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PRIMERA CATEDRA DE TOXICOLOGIA – FACULTAD DE MEDICINA - UBA

PLAGUICIDAS 1

ORGANOFOSFORADOS
Los insecticidas, dentro de los plaguicidas, son sustancias ampliamente
utilizadas en el medio agrícola para controlar y erradicar vectores de
enfermedad que permiten mejorar la producción agrícola y proteger los
productos almacenados. Más de 1000 compuestos químicos, agentes
biológicos y agentes físicos, con múltiples formulaciones y nombres
comerciales, son utilizados en el mundo para combatir plagas de animales,
plantas indeseables que dañan, destruyen o causan enfermedad al hombre y a
las mismas plantas y animales.

El uso de plaguicidas (pesticidas) en los países desarrollados se ha


hecho tan extenso que está íntimamente ligado a la calidad de vida y a la
sociedad del bienestar. Igualmente han sido usados como armas de guerra
química, así como aditivos del petróleo, disolventes, en la industria de
colorantes, barnices, aislantes eléctricos etc.

Ocurren unas 80.000 muertes al año por exposición a plaguicidas si se


asume una tasa de mortalidad en países desarrollados del 0.2% y del 0.5% en
países en vías de desarrollo.

La causa más frecuente de intoxicación por estos productos es por


manipulación sin unas adecuadas medidas de protección, en el medio laboral
(en el proceso de fabricación, transporte, almacenaje, aplicación, etc.). Los
casos graves de intoxicación se producen por vía oral tras ingesta voluntaria o
accidental (en este caso por contaminación del alimento o del agua).

Las estimaciones de la OMS indican que cada año ocurren en el mundo


intoxicaciones graves con carácter accidental y unos dos millones de intentos
de suicidio son producidas por pesticidas.

Los insecticidas organofosforados se clasifican según su fórmula general


(Holmstedt), en cuatro categorías de acuerdo con el carácter del grupo X. (Ver
fórmula general de los organofosforados).

Fórmula general de los compuestos organofosforados.

1 Carlos Damin
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Categoría I: (X contiene un nitrógeno cuaternario) constituido por las


fosforilcolinas. Son los más tóxicos. No se usan como insecticidas. Uno de ellos
el ecotiofato se usa en el tratamiento del glaucoma.

Categoría II: (X es flúor) constituido por los florofosfatos. Son muy volátiles.
Usados como gases de guerra. El más representativo es el Sarín.

Categoría III: (X es un grupo CN, OCN, SCN u otro halogenado que no sea
flúor) el más representativo es el Tabún. Utilizado también como gas de guerra
y no como insecticida.

Categoría IV: (X es otra molécula distinta de las anteriores) incluye la mayoría


de los compuestos utilizados como insecticidas. A su vez se subdividen en 8
subgrupos en relación con los sustituyentes R1 y R2.

Los insecticidas organofosforados que más comúnmente son


responsables de intoxicaciones en el hombre son: parathion, malathion,
dimetoato, clorpirifos, diazinón, diclorvos, (DDVP, 2,2-diclorovinil dimetil
fosfato), entre otros.

Exposición

Población con riesgo potencial

Destaca el personal de empresas dedicadas a la aplicación de


plaguicidas de tipo agrícola, de tipo ambiental (en interior de locales),
trabajadores de empresas agrícolas que manipulan o aplican tales productos;
en la industria alimentaria; trabajadores de unidades de salud pública, centros
veterinarios; pilotos y personal auxiliar que interviene en las aplicaciones
agrícolas aérea, trabajadores de aplicaciones forestales y de tratamientos
estructurales de edificios; trabajadores de la desinfección de barcos o grandes
almacenes, y, desde luego, los que se dedican a la fabricación, formulación y/o
envasado de organofosforados, es decir, su producción industrial.

Aun sin manipular ni utilizar estos productos en ningún momento, puede estar
laboralmente expuesto de manera accidental (por circunstancias que no son
inherentes a la propia actividad y como consecuencia de tratamientos
incorrectos realizados por terceras personas): el personal que trabaja en
centros hospitalarios, al que se considera como “grupo de alto riesgo” de
exposición por las frecuentes y “programadas” aplicaciones de insecticidas, el
de hostelería, oficinas, centros docentes, recreativos, residencias de ancianos,
entre otros.

Asimismo, pueden estar expuestas las personas que a tales centros


acuden como pacientes (enfermos), simples ciudadanos, niños, adultos o
ancianos, muchos de ellos más susceptibles por sus características o
condiciones de salud que la mayoría de la población general, lo que constituye

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un problema de salud pública adicional al que debe prestarse especial


atención.

Patrón de exposición

En general, el patrón de exposición de un trabajador a un contaminante


viene determinado por la concentración, el número de horas y la periodicidad
de la misma. Cuando la exposición es única (por un periodo de menos de 24
horas) y a una concentración relativamente elevada, hablamos de exposición
aguda. Cuando la exposición se repite diariamente durante un periodo de tres o
más meses (sin límite máximo) se dice que la exposición es crónica;
situaciones intermedias son la subaguda (hasta un mes) y subcrónica (menos
de tres meses), siendo habitualmente (aunque no siempre) las concentraciones
más bajas que en la exposición aguda.

