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Problemas actuales de la interpretación*


SERGE COTTET
Publicado en La interpretación psicoanalítica, Editorial Trillas, México, 1988, p.11-20

Lo actual en la interpretación es que de nuevo se habla de ella. Es cierto que


actualmente existe cierto borramiento de esta función en la bibliografía analítica; el
abuso al cual se ha prestado la interpretación al punto de desacreditar al análisis
mismo es una explicación parcial de este retroceso. Por otra parte, la sanción del
forzamiento interpretativo provino del propio paciente, de su resistencia a la
interpretación cuando ésta está abierta a todos los sentidos. Basta con evocar la
intensa actividad interpretativa de ciertos analistas en el campo de la psicosis -me
refiero a autores tan diferentes como Searles o Rosenfeld-, para preocuparse por la
imputación de delirio de interpretación que se les pudo hacer.
Es preciso recordar que antes de que se hubiesen fijado reglas de interpretación
como código obligado de traducción del material o como un metalenguaje, Freud había
puesto en guardia a la comunidad
en contra de la arbitrariedad interpretativa resumida por la famosa sentencia:
"cara, yo gano: sello, tu pierdes".
Por otro lado, estos abusos desembocan en un ritornello interpretativo que no
sorprende a nadie; es la función misma de la palabra en el psicoanálisis la que se vio
así nulificada. Es lógico que si el analista olvida que el sentido de un enunciado
depende del lugar desde donde se lo enuncia y, en primera instancia, de la
transferencia, es lo esencial del dispositivo analítico lo que así se ve alterado; más
precisamente, Lacan podía declarar en 1958 que "la interpretación se ve descuidada
porque uno no sabe acentuar la función del significante". Por no haberse nunca
preocupado por ello, toda una corriente actual del análisis renuncia frente a la necesidad
de articular lo que fuere de la experiencia de la palabra.
La reparación o la reconstrucción del self se adelanta así a la interpretación, está
tendencia puede hasta erigirse en algunos congresos internacionales como nuevas
normas (Congreso de Jerusalem en 1977, o de Hamburgo en 1984). Es verdad que no
es éste en único concepto del psicoanálisis que desaparece; inconsciente y castración,
ya no constituyen el horizonte ni la base de la escucha del psicoanalista, que prefiere
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escucharse a sí mismo en la ebriedad de la contratransferencia. Sin embargo, el olvido


de la dimensión interpretativa, de su lógica y de las condiciones a las cuales están
sometidos sus efectos en la cura, obra en el sentido de una concepción ortopédica del
psicoanálisis.
Así es como el. ideal de reparación del self o de reconstitución se hace a expensas
del cálculo de la interpretación.

CÁLCULO DE LA INTERPRETACIÓN

Bajo este rubro podemos validar los momentos cruciales de la dirección de la cura,
aquellos que el analista considera que son su responsabilidad. O sea, el momento de
interpretar, el contenido de la interpretación y el efecto de ésta especialmente sobre el
material que permite esclarecer.
Al respecto el analista no tiene libertad de movimientos. "Menos libre en su
estrategia que en su táctica", como ya lo apuntaba Lacan en "La dirección de la cura".
En efecto, si la táctica concierne a las reglas de la interpretación (que son numerosas y
se prestan al contrasentido), la estrategia depende de la transferencia y la transferencia
depende del valor de la interpretación: ésta siempre se recibirá "como proviniendo de la
persona que la transferencia le imputa ser". Es desde un lugar específico, el del Otro,
que se realiza al cálculo de estos efectos. De ahí la paradoja que plantea Lacan en ese
artículo y que puede ser considerada como anticipación de la definición más tardía del
final del análisis como caída del Sujeto supuesto Saber.
Así pues, la salida de la transferencia como validación del Otro es pospuesta ad
infinitum si la interpretación debe a la vez tener este efecto disolvente y no tenerlo más
que por la transferencia misma. Es la razón por la cual se producen algunas catástrofes
del tipo del acting out cuando el análisis silvestre interpreta la transferencia en el
registro imaginario de ego a ego, haciendo recaer en la persona del psicoanalista este
lugar del significante Jugar del saber inconsciente donde la transferencia deposita la
verdad del sujeto.
Sin duda, si la táctica de la interpretación depende de la estructura de la
transferencia, habrá que tener en cuenta esencialmente sus efectos más que sus
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razones. El cálculo de la interpretación integra obviamente su parte incalculable. Y esto


