevé mi baja autoestima con-
migo. Me uní a la fraternidad y al poco tiempo después de eso descubrí lo que yo pen-
saba que sería la solución a los problemas de mi vida.
Era el alcohol. Funcionó. Era la primera vez en mi vida que sentía que pertene-
cía a algo. En mi último año en la universidad me casé con Cerril. Hemos estado jun-
tos veinticuatro años y ella siempre ha estado ahí para soportar otra de mis hazañas.
Fui piloto en la fuerza aérea. En noventa días me enseñaron a actuar como un oficial
y a beber como un caballero. Aprendí rápidamente el uso apropiado del oxígeno puro
para curar resacas. Seguí abusando del alcohol, viéndolo como una cura a mis proble-
mas, no como un pecado.
Luego de la guerra, Dios nos bendijo con dos hermosos hijos, Laura y Johnny.
Obtuve mi maestría en Administración de Empresas y comencé una carrera de mucho
éxito en los negocios. Fui ascendido ocho veces en los primeros once años en la com-
pañía. Nos cambiábamos de local cada dos años, por lo que era muy difícil encontrar
una iglesia permanente debido a todo este movimiento y reacomodo. Eso me parecía
bien porque debido a mi estilo de vida y a mis prácticas en los negocios me empeza-
ba a sentir incómodo en la iglesia. Cristo no tenía nada que ver con mis prioridades.
Era conocido como un alcohólico funcional. Nunca perdí un empleo por el alco-
hol. Nunca recibí una multa grave, no fui arrestado mientras tomaba ni estando
embriagado. Las únicas cosas que perdí por mi alcoholismo fue mi relación con
Cristo, mi familia (Cerril y yo estuvimos separados por trece meses), y finalmente
todo propósito en la vida. Estaba muriendo física, mental, emocional y, lo más impor-
tante, espiritualmente.
Finalmente estaba listo para el Paso 1: “Reconozco que no soy Dios; admito que
soy incapaz de controlar mi tendencia a hacer lo malo y que mi vida es inmanejable”.
Dios nunca me ha estorbado para que no cometa un error. Él es un caballero. No se
entromete donde no le piden que lo haga. Él me amaba tanto como para permitirme
hacer cosas, protegerme, dejar que tomara mis propias decisiones y cometer mis pro-
pios errores, sabiendo que cuando finalmente usara todos mis recursos volvería al
hogar, a él, a donde realmente pertenecía. Todo era su plan.

Estaba listo para el Paso 2: “En forma sincera creo que Dios existe, que le impor-
to, y que él tiene el poder para ayudarme en mi recuperación”. Fue aquí donde
comencé a encontrar esperanza. Finalmente entendí el amor incondicional de Dios.
Hoy, mi vida con Cristo es una esperanza sin fin. Ayer, mi vida sin él era un fin sin
esperanza.

Esto me llevó al Paso 3: “Conscientemente elijo entregar toda mi vida y voluntad


al cuidado y control de Cristo”. Tenía que cambiar mi definición de fuerza de volun-
tad porque la mía me dejaba vacío y desesperanzado. Cambié esta por la disposición
a aceptar el poder de Dios para mi vida. Trabajé los primeros tres pasos y dije: “Yo no
puedo, pero Dios sí puede”, y tomé la decisión de permitir que él trabajara en mí un
día a la vez.

Pensaba que los primeros tres pasos eran difíciles. Ahora venía el Paso 4: “Un
autoexamen y confesión de mis faltas a mí mismo, a Dios, y a alguien en quien con-
fío”. Encontré un mentor en la recuperación, un mentor que amablemente me guió a
través de los pasos y en el camino a la recuperación. Fue luego de dar este paso, luego
de confesar que era capaz de afrontar la verdad y aceptar el perdón de Cristo para mi
vida, que salí de la oscuridad de mis pecados y mis secretos hacia su maravillosa vida.
Ahora estaba finalmente dispuesto a permitir que Dios me cambiara.

Paso 5: “Para que Dios haga todo cambio que quiera hacer en mi vida, me some-
to voluntariamente a él y le pido humildemente que remueva mis defectos de carác-
ter”. Tuve que soltarla y permitir que Dios obrara. Lo que cambió en mi vida no fue
mucho, sino todo. Tuve que permitir que Dios transformara la naturaleza, la condi-
ción y la identidad de mi mente. Tuve que aprender a regocijarme en un progreso
pausado, en mejoras lentas, que algunas veces no podía ver por mí mismo, pero que
otros podían ver en mí. Fue durante ese tiempo que Dio me dio esta definición de
humildad: “Mi gracia es todo lo que necesitas, porque mi poder es más fuerte cuando
tú eres débil”. Desde entonces, soy mucho más feliz en mi debilidad porque cuando
soy débil entonces soy fuerte.