La exposición a organofosforados (y plaguicidas en general), se


caracteriza porque tales patrones son relativamente fáciles de discernir para los
trabajadores de la producción industrial, tiende a ser continua y prolongada, de
nivel muy constante, a uno o muy pocos compuestos, y, por tanto, fácil de
reducir a límites aceptables, siempre que se adopten y apliquen de manera
estricta las medidas de seguridad e higiene industrial adecuadas. De no ser
así, el riesgo de enfermedad profesional de los trabajadores por exposición
crónica a compuestos organofosforados puede ser elevado, ya que en los
procesos industriales se utilizan ingredientes activos con un grado de pureza
próximo (o superior) al 95 % (máxima toxicidad, según la especie química
implicada; y riesgo de contacto por fugas, vertidos, polvo, etc.) y/o pueden
entrar en contacto con importantes cantidades del producto ya formulado.

Por el contrario, la exposición de los trabajadores que utilizan estos


productos (manipuladores, aplicadores y similares) es de duración variable,
intermitente, muy variable en cuanto al nivel, a numerosos compuestos
diferentes (de manera sucesiva en el tiempo o simultáneamente por el uso de
mezclas) y a la protección usada en la aplicación; resumiendo, los usuarios
están sometidos a una exposición intermitente, de intensidad variable y
múltiple, por lo que el término exposición crónica no se puede aplicar en su
sentido habitual.

El personal no usuario de los plaguicidas, al que se refiere el apartado


de población con riesgo potencial, puede estar sometido a exposiciones
agudas repetidas cada vez que se realiza un tratamiento (fumigación), sobre
todo en los “tratamientos programados”, de carácter “preventivo”, es decir, sin
diagnóstico de la existencia de una plaga, de no seguir un protocolo
escrupuloso, o no respetando estrictamente, además, el plazo de seguridad.
Según la permanencia del ingrediente activo en la zona tratada (estabilidad),
frecuencia de los tratamientos y grado de contacto con esos productos, la
exposición de este personal puede ser subaguda, subcrónica o crónica.

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Vías de exposición

En el ámbito laboral, la exposición puede tener lugar por las tres vías
clásicas: digestiva, inhalatoria y dérmica. La vía digestiva directa se suele
considerar como accidental (ingestión de una solución por error o con fines
suicidas, o de alimentos directa o indirectamente contaminados). Deberá, por
tanto, evitarse en todo momento el contacto de alimentos (y su
almacenamiento) con tales productos, así como comer, beber o fumar durante
su manipulación o sin lavarse previamente las manos y la cara.
En el ámbito hogareño, la mayoría de las intoxicaciones se produce
accidentalmente por el uso de insecticidas en forma exagerada o sin
protección, o por intentos suicidas, con ingesta masiva.
Desde hace muchos años, es bien conocido que las vías inhalatoria y la
dérmica están muy estrechamente relacionadas con la exposición en las
distintas operaciones en que se pueden manipular este tipo de productos por
parte de operarios con distintas actividades o de personas que accidentalmente
pueden entrar en contacto con ellos sin manipularlos, tal como ya se ha
señalado.

La absorción de la contaminación no eliminada de la piel (que implica un


contacto prolongado y por tanto una mayor facilidad del proceso),
especialmente cuando el ingrediente activo está diez, cien o mil veces más
concentrado que en la dilución final empleada en la aplicación (como en los
procesos de formulación, o manipulación del formulado concentrado), puede
ser cuantitativamente muy elevada, frecuentemente conducente a
intoxicaciones agudas. Una higiene personal escrupulosa es un elemento
preventivo imprescindible, adicional a las medidas de higiene y seguridad a
seguir en el desarrollo de la propia actividad.

Toxicocinética
Absorción
Los organofosforados son absorbidos de forma rápida y efectiva
prácticamente por todas las vías (tracto gastrointestinal, piel, o mucosas) tras
su exposición con las formas líquidas (por ingesta o contacto con la piel) o bien
a través de los pulmones después de inhalar polvo o aerosoles tras fumigación.
Las manifestaciones clínicas aparecen entre minutos y varias horas después
de la intoxicación.
La absorción por la piel no es uniforme en toda la superficie corporal
para un determinado compuesto. En el caso del paratión, la absorción dérmica
en distintas zonas del cuerpo humano varía desde el 0 %, en el arco plantar,
hasta el 100 %, en el escroto; entre ambas cifras extremas están: 8.6 % en la
cara ventral del antebrazo, alrededor del 33 % en distintos puntos de la cara y
el 63 % en las axilas. La toxicidad aguda por vía dérmica se evalúa mediante la
determinación experimental de la DL50: dosis letal media, es decir, la dosis
(mg/Kg de peso del animal) que causa la muerte del 50 % de los animales a los
que se les ha administrado por aplicación sobre la piel.
La absorción por vía inhalatoria debe ser tomada especialmente en
consideración cuando se trata de plaguicidas que se emplean en forma de
aerosoles o cuyo ingrediente activo pasa fácilmente al estado de vapor o se

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trata de un gas. En general, la absorción por esta vía es muy elevada y, si no


se dispone de datos experimentales que demuestren lo contrario, se considera
que es del 100%. La toxicidad aguda por vía inhalatoria, cuando es
potencialmente peligrosa, se evalúa determinando experimentalmente la CL50:
la concentración letal media, es decir, la concentración en aire (mg/l) que en
una exposición de 4 horas causa la muerte del 50 % de los animales sometidos
a ensayo.
En los demás casos, la evaluación de la toxicidad aguda se realiza
administrando el compuesto por vía digestiva a ratas o ratones, obteniéndose
así la correspondiente LD50 por vía oral, expresada en mg/Kg de peso del
animal.