es así porque la transferencia es a la vez obstáculo y medio del efecto interpretativo.
El alcance de la interpretación se efectúa, pues, "bajo transferencia", pero ésta
cierra al sujeto a los efectos de apertura del inconsciente. Es una paradoja ya apuntada
por Freud, que Lacan acentúa y este concepto de "cálculo" resume. Se trata de saber lo
que uno hace cuando interpreta y no de trasmitir o de adquirir un saber hacer.
En relación con la demanda de sentido -a veces explícita- del paciente, conviene
considerar las razones por las cuales no responder a ella. No solamente porque más allá
de esta preocupación ahí se revela la demanda implícita de amor, sino también porque
la interpretación, lejos de disolver el síntoma, corre el riesgo de darle consistencia.
Comprobamos la similitud estructural de la interpretación y del síntoma en la
experiencia freudiana; sobredeterminación, doble sentido, nudo de significantes. La
estructura del lenguaje les es consustancial. En otras palabras, el síntoma, sobre todo el
síntoma histérico u obsesivo, está ya en sí estructurado como una interpretación: quiere
decir Otra cosa, contiene un modo desciframiento del deseo del Otro.
La disolución que se espera de una interpretación está basada en la intuición de
que lo similar responde a lo similar; es decir, que al no tener más instrumento que la
palabra, quiérase o no, la interpretación se nutre de esta comunidad. La cuestión reside
en discernir el punto común entre el equívoco significante del síntoma y el equívoco
interpretativo. Se sabe que Freud lo situaba frecuentemente en el Witz, en el chiste. No
es necesario volver sobre este punto, pero sigue siendo cierto que todo el síntoma no es
agotado por la estructura del inconsciente, o sea el lenguaje. Es una dificultad que da
cuenta de ciertas derivas terapéuticas en donde se advierte que la inercia del síntoma
resiste a su desciframiento significante; se dice, entonces, que hay algo de real en juego
que no se deja disipar por la interpretación, y se empuja al acto o al antidepresivo.
La via freudiana es muy diferente. Después de reconocer que la zona del síntoma
no estaba completamente cubierta por el inconsciente. Freud insistió en la satisfacción
de la pulsión en las estructuras clínicas, e incluyó el lugar en el cual la queja es más
radical: en la melancolía, uno está lejos de los juegos de palabras. Sin embargo, aun
insistiendo en el goce masoquista y en la reacción terapéutica negativa, varió poco en su
concepción de la interpretación; sigue tratándose de una operación simbólica y el
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análisis debe privarse de cualquier otro medio para permanecer en la ética: la del "bien
decir".
Simbolizar lo real del síntoma no es, entonces, cosa fácil, máxime si este real
concebido por Lacan no es justamente simbolizable por completo. Después de Freud,
Lacan puso de relieve la incidencia del goce en los efectos del saber inconsciente. Tras
haber considerado que la resistencia del síntoma a la interpretación resultaba de una
inercia imaginaria, en los años setenta Lacan insistió más bien en el nudo del goce que
actúa en su producción. La manipulación de lo real del nudo borromeo procede, en
último análisis, de esta dificultad: ¿cómo tocar lo real con lo simbólico?. Dicho de otra
manera, de este desplazamiento de acento resulta una reestructuración del trabajo
de interpretación si es verdad que el análisis se propone hacer retroceder aquello que
de lo real del goce entorpece y pone barreras al deseo.
Así nutrir consentido al síntoma no es la operación más adecuada para realizar
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esta separación. Las bodas del sentido y del goce (J'ois-sens, estribé en ocasiones
Lacan) justifican que uno verifique dos veces antes de apreciar el lugar desde donde
se habla y desde donde se emite el mensaje.
Estos preámbulos, sin duda negativos, son necesarios para situar el problema,
en primer lugar históricamente y después en el plano de la técnica. En verdad, se
resumen en una prescripción negativa: la interpretación no es el enunciado de un
saber. Empezaremos, entonces, por explicitar esta proposición antes de sacar sus
consecuencias.

