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CÁLCULO DE LA INTERPRETACIÓN
Bajo este rubro podemos validar los momentos cruciales de la dirección de la cura,
aquellos que el analista considera que son su responsabilidad. O sea, el momento de
interpretar, el contenido de la interpretación y el efecto de ésta especialmente sobre el
material que permite esclarecer.
Al respecto el analista no tiene libertad de movimientos. "Menos libre en su
estrategia que en su táctica", como ya lo apuntaba Lacan en "La dirección de la cura".
En efecto, si la táctica concierne a las reglas de la interpretación (que son numerosas y
se prestan al contrasentido), la estrategia depende de la transferencia y la transferencia
depende del valor de la interpretación: ésta siempre se recibirá "como proviniendo de la
persona que la transferencia le imputa ser". Es desde un lugar específico, el del Otro,
que se realiza al cálculo de estos efectos. De ahí la paradoja que plantea Lacan en ese
artículo y que puede ser considerada como anticipación de la definición más tardía del
final del análisis como caída del Sujeto supuesto Saber.
Así pues, la salida de la transferencia como validación del Otro es pospuesta ad
infinitum si la interpretación debe a la vez tener este efecto disolvente y no tenerlo más
que por la transferencia misma. Es la razón por la cual se producen algunas catástrofes
del tipo del acting out cuando el análisis silvestre interpreta la transferencia en el
registro imaginario de ego a ego, haciendo recaer en la persona del psicoanalista este
lugar del significante Jugar del saber inconsciente donde la transferencia deposita la
verdad del sujeto.
Sin duda, si la táctica de la interpretación depende de la estructura de la
transferencia, habrá que tener en cuenta esencialmente sus efectos más que sus
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análisis debe privarse de cualquier otro medio para permanecer en la ética: la del "bien
decir".
Simbolizar lo real del síntoma no es, entonces, cosa fácil, máxime si este real
concebido por Lacan no es justamente simbolizable por completo. Después de Freud,
Lacan puso de relieve la incidencia del goce en los efectos del saber inconsciente. Tras
haber considerado que la resistencia del síntoma a la interpretación resultaba de una
inercia imaginaria, en los años setenta Lacan insistió más bien en el nudo del goce que
actúa en su producción. La manipulación de lo real del nudo borromeo procede, en
último análisis, de esta dificultad: ¿cómo tocar lo real con lo simbólico?. Dicho de otra
manera, de este desplazamiento de acento resulta una reestructuración del trabajo
de interpretación si es verdad que el análisis se propone hacer retroceder aquello que
de lo real del goce entorpece y pone barreras al deseo.
Así nutrir consentido al síntoma no es la operación más adecuada para realizar
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esta separación. Las bodas del sentido y del goce (J'ois-sens, estribé en ocasiones
Lacan) justifican que uno verifique dos veces antes de apreciar el lugar desde donde
se habla y desde donde se emite el mensaje.
Estos preámbulos, sin duda negativos, son necesarios para situar el problema,
en primer lugar históricamente y después en el plano de la técnica. En verdad, se
resumen en una prescripción negativa: la interpretación no es el enunciado de un
saber. Empezaremos, entonces, por explicitar esta proposición antes de sacar sus
consecuencias.
en juego en esa polémica eran las relaciones del saber y de la verdad en el campo
freudiano.
Hay que hacer resaltar una antinomia. De hecho ¿cómo presumir, sin negar el
inconsciente, que la transmisión de un saber acerca del inconsciente quebrantará las
certidumbres del sujeto? En efecto, son las certidumbres y las significaciones fijadas
las que bloquean el acceso del sujeto a la verdad de su síntoma. Se tiene, pues, que
producir un efecto de verdad que no se confunde en nada con un aprendizaje.
Lo verdadero sólo surge sesgado, en el estallido de la sorpresa y en el equívoco
significante; los sintagmas fijos de los institutos de psicoanálisis ni siquiera pretenden
hacer acceder al sujeto a ello.
EL EQUÍVOCO INTERPRETATIVO
Lacan nos da una indicación acerca de la relación del sujeto con el saber: "El saber
como verdad define lo que debe ser la estructura de una interpretación". Esta fórmula
de 1968 no está destinada a exaltar los prestigios de la verdad compitiendo con el
discurso de la ciencia que no se preocupa por la verdad.
Al comentar esta definición, Colette Soler daba a modo de ejemplo dos tipos de
enunciación que se distancian de todo enunciado de saber: el enigma y la cita.2
En el enigma un saber es supuesto y es el sujeto mismo quien debe descifrar, en
los ardides de la pregunta, la verdad que ahí está depositada. Una verdad insulsa lo más
a menudo, como queda ilustrada por el enigma de la Esfinge que no tiene más
esplendores de lo verdadero que la apariencia, con los cuales el cuestionamiento la ha
revestido. Con este ejemplo se pueden verificar algunos rasgos de la interpretación
según Lacan: no tiene que ser entendida, produce olas, es equívoca y, por fin, está
tejida con los elementos del discurso del propio analizante; es un decir a medias.
