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Los orígenes de la épica romana se remontan a las laudes o laudationes que se cantaban en los
banquetes con acompañamiento de flauta.
Al lado de este testimonio, tenemos el de Varrón, en el que se dice que en los banquetes los pueri
cantaban las hazañas de sus antepasados. Estos carmina convivalia podrían corresponder a las
“canciones de gesta”, que, en la mayoría de los pueblos, preceden a la epopeya. Serían, pues, los
gérmenes de la originaria epopeya nacional romana.
- La traducción en versos saturnios por Livio Andrónico (250-200 aprox. a. C.) de la Odisea de
Homero tuvo gran éxito, llegando a ser un libro de texto de las escuelas romanas. Guardaba
una excesiva fidelidad con el original, pero tiene el mérito de haber iniciado un camino que
produciría grandes obras en el futuro.
- El Poenicum bellum de Nevio (240-204 a. C.). Poema épico, también en versos saturnios,
sobre la primera guerra púnica en la que había participado, mostrando que, al lado de las
leyendas griegas, la epopeya puede utilizar la historia nacional. Se encuentra, junto al carácter
épico de la obra, un tono vivo y colorista propio del que cuenta cosas vividas personalmente.
Introduce leyendas como la de Dido y Eneas, que Virgilio utilizó después.
- Los Annales de Ennio (239-169 a. C.). Poema que consta de 18 libros, escrito ya en versos
hexámetros, sobre la historia romana desde la fundación de Roma hasta su tiempo,
proclamando la grandeza de la ciudad. En ella hay un gran influjo de la épica griega, pero su
lenguaje y espíritu son típicamente romanos.
El poema consta de 12 libros. Los 6 primeros, que narran la dura navegación errática de Eneas
por el Mediterráneo, corresponden al poema homérico de la Odisea; los 6 últimos, en los que
cuentan las luchas que tuvo que mantener Eneas en suelo itálico hasta asentarse y establecer
alianzas con los nativos, tienen su parangón con la Ilíada (guerra de Troya).
La Farsalia de Lucano (39-65 d.C.) narra la contienda de César y Pompeyo. La epopeya
simplifica y agranda los actores del drama histórico. Destacan en él los elementos maravillosos y
alegóricos sin dar cabida al componente mitológico, pues los dioses ya no aparecen como
impulsores de la acción humana en la historia. Por otra parte, ya no es el héroe tradicional al modo
de Eneas, sino un personaje histórico concreto, Julio César, el protagonista de la epopeya, del que
en ocasiones llega a burlarse Lucano, cuando dice que no es más que la sombra de Alejandro
Magno. La Farsalia se caracteriza, en su forma literaria, por el empleo, a veces abusivo, de proce-
dimientos retóricos: descripciones patéticas e incluso morbosas, exageraciones, antítesis efectistas,
énfasis, etc.