Distribución
Una vez absorbidos, los organofosforados y sus metabolitos se
distribuyen rápidamente por todo los órganos y tejidos, aunque las
concentraciones más elevadas se alcanzan en el hígado y los riñones, antes de
ser eliminados de manera prácticamente total por la orina y las heces. No
obstante, los compuestos más lipofílicos pueden almacenarse en pequeña
proporción en los tejidos grasos y el tejido nervioso, dada su riqueza en lípidos,
de donde pueden ser posteriormente liberados.

Metabolismo
El metabolismo de los compuestos organofosforados una vez absorbidos
tiene lugar, en parte, a través de las llamadas esterasas “A”, enzimas que los
hidrolizan a una velocidad considerable, actuando como detoxificadoras.
El catabolismo de los organofosforados sigue las dos fases habituales
de detoxificación de los xenobióticos en el organismo en general, las
denominadas fase I y fase Il. Paradójicamente, en ocasiones, el
organofosforado requiere metabolizarse antes de convertirse en un compuesto
biológicamente activo, y por tanto nocivo, en el organismo. El metabolismo de
estos compuestos transcurre principalmente en el hígado, y como resultado
final de la transformación de la molécula se originan los “grupos salientes” que
son característicos de cada organofosforado en particular (por acción de
citocromos P-450), y un total de hasta 8 alquilfosfatos diferentes (por acción de
las esterasas A), que son comunes para el conjunto de los organofosforados.

Eliminación
En términos generales, entre el 75 y el 100 % de los organofosforados
administrados por vía oral se transforma en compuestos solubles, entre los que
se encuentran los alquilfosfatos, prolongándose su eliminación urinaria por un
periodo que oscila entre las 24 y 48 horas tras la administración (experimental).
Debe tenerse en cuenta, no obstante, que la absorción por vía dérmica
puede ser más lenta, extenderse durante un periodo más largo y, en
consecuencia, la eliminación prolongarse más allá del referido plazo, puesto
que representa el resultado de la integración de todo el proceso de absorción.

Mecanismo de acción
Las esterasas “B”, son las enzimas diana sobre las que los
organofosforados actúan en el organismo, ejerciendo así su acción tóxica,
como es el caso de la acetilcolinesterasa (AChE) (con una muy destacada

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función fisiológica en el sistema nervioso) cuya actividad bioquímica resulta


inhibida, con una rapidez e intensidad que dependen de la naturaleza del
propio compuesto, además de su concentración. La butirilcolinesterasa
(BuChE), llamada pseudocolinesterasa o colinesterasa sérica, por encontrarse
en el suero, es de características análogas a la anterior pero con función
detoxificadora frente a los organofosforados.
La acetilcolinesterasa verdadera o eritrocitaria, además de encontrarse
en los glóbulos rojos, donde no se le conoce acción fisiológica, regula la
transmisión de los impulsos nerviosos en las terminaciones colinérgicas (por
hidrólisis de la acetilcolina, que actúa como neurotransmisor, una vez que ha
alcanzado su destino) de las neuronas preganglionares del sistema simpático y
parasimpático (receptores nicotínicos), de las postsinápticas del sistema
parasimpático (receptores muscarínicos), de una parte importante de las
sinapsis existentes entre neuronas del propio SNC, y de las terminaciones
motoras en los músculos estriados (voluntarios), en las uniones
neuromusculares, también con receptores nicotínicos (ver figura 1).

Figura 1. Sistema nervioso periférico con los principales neurotransmisores


preganglionares y postganglionares, y tipos de receptores en los efectores

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El acúmulo de acetilcolina en cualquiera de esos puntos que se acaban


de citar, por inhibición de la actividad colinesterásica, trae como consecuencia
la aparición de trastornos de mayor o menor intensidad y de naturaleza distinta.

Toxicodinamia

Los efectos que de una manera general se observan a consecuencia de


la exposición a organofosforados son, en gran parte, resultado de la
combinación del tipo de exposición (aguda/crónica), la intensidad (dosis o
concentración) y la/s especie/s química/s implicadas (categoría toxicológica)
pudiéndose agrupar en los siguientes tipos:

1. Exposición aguda. Efectos inmediatos y retardados


2. Exposición repetida o crónica. Efectos agudos y crónicos
3. Exposición aguda/crónica. Efectos permanentes

1. Exposición aguda

- Efectos inmediatos

Dentro de este apartado se sitúan los efectos más frecuentes, que


constituyen las que comúnmente se denominan intoxicaciones agudas por
exposición a organofosforados, siendo sus principales manifestaciones
consecuencia directa de la inhibición de la actividad de la acetilcolinesterasa
ejercida por estos compuestos. En este tipo de intoxicaciones se presentan
signos y síntomas correspondientes a manifestaciones que se clasifican en tres
tipos: muscarínicas, nicotínicas, y del sistema nervioso central (SNC), como
consecuencia de la acumulación de la acetilcolina en los receptores. (Se
presenta en la tabla 1).