Ahora mi paso favorito, el Paso 6: “Evalúo todas mis relaciones; ofrezco perdón a
los que me han dañado y hago enmiendas por el daño que he causado a otros excep-
to cuando al hacerlo pueda dañarlos a ellos o a otros”. Hago esto siempre que sea
posible sin esperar nada a cambio. Dije que este era mi paso favorito aunque no ha
sido el más fácil. Las enmiendas más especiales que hice fueron hacia mi esposa Cerril.
Simplemente le dije que sentía mucho todo el dolor y el daño que le había causado en
su vida y que si había algo que podía hacer, que solo me lo pidiera. Luego de meses
de nuestra separación, Cerril había comenzado a ver los cambios que Dios estaba
haciendo en mi vida, cambios que ocurrían al seguir el programa de recuperación.
Tuve que recordar y tratar con ese muchacho de dieciséis años de la secundaria con
esa baja autoestima que intentó deshacerse de todos sus problemas con el alcohol. Y
aquí es donde viene lo interesante. Cerril y los niños habían comenzado a asistir a
Saddleback. Una noche, estaba visitando a los niños y ellos me pidieron acompañar-
les un domingo por la mañana. Para su sorpresa, dije que sí. Fuimos, entramos, escu-
ché la música, escuché el mensaje de Rick. Y me sentí en casa.
Cerril y yo comenzamos a trabajar con sinceridad en nuestros problemas. Por prime-
ra vez en mucho tiempo comenzamos a trabajar juntos. Cinco meses después, Dios abrió
nuestros corazones y renovamos nuestros votos. ¿No es eso algo que solo viene de Dios?

El próximo paso fue el Paso 7: “Reserve un tiempo diario con Dios para una auto
evaluación, lectura de la Biblia y oración, para conocer a Dios y su voluntad para mi
vida y obtener el poder para hacerlo”. Como familia, participamos en la clase 101, nos
bautizamos, luego recibimos la clase 201, y fue en la clase 301 que por último enten-
dí lo que el pastor Rick quería significar al decir que Dios nunca desperdicia una heri-
da. Finalmente tenía sentido todo el dolor, todo el pesar de mi adicción. Dios me
había moldeado y ahora me iba a guiar para desarrollar un programa centrado en
Cristo, no solamente para alcohólicos, sino para toda la familia de la iglesia, para cual-
quiera que deseara afrontar sus heridas, sus complejos y sus hábitos. Luego de veinte
años, finalmente fui capaz de responder al llamado de Dios. Entré al seminario y me
entregué a servir a Dios donde fuera que él decidiera.
¡Qué bendición ser llamado a servir a Dios en Saddleback!

Oro que pueda ser capaz de pasar el resto de mi vida practicando el Paso 8: “Al
rendir mi vida a Dios, él me usa, y llevo las buenas nuevas a otros, tanto con mi ejem-
plo como con mis palabras”. Como dijo el pastor Rick, en esta serie hemos podido ver
a once personas valientes, cariñosas, compartir sus vidas con usted. Eso es lo que sig-
nifica este paso. Ellos son algunas de las personas que están trabajando los pasos de
Celebremos la Recuperación cada día, especialmente los viernes por la noche. Los líde-
res, los mentores, los compañeros de rendición de cuentas, la banda, todos estamos
allí los viernes por la noche.

Deseo desafiarle a dar estos cuatro pasos de acción:

1. Si todavía no ha comprometido su vida con Jesucristo, hágalo hoy. ¿Qué está


esperando? La tragedia más grande sería que usted fuera por todo el camino a través
de esta serie, escuchara estas grandes verdades y la esperanza que ellas traen, y no
hiciera nada al respecto, como cruzar la línea y entregar su vida a Cristo. Si no lo ha
hecho, hágalo hoy.

2. Escriba su historia. Dedique algo de tiempo para sentarse y meditar en lo que


Dios ha hecho en su vida, en lo bueno, lo malo y lo feo, y en cómo él puede usar eso
para ayudar a otros.

3. Comprométase con la familia de alguna iglesia para obtener apoyo. La asisten-


cia no es suficiente para la recuperación. Esta requiere compromiso y requiere rela-
cionarse con otros.

