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Analisis de la carta encíclica “ Fides et Ratio(Fe y razón)”

El autor en esta carta comienza exponiendo un concepto general de la fe y la razón y su


relación entre ellas y cito, “ son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia
la contemplación de la verdad”. Esta frase es como la síntesis de las cuestiones tratadas en la
encíclica. Aunque existan diversidad de culturas, idiomas, razas, todos coincidimos en la continua
buscada de la verdad, pues todo hombre desea saber, y busca la verdad, el hombre es definido como
aquel que busca la verdad.

La fe y la razón no se contradicen, la razón se perfecciona por el conocimiento de la fe,


porque la razón sola no puede llegar al conocimiento de Dios, sin embargo ninguna filosofía puede
abarcar toda la verdad con referencia al sentido ultimo, pues, tampoco, la filosofía puede prescindir
del conocimiento teológico, por que si es así el hombre no podrá responder a las preguntas
fundamentales sobre su existencia, la verdad contenida en la revelación debe ser comprendida a la
luz de la razón , mas no refutada ni contraria, pues La Sagrada Escritura nos presenta con
sorprendente claridad el vínculo tan profundo que hay entre el conocimiento de la fe y de la razón.

Cuando el mundo es analizado desde el punto de vista de la razón, la fe no rebaja la


autonomía de la razón, ayuda a comprender al hombre que Dios se hace presente y actúa en esos
actos mientras la razón es valorada pero no sobrevalorada ya que esta puede afirmar pero es mas
amplia la fe. La fe libera la razón en cuando que le permite coherentemente su objeto de
conocimiento y colocarlo en el orden supremo.

Para el autor existe un vinculo entre la fe y la razón, según lo atestiguan las escrituras, este
afirma tres reglas para entender la razón y la fe, primero que el conocimiento del hombre es un
camino que no tiene descanso, este no obtiene una respuesta instantánea sino que es el producto de
mucha paciencia; una segunda regla es que este camino no se puede recoger con orgullo, nadie
puede pensar que su fruto es una conquista personal y una tercera regla es la razón debe reconocer
el termino de Dios, así con su transcendencia soberana y su amor en el gobierno del mundo. Cuando
uno se aleja de estas reglas, el hombre se expone al riesgo del fracaso, ello lo impide poner en orden
su mente y asumir una orden adecuada consigo mismo y para el ambiente que lo rodea. “El temor
del Señor es el principio de la sabiduría”.
San Pablo relata en los hechos de los Apóstoles, cuando llego a Atenas la cual estaba
representada por muchas estatuas, le llamó la atención un altar y aprovechó enseguida la
oportunidad para ofrecer una base común sobre la cual iniciar el anuncio del kerigma. El Apóstol
pone de relieve una verdad que la Iglesia ha conservado siempre: en lo más profundo del corazón
del hombre está el deseo y la nostalgia de Dios. De diversos modos y en diversos tiempos el hombre
ha demostrado que sabe expresar este deseo íntimo. “El hombre es el único ser en toda la creación
visible que no sólo es capaz de saber, sino que sabe también que sabe por eso se interesa por la
verdad real de lo que se le presenta. Nadie puede permanecer sinceramente indiferente a la verdad
de su saber.” Y es cuando el hombre se plantea las interrogantes ¿Tiene sentido la vida? ¿ Hacia
donde se dirige? ¿existe una vida posterior.? Ni el filosofo ni el hombre corriente deben de
sustraerse a estas preguntas. De la respuesta que se dé a estas preguntas, depende una etapa decisiva
de la investigación; si es posible o no, alcanzar una verdad universal y absoluta.

Los filósofos han tratado a través de los siglos, de expresar esta verdad, dando vida a
diferentes escuelas de pensamiento. Sin embargo hay otras respuestas que el hombre encuentra, a
través de convicciones o experiencias personales, de tradiciones familiares o culturales o de
itinerarios existenciales en los cuales se confía en la autoridad de un maestro. La sed de verdad está
tan radicada en el corazón del hombre que tener que prescindir de ella comprometería la existencia,
es suficiente observar en la vida cotidiana como cada uno de nosotros lleva en sí mismo la urgencia
de algunas preguntas esenciales y al vez abriga en su interior al menos un indicio de las
correspondientes respuestas.

En cierto modo filosófico, cada hombre posee concepciones filosóficas propias con las cuales
orienta su vida, con esta interpreta sus alternativas personales y regula su comportamiento. El
florecimiento de estas verdades implica que estas mismas verdades puedas ser puestas en duda y
discutidas por medio de una actividad critica del pensamiento. Santo Tomás argumentaba que la luz
de la razón y de la fe, proceden ambas de Dios, y reconoce que la naturaleza, objeto propio de la
filosofía, puede contribuir a la comprensión de la revelación divina.
Así la fe, supone y perfecciona a la razón. Esta última iluminada por la fe, es liberada de la
fragilidad y de los límites que derivan de la desobediencia y del pecado, y encuentra la fuerza
necesaria para elevarse al conocimiento del misterio de Dios.
El autor expone como una filosofía que no responda al cuestión sobre el sentido corre el
peligro de degradar la razón a funciones puramente instrumentales. “ Para estar en consonancia con
la palabra de Dios es necesario, ante todo, que la filosofía encuentre de nuevo su dimensión
sapiencia de busque de sentido ultimo y doblar de la vida”.

En la encíclica se realiza un análisis que señalan los limites de algunos sistemas filosóficos
contemporáneos que rechazan la instancia metafísica de una apertura perpetua a la verdad. Algunos
de los sistemas que no están abiertos a las exigencias fundamentales de la verdad, tales como
historicismo, pragmatismo, eclecticismo y nihilismo, no puedes asumidos como filosóficas para
explicar la fe. “ Una teología sin horizonte metafísica no conseguirá ir más allá del análisis de la
experiencia religiosa" y será incapaz de "expresar con coherencia el valor universal y trascendente
de la verdad revelada”.

En conclusión, el mensaje de la encíclica es una reacción ante esa situación cultural, y


propone la capacidad de la razón para conocer a Dios, la verdades fundamentales de la existencia,
en ese mismo plano, reafirma que tal capacidad metafísica de la razón es una dato necesario para la
fe, de como que la fe se desarrollaría al margen o opcional a la razón seria deficiente incluso como
fe. La capacidad de la razón para conocer la verdad de Dios, del mundo, es necesario una filosofía
abierta al interrogantes de la existencia.
Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra
Campus Santo Tomas de Aquino

Facultad de Ciencias y Humanidades


Departamento de ciclo básico
Introducción a la filosofía
Prof. José Luis Hernández

“Analisis de la carta encíclica Fides et Ratio (Fe y razón) por el


Papa Juan Pablo II ”

FIL-121-T-009

Sustentado por :
Jose Roman Monclus Diaz

Matricula:
2014-5065

Fecha:
23 de octubre de 2014
Santo Domingo, D.N.
República Dominicana.

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