Según su severidad, clásicamente las intoxicaciones agudas se han


venido clasificando en:

- Latentes: sin manifestaciones clínicas;


- Ligeras: astenia, inyección conjuntival y algunas manifestaciones de
tipo central, como cefalea;
- Moderadas: el paciente no puede deambular, se presentan
manifestaciones muscarínicas típicas muy marcada; buena
recuperación con tratamiento adecuado, pero sin él puede ser grave,
y;
- Graves: el paciente presenta alteraciones del sensorio, miosis, falta de
reflejos oculares, fasciculaciones musculares, bradiarritmias, dificultad
respiratoria y cianosis; pronóstico fatal sin tratamiento adecuado.

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TIPO DE
SIGNOS / SÍNTOMAS
MANIFESTACIÓN
Aparato respiratorio: opresión torácica,
broncoconstricción, disnea, aumento de la secreción
bronquial, tos, edema pulmonar, cianosis.
Sistema gastrointestinal: náuseas, vómitos,
compresión abdominal, calambres, aumento del
peristaltismo con dolores de tipo cólico, diarrea,
incontinencia fecal.
Cardiovascular: Bradicardia. (Inicialmente puede
predominar la taquicardia por efecto nicotínico)
Manifestaciones
muscarínicas
Estimulación de distintas terminaciones en
glándulas, sialorrea y epífora, rinorrea, sudoración,
diaforesis (Sistema Simpático de efectores
colinérgicos).

A nivel ocular: Contracción de pupilas (miosis


puntiforme). Cuerpo ciliar: no se acomoda (visión
borrosa). Inyección conjuntival.

Incontinencia urinaria.
Músculo estriado: temblor muscular, fasciculaciones,
calambres, debilidad muscular, incluyendo los
Manifestaciones
músculos respiratorios, mioclonías.
nicotínicas
Palidez, taquicardia (temprana), aumento de la
tensión arterial.
Depresión del centro respiratorio, con disnea,
cianosis y caída de la tensión arterial.
Efectos psicomotores inespecíficos: aprensión,
ansiedad, intranquilidad, inestabilidad emocional,
Sistema Nervioso
insomnio, pesadillas, dolor de cabeza, temblor,
Central
depresión, apatía, sensación de borrachera,
dificultad concentración, confusión, dificultad en la
expresión oral, debilidad general. Coma con
ausencia de reflejos.

Tabla 1.Signos y síntomas de la intoxicación aguda por organofosforados

Una característica esencial de este tipo de intoxicaciones lo constituye el


descenso de la actividad colinesterásica (eritrocitaria y plasmática). Se
considera que la actividad de la AChE eritrocitaria refleja de una forma más fiel
que la de la pseudocolinesterasa (BuChE, butirilcolinesterasa, sérica) la
actividad de la AChE del sistema nervioso, porque en definitiva es la mismo
enzima, aunque localizada en otro tejido. La BuChE normalmente responde de
una forma más rápida a la acción de un inhibidor y vuelve a la normalidad más
rápidamente que la AChE eritrocitaria. Así, se considera que un ligero descenso
de aquella que no vaya acompañado de un descenso de ésta puede ser sólo
indicativa de una posible exposición, pero no necesariamente indicativa de la

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existencia de riesgo. El descenso gradual de la actividad de la AChE


eritrocitaria es fisiológicamente mejor tolerado que un descenso rápido; de
modo que la inhibición lenta (a lo largo de muchos días de exposición) de una
proporción importante de la misma (75-80 % del valor basal de preexposición),
puede no ocasionar sintomatología en el sujeto expuesto; no obstante, la
sintomatología aguda puede aparecer en cualquier momento, tras una ligera
exposición adicional, al sobrepasar la capacidad fisiológica de adaptación del
individuo, por efecto acumulativo. Por el contrario, se pueden presentar
manifestaciones clínicas inmediatas de intoxicación cuando se produce la
inhibición de forma súbita, incluso siendo relativamente muy baja la magnitud
de la misma. En la práctica, interesa la determinación de ambas colinesterasas.

Los principales criterios diagnósticos de una intoxicación aguda por


organofosforados son:

- Historia de exposición a uno o más organofosforados


- Manifestaciones clínicas de tipo muscarínico y/o nicotínico
- Inhibición de la actividad colinesterásica sérica.

La coincidencia de al menos dos de tales criterios en un caso permite


deducir, con una alta probabilidad, que se trata de una intoxicación aguda por
organofosforados. Un criterio adicional es la evolución favorable del paciente
con una terapia a base de atropina y oximas.

La persistencia de algunos signos y síntomas como son la visión borrosa


o cefalea, luego de una intoxicación aguda, puede ser de varios meses,
aunque esto no es frecuente.