DISCURSO DEL AMO E INTERPRETACIÓN

Al considerar al inconsciente como un "saber que trabaja" (trabajador ideal,


añade Lacan, trabaja sin amo; véase Televisión), la interpretación tiene que
distanciarse del deseo de darle un amo; es decir, de operar a partir de un saber. La
interpretación no rellena las lagunas del saber. La antinomia de la educación y de la
interpretación en el manejo de la cura tiene una repercusión histórica y periódica en
el problema referente a la identificación del psicoanalista como amo del deseo. Al
respecto, la famosa divergencia de los años 1926 entre Anna Freud y Melanie Klein
constituye una prueba espectacular en el nivel de la cura de los niños. Lo que estaba
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en juego en esa polémica eran las relaciones del saber y de la verdad en el campo
freudiano.
Hay que hacer resaltar una antinomia. De hecho ¿cómo presumir, sin negar el
inconsciente, que la transmisión de un saber acerca del inconsciente quebrantará las
certidumbres del sujeto? En efecto, son las certidumbres y las significaciones fijadas
las que bloquean el acceso del sujeto a la verdad de su síntoma. Se tiene, pues, que
producir un efecto de verdad que no se confunde en nada con un aprendizaje.
Lo verdadero sólo surge sesgado, en el estallido de la sorpresa y en el equívoco
significante; los sintagmas fijos de los institutos de psicoanálisis ni siquiera pretenden
hacer acceder al sujeto a ello.

EL EQUÍVOCO INTERPRETATIVO

Lacan nos da una indicación acerca de la relación del sujeto con el saber: "El saber
como verdad define lo que debe ser la estructura de una interpretación". Esta fórmula
de 1968 no está destinada a exaltar los prestigios de la verdad compitiendo con el
discurso de la ciencia que no se preocupa por la verdad.
Al comentar esta definición, Colette Soler daba a modo de ejemplo dos tipos de
enunciación que se distancian de todo enunciado de saber: el enigma y la cita.2
En el enigma un saber es supuesto y es el sujeto mismo quien debe descifrar, en
los ardides de la pregunta, la verdad que ahí está depositada. Una verdad insulsa lo más
a menudo, como queda ilustrada por el enigma de la Esfinge que no tiene más
esplendores de lo verdadero que la apariencia, con los cuales el cuestionamiento la ha
revestido. Con este ejemplo se pueden verificar algunos rasgos de la interpretación
según Lacan: no tiene que ser entendida, produce olas, es equívoca y, por fin, está
tejida con los elementos del discurso del propio analizante; es un decir a medias.
Se pueden retomar detalladamente algunas de estas características. Empiezo por
la última: es la enunciación del mismo paciente la que sirve como punto de apoyo a la
construcción del enigma. El decir del paciente le es devuelto en un mensaje que
perturba su significación unívoca. Esto se puede deducir completamente de una
concepción del lenguaje que supone que se dice más que lo que se sabe. Así, se concibe
que la devolución al remitente de los significantes del sujeto aparezca a él bajo una
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forma enigmática que juega con los efectos de sentido y en la equivocidad de la