4. Pídale a Dios que le dé a alguien para compartir su historia, alguien a quien


pueda contar las buenas nuevas de cómo Dios puede hacer la diferencia en la vida de
una persona. El mundo está lleno de gente que necesita su historia, y si no la cuenta,
¿dónde la van a escuchar? Usted es la única Biblia que algunas personas van a poder
leer. Quizás no podrán ser alcanzados por esta iglesia, ni nunca me escucharán a mí,
pero usted tiene una historia que puede alcanzarles, con la que ellos se pueden iden-
tificar. Dios desea usarle. No necesitamos más evangelistas en la televisión, ya tene-
mos muchos. Es por eso que la iglesia nunca va a estar en la televisión. Lo que desea-
mos es que comparta su historia con gente normal, porque usted puede alcanzar lo
que yo nunca alcanzaría, porque su experiencia es diferente a la mía. ¿Por qué Dios
no se lo lleva inmediatamente que usted haya cruzado la línea y se haya transformado
en un creyente? Hay dos cosas que no puede hacer en el cielo. Usted puede orar en
el cielo, cantar, dormir, comer, descansar, divertirse, tener compañerismo con otros
cristianos, leer su Biblia. Pero hay solamente dos cosas que no puede hacer. Una de
ellas es pecar. Es un lugar perfecto. La otra es compartir las buenas nuevas con per-
sonas que nunca las hayan escuchado. ¿Por cuál de esas dos razones cree usted que
Dios le deja en la tierra? En el momento en que usted cruza la línea, se vuelve un men-
sajero, un misionero. Es llamado a cumplir la Gran Comisión. Es parte de su trabajo.
Si dice ser un creyente debe compartir las buenas nuevas con otros. El mundo está
mucho más listo para recibir que lo que nosotros estamos para compartir, y hay per-
sonas que necesitan escuchar su historia. Para contarla, no tiene que ser un experto
bíblico. Solo tiene que decir: “Esto es lo que me pasó a mí”. Esa es la historia más
poderosa. Si no sabe dónde se encuentran todos los versículos que quiere utilizar, no
se preocupe. No importa dónde están todos los versículos. Esto es lo que me pasó a
mí. Nadie puede refutar nuestra experiencia personal. Hechos 20:24 dice: “Considero
que mi vida carece de valor para mí mismo, con tal de que termine mi carrera y lleve
a cabo el servicio que me ha encomendado el Señor Jesús, que es el de dar testimonio
del evangelio de la gracia de Dios”. ¿Cuál es ese servicio? Es contarles a otros las bue-
nas nuevas con respecto al poderoso amor y la bondad de Dios. No hay mayor logro
en la vida que ayudar a que alguien encuentre seguridad en el cielo. Porque cuando
usted hace eso, ha hecho un amigo para la eternidad. Cuando llegue al cielo, Dios le
va a decir: “Es fabuloso que estés aquí. ¿Trajiste a alguien contigo?” Usted hace un
amigo para la eternidad cuando comparte a Cristo. No hay mayor logro que asegurar
la eternidad de alguien. No hay gozo más grande, no hay mayor satisfacción que ayu-
dar a alguien a encontrar las buenas nuevas. Dios quiere usarle. Comparta su historia.
Él le hizo con un propósito. ¿Puede imaginarse lo que sería llegar al cielo dentro de
muchos años y que alguien se dirija a usted allí y le diga: “Solo quiero agradecerle”?
“¿Agradecerme? Ni siquiera le conozco”. “No, pero usted fue uno de los pioneros en
la iglesia Saddleback, antes que ellos tuvieran el edificio. Usted llegaba y oraba, y se
unió a la iglesia y les ayudó con sus dones, su tiempo y sus ofrendas. Usted se sentó
en esa carpa cuando estaba haciendo mucho frío en el invierno y calor en el verano, y
trabajó y se sacrificó para construir un faro en el sur de California que pudiera com-
partir esas buenas nuevas. Y cincuenta años después que usted murió, esa iglesia me
alcanzó para Jesucristo. Yo estoy en el cielo por usted y solamente quiero agradecer-
le”. ¿Cree que eso valga la pena? No me disculpo de ninguna manera por decir que
quizás la cosa más significativa que usted puede hacer con su vida es en primer lugar
dársela a Cristo, llegar a ser parte de la familia de Saddleback, involucrarse en un
ministerio y comenzar a compartir su historia. Eso sobrevivirá más que cualquier cosa
que haga en su carrera, perdurará más que cualquier cosa que haga en su tiempo libre,
porque lo que estamos hablando aquí tiene implicaciones eternas, se trata de llevar a
la gente de la oscuridad a la luz, del infierno al cielo, de una eternidad sin Dios a una
eternidad con Dios, y las personas se lo agradecerán el resto de la eternidad. No hay
una causa con más significado en la vida.
Le desafío a dar este octavo paso conmigo y a que entregue su vida para que sea
usada por Dios para llevar las buenas nuevas a otras personas, con su ejemplo y con
sus palabras.

You might also like