- Efectos retardados

Dentro de este apartado el aspecto más destacado lo constituye la


neuropatía retardada (o síndrome tardío) inducida por organofosforados,
cuyos síntomas aparecen entre 1 y 3 semanas después de la exposición aguda
(y al cabo de un periodo más incierto cuando la exposición es crónica). Este
retraso está relacionado con la dosis del agente tóxico y con su naturaleza
química. Se trata de una polineuropatía predominantemente motora, de tipo
flácido, pero también con manifestaciones de tipo sensorial, que afecta a los
músculos distales de las extremidades en grado variable, incluso tetraplejía,
aunque, en general, resultan más afectados los miembros inferiores. Distintas
especies animales presentan susceptibilidades diferentes.
Esta neuropatía, se produciría por la fosforilación de la enzima esterasa
neurotóxica (ENT) del sistema nervioso, una vez ingresado el organofosforado
en el organismo. La inhibición, primero, y posterior “envejecimiento” (del 70 al
80 % de la ENT del cerebro, medula espinal y nervios periféricos, en las
gallinas) constituyen procesos bioquímicos subyacentes a la aparición de esta
polineuropatía axonal.

Deben señalarse dos aspectos concretos:

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1º) la inhibición de las colinesterasas y la de la ENT son procesos


independientes, y
2º) los resultados experimentales obtenidos no han permitido calcular el
umbral de inhibición de la ENT correlacionable con la polineuropatía en el
hombre. La recuperación puede tardar entre 6-12 meses.

El síndrome intermedio es un cuadro de parálisis de la musculatura


proximal de las extremidades, de los flexores del cuello con afectación de pares
craneales que aparece a las 24-96 horas tras la recuperación de una crisis
colinérgica. No coexisten con los síntomas colinérgicos y la recuperación
ocurre a los 4 -18 días.

2. Exposición repetida o crónica

- Efectos agudos

Los efectos agudos en la exposición repetida, tal como se ha comentado


anteriormente, son consecuencia de la inhibición progresiva de la
acetilcolinesterasa, que cuanto más lenta es, más tardan las manifestaciones
de tipo muscarínico o nicotínico en presentarse. En consecuencia, la actividad
puede haberse reducido hasta un 20 ó 30 % del valor de base (80 ó 70 % de
inhibición) sin que los trabajadores manifiesten trastorno clínico alguno tras
varias semanas de trabajo con una exposición moderada. Por el contrario, si la
exposición es intensa y la inhibición es rápida, basta que sea del 30 % del valor
de base, o incluso inferior, (manteniéndose un 70 % o más de la actividad) para
desencadenar la aparición de la sintomatología descrita.

3. Exposición aguda/crónica

- Efectos permanentes

Se ha señalado que los efectos neurológicos subclínicos son frecuentes


en los sujetos expuestos a organofosforados, en ausencia de signos clínicos, e
incluyen una disminución de la velocidad de conducción nerviosa sensorial y un
aumento de la densidad de las fibras.
A mediados de los años 50 se empezaron a describir los efectos de los
organofosforados sobre el SNC, que se manifiestan como trastornos del
comportamiento (cambios neuropsiquiátricos) y/o de las funciones superiores.

El examen neuropsicológico de pacientes que han sufrido intoxicación


aguda por organofosforados puede revelar disminuciones en distintas
funciones y habilidades de tipo intelectual (capacidades de tipo cognitivo) que
pasarían inadvertidas en un examen neurológico clínico. Posteriormente se ha
demostrado y confirmado el descenso persistente de la funcionalidad
neuropsicológica (incluyendo la atención acústica, atención verbal, memoria
visual, velocidad visuomotora, secuenciación y solución de problemas,

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estabilidad motora, reacción, destreza) en individuos que han sufrido episodios


de intoxicación aguda.

- Otros efectos

Se ha comprobado que los organofosforados pueden unirse


directamente con los receptores de la AChE, especialmente los muscarínicos,
del cerebro (varios tipos) y del músculo cardíaco (tipo M2, muy afín).
Consecuencia de tal activación directa de los receptores M2 sería un aumento
del efecto del exceso de acetilcolina, acumulada por inhibición de la AChE,
reduciendo aun más la contracción y frecuencia cardíacas. Lo que refuerza el
papel terapéutico de la atropina por su acción protectora del tejido cardíaco,
bloqueando sus receptores muscarínicos, en las primeras fases de la
intoxicación.

Se han descrito también alteraciones de tipo bioquímico, como son


anomalías en los niveles de catecolaminas. En formuladores de insecticidas
expuestos a organoclorados, organofosforados y carbamatos, se han hallado
niveles de adrenalina significativamente más altos (alrededor de un 35 %), que
favorecen la glucogenolisis hepática y los consiguientes niveles de glucemia
más elevados (con ligera tendencia a la hiperglucemia), aun con similares
colinesterasas (en comparación con el grupo control).

La exposición a organofosforados se ha relacionado de forma repetida


con la aparición, en algunas personas, de una serie de trastornos, muy
variables en su manifestación e intensidad, que han sido englobados bajo la
denominación común de síndrome de sensibilidad química múltiple (MCSS, del
inglés “multiple chemical sensitivity syndrome”). El diazinón, el gutión, y otros
organofosforados han sido identificados como agentes causantes de este
síndrome. Una cierta vulnerabilidad a la acetilcolina, que tendería a
acumularse, explicaría la sensibilidad ambiental y la tendencia endógena a la
depresión (relacionada con el aumento de la acetilcolina) que presentan ciertos
afectados.

Indicadores de efecto y exposición

Las colinesterasas constituyen los biomarcadores de efecto de elección


para el control biológico de los trabajadores expuestos a organofosforados. En
realidad, el parámetro que tiene auténtico interés a tal fin es la medida de la
inhibición de estas enzimas producida por tal exposición.

Desde un punto de vista analítico, y de cara al control biológico, al hablar


de las colinesterasas, puede tratarse de las determinaciones de AChE
(acetilcolinesterasa) eritrocitaria, de BuChE (butirilcolinesterasa) plasmática, ya
comentadas, y de la colinesterasa en sangre total, que es el resultado de la
actividad combinada de ambos enzimas.
Conviene destacar que, si bien los distintos organofosforados inhiben las
colinesterasas neural, eritrocitaria y plasmática en diferente medida y según

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diferentes patrones temporales, estas determinaciones proporcionan una


indicación valiosa de su absorción por parte de las personas expuestas.

Con el fin de establecer el diagnóstico etiológico, y siempre que se


sospeche que se ha producido una exposición aguda a organofosforados, es
muy útil la determinación de la actividad colinesterásica sin disponer del valor
basal, a condición de que la toma de muestra se realice lo más pronto posible
después de la exposición. En tal caso esta determinación se emplea como un
elemento de confirmación diagnóstica, sin relación alguna con pretendidos
fines preventivos del control biológico.

Un criterio genérico para evaluar la intensidad y la antigüedad de una


intoxicación a partir de las colinesterasas, resumiendo de manera práctica
parte de lo expuesto, se basa en:
- Una intoxicación reciente de intensidad baja mostrará una disminución
aislada de la pseudocolinesterasa plasmática.
- Una intoxicación “antigua” se pondrá de manifiesto por una disminución
aislada de la acetilcolinesterasa eritrocitaria cuya intensidad depende del
grado de inhibición enzimática.
- Una intoxicación implicando la disminución simultánea de las
colinesterasas plasmática y eritrocitaria atestiguaría una intoxicación
reciente, a menudo aguda, cuya intensidad depende del grado de
inhibición de la actividad colinesterásica.

La recuperación de la actividad colinesterásica eritrocitaria se produce a


un ritmo del 1 % diario, a medida que los eritrocitos pasan a la sangre
periférica; la de la colinesterasa plasmática es algo más rápida (1,5 % diario)
por síntesis hepática de nueva enzima. Por tal motivo, tras un exposición
intensa con una inhibición de las colinesterasas cercana al 80 %, la
recuperación de la actividad puede requerir varios meses. La colinesterasa
plasmática, en ese sentido, se ha mostrado de gran utilidad en las exposiciones
agudas, ya que responde con mayor rapidez que la eritrocitaria, aparte de que
hay organofosforados que sólo actúan sobre aquella y no sobre ésta.

Los valores de referencia tanto para la acetilcolinesterasa eritrocitaria,


como para la plasmática son variables y dependen del método analítico
utilizado.

Tratamiento

Aunque todas las medidas terapéuticas contribuyen al éxito y la


recuperación del intoxicado, se ha establecido el siguiente orden de prioridad.

1 – Administración de antagonistas:
Se actúa sobre los efectos del plaguicida administrando un
anticolinérgico: el sulfato de atropina. Se debe “atropinizar “ al enfermo y
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cuando aparezca midriasis, se sequen las mucosas y se acelere la frecuencia


cardíaca, podrá decirse que la dosis ha sido suficiente.
Cada paciente necesitará una cantidad determinada que no puede
establecerse previamente. Hay reportes de aplicación de 300, 500 o más
ampollas de sulfato de atropina de 1 mg en 24 horas.
Inicialmente se debe aplicar una dosis de 2 a 4 mg en los adultos y de 1
mg en los niños por vía subcutánea o intravenosa. Si con esa dosis no se
consiguen los signos de atropinización mencionados, se instituirá una infusión
continua de 20 a 40 ampollas de sulfato de atropina de 1 mg en un frasco de
500 ml de dextrosa al 5 % a velocidad variable de acuerdo a la respuesta
clínica del enfermo.
Las dosis no deben ser “cautelosas” sino “suficientes”. En caso de
aparecer signos de exceso de atropina, éstos no ofrecen riesgos vitales y
desaparecen en breve lapso.

2 – Decontaminación del enfermo


Bañar cuidadosamente al paciente y cambiarle la ropa. En caso de
realizar rescate del tóxico, debe tenerse en cuenta que muchos
organofosforados usan hidrocarburos como diluyentes en sus presentaciones
comerciales por lo que tienen las mismas contraindicaciones que aquéllos.

3 – Administración de antídotos
Las oximas son muy efectivas en algunos organofosforados, pero no en
todos. Actúan produciendo un ataque nucleofílico al átomo de fósforo del
dimero enzima-insecticida. A continuación, la oxima se fosforila, desfosforilando
la enzima y regenerándola. Pero deben administrarse en las primeras 18 horas
desde la exposición, siendo el límite de su uso, las 36 horas, ya que pasado
ese tiempo, las enzimas “envejecidas” son inaccesibles a su acción
regeneradora. Se pueden usar por vía intramuscular o intravenosa en infusión
continua. Las oximas disponibles y las dosis son:

Pralidoxima (ContrathionR): 2 gr/día en infusión o 500 mg cada 6 horas (IM).