enunciación. Se deducen entonces las demás propiedades enunciadas anteriormente;
desconcierta al sujeto, produce un efecto de división subjetiva allí donde el sujeto tenía
asegurada una imperturbable significación. En este sentido vuelve a lanzar el material,
produce olas y satisface a la vez al cálculo (un más o menos de sentido) y a lo
incalculable de los efectos que van a seguir.
Es al usar de la lengua de un modo apropiado, apoyándose en su materialidad y
no sólo en algún "otro sentido" fijado a priori, como se puede alcanzar el efecto
subjetivo.
Esta concepción de un sujeto afectado por la lengua está en las antípodas del
sujeto psicológico considerado como ignorante o simplemente menos ignorante después
de la interpretación. El peso de las palabras es también parte del cálculo de la
interpretación y para tal sujeto no es bueno que se diga cualquier verdad. A pesar de las
apariencias en contrario, la misma observación vale en cuanto a la cita: ¿cuál puede ser
el efecto de esta figura de estilo, proverbio o cantinela que justamente parece externa al
discurso del analizante? Ella también hace valer las armónicas de la enunciación,
especialmente el Otro del significante, el tesoro del significante desde donde se
constituye el inconsciente. Porque decir como Lacan que el inconsciente es
transindividual no remite a reconocer un inconsciente colectivo, sino que apunta al uso
particular que tal sujeto justamente hace de la lengua; es decir, a las significaciones
imaginarias que él constituye a partir del lenguaje que forzosamente le viene del Otro.
El inconsciente estructurado como un lenguaje no quiere decir otra cosa. Porque
es como Otro que deseamos, y también es como discurso del Otro que nos vienen los
pensamientos en la libre asociación. Así con este analizante obsesionado por la
contabilidad y la elaboración de listas de sus conquistas femeninas reales o futuras, es al
llegar a la décima que encuentra una tregua momentánea: "cuando una puerta se
cierra, diez se abren".3 Tal era obviamente la trama del discurso de nuestro Don Juan,
pero se puede decir que sin saberlo él; no, por supuesto, que él ignorara este
enunciado, sino la pena de amor que está en el origen de esta compulsión y que era
propiamente el objeto de una denegación; la represión de los significantes ligados al
prestigio de una mujer única retornaba de lo reprimido en este modo de goce que
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arraiga a la pulsión en la retórica de la elipsis y de la que Freud Proporciona numerosos


ejemplos en el caso del hombre de las ratas.

INTERPRETACIÓN DEL SIGNIFICANTE E INTERPRETACIÓN DEL SIGNIFICADO

Sin embargo, en Lacan la correlación de la interpretación y de la estructura del


lenguaje no debe prestarse al malentendido. No todo se reduce al significante. Lacan
nunca descartó las categorías semánticas en su investigación de la estructura de la
interpretación, tanto si se trata del significado como de la significación o del sentido. Los
describe sencillamente como efectos del significante y no como autónomos respecto a
éste.
El problema merece ser colocado en un enfoque histórico. Como Jacques-Alain
Miller se empeña en mostrarlo desde hace algunos años, la posición de Latan respecto al
significante no está en un solo bloque; hay secuencias y periodos. Uno de estos periodos
llama muestra atención. Es el periodo de unión que se abre con el informe de Roma de
1953 en el cual Lacan hace el elogio del significado. La interpretación tiene como función
liberar el significado del mensaje que constituye el síntoma; esto concuerda con la
definición del síntoma como nudo de significantes o bien, si se quiere, como mensaje
bloqueado. Este síntoma que procede como un mensaje cuyo código se ha perdido, es
asimilado a un cifrado que la interpretación descifra. Por otra parte, hacer del síntoma
un significante cuyo significado está reprimido no hace sino sacar las consecuencias de
la estructura freudiana del síntoma. Ahora bien, no todo en el síntoma es lenguaje o
juego de significantes. Su adherencia al fantasma y a la pulsión tiene en cuenta al goce
(Genuss) que, en Freud, y a partir sobre todo de 1926, hace más compleja su
definición.
La pulsión de muerte o el fantasma masoquista, por ejemplo, hacen tropezar a
una concepción de la interpretación basada solamente en la represión del sentido. La
dimensión del sinsentido o del fuera del sentido se impone más allá del agotamiento de
la significación fálica. Precisemos que el elogio del significado se apoya esencialmente
en el privilegio de la significación fálica, de la serie: falo-Nombre del Padre. Allí está el
horizonte de la interpretación freudiana que, en último análisis, encuentra su punto de
apoyo en la castración.
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Con la nueva aceptación que da Lacan del síntoma en los años setenta es otra
cara de la interpretación la que se promueve. La inercia del síntoma no es
completamente desatada por la interpretación simbólica: hay allí un real que persiste y
resiste a la simbolización. Entonces, preguntamos: ¿qué uso se hace del significante si
no todo es mensaje en el síntoma?
El problema consiste, primero, en distinguir la interpretación acerca del
significante de la interpretación con el significante: no podría uno privarse de esta
última operación sin renunciar al psicoanálisis mismo.
En cambio, la asimilación del significante al referente último del discurso es un
abuso. En una época durante la cual la "escucha" se había vuelto la religión del
psicoanalista (actualmente, en otras esfe-ras, es la contratransferencia la que toma tal
lugar), la interpretación metonímica era dominante; esto quiere decir que las
conexiones de significantes se abrían al infinito; como un significante siempre puede
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ocultar a otro, uno se desplazaba, tal como hurón en el dédalo de las asociaciones sin
encontrar un principio de detención, un tope, una caída sobre lo real. Sin duda Lacan
había aislado desde el seminario sobre los cuatro conceptos (XI), un significante
particular; después de precisar que la interpretación no está abierta a todos los
sentidos, indica lo que debe ser el efecto de sentido, muy diferente de un
desciframiento: "Lo esencial es que él vea (el paciente), más allá de esta significación,
a qué significante -sin sentido irreductible, traumático- está él, como sujeto, sujetado".
Por esto mismo impregnaba la primacía de la interpretación metafórica en
provecho de la interpretación que rompe las significaciones del sujeto bajo las cuales
éste se inscribe. Pero esta primacía del sinsentido no debe permitir que se olvide la
disyunción esencial introducida por el objeto del deseo en este momento de la
enseñanza de Lacan.

