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renales
El suministro de sangre a los riñones es vital para su correcto
funcionamiento. Cualquier interrupción o reducción del aporte
sanguíneo puede causar problemas, como por ejemplo una lesión
renal, una disfunción renal y una presión arterial más alta
(hipertensión arterial).
Síntomas y diagnóstico
Las pequeñas obstrucciones de la arteria renal a menudo no producen ningún síntoma. Sin
embargo, pueden causar un dolor constante y agudo en la zona lumbar (dolor en el costado)
sobre el lado afectado. Pueden producirse fiebre, náuseas y vómitos. La obstrucción parcial de la
arteria puede conllevar el desarrollo de hipertensión arterial.
La obstrucción total de ambas arterias renales, o de una sola en las personas que sólo tienen un
riñón, detiene completamente la producción de orina e interrumpe el funcionamiento de los
riñones (insuficiencia renal aguda).
Los análisis de sangre, por lo general, muestran un número anormalmente elevado de glóbulos
blancos. En la orina se encuentran presentes proteínas y cantidades microscópicas de sangre.
Pocas veces puede haber una cantidad de sangre suficiente como para que sea visible a simple
vista.
Es necesario efectuar pruebas de imagen del riñón para realizar el diagnóstico, porque ninguno
de los síntomas o de los exámenes complementarios identifican específicamente un infarto renal.
Durante las dos primeras semanas que siguen a un infarto extenso, la función del riñón afectado
es escasa. Una urografía endovenosa o las imágenes con isótopos radiactivos pueden mostrar el
escaso funcionamiento, dado que el riñón no puede excretar las cantidades normales de
sustancia radiopaca (que es visible en las radiografías) o de indicadores radiactivos utilizados en
estas pruebas.
Sin embargo, teniendo en cuenta que el escaso funcionamiento renal puede también ser
provocado por otras afecciones además del infarto, una ecografía o una urografía retrógrada
pueden ser necesarias para diferenciar entre las distintas causas. El mejor modo de confirmar el
diagnóstico y obtener una imagen clara del problema es efectuando una arteriografía renal, en la
que se inyecta una sustancia radiopaca dentro de la arteria renal.
Sin embargo, la arteriografía se lleva a cabo solamente cuando el médico tiene previsto intentar
desobstruir la arteria. La eficiencia con la que se restablece la función renal se puede evaluar
mediante una urografía endovenosa o con una gammagrafía con isótopos radiactivos repetidas a
intervalos de un mes.
Irrigación de sangre al riñón
Tratamiento
Síntomas
Por lo general, la enfermedad ateroembólica provoca poco a poco una insuficiencia de los riñones
que no presenta síntomas hasta que la insuficiencia es avanzada. Si la obstrucción es el
resultado de un procedimiento sobre la aorta, el momento en el que la obstrucción se produce es
obvio y los riñones, con frecuencia, fallan repentinamente. En una insuficiencia renal completa,
aparece una amplia variedad de síntomas, comenzando por cansancio y una sensación de
enfermedad generalizada (malestar). Los síntomas no son causados específicamente por la
enfermedad ateroembólica renal, sino secundarios a la insuficiencia renal; incluyen trastornos de
los músculos, los nervios, el corazón, el aparato digestivo y la piel.
Generalmente los émbolos no están limitados a las arterias renales. Frecuentemente obstruyen
los vasos sanguíneos de otros órganos, como el páncreas y el intestino; los síntomas más
frecuentes son dolor abdominal, heces sanguinolentas y diarrea. Cuando los émbolos se
desplazan a las extremidades, pueden provocar una coloración algo purpúrea de la piel, nódulos
musculares dolorosos e incluso gangrena. Los émbolos que se desplazan a un ojo pueden causar
ceguera repentina.
Diagnóstico y tratamiento
Necrosis cortical
La necrosis cortical renal es una rara forma de muerte del tejido renal que afecta a una parte o a
la totalidad de la zona más externa de los riñones (corteza), pero no a la interna (médula).
La necrosis cortical es el resultado de una obstrucción de las pequeñas arterias que van a la
corteza renal, causada por muchas circunstancias.