Se pueden retomar detalladamente algunas de estas características. Empiezo por
la última: es la enunciación del mismo paciente la que sirve como punto de apoyo a la
construcción del enigma. El decir del paciente le es devuelto en un mensaje que
perturba su significación unívoca. Esto se puede deducir completamente de una
concepción del lenguaje que supone que se dice más que lo que se sabe. Así, se concibe
que la devolución al remitente de los significantes del sujeto aparezca a él bajo una
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Con la nueva aceptación que da Lacan del síntoma en los años setenta es otra
cara de la interpretación la que se promueve. La inercia del síntoma no es
completamente desatada por la interpretación simbólica: hay allí un real que persiste y
resiste a la simbolización. Entonces, preguntamos: ¿qué uso se hace del significante si
no todo es mensaje en el síntoma?
El problema consiste, primero, en distinguir la interpretación acerca del
significante de la interpretación con el significante: no podría uno privarse de esta
última operación sin renunciar al psicoanálisis mismo.
En cambio, la asimilación del significante al referente último del discurso es un
abuso. En una época durante la cual la "escucha" se había vuelto la religión del
psicoanalista (actualmente, en otras esfe-ras, es la contratransferencia la que toma tal
lugar), la interpretación metonímica era dominante; esto quiere decir que las
conexiones de significantes se abrían al infinito; como un significante siempre puede
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ocultar a otro, uno se desplazaba, tal como hurón en el dédalo de las asociaciones sin
encontrar un principio de detención, un tope, una caída sobre lo real. Sin duda Lacan
había aislado desde el seminario sobre los cuatro conceptos (XI), un significante
particular; después de precisar que la interpretación no está abierta a todos los
sentidos, indica lo que debe ser el efecto de sentido, muy diferente de un
desciframiento: "Lo esencial es que él vea (el paciente), más allá de esta significación,
a qué significante -sin sentido irreductible, traumático- está él, como sujeto, sujetado".
Por esto mismo impregnaba la primacía de la interpretación metafórica en
provecho de la interpretación que rompe las significaciones del sujeto bajo las cuales
éste se inscribe. Pero esta primacía del sinsentido no debe permitir que se olvide la
disyunción esencial introducida por el objeto del deseo en este momento de la
enseñanza de Lacan.
CORTE E INTERPRETACIÓN
Hacer pasar el goce al inconsciente por medio de una operación de corte es, de
hecho, muy diferente de la interpretación acerca de lo simbólico. Esta última manera
de proceder provoca una reserva manifestada por Lacan en su seminario sobre L'une-
bévue: "El uso del corte con relación a lo simbólico arriesga con provocar, al final de un
psicoanálisis, una preferencia dada en todo al inconsciente" ¿Qué otra cosa preferir? O,
más bien, ¿el inconsciente está siempre consagrado a preferir el principio de placer y la
homeostasis?
En este punto conviene recordar que goce e inconsciente no hacen buena pareja,
en tanto se define al goce como fuera de sentido, como lo que no sirve para nada y
mucho menos para dormir. Los sueños, guardianes del reposo, son ya en sí mismos una
interpretación; por eso son la "vía real". Fue dando un gran rodeo y tomando atajos que
pasan por la topología y las ciencias afines como Lacan intentó, al final de su enseñanza,
circunscribir este nuevo tipo de corte que permite al inconsciente cercar este objeto que
fundamentalmente le es heterogéneo. En este sentido, el acto analítico vuelve a
encontrar una inspiración común a los pioneros del psicoanálisis: el inconsciente: ¿cómo
cercarlo?
1 . “O ig o -sentido . en francés, que forma, fónicamente, la palabra "goce" (n. del t.).
2. Analytica, 1985, vol. 41.
3. En francés, une de perdue dix de retrouvées se traduciría literalmente como "una, perdida, diez
recuperadas". El femenino se refiere a una mujer y a unas mujeres.
4. Referencia al jeu du furet (juego del hurón), al que alude Lacan (n. del t.).
5. Imposible de traducir (n. del t.).
6 Dé-sens, que se presta al juego homofónico (n. del t.)
7. "Seminaire RSI", en Ornicar?, 4, 1975.
8. "Radiophonie". en Scilicet, 2-3, 1970.
9. Ornicar?, 12-13, 1977, pág. 15.
* Traducción de Halima Kherroubi, revisada por Néstor Braunstein.