LA INTERPRETACIÓN DEL SIGNIFICANTE Y LA INTERPRETACIÓN ACERCA DE LA


CAUSA DEL DESEO

Esta oposición hecha célebre por los comentarios de Jacques-Alain Miller a


principios de los años ochenta, pone fin a un cierto sesgo de la interpretación que se
puede resumir como la deriva significante o el privilegio de la letra.
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"La instancia de la letra" responde en Lacan a problemas muy particulares


referidos a la estructura de lenguaje del inconsciente. Pero ya lo dijimos, toda la
experiencia del psicoanálisis no se reduce a metafora y metonimia. La promoción en
Lacan del Objeto a minúscula, que no es un significante, requiere un nuevo trabajo
interpretativo. Desde 1960 Lacan emite esta fórmula esencial: "La interpretación
recae sobre la causa del deseo".
Todo el problema consiste en saber cómo, a partir del equívoco significante, se
puede tocar a la pulsión concebida como irreductible (en su materialidad) a los juegos
de palabras o a la homofonía. Porque el efecto de la interpretación monosignificante
caricaturizada como el efecto y'au de poèle 5 por un cómico, desrealiza el goce. La
prueba de ello se ve en la exaltación actualmente en boga incluso en los medios
analíticos, de la sustancia corporal. Tal exaltación viene como una compensación por
cierta desrealización efectuada por la intrusión significante que conlleva toda
interpretación, sea ella justa o no, lacaniana o no.
La vertiente significante que constituye el material de la interpretación implica
una mortificación a la cual responde una compensación imaginaria en la doxa
analítica actual.
Es lo "no-verbal", el self-object de Kohut, las nuevas zonas del cuerpo o el "yo-
piel". Lo que ocupa el lugar de esta heterogeneidad en Lacan es el objeto a cuya
estructura lógica y topológica determina la categoría nueva de lo real como límite a la
simbolización. Es decir, uno no tiene que ver con un indecible o con un objeto
místico: concierne al aparato del goce en cualquier sujeto, lo que él es en el deseo del
Otro. Este objeto a como límite del sentido acentúa el lugar que ocupa el goce en la
experiencia analítica. Su promoción es también la del sinsentido, incluso también la
del "de-sentido",6 como lo escribe a veces Lacan.
En efecto, a este goce le conviene que no se le nombre o por lo menos que no
se le confunda con el objeto de la demanda, sea éste oral o anal. Los dos objetos
como referentes sustanciales de la experiencia freudiana tienen pocos puntos
comunes con el objeto de Lacan. Objeto causa de la división subjetiva, condensador
para el goce, orienta a la interpretación hacia un nuevo terreno.
El efecto del sentido por producir, del cual ya hablamos, se cumple siempre en
el "decir a medias" y en el equívoco pero "no es imaginario, no es tampoco simbólico,
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es necesario que sea real". Esta forma imperativa es de 1975. 7 Es completamente


contemporánea de un cuestionamiento acerca de las relaciones de la interpretación
con el corte. Encuentra su origen en esta preocupación actual, que meramente es la
preocupación por operar sobre el goce del sujeto mediante la realización de una
pérdida, de un cierto vaciamiento de goce que, hay que insistir, no es simbólico.

CORTE E INTERPRETACIÓN

Al desciframiento clásico del inconsciente hay que oponer el corte en acto;


llamamos de esta manera a la operación de división del sujeto, operación muy
diferente de la que, al suponer al inconsciente constituido como reserva de
significantes, puede enunciar la verdad para usarla en bien del sujeto.
Que la interpretación tenga un efecto de sujeto, que juegue un papel activo en
su división, es algo que modifica la concepción que se puede tener del inconsciente.
Dicho de otro modo, hay una retroacción de la interpretación en el inconsciente.
Mejor aún, el inconsciente está sostenido por la interpretación. Al definir al
inconsciente como discurso del Otro, Lacan lo abría al trabajo interpretativo, pero de
modo tal que las consecuencias no se obtuvieron de inmediato. Porque, si es verdad
que "más está interpretado el discurso, más se confirma en ser inconsciente. " 8 el
riesgo consiste entonces en sustantivar al inconsciente, en hacer de él un ser: "mi
inconsciente me dijo...", como dicen algunos... No olvidemos que el final del análisis
como de-suposición del saber en el Otro, sacudida de la "completud" del Otro, no es
una puesta a cielo abierto del inconsciente; éste se queda en el estado de "pue de
ser"; es una primera manera de concebir esta división del sujeto como aquello a lo
que apunta la interpretación y no lo contrario, que sería un taponamiento de la falta o
que la sacrificaría al ideal de armonía consigo mismo. Pero hay otra manera: la qu e
se puede deducir de la escritura lacaniana del discurso del psicoanalista.
El objeto a en el lugar del agente; es decir, el analista cumpliendo la función de
este objeto hace activa la división del sujeto y presentifica al objeto causa del deseo.
En este caso no se trata tanto de producir inconsciente como de "hacer pasar el goce
al inconsciente" (Radiophonie, por hacer allí nuevos cortes.
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Hacer pasar el goce al inconsciente por medio de una operación de corte es, de
hecho, muy diferente de la interpretación acerca de lo simbólico. Esta última manera
de proceder provoca una reserva manifestada por Lacan en su seminario sobre L'une-
bévue: "El uso del corte con relación a lo simbólico arriesga con provocar, al final de un
psicoanálisis, una preferencia dada en todo al inconsciente" ¿Qué otra cosa preferir? O,
más bien, ¿el inconsciente está siempre consagrado a preferir el principio de placer y la
homeostasis?
En este punto conviene recordar que goce e inconsciente no hacen buena pareja,
en tanto se define al goce como fuera de sentido, como lo que no sirve para nada y
mucho menos para dormir. Los sueños, guardianes del reposo, son ya en sí mismos una
interpretación; por eso son la "vía real". Fue dando un gran rodeo y tomando atajos que
pasan por la topología y las ciencias afines como Lacan intentó, al final de su enseñanza,
circunscribir este nuevo tipo de corte que permite al inconsciente cercar este objeto que
fundamentalmente le es heterogéneo. En este sentido, el acto analítico vuelve a
encontrar una inspiración común a los pioneros del psicoanálisis: el inconsciente: ¿cómo
cercarlo?

NOTAS DEL TRADUCTOR

1 . “O ig o -sentido . en francés, que forma, fónicamente, la palabra "goce" (n. del t.).
2. Analytica, 1985, vol. 41.
3. En francés, une de perdue dix de retrouvées se traduciría literalmente como "una, perdida, diez
recuperadas". El femenino se refiere a una mujer y a unas mujeres.
4. Referencia al jeu du furet (juego del hurón), al que alude Lacan (n. del t.).
5. Imposible de traducir (n. del t.).
6 Dé-sens, que se presta al juego homofónico (n. del t.)
7. "Seminaire RSI", en Ornicar?, 4, 1975.
8. "Radiophonie". en Scilicet, 2-3, 1970.
9. Ornicar?, 12-13, 1977, pág. 15.
* Traducción de Halima Kherroubi, revisada por Néstor Braunstein.

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