La necrosis cortical puede producirse a cualquier edad. Alrededor del 10 por ciento de los casos
se produce en la primera infancia y en la niñez. Más de la mitad de los recién nacidos con esta
afección tiene partos complicados por el desprendimiento brusco de la placenta (abruptio
placentae); la segunda causa más frecuente es una infección bacteriana en la circulación
sanguínea (sepsis bacteriana). En los niños, la necrosis cortical puede aparecer tras una
infección, una deshidratación, shock o el síndrome hemolítico-urémico. En los adultos, la sepsis
bacteriana causa una tercio de todos los casos de necrosis cortical. Aproximadamente el 50 por
ciento de los casos informados se produce en las mujeres que tienen complicaciones durante el
embarazo, como puede ser el desprendimiento brusco de la placenta, la posición anómala de la
placenta (placenta previa), una hemorragia uterina, infecciones inmediatamente posteriores al
parto (sepsis puerperal), la obstrucción de una arteria (embolia) por líquido amniótico, la muerte
del feto dentro del útero y la preeclampsia (hipertensión arterial con presencia de proteínas en la
orina o retención de líquido durante el embarazo).
Otras causas incluyen rechazo de un riñón trasplantado, quemaduras, inflamación del páncreas
(pancreatitis), lesiones, mordedura de víbora e intoxicaciones (por ejemplo, por fósforo o
arsénico).
Síntomas
La necrosis cortical renal puede asemejarse a otros tipos de insuficiencia renal. Sin embargo, los
médicos sospechan necrosis cortical cuando la producción de la orina disminuye brusca y
radicalmente sin que haya evidencia de una obstrucción en los uréteres o en la vejiga y que
además se encuentre sangre en la orina de un paciente con una enfermedad que puede provocar
necrosis cortical. Con frecuencia hay fiebre. Es frecuente hallar una ligera hipertensión arterial o
incluso una hipotensión.
La poca cantidad de orina producida contiene proteínas y muchos glóbulos rojos, junto con
glóbulos blancos y cilindros (aglomeraciones de glóbulos rojos y blancos junto con otros
residuos). Las concentraciones de algunas enzimas, que pueden medirse en una muestra de
sangre, son anormalmente elevadas en los primeros estadios de la enfermedad.
Diagnóstico y tratamiento
Síntomas y diagnóstico
Los síntomas se deben a lesiones en el cerebro, el corazón y los riñones como consecuencia de
la hipertensión arterial grave. La presión arterial diastólica está, por lo general, por encima de
130 milímetros de mercurio (mm Hg). Los síntomas comprenden intranquilidad, confusión,
somnolencia, visión borrosa, dolor de cabeza, náuseas y vómitos. Observando el fondo del ojo
con un oftalmoscopio, el médico puede ver zonas de hemorragias, acumulaciones de líquido y la
tumefacción del nervio óptico. El corazón se dilata y es frecuente que aparezca insuficiencia
cardíaca. El coma puede ser la consecuencia de la hinchazón (edema) o de una hemorragia en el
cerebro.
Debido al mal funcionamiento de los riñones, las proteínas pueden pasar a la orina. Mediante un
examen al microscopio pueden detectarse células sanguíneas en la orina, donde también se
pueden ver cilindros de glóbulos rojos agrupados. La anemia con frecuencia es el resultado de la
destrucción de glóbulos rojos y de una insuficiente producción de los mismos. También se
presenta con frecuencia coagulación de la sangre en el interior de los vasos sanguíneos. Los
valores en sangre de renina y aldosterona (sustancias producidas por los riñones que ayudan a
regular la presión arterial) son extremadamente elevados.
Pronóstico y tratamiento
Si no se trata la afección, aproximadamente la mitad de los casos fallece antes de los 6 meses y
la mayor parte de los demás antes de un año. Alrededor del 60 por ciento de las muertes son
causadas por insuficiencia renal, el 20 por ciento por insuficiencia cardíaca, el 20 por ciento por
un accidente vascular cerebral y el uno por ciento por ataques cardíacos (infartos de miocardio).
Si se disminuye la presión arterial y se trata la insuficiencia renal, se reduce el índice de
mortalidad de forma significativa, especialmente la mortalidad debida a insuficiencia cardíaca,
insuficiencia renal y accidentes vasculares cerebrales.
Los casos de insuficiencia renal menos grave mejoran, casi todos, sin ningún tratamiento. En la
mayoría de los casos, la hipertensión muy alta puede controlarse satisfactoriamente con una dieta
adecuada y con la toma de fármacos. Los casos con insuficiencia renal progresiva pueden
mantenerse en vida con diálisis y en algunas ocasiones llegar a mejorar lo suficiente como para
interrumpir la diálisis.
Pronóstico y tratamiento