(Niños: 20 a 40 mg/Kg/día en infusión)
R
Obidoxima (Toxogonin ): 500 – 700 mg en infusión en 6 horas.
(Niños: 4 mg/Kg en igual tiempo)

4 – Duración del tratamiento


No debe confundirse el cuadro de broncorrea pulmonar con el edema clásico
de pulmón y están formalmente contraindicadas las drogas que se emplean en
este último: morfina, teofilina. También está contraindicado el uso de
succinilcolina.
La respuesta a la atropina y a las oximas puede ser inmediata y
espectacular hasta el punto de dar seguridad de que se ha superado el
episodio, lo que a veces no es real dado que mientras la acción del tratamiento
es pasajera, el veneno perdura, produciendo recaídas, a veces mortales.

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CARBAMATOS
El grupo químico de los carbamatos corresponde a ésteres derivados de
los ácidos N-metil o dimetil carbámico y comprende más de 25 compuestos que
se emplean como insecticidas y algunos como fungicidas, herbicidas o
nematicidas.

Entre los carbamatos más usados se incluyen: aldicarb, aminocarb,


benomyl, carbaryl, carbofuran, methiocarb, methomyl, mexacarbate, oxamyl,
propoxur,

Toxicocinética

Los carbamatos, del mismo modo que los organofosforados, ingresan al


organismo por las vías cutánea, respiratoria y digestiva y no se acumulan. Su
biotransformación se realiza a través de tres mecanismos básicos: hidrólisis,
oxidación y conjugación. La eliminación se hace principalmente por vía urinaria.

Mecanismo de acción:
Al igual que los insecticidas organofosforados, los carbamatos son
inhibidores de la colinesterasa pero con varias diferencias con éstos. Causan
una inhibición reversible de dichas enzimas porque la unión enzima-carbamil es
reversible, lo que origina un síndrome clínico más benigno y con una duración
más corta que aquellos. También a diferencia de los organofosforados, tienen
muy mala penetración al sistema nervioso central, con convulsiones muy raras
en la clínica.

Los valores de colinesterasa en suero y hematíes retornan a su valor


normal a las pocas horas.

Además disminuyen la actividad tiroidea y del metabolismo hepático.


Disminuyen también la síntesis de fosfolípidos en el cerebro y alteran los
niveles de serotonina en plasma.

Manifestaciones Clínicas
No existen diferencias importantes con respecto a la sintomatología
encontrada en las intoxicaciones por organofosforados. Suele haber un
predominio de síntomas muscarínicos debido a su mínima penetración en le
sistema nervioso central. Al ser la unión a la enzima colinesterasa reversible, la
duración de estas manifestaciones es mucho menor. Se han descrito efectos
tóxicos sobre distintos órganos sobre todo sobre el parénquima renal.

Las intoxicaciones por ditiocarbamatos pueden ser graves, sobre todo si


se asocian a consumo de alcohol. Pueden inhibir la dopamina hidroxilasa con
la consiguiente disminución de la síntesis de noradrenalina, lo que puede
conducir a shock en ocasiones irreversible. Se han descrito casos con
afectación del sistema nervioso central y periférico, así como fracaso renal
agudo por acción directa del tóxico.

14 Carlos Damin
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La evolución suele ser favorable en la mayoría de los casos, siempre


que no haya complicaciones intercurrentes, debido a la corta duración del
efecto tóxico.
Algunos trabajos muestran neurotoxicidad retardada por carbamatos,
que es infrecuente y con recuperación completa en la mayoría de los casos.

Diagnóstico:
Se determinará la actividad de la colinesterasa sérica.

Tratamiento:

El tratamiento de la intoxicación por carbamatos incluye monitoreo de


signos vitales, mantenimiento de vía aérea permeable con intubación y
ventilación mecánica si ello fuera preciso, lavado gástrico o administración de
jarabe de Ipecacuana para retirar el tóxico del tubo digestivo si hubo ingesta,
con las precauciones habituales. La administración de carbón activado y
catárticos está indicada si hubo ingestión. Si el contacto con el tóxico fue a
través de la piel, retiraremos toda la ropa y lavaremos al paciente con agua y
jabón de cabeza a pies durante al menos diez minutos.

El tratamiento específico de esta intoxicación es igual al descrito para los


insecticidas organofosforados, con la excepción del uso de oximas. Estas
sustancias no son eficaces en la intoxicación por carbamatos como lo son en
aquellos, por lo que no deben indicarse.

Las dosis de sulfato de atropina son iguales a las indicadas para la


intoxicación por organofosforados.

RODENTICIDAS ANTICOAGULANTES
Se denominan rodenticidas a aquellas sustancias que tienen como
finalidad la destrucción de los roedores, y por extensión, la de todos los
animales vertebrados indeseables. Dentro de los roedores los tres tipos más
frecuentes son la rata parda común (Rattus norvegicus), la rata negra o rata de
los barcos (Rattus rattus) y el ratón doméstico (Mus musculis). Los roedores
son un importante problema de salud pública, debido a que transmiten
múltiples enfermedades y a que son voraces omnívoros.
Dentro del grupo de rodenticidas anticoagulantes, existen los de primera
generación, derivados de las Cumarinas, como la warfarina, y derivados de la
Indandiona, como la fenindiona y los de segunda generación o
superwarfarínicos, como brodifacum, bromadiolona y difenacuom. Su
presentación comercial es generalmente en forma de cebos (en granos de
trigo) o en forma granulada para disolver en agua.
Las superwarfarinas son conocidas con este nombre porque se
diseñaron para ser efectivas incluso contra los roedores resistentes a la
warfarina. Su mecanismo de acción es idéntico, pero pueden ser letales con
tan solo una dosis, a diferencia de los 21 días necesarios de alimentación

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constante para los warfarínicos. Esto sucede por que las superwarfarinas
tienen una solubilidad en lípidos mucho mayor y se concentran en forma más
selectiva en las células hepáticas, con niveles séricos menores.

Toxicidad:
En general los productos warfarínicos son de baja toxicidad, ya que se
necesita una ingesta grande o una ingesta prolongada por varios días para
poder ocasionar el efecto anticoagulante. Por el contrario los superwarfarínicos,
sólo requieren pequeñas ingestas, una sola dosis y sus efectos anticoagulantes
son muy prolongados.
Dosis letal media: warfarina: 186 mg/Kg brodifacum: 0,27 mg/Kg

Toxicocinética:
Las cumarinas, indandionas y otros anticoagulantes se absorben muy
bien a través del tracto gastrointestinal, a los pocos minutos de ser ingeridos.
La proporción de lo que se absorbe a través de la piel intacta es muy baja.
La warfarina se metaboliza en el hígado. Estas sustancias y sus
productos de biotransformación se excretan por la orina y las heces.

Mecanismo de acción:

Estos rodenticidas actúan uniéndose al receptor proteico que tiene la


membrana de los hepatocitos para la vitamina K, impidiendo la incorporación
de ésta al interior de la célula hepática y por consiguiente deprimen la síntesis
de las sustancias esenciales para la coagulación de la sangre: protrombina
(factor II) y los factores VII, IX, y X. Al mismo tiempo se produce un aumento de
la permeabilidad capilar. El efecto definitivo de estas acciones es la inducción
de una hemorragia interna generalizada.

Manifestaciones clínicas:

En la mayoría de las ingestas de cebos con anticoagulantes, las víctimas


se presentan asintomáticas, debido a las pequeñas dosis ingeridas. En los
niños, aún en casos de ingestas de dosis mayores, frecuentemente la
hipoprotrombinemia no se acompaña de sintomatología clínica.
Las hemorragias sólo se observan cuando son absorbidas cantidades
excesivas (tentativas de suicidio) o en ingestión de cebos durante varios días
(personas con déficit intelectual o intentos de homicidio).
Las manifestaciones hemorrágicas incluyen epistaxis, hemorragia
gingival, hematemesis, hematuria, enterorragia y erupción cutánea petequial.

Diagnóstico:
En el laboratorio podemos hallar alteraciones en:

- Tiempo de protrombina (prolongado)


- Tiempo de coagulación (prolongado)
- Citoquímico de orina (hematuria)
- Heces (melena)

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Tratamiento:
El tratamiento consiste en la decontaminación gastrointestinal (vómito
provocado, lavado gástrico, carbón activado y catárticos) si el agente se ingirió
en las últimas 3-4 horas.
El único antídoto para los rodenticidas anticoagulantes es la vitamina K1
(fitonadiona). Las otras vitaminas K, no son útiles.

La dosis recomendada de vitamina K1 son:


Adultos: 25 mg/día por vía intravenosa lenta o intramuscular
Niños: 0,6 mg/Kg/día por vía intravenosa lenta o intramuscular

Precaución: Se han presentado reacciones adversas, algunas de ellas


fatales, tras la aplicación intravenosa de la fitonadiona, por lo cual esta vía sólo
se recomienda en los casos severos de intoxicación. Las reacciones adversas
se caracterizan por rubor, desvanecimiento, hipotensión, disnea y cianosis. En
algunos casos se ha presentado shock anafiláctico.

En los casos de hemorragia severa la vitamina K1 debe acompañarse de


transfusiones de sangre fresca o plasma fresco. El uso de sangre o plasma es
el método más rápido y efectivo para controlar hemorragias causadas por estos
anticoagulantes, aunque su efecto no perdura.
Debe observarse cuidadosamente al paciente durante 4 - 5 días
después de la ingestión, especialmente si se trata de niños y si la ingesta ha
sido de superwarfarínicos.
El tratamiento se ajustará de acuerdo con los resultados del tiempo de
protrombina teniendo en cuenta que los valores de estas pruebas pueden dar
resultados normales aún después de 72 horas de la ingesta, por lo cual su
determinación debe realizarse a las 24, 48 y 72 horas. Si en este lapso
aparecen alteraciones en estas pruebas, el seguimiento del paciente debe ser
por tiempo prolongado (hasta tres meses).

Bibliografía

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Aires, 1985.
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intoxicaciones agudas causadas por plaguicidas. http://www.cepis.ops-oms.org/
- Córdoba Escámez J., Martín Rubí JC, Yélamos Rodríguez F. Principios de Urgencias,
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- Ladrón de Guevara, J.; Moya Pueyo, V.; Toxicología Médica. Clínica y Laboral.
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- Repetto M y col. Toxicología avanzada. Madrid, Diaz de Santos, 1995

17 Carlos Damin
PRIMERA CATEDRA DE TOXICOLOGIA – FACULTAD DE MEDICINA - UBA

- VIASALUS. http://www.viasalus.com/vs/B2P/cn/toxi/pages/x/x15/x15a/01